“Underwater” fue el tercer film de William Eubank, un antiguo director de fotografía que debutó como realizador con “Love” (2011), sobre un astronauta náufrago en órbita. Llamó más la atención con su segunda película, “La Señal” (2014), que empezaba como una historia de abducidos para luego sorprender al espectador con giros y revelaciones sorprendentes. Fue una cinta prometedora que, por desgracia, no tuvo una digna sucesora en su siguiente cinta, “Underwater”.
En
un futuro cercano, la Estación Kepler, una plataforma de perforación localizada
a once kilómetros de profundidad, sobre el lecho marino de la Fosa de las
Marianas, es sacudida por un súbito temblor. La ingeniera Norah Price (Kristen
Stewart) aísla y separa las secciones que se están inundando y reúne a un reducido
grupo de supervivientes. Atrapados en unas instalaciones estancas que tienen
las horas contadas (las cápsulas de escape están dañadas y el generador de
energía está sobrecargándose) y sin esperanzas de recibir ayuda exterior, el
capitán de la estación, Lucien (Vincent Cassel), propone un plan para escapar:
descender a todavía mayor profundidad, caminar por el lecho durante una milla
con trajes presurizados y en absoluta oscuridad –algo que no se ha hecho nunca
antes- y llegar a otra base a medio terminar pero habitable, la Estación
Roebuck, para utilizar sus cápsulas de evacuación. Por si la situación no fuera
ya suficientemente peligrosa, no tardan en descubrir que la perforación ha
despertado a un enorme monstruo de las profundidades, responsable de la
destrucción de la base.
“Underwater”
nos remite a cierto tipo de cine de finales de los ochenta del pasado siglo,
cuando se estrenó “Abyss” (1989), la épica submarina de James Cameron.
Aprovechando el lanzamiento de esa película, otros estudios lanzaron antes y
después de su estreno sus propios thrillers submarinos, como “Profundidad Seis”
(1989), “Leviathan: El demonio del abismo” (1989), “Los Señores del Abismo”
(1989) o “La Grieta” (1990). Poco antes, en 1987, se había publicado la novela
de ciencia ficción submarina escrita por Michael Crichton, “Esfera”, cuya
adaptación cinematográfica se estrenaría en 1998. Tanto “Abyss” como “Esfera”
trataban sobre primeros contactos con inteligencias alienígenas en un entorno
de profundidades abisales; el resto de los títulos mencionados, por el contrario,
eran simplemente historias de monstruos submarinos.
Es
sabido que James Cameron es un entusiasta de las inmersiones submarinas a gran
profundidad y, como consecuencia de esa pasión, “Abyss” fue una película
tremendamente convincente a la hora de retratar la ordalía de supervivencia de
sus protagonistas (en este contexto merece la pena recordar que Cameron tiene
el record de ser el segundo ser humano en toda la historia en visitar el Abismo
de Challenger, el punto más profundo de la Fosa de las Marianas. Realizó tal
hazaña en 2012 a bordo de un batiscafo especialmente diseñado y fabricado, el
Deepstar Challenger). Como era de esperar, “Underwater” no exhibe ni de lejos
el mismo rigor científico, empezando por mostrar a los protagonistas caminando
por el lecho abisal con una presión sobre ellos de 1.100 atmósferas (el peso de
unos 48 aviones Boeing 747), algo difícilmente posible incluso con trajes
especiales.
Igualmente,
el guion es poco más que una mezcolanza de elementos extraídos de “Abyss” y
cualquiera de sus imitadoras: la tripulación de una estación submarina situada
a una profundidad como nunca antes se ha alcanzado; criaturas antediluvianas
despertadas y/o irritadas por la presencia humana y que atacan o invaden la
estación; pérdida de comunicación con la superficie; un viaje peligroso hacia
la salvación… Hay aquí mucho de “Godzilla” (2014) –los títulos de crédito de
apertura-, “Alien” (1979), “Aliens” (1986) y cualquier película de CF/Terror de
Paul W.S.Anderson.
Como muchas peliculas actuales, “Underwater” le debe también mucho a la estética y ritmo de los videojuegos. Y también comparte los problemas usuales con todas las películas que han tratado de sintetizar la “fórmula Alien”: los personajes nunca son tan interesantes como los tripulantes de la Nostromo ni los monstruos tan inquietantes e inolvidables como el xenomorfo.
Por
otra parte, no se puede negar que “Underwater” es una película intensa y con
mucho ritmo, superior a los thrillers submarinos de los ochenta. Comienza ya a
toda velocidad, con Norah sintiendo la implosión y corriendo por los pasillos
tratando de salvar la vida; luego viene la reunión de los supervivientes y la
exposición del suicida plan que propone el capitán. Son escenas que transmiten
ansiedad y peligro inminente. El interior de lo que queda de la estación son
mamparos atiborrados, túneles claustrofóbicos cubiertos de escombros o salas
iluminadas por el chisporroteo de cables sueltos y monitores parpadeantes; los
personajes se pasan toda la película cubiertos de sudor y suciedad. Las escenas
en las que se introducen en los aparatosos trajes acorazados recuerdan a los
Transformers. Y cuando ya están preparados para comenzar su descenso hacia la
Estación Roebuck, se produce ese momento impactante en el que el casco de
Rodrigo se agrieta y su cabeza explota en una masa de sangre, un ominoso
recordatorio de los peligros que van a tener que afrontar.
