(Viene de la entrada anterior)
Es posible que la cuarta temporada de “Voyager” sea la mejor de toda la serie. Naturalmente, esto es un elogio muy relativo porque, desde todos los puntos de vista, es más floja que al menos cuatro temporadas de “La Nueva Generación” y otras tantas de “Espacio Profundo Nueve”. También está por detrás de las primeras dos temporadas de “Star Trek” o las dos finales de “Enterprise”. Así que, en un contexto amplio, la mejor temporada de “Voyager” no pasa de clasificar en una división media dentro de la franquicia.
En este año
encontramos algunos de los mejores episodios no sólo de la serie sino de todo
el universo Star Trek. Las dos partes de “Escorpión” son sobresalientes, como
también el episodio doble “El Año Infernal”, que nos permite vislumbrar lo que
podría haber llegado a ser “Voyager” al tiempo que desarrolla algunos de los
temas centrales de la serie. Hay también excelentes episodios autónomos, como
“Némesis”, “La Presa” o “Testigo Viviente”, combinados con otros más ligeros
pero bien desarrollados, como “Un Vuelo Memorable” o “Mensaje en una Botella”.
Pero no todo
son aciertos, ni mucho menos. Aunque hay menos tropiezos lamentables que en
temporadas anteriores, sí hay un par de episodios que hubiera sido mejor no
emitir, como “Retrospectiva” o “Frente a Frente”; y también unos cuantos
simplemente olvidables tras los títulos de créditos. “El Método Científico”,
“Pensamientos al Azar”, “Despertares”, “Inolvidable” o “Demonio”, dan la
impresión de reciclar ideas ya utilizadas en otras series de la franquicia y
fracasan a la hora de impresionar al espectador por su originalidad o
intensidad. Son meros rellenos que añaden poco al universo Star Trek o sus
personajes.
La adición más
llamativa de esta temporada, claro está, es la de Siete de Nueve, interpretada
por la no menos llamativa Jeri Ryan. El Cuadrante Delta es el lugar de origen
de los Borg, así que esta especie desempeña un papel muy relevante en esta
serie, apareciendo en varios episodios como amenaza al Voyager en su camino a
casa. Siete de Nueve había sido un dron Borg creado a partir de una niña
terrestre, Annika Hansen, asimilada junto a sus padres científicos cuando se
hallaban explorando el sector (lo que los convierte probablemente en los
primeros humanos asimilados por el Colectivo). Años después, con la niña
convertida ya en una atractiva mujer joven, es rescatada por Janeway en el
primer episodio de la cuarta temporada (“Escorpión, Parte 2”) tras un interesante
giro que colocó al Voyager bajo una alianza temporal con los Borg para
enfrentarse con una nueva especie alienígena aún más peligrosa, la 8472 (creada
enteramente para la serie con imágenes digitales).
Siete de Nueve
es separada y desconectada del Colectivo Borg y el Doctor retira la mayor parte
de sus implantes cibernéticos. El verdadero problema es que su identidad humana
fue casi completamente borrada durante los años que permaneció asimilada. Así,
con la ayuda del resto de la tripulación, Siete irá experimentando un largo y
arduo (a veces también cómico) proceso de redescubrimiento conforme trata de
reencontrarse con su auténtica naturaleza humana. A esta nueva subtrama de
largo recorrido se sumará otra en la que los Borg tratarán de vez en cuando de recuperar
su antiguo dron, como en el episodio doble “Lazos Familiares”, ya en la quinta
temporada.
Oficialmente,
Siete de Nueve se incorporó a la tripulación del Voyager porque los productores
pensaban que a la serie le faltaba un personaje en la línea de Spock, Data u
Odo. Extraoficialmente, muchos aficionados piensan –y no sin razón- que la
exuberante y curvilínea Jeri Ryan, vestida tras su rescate de los Borg con unos
monos plateados muy ceñidos, fue contratada para añadir algo de erotismo al
programa. Con todo, la aparente incongruencia de su fría lógica y genio
científico con su provocativo físico hicieron de ese personaje algo mucho más
interesante y complejo que un mero anzuelo visual para el espectador masculino.
