(Viene de la entrada anterior)
La serie, a pesar de su alto grado de violencia explícita (lo cual contrasta con la fachada de mundo apacible que perciben los ciudadanos ordinarios bajo el sistema Sibyl) y sus guiños casuales al lesbianismo –o quizá precisamente por ello, vaya usted a saber- fue muy bien recibida, generando una segunda temporada en 2014 así como varios spinoffs que incluyen un manga, novelas y un videojuego.
La segunda temporada trae de vuelta a la
mayoría del reparto de la primera (excepto los que mueren o abandonan, que no
revelaré para no hacer más spoilers de los necesarios). Akane es ahora la
Inspectora jefa de la División 1 de Investigación Criminal, a la cual se ha
incorporado otra novata, Mika Shimotsuki, un personaje desagradable que es la
opuesta de Akane en cuanto a ideas y personalidad. La esperanza de que los
métodos y espíritu de Akane acabaran permeándola se desvanece cuando su
desconsideración, adherencia ciega a Sibyl y ansias de destacar no disminuyen
conforme avanzan los episodios y se convierte en un problema para la División.
En esta ocasión, el nuevo villano vuelve a ser
un criminal “fantasma” al que los dispositivos de detección de Sibyl no pueden
encontrar y la mayor parte de los episodios giran alrededor de averiguar su
identidad, cómo evita el escaneo y qué motivos tiene para cometer por
delegación unos crímenes horrendos cuyo propósito es disparar el psico-pass
global de una zona, degenerando en una histeria colectiva que obliga a los
agentes a, siguiendo el mandato automático de Sibyl, provocar auténticas
carnicerías.
Se descubre la existencia de unos cascos que
impiden el escaneo de Sibyl y, más tarde, de gente que gracias a una medicación
puede mantener artificialmente su psico-pass muy bajo y los Ejecutores no
pueden detenerles con sus Dominator (que, recordemos, permanecen bloqueados si
su escáner no detecta un psico-pass alto en el objetivo). Tal es la dependencia
de los Ejecutores de sus sofisticadas armas, que se ven indefensos ante la
amenaza, sufriendo cuantiosas víctimas en sus filas. Al mismo tiempo y ya
conociendo la auténtica naturaleza de la Inteligencia Artificial Sibyl, se
continúa profundizando en los conceptos ya presentados en la anterior
temporada, entrando directamente en el campo filosófico.
Tras los episodios iniciales, en los que los
personajes se hallan tan despistados como los espectadores, la investigación
cobra impulso y es difícil no quedar atrapado por el continuo carrusel de giros
y momentos intensos. Como sucedía en la primera temporada, la corta duración de
cada capítulo –que, además, totalizan sólo once en vez de los veintidós de la
primera- contribuye a que el ritmo sea muy dinámico hasta las dos últimas
entregas, cuando se desvela el auténtico propósito del villano y consiguen
cerrarse los numerosos cabos sueltos en una conclusión épica.
En 2015, se estrena una película en salas que
para muchos –no en mi caso- es el producto más interesante de lo que ya se
había convertido en una franquicia. Hay que avisar, no obstante, de que no se
trata de la mejor puerta de entrada a la misma ya que fue hecha para los fans
de ese universo y se dan por conocidos a los personajes, sus pasados,
relaciones y entorno en el que se desenvuelven.
A resultas de una operación contraterrorista en la que interviene la División 1 de Akane Tsunemori, se encuentran unas imágenes de su antiguo colega, Shinya Kogami, que lo implican en un turbio asunto de insurgencia en la Unión del Sudeste Asiático (SEAUn), una confederación que incluye Camboya, Laos, Tailandia, Malasia, Indonesia, Singapur, Myanmar y Vietnam. En uno de esos países, Shambala Float, bajo el liderazgo de un tal Han y todavía acosado por las fuerzas rebeldes que se oponen a su gobierno, se ha empezado a importar e instalar la tecnología Sibyl vendida por Japón.
Siguiendo la pista, Akane recibe permiso para
viajar a SEAUn, donde es recibida por el Coronel Nicholas Wong que le informa
de que, aunque Japón ha vendido a SEAUn la tecnología Sibyl, no ha hecho lo
propio con la de los Dominators y el medio que han encontrado aquí para
mantener controlados a los criminales latentes es colocarles un collar que
libera una dosis letal de veneno si su psico-pass se ennegrece más de lo
establecido. Akane ve en esto indicios siniestros de cómo la tecnología Sibyl
está siendo corrompida por una dictadura, pero dado que su misión primordial es
la de encontrar y atrapar a Kogami, calla.
Mientras acompaña a los soldados de Wong
durante una misión militar en la región y en el curso de la batalla que se
produce, ve a Kogami en un monitor y sale a su encuentro, reuniéndose con los
“terroristas” que se oponen a la tiranía y descubriendo la verdad sobre el
oscuro acuerdo que han firmado Han y Sibyl.
