(Viene de la entrada anterior)
Una y otra vez, “Voyager” enterraba los conceptos y premisas interesantes para optar por lo trillado. Ahí tenemos la adopción de los Borg como la gran amenaza recurrente de este tercer año. Habiendo descartado a los Kazon y los Vidianos como antagonistas, los guionistas optaron no por crear una nueva raza que pudiera constituir un peligro real para la nave a lo largo de un periodo dilatado de tiempo, sino que se sirvieron de los más icónicos alienígenas de la era de Rick Berman, presentados en “La Nueva Generación” y que habían jugado un papel relevante en la recientemente estrenada “Primer Contacto” (1996), que cosechó un gran éxito comercial y de crítica.
Sí, es cierto
que, tradicionalmente, la franquicia Star Trek ha ido heredando especies
alienígenas de una iteración a otra. “Espacio Profundo Nueve” adoptó a los
Ferengi y los Cardasianos, creados para “La Nueva Generación”; y ésta utilizó a
los Romulanos y los Klingons de la Star Trek original. Sin embargo, tanto EPN
como LNG no sólo habían contribuido a desarrollar todas esas civilizaciones,
sino que también habían creado especies nuevas que captaron el interés y el
cariño de los aficionados. Voyager no hizo ni una cosa ni la otra.
Los Borg asoman
la patita en “Fiebre en la Sangre” para aparecer ya plenamente en “Unidad” y
regresar en el último episodio de la temporada, “Escorpión, primera parte”. Sin
embargo, en todos los casos, no se propone nada nuevo, sorprendente o
simplemente memorable relacionado con esos alienígenas. Los dos primeros
episodios mencionados sugieren que la Voyager está internándose en el espacio
Borg, algo que quitaría el sueño a cualquier miembro de la Federación; en
cambio, los episodios que median entre una y otra aparición, como “Personalidad
Oscura” o “Vida Real”, no hacen mención a ello y muestran a una tripulación
ocupándose de sus asuntos de forma rutinaria. Tampoco se tiene lasensación de
que cualquiera de los alienígenas que la Voyager encuentra entre “Unidad” y
“Escorpión” vivan a la ominosa sombra del Colectivo Borg.
Pero, sobre
todo, ya lo he dicho, “Voyager” se muestra reacio a inventar nada impactante
con los Borg. “Unidad” propone una idea interesante ya sugerida en episodios
anteriores de “La Nueva Generación” como “Descenso”: ¿Qué ocurriría si
colapsara el Colectivo Borg? Es un concepto del que podrían derivarse docenas
de historias con las que abordar todo tipo de cuestiones sociopolíticas en una
época, la segunda mitad de los noventa, en la que hacía poco se había vivido la
desintegración de la antigua Unión Soviética. Hubiera resultado también
coherente con la idea de un Cuadrante Delta equivalente a nuestro Tercer Mundo,
una región habitada por potencias menores y alejada de los grandes imperios dominantes
en los Cuadrantes Alfa y Beta.
En cambio,
“Unidad” deja claro que lo único que ha colapsado es una nave Borg y que el
Colectivo sigue siendo una amenaza a tener en cuenta. Esto da lugar a todo tipo
de problemas a la hora de construir historias subsiguientes alrededor de los
Borg, en especial, el grado de peligrosidad real de esa especie. Y es que la
tripulación de la Voyager los derrotarán o esquivarán con su astucia una o dos
veces por año a pesar de ser tan sólo una pequeña nave alejada de su hogar y
sin ningún tipo de apoyo. Para colmo, “Escorpión. Primera Parte” presenta unos
alienígenas todavía más poderosos y capaces de arrollar a los Borg sin aparente
esfuerzo.
Esta
dependencia de los Borg es un síntoma de la falta de inventiva de “Voyager”.
Pero no es el único. “Los Q y la Vejez” toma prestado de “La Nueva Generación”
a su más carismático alienígena y es, de facto, una versión del episodio de
aquélla “Qpido”. “Macrovirus” es una copia de “Génesis” y “La muerte de Kathryn
Janeway” es un híbrido de “Causa y Efecto”, “La Próxima Fase” y “Tapiz”. Y
estos son solo los ejemplos más evidentes de la tendencia de esta tercera
temporada a recalentar historias pasadas. El intercambio con un cuerpo malvado
ya era un cliché de la franquicia cuando lo utilizó “Espacio Profundo Nueve” en
el episodio “La Misión” de su quinta temporada, pero “Voyager” lo recicla una
vez más en “El Señor de la Guerra”. En “Alter Ego”, la holocubierta se vuelve
loca y en “Fiebre en la Sangre” hay claros rastros de “Tiempo de Amok”. Para
ser una serie sobre una nave que exploraba nuevos territorios, todo lo que
aparecía en “Voyager” resultaba muy familiar. Por primera vez en la historia de
la franquicia, no parecía existir auténtico interés en aportar algo nuevo,
explorar conceptos e ideas diferentes, sino de refugiarse en la comodidad de lo
conocido.