Sobre eso, volveré más adelante. Entretanto, y como era el caso con todos los
personajes “Spockianos” de la franquicia, Siete aportaba una visión externa de
las peculiaridades humanas en general y de sus compañeros de tripulación en
particular.
Pero lo cierto
es que “Voyager”, ya antes de la llegada de Siete, no carecía de personajes
“spockianos”. De hecho, una de sus características más sorprendentes era la
proliferación de éstos. Mientras que en las tres series anteriores de “Star
Trek” se había tendido a incluir un solo personaje de este tipo en cada
tripulación (Spock, Data y Odo), “Voyager” no tenía uno sino cuatro personajes
que parecían diseñados para exprimir la misma fórmula. Siete de Nueve es la que
mejor funciona, sí, pero también tenemos al teniente vulcano Tuvok, claramente
pensado para aprovechar la popularidad de Spock aun cuando carece de su
naturaleza híbrida. Como vulcano de piel negra, Tuvok pretende continuar la
tradición de diversidad étnica de la franquicia, mientras que su pensamiento
lógico y su forma seca y directa de expresarse reciclan los de Spock. La única
diferencia entre ambos es que Tuvok es más un hombre de acción que uno de ciencia.
Luego está
B´Elanna Torres, la mestiza humana-klingon que desempeña la función de
ingeniero jefe. Aunque de vez en cuando aflora la pasión y genio propios de su
herencia klingon, B´Elanna (en parte por haber sido repudiada por los klingon
desde la infancia) se esfuerza por resolver sus problemas adoptando una actitud
calculadora muy poco propia de esa raza guerrera y más próxima a lo que hacía
Spock. Una actitud que le hace ideal para su especialidad profesional y que
hizo de ella una estudiante brillante en la Academia de la Flota. Su
incapacidad para reconciliar las dos ramas de su herencia (algo que también
aflige a Spock en la serie original) le creó problemas personales que, en
último término, la llevaron a salir de la Flota y luchar por la rebelión Maquis
en la nave de Chakotay.
En el transcurso de la serie y siguiendo una estrategia muy propia de Star Trek que ya se había aplicado en sus predecesores Spock, Data y Odo, B´Elanna va experimentando un proceso gradual de humanización. Se casará con Tom Paris y ayudará a éste a vencer algunos de sus propios demonios internos, aprendiendo ella de paso a aceptar su doble legado humano y klingon.
Otro personaje
“spockiano”, este en la línea de Data, es el jefe médico de abordo, el Doctor,
una inteligencia artificial que también irá humanizándose conforme avance la
serie, obteniendo una personalidad progresivamente más concreta que se
sobrepone a su programación original hasta convertirse en un ser independiente
a todos los efectos, con sus propios sentimientos y sueños. Sin embargo y como
era el caso de Data, a menudo tiene problemas para convencer a los demás de que
lo consideren y traten como un ser viviente con su propia personalidad. El
Doctor acabará incluso desarrollando una inclinación por las fantasías, como
cuando sueña con comandar el Voyager en “Pensador, tenor, doctor y espía”, un
episodio de la 6ª temporada. De hecho, desarrolla tanto sus habilidades sociales
que acaba desempeñando el rol de mentor de Siete de Nueve para que perfeccione
las suyas.
Así que cabe
preguntarse si verdaderamente era necesario añadir otro “Pinocho” más a la
tripulación. Y es que, en cierto modo, el gran dilema de esta cuarta temporada
viene representado por la adición de Siete de Nueve y el foco que, a través de
ella, se pone sobre la civilización Borg. El espíritu de muchos de estos
episodios parece atrapado entre la mediocridad y la genialidad, entre ser un
eficaz pero poco relevante relato y aspirar a algo más ambicioso que eso. La
temporada es una extraña síntesis de todo lo más tópico de la franquicia con
elementos únicos, reflejando la fusión de lo orgánico y lo mécanico que define
al Colectivo Borg. Pero al final y aunque hay momentos en los que podría
esperarse que el programa por fin se despegara de lo puramente convencional,
los productores optaron por la posición más conservadora, retirándose a la seguridad
que ofrece la familiaridad de lo ya probado una y otra vez en el universo Star
Trek.