La
marcha por el lecho oceánico, en total oscuridad salvo por los focos de los
trajes y con grandes pedazos de maquinaria desprendidos de la estación superior
cayendo a su alrededor, es también emocionante y angustioso. Eubank sabe crear
la atmósfera necesaria y dosificar el tempo para sobresaltar al espectador, por
ejemplo haciendo que uno de los personajes desaparezca abruptamente arrastrado
por un tentáculo salido de la nada. “Underwater” es un paso adelante respecto a
“La Señal” en sus dotes como realizador. No pierde el foco de su objetivo y
lleva a los personajes del punto A al punto B insertando los esperados sustos.
Este
enfoque narrativo es comparable a montar en una montaña rusa sin descansos,
esperando que la inercia sea la suficiente como para que no se nos caiga nada
importate por el camino. “Underwater” lo consigue apenas, pasando de un
planteamiento inicial bastante convencional a algo mucho más extravagante: lo
que comienza pareciendo un horrible desastre natural resulta ser algo más
absurdo e imposible. Es un giro muy ambicioso que amenaza con hacer descarrilar
la historia, y el guion y la dirección confían en que la velocidad a la que
todo transcurre impida al espectador detenerse a reflexionar y hacer preguntas
incómodas. Está claro que Eubank comprende cuáles son las debilidades e
incoherencias del guion e impide que alcancen una masa crítica a base de
imprimir un ritmo frenético que lleve al espectador de un susto al siguiente
sin detenerse en caracterización de personajes o pasajes expositivos y
manteniendo a los personajes y a la cámara en continuo movimiento. No es la
mejor forma de crear buen cine, pero sí es una táctica común en la serie B que,
en manos de un director hábil, puede dar buenos resultados.
Da
la sensación de que “Underwater” muerde más de lo que puede masticar. El gancho
inicial de un desastre submarino es ya una premisa lo suficientemente sólida y
la historia funciona mejor que cuando, iniciada la trama, introduce más
complicaciones en la forma de las criaturas lovecraftianas. El horror de
abandonar a compañeros para salvar al resto de la base, la claustrofobia de
arrastrarse por un túnel lleno de despojos y cadáveres de antiguos amigos, las
brutales realidades de la presión a semejantes profundidades… Hay suficiente
material en la primera media hora de “Underwater” como para sostener el film
sin necesidad de añadir monstruos a la receta.
De
hecho, los monstruos son quizá el aspecto más flojo de la película. Los
primeros veinte minutos dejan claro que el entorno en el que se están moviendo
los personajes es extraordinariamente hostil, así que subir la apuesta con los
predadores parece algo excesivo. Es más, las criaturas están tan nebulosamente
presentadas que Euback pudo reformular radicalmente su concepto esencial en
posproducción sin tocar el resto de la película. Los monstruos son tan genéricos
que ni siquiera se molesta el guion en explicar de dónde han salido o cuál es
su naturaleza. Aunque el director declaró durante la promoción de la película
que había intentado que se pareciera al Cthulhu de H.P.Lovecraft, al final madre
y crías son criaturas que se limitan a estar allí y ser agresivas. Eso es todo.
Como si estuvieran separadas de la historia principal, una complicación
innecesaria a una situación ya de por sí letal.
“Underwater”
tuvo un presupuesto de 65 millones de dólares y hay que admitir que fueron bien
empleados porque la factura visual se diría perteneciente a una película más
cara. Desgraciadamente para ella, acabó siendo víctima de los movimientos
corporativos. Se rodó en 2017 pero en marzo de 2019, el distribuidor, 20th
Century Fox, fue adquirido por Disney, que no tenía interés en el film y lo
retrasó hasta que le pareció conveniente, a enero de 2020, la temporada de
invierno en el hemisferio norte y zona muerta en lo que se refiere a la
taquilla. Teniendo en cuenta que ésa es la época del año en la que los estudios
arrinconan las películas que no les ofrecen confianza, “Underwater” no lo hizo
del todo mal. Pero aunque recaudó 40 millones de dólares, no fue suficiente
para cubrir el presupuesto. También tuvo la dudosa distinción de ser el último
título en estrenarse con el logo de 20th Century Fox porque inmediatamente
después Disney rebautizó la compañía como 20th Century Studios en un movimiento
dirigido a distanciarse de la tóxica asociación con la ideología conservadora
de Fox News.
“Underwater”
nunca llega a superar a sus más ilustres antecesores del subgénero y se
contenta con ofrecer sus tópicos tradicionales. Oscila continuamente entre
“Gravity” -pero en el fondo del mar- y “Alien”, -pero en el fondo del mar-,
entre la película de desastres y la de monstruos, sin decidirse realmente por
ninguna de las dos. Es, en definitiva, otra película de CF y Terror con arquetipos
más que personajes y monstruos del montón, aunque eso sí, hay que admitir que,
comparado con el blockbuster medio de Hollywood, sus adecuados 95 minutos de
duración son un ejemplo de eficacia narrativa y estilística
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