En algunos
momentos, el conservadurismo narrativo se solapaba con el político y moral.
Para ser una serie ambientada en un siglo XXIV supuestamente más liberal,
“Voyager” exhibía de vez en cuando ramalazos bastante reaccionarios, sobre todo
en lo relativo a la sexualidad. Episodios como “Fiebre en la Sangre” o
“Personalidad Oscura”, contenían el mensaje de que la represión sexual es algo
indeseable, pero cuando se trataba de la identidad sexual, cundía el pánico y
se buscaba el refugio de la pacatería. A esto se añadían los ocasionales
destellos de misoginia. En tres episodios consecutivos de mitad de temporada,
B´Elanna Torres sufre algún tipo de maltrato por parte de sus compañeros
varones: Vorik en “Fiebre de Sangre”, Chakotay en “Unidad” y el Doctor en
“Personalidad Oscura”, ninguno de los cuales es castigado por su comportamiento.
Por no hablar de la obsesión de Q por tener relaciones sexuales con Janeway o el
detestable retrato de la Q femenina en “Los Q y la Vejez”, la psicoacosadora de
“Alter Ego” o las sirenas de “El Hijo Predilecto”.
Hay también
algo turbio con el empeño de esta tercera temporada en sexualizar a Kes. La
actriz Jennifer Lien empieza a vestir un ajustado mono y se deja crecer el
cabello en contraste con esa apariencia élfica, casi infantil, que había
exhibido en las dos primeras temporadas. Su aspecto aquí es una especie de
transición entre la Kes inocente e infantilizada de los comienzos de la serie y
la exuberancia sexual de Siete de Nueve a partir del segundo episodio de la
cuarta temporada.
Lo cierto es
que Kes siempre había sido un personaje problemático. El tono abusivo de su
relación con Neelix en episodios como “Retorcidos” o “Celos” resultaba bastante
incómodo. Sin embargo, la tercera temporada decide presentarla como una mujer
con intereses sexuales pese a ser sólo una niña en relación a la edad del resto
de los personajes. Hay un turbio subtexto en episodios como “El Señor de la
Guerra”, “Personalidad Oscura” o “Antes y Después” en el sentido de que
sugieren que todas las figuras paternas que rodean a Kes sienten en el fondo
algún tipo de atracción sexual por ella.
Resulta algo descorazonador que la primera serie de la franquicia que tuvo una responsable femenina (Jeri Taylor) y cuyo líder es una mujer (la capitana Janeway), haga gala de un sexismo tan evidente. Dada la demografía del reparto y el equipo técnico y de producción, “Voyager” debería ser un programa progresivo y de mente abierta. Esto es aplicable no sólo a la sexualidad, sino también a la política. En “Desplazados”, por ejemplo, se presenta a los inmigrantes como un peligro cuando la nave recoge a unos viajeros alienígenas aparentemente inofensivos que, en realidad, tienen como objetivo sustituir en sus puestos a la tripulación.
Jeri Taylor
reconoció en una entrevista a la revista “Cinescape” que “El Voyager tiene una
tripulación realmente buena, pero no se ríen juntos, no bromean, no se
divierten”. Y es que las encuestas mostraban que los espectadores veían a los
personajes como auténticos profesionales, sí, pero también carentes de carisma.
Episodios como “Los Q y la Vejez” trataban de incluir algo de humor, con
resultados, ya lo he indicado, discutibles. Si bien Taylor trataba de contentar
a los aficionados tomándoles el pulso y dándoles lo que parecían demandar, no
siempre lo conseguía. Uno de los “grupos de presión” más ruidoso eran los
miembros del club de fans de la Capitana Janeway. “Eran gente muy organizada, militante, incluso estridente, que se
sentían con el derecho a dictar quién era Janeway y cómo debería comportarse en
cualquier situación. Cuando escribí la novela “Mosaico” (en 1996), la historia
del pasado de Janeway, la odiaron y me lo hicieron saber. Se negaron a asumir
que su amada capitana pudiera tener momentos de debilidad o problemas a los que
sobreponerse. Naturalmente, estaban equivocados”.
En esta
temporada, el Doctor, gracias a un emisor holográfico portátil inventado en “El
Fin del Futuro”, pudo por fin salir de los límites de la enfermería y acompañar
al resto de sus colegas en misiones de campo. También se apuntó en varios
episodios a un romance entre Paris y Torres. Sin embargo, otros miembros del
reparto creyeron que los guionistas no habían prestado la merecida atención a
sus personajes. Por ejemplo, Garret Wang, que se quejaba de que Harry Kim
seguía sin ir más allá de las pocas líneas que lo habían definido desde el
principio: un buen chico, hijo único, que ama a sus padres y es amado por
ellos, le gusta tocar el violín, es un graduado de la Academia de la Flota y este
es su primer destino.