Como ya
habíamos visto en la cuarta temporada de “Espacio Profundo Nueve”, la de
“Voyager” funciona en gran medida porque consigue identificar y aprovechar los
puntos más fuertes de la fallida temporada anterior, construir sobre ellos y doblar
la apuesta. Esto se manifiesta en episodios concretos que beben de elementos
importantes de otros anteriores, por ejemplo, “Testigo Viviente”, que nunca
habría podido escribirse de no haber existido antes “Origen Distante”. La
estructura de episodio doble a mitad de temporada con un componente de viaje
temporal que vemos en “El Año Infernal”, bebe directamente de “El Fin del
Futuro”, de la tercera temporada.
Más allá de
temas, ideas o formatos, este cuarto año hereda también de su precedente una cierta
sensibilidad. Cuando Michael Piller se marchó de “Voyager” al final de la
segunda temporada, los guionistas parecieron desistir en sus intentos de
encontrar una personalidad propia para la serie. El equipo de producción
decidió que el programa sería una iteración genérica y arquetípica de la
franquicia con la que los fans nostálgicos y/o de línea dura que habían
protestado por el camino seguido por “Espacio Profundo Nueve” podrían ahora
sentirse satisfechos. Es por eso que muchos de los episodios de “Voyager”
podrían haberse adaptado perfectamente para encajar en “La Nueva Generación”.
Sin embargo,
ese tipo de línea tradicional es la que se encuentra en algunos de los mejores
capítulos de la tercera temporada, como “El Conducto”, “Recuerdos”, “La muerte
de Kathryn Janeway” u “Origen Distante”. Así que era previsible que esa
estética y sensibilidad se trasladara a la cuarta temporada, donde encontramos
muchos episodios que, aunque genéricos, pueden considerarse entre los mejores
de toda la serie, como “Némesis” o “Testigo Viviente”. Es cierto que no pocos
son historias mayormente olvidables, como “Método Científico”, “Pensamientos al
Azar”, “Despertares”, “Inolvidable” o “Demonio”, pero, así y todo, la calidad
media sube y la solidez general de la temporada mejora gracias a que no
encontramos capítulos verdaderamente malos, como lo habían sido, por ejemplo,
“Alter Ego”, “Fiebre en la Sangre”, “El Hijo Predilecto”, “Los Q y la Vejez” o
“Desplazados”.
Para ser
sinceros, hay también capítulos malos en esta cuarta temporada, pero son menos
y están más distanciados entre sí que en años anteriores. “Retrospectiva”, una
historia que trata sobre cómo una acusación de violación puede arruinar la vida
de un hombre, no ha envejecido nada bien. “Frente a Frente” decide, inexplicablemente,
que la mejor versión de Tom Paris es el irritante cretino que habíamos visto en
el arco de los Kazon en la segunda temporada. Pero, en general, los peores
capítulos de la cuarta temporada son más olvidables que ofensivos. No es que
esto sea un gran elogio, pero al menos supone una clara mejora respecto a lo
que se había visto en los tres años anteriores.
Esta base firme
que constituyen los episodios más genéricos permite a los guionistas explorar
otras ideas e historias más interesantes. La cuarta temporada de “Voyager” fue
la última supervisada por Jeri Taylor –que anunció su intención de retirarse al
término de aquel año-, pero la influencia de quien iba a ser su sucesor es ya
más que evidente aquí. Brannon Braga no tomaría oficialmente las riendas del
programa hasta el comienzo de la quinta temporada, pero en la tercera y cuarta
ya se podía percibir cómo su visión de lo que debía ser aquél luchaba por
imponerse.
Asumiendo la
idea de que “Voyager” era la serie más genérica del universo Star Trek, Braga
la orienta hacia una sensibilidad más, digamos, “blockbuster”, centrándose en
la acción y la aventura: menos diplomacia y exploración y más combates y
peligros. Aprovechando los avances de una tecnología digital cada vez más
barata desde que se estrenara “La Nueva Generación” a mediados de los 80, Braga
apostó por un estilo narrativo y visual más ambicioso. Hay unos cuantos
episodios de la serie que bien podrían ser pequeñas películas, ofreciendo un
espectáculo visual y efectos muy notables habida cuenta de los presupuestos y
plazos con los que trabaja la televisión.
Esto, como digo, se hace evidente ya en la cuarta temporada, con varias historias divididas en dos partes. Técnicamente, la creación de la especie 8472 para el episodio doble “Escorpión”, fue tan ambicioso o más que cualquier otro concepto imaginado por la franquicia. Aunque los otros capítulos dobles de la temporada, “El Año Infernal” y “El Juego Asesino”, son historias bien construidas, son sobre todo grandes logros técnicos para la televisión, aproximando la serie al mundo del cine.
Lo que estaba
haciendo Braga podría compararse al camino que años después seguiría J.J.Abrams
en el reboot de Star Trek: compilar la iconografía más asentada y conocida de
la franquicia en un espectáculo de acción para todos los públicos. Braga
intentó lo mismo, pero disponiendo de menos dinero y con mucha menos
experiencia a la hora de gestionar proyectos de esta escala. Aún así, hay algo simpático
en este experimento, como cuando Braga escribió “Presa” como un guiño a “Alien
vs Predator” (no la película, que se estrenaría en 2004, sino al comic, que
data de 1989).
Naturalmente,
las virtudes de tal aproximación son debatibles. Para empezar, los intentos de
Braga de impulsar la franquicia en cierta dirección chocaban de frente con la
orientación que seguía “Espacio Profundo Nueve”. Mientras que Ira Steven Behr
predijo la dirección que tomaría la televisión al cabo de pocos años y empezó a
aplicar un formato de serialización a largo plazo, Braga tomaba sus
inspiraciones del cine de CF. En lugar de llevar la franquicia hacia el futuro,
la cuarta temporada de “Voyager” trató de, constreñida por un presupuesto
magro, ofrecer una especie de “película de Star Trek de la semana”.
Dicho esto, la
combinación de material convencional de Star Trek y un estilo grandilocuente
tomado del cine blockbuster, también dejó espacio para otros logros en esta
cuarta temporada de “Voyager”. Los guionistas entendieron sin demasiado
esfuerzo las esencias de la franquicia y a partir de ahí encontraron mayor
margen de maniobra y experimentación que en las temporadas anteriores.
Especialmente en lo que se refiere a la narración a largo plazo: hay elementos
argumentales que pasan de un episodio a otro y decisiones que se toman y de las
que derivan consecuencias futuras para la tripulación.
Ya “El
Obsequio”, segundo episodio de la temporada, deriva directamente de “Escorpión
Parte 2”. Parece que el equipo de producción se reservó cierto margen para ir
desarrollando las consecuencias de lo narrado en ese episodio doble que actuó
como bisagra entre la tercera y cuarta temporadas: el “Voyager” viaja a través
del espacio Borg, lo que supone una severa amenaza; los poderes mentales de Kes
aumentan fuera de todo control y la llevan a un salto evolutivo con el que
abandona la nave; y Janeway ha de lidiar con el único dron borg que ha
sobrevivido a su fallida alianza con el Colectivo, Siete de Nueve.
Este no es el
único ejemplo. El proceso de integración de Siete de Nueve en la dinámica de la
nave como un miembro más de la tripulación se desarrolla a lo largo de unos
cuantos capítulos; y los guionistas van dejando cuidadosamente semillas en
“Repulsión” y “Método científico” que llevarán a la presentación en “El Año
Infernal” de un nuevo mapa astrométrico que podría ahorrar al Voyager años de
viaje. Los argumentos nunca prestaron mucha atención a la construcción de ese
artefacto y se limitan a utilizarlo como excusa para enfrentar a Siete contra
Harry Kim primero y B´elanna después.