Lo mismo
pensaba Robert Beltran respecto a su Chakotey. Ya comenté en una entrada
anterior que el actor no tenía pelos en la lengua y en este punto llegó a
indisponerse con Brannon Braga (se burlaba abiertamente de sus diálogos en el
pase de las tomas diarias), quien decidió marginarlo en sus guiones. Beltran
llegó a afirmar: “Creo que tenían la
impresión de que todos los actores estábamos completamente entusiasmados semana
sí y semana también, episodio tras episodio. Se engañaban. Muchos de nosotros
nos cansamos de la forma en que estaban llevando el programa. Te pagan bien y
es un trabajo estable, pero es como ser un deportista de la NFL (la Liga de
Fútbol Americano). Estás en el último equipo de la clasificación, tienes un
excelente grupo de compañeros, pero no haces más que perder partidos”.
Kenneth Biller,
guionista y más adelante showrunner de “Voyager”, se lamentaba del
conservadurismo de Rick Berman, que rechazaba cualquier planteamiento que
creyera iba “en contra” del espíritu de Star Trek. “Voyager” no tenía al frente
a alguien como Michael Piller (en “La Nueva Generación”) o Ira Steven Behr (en
“Espacio Profundo Nueve”), capaces ambos de convencer al productor para
explorar nuevos territorios, formatos o ideas.
Aunque esta
tercera temporada de “Voyager” esté compuesta principalmente y como he dicho, de
historias arquetípicas, también está muy anclada en su época. “Espacio Profundo
Nueve” tiene cierta cualidad atemporal que le ha permitido envejecer muy bien,
pero “Voyager” es claramente hija de los 90 del pasado siglo. Después de todo,
el episodio doble “El Fin del Futuro” fue la primera vez que una tripulación de
Star Trek viajaba al “presente” desde “Star Trek IV: Misión Salvar la Tierra”
(1986), una premisa que repetirán en “La Puerta del Milenio”, en la quinta
temporada.
En ciertos
episodios pueden vislumbrarse preocupaciones propias de aquella década. “El
Conducto” es una historia sobre los horrores de la justicia punitiva que
aparece en un momento en el que el sistema penitenciario de California se
hallaba al límite del colapso. Como ya se había hecho en episodios de la
segunda temporada utilizando a los Kazon, la preocupación por el comportamiento
potencialmente criminal de los adolescentes es filtrada en “Vida Real” por una
lente racista en la forma de jovencitos Klingon. “Unidad” hace referencia al
hundimiento de la Unión Soviética y la xenofobia de “Desplazados” evoca la
ferviente política anti-inmigración instaurada en la California de entonces.
Las teorías
conspirativas abundan en la tercera temporada de “Voyager”, ya estén
protagonizadas por los militares en “El Fin del Futuro” o se trate de desastres
naturales provocados en “Discusiones”; o intentos de ocultar evidencias
científicas en “Origen Distante”. Son un reflejo de la moda entonces boyante en
la cultura popular y que también afloró en series como “Expediente X” (1993-2002)
o las películas de Oliver Stone. El tema de la memoria cultural está implícito
tanto en “Orígenes Distantes” como en “Recuerdos” y volverá a surgir en otros
por venir.
Quizá el
aspecto más noventero de esta tercera temporada sea su preocupación por el fin
de la Historia. Hay varios episodios en los que se ofrecen destellos del
futuro, como “El Fin del Futuro” o “Antes y Después”. En cada caso, se subraya
lo poco que han cambiado las cosas: en el primero, vemos una Flota Estelar del
siglo XXV y en el segundo un Voyager seis años en el futuro y prácticamente
idéntico.
En 1992, Francis Fukuyama había publicado “El Fin de la Historia y el Último Hombre”, en el que proponía la tesis de que, tras la desaparición de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, la Historia, como lucha de ideologías, había terminado. La democracia liberal había triunfado y nada podría derribarla. “Voyager” parece abrazar esa filosofía, mostrando en esos vistazos al futuro que todo permanecerá ya estable y constante. Un enfoque, por cierto, que contrasta con la quinta temporada de “Espacio Profundo Nueve”. Por supuesto, la realidad histórica de las últimas tres décadas no ha tratado bien las teorías de Fukuyama, demostrando que las democracias están expuestas a múltiples peligros, internos y externos, y que no todos los países han de culminar necesariamente en un paraíso liberal y democrático.
En cualquier caso, lo que sí fue esta tercera temporada fue el final de la Era Dorada de Rick Berman, el punto en el que la franquicia dejo de esforzarse por mantener la innovación que había sido su estandarte desde finales de los ochenta.
(Continúa en la siguiente entrada)
"Instituto Karolinska Logran crear neuronas electrónicas que se comunican con las naturales".
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