En “Mensaje en
una Botella”, la tripulación descubre una antigua red de estaciones repetidoras
que pueden comunicarse con el Cuadrante Alfa. En ese episodio, ese
descubrimiento no pasa de ser una palanca narrativa con la que contar una
movida historia con romulanos incluidos. Teniendo en cuenta capítulos
anteriores en los que se retomaba el enlace con el Cuadrante Alfa (“El Hoyo
Negro”, “Non Sequitur”, “Última Voluntad”, “Falsas Ganancias” o “El Fin del
Futuro”), podía pensarse que se trataría de una historia autocontenida sin repercusiones
ulteriores. Pero he aquí que esa red de comunicaciones sí que inicia una
subtrama que se prolongará toda la temporada. Se presenta una nueva amenaza
alienígena, los Hirogen, que dominará este segmento de la temporada y que
aparecerá en todos los episodios entre “Mensaje en una Botella” (episodio 14) y
“El Juego Asesino Parte 2” (episodio 19) con la única excepción de
“Retrospectiva”. La Flota Estelar se sirve de la red para enviar mensajes
al
Voyager en “Cazadores”; y uno de los mensajes recibidos se resistirá a ser
desencriptado hasta “Esperanza y Miedo”, el episodio final de la temporada.
Esos seis capítulos tienen un destacable sentido de la continuidad. El Hirogen Alfa de “Mensaje en la Botella” reaparece en “Cazadores”; al comienzo de “Retrospectiva”, Siete de Nueve recuerda el castigo que se le impuso en “Presa”; la invasión de la especie 8472 en “Escorpión, Parte 1” y “Escorpión Parte 2” tiene consecuencias duraderas; Janeway se enfrenta a un miembro extraviado de aquella especie en “Presa”, encontrándose luego acusada de aliarse con los Borg en “Esperanza y Miedo”.
Habida cuenta
que el último experimento de “Voyager” con la continuidad había sido el
desastroso arco de los Kazon en la segunda temporada, este nuevo intento
funciona notablemente bien. Ninguna de esas conexiones entre episodios parece
forzada y, además, se basan en consecuencias lógicas de ciertas acciones o
decisiones previas. No se tiene la sensación de que se introduzcan elementos
argumentales con el solo propósito de resolverlos más adelante. Simplemente,
los guionistas se aprovechan de las oportunidades narrativas que les van
dejando sus propias ideas en episodios precedentes, construyendo con ellas
nuevas historias.
Algunos de
estos intentos de narrativa a largo plazo, eso sí, acaban resultando algo
torpes. Aunque “El Obsequio” es un episodio centrado en explorar las
consecuencias de “Escorpión Parte 2”, las resuelve de una forma un tanto
forzada, como si los productores tuvieran miedo de que aquello se les escapara
de las manos. Así, al término de ese capítulo, se alcanzaba un nuevo estatus
quo que permanecería inalterable por el resto de la temporada: el Voyager sale
del espacio Borg; Kes se ha marchado; y Siete de Nueve obtiene su aspecto más
atractivamente humano. Así, con la habitación limpia y ordenada, los guionistas
pueden volver a terreno familiar en el siguiente episodio, “Día de Honor”.
Hay también
ciertos movimientos tambaleantes en esta tímida continuidad. “Vis a Vis” olvida
sin explicación alguna todas las subtramas iniciadas en “Mensaje en la
Botella”: los Hirogen han desaparecido (su arco concluyó en “Juego Mortal Parte
2”); no se hace referencia al castigo de Siete por su comportamiento rebelde en
“Presa” ni al mensaje secreto de la Flota en “Cazadores”. Aunque uno puede
imaginarse que haber recibido una comunicación de la Flota sería un asunto de
la máxima importancia a bordo y del que todo el mundo hablaría sin parar, no
vuelve a retomarse hasta el capítulo final.
(Continúa en la siguiente entrada)
Felicito la crítica, nuevamente. Seguidor acérrimo de Star Trek, nunca he podido con Voyager, y lo he intentando varias veces. Hay varios aspectos que me echan atrás y no sabría por cuál empezar. Así que doble felicitación, ya que la serie es floja, floja. Saludos.
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