Los creadores de la franquicia tomaron una arriesgada
decisión al cambiar la dirección que había venido siguiendo la misma. Porque la
principal diferencia entre las dos temporadas previas de “Psycho-Pass” y la
película es que ésta ya no es una historia detectivesca. No vamos a encontrar
aquí un misterio que Akane deba desentrañar o algún terrorista o asesino de
identidad incierta, sino un anime de ciencia ficción más tradicional en el que
domina la acción. Que esto suponga un cambio a mejor o peor depende del
espectador.
También a diferencia de los seriales televisivos, la película de “Psycho-Pass” no recupera exactamente los mismos temas ni plantea una trama similar, aunque sí conserva la esencia de la obra. Siendo una historia más simple, plantea una progresión natural respecto a lo ya conocido, con Sibyl expandiéndose fuera de Japón para incrementar su poder. De hecho, mientras que la serie no hacía demasiadas referencias al estado en el que se encontraba el resto del mundo, la película transcurre casi en su totalidad en otro país sumido en una guerra civil.
Siendo que aquí la historia es más sencilla
que los enrevesados casos policiacos de la serie y contando con un metraje de
casi dos horas, podría pensarse que al menos se pondría más atención en los
personajes, pero en este apartado es fácil sentirse decepcionado. La serie
tenía un carácter más coral pero el largometraje presenta a Akane
arreglándoselas prácticamente en solitario. Ciertamente, la vemos aquí dotada
de mayor carisma y solidez como personaje. Ha ganado mucha confianza en sí
misma desde que la vimos por primera vez, comprende mejor el mundo en el que se
mueve –tanto el evidente como el oculto- y aplica todos los conocimientos y trucos
que ha ido aprendiendo con el tiempo. Quizá es por eso por lo que Kogami se
siente desplazado ante ella.
En la primera temporada, Kogami había actuado
como una suerte de mentor para Akane, pero ahora no pasa de ser un rostro
familiar que solo brilla plenamente en las escenas de acción. De hecho, la
reunión de ambos, que había sido uno de los momentos más esperados por los
fans, es poco emotiva. El guión nunca llega a explotar el potencial que tiene
la ambigua relación entre ambos y Kogami se limita a ser aquí el líder y
portavoz ante el espectador de la postura insurgente. Más allá de eso y de su
función como catalizador para arrancar la trama, su relevancia emocional en la
historia es escasa. En general, los personajes carecen de evolución o profundidad
y el interesante reparto de agentes que acompañaba a Akane en las dos
temporadas anteriores queda aquí reducido casi al nivel de cameos.
Aunque la película, al abrir el foco más allá
de Japón, plantea reflexiones interesantes sobre cómo un sistema como Sibyl
podría ayudar –o no- a aportar orden en un país fracturado, no llega, en mi
opinión, a desarrollar estos puntos como habría sido deseable habida cuenta del
potencial que aportaba el turbulento contexto político de SEAUn y las analogías
que podrían haberse trazado con acontecimientos de nuestra propia actualidad. Al
fin y al cabo, Japón se encuentra hoy tratando de reformular su relación con el
resto de Asia y varios países africanos, a los que destina ayuda y asesoramiento
especializado que recuerdan a lo que Sibyl exporta en la película. De nuevo,
Sibyl se presenta como una entidad siniestra, imparable, eficiente y despiadada
ante la que Akane ha de encontrar una forma de razonar o engañar para que
mejore y humanice su sistema de control ciudadano, pero en general, es la
acción la que domina la trama y las meditaciones filosóficas que daban
sustancia a la serie quedan en un segundo plano.
En cuanto al apartado técnico, el trabajo con
los personajes es algo más sofisticado y el diseño de un país distinto al
urbanizado Japón y castigado por una guerra es aún más sobresaliente. El
resultado en general es más limpio y detallado, pero se detectan algunos
problemas con la compatibilización del CGI y la animación tradicional. Muchas
escenas cuentan con fondos digitales muy completos en 3D que no casan bien con
las figuras 2D, algo que se hace especialmente evidente en espacios reducidos
como la oficina de Kasei o el laboratorio de análisis de la División.
Al final y como he indicado más arriba, la
película de “Psycho-Pass” es una suerte de cambio de dirección respecto a lo
planteado en las dos temporadas de la serie. Ésta se ambientaba en Tokio y
utilizaba un reparto reducido de personajes investigando una serie de
asesinatos que ponían en jaque al sistema Sibyl; la película sale al
extranjero, prescinde de casi todos los
personajes veteranos para presentar otros nuevos y en lugar de una trama
policiaca ofrece un drama político-bélico con abundante acción. En general y siendo
en el fondo un episodio alargado en el que se ha volcado más dinero para los
efectos, “Psycho-Pass: La Película” constituye una buena adición al canon ya
establecido, imprescindible para los fans aunque no recomendable para quien no
haya visto aún la serie de televisión.
Hay otras dos entregas que por el momento
completan la franquicia pero a las que todavía no he tenido acceso. Por una
parte, una trilogía de películas independientes entre sí y destinadas a su
estreno en el cine, un proyecto titulado globalmente “Sinners of the System” y
que se estrenó en 2019. Cada una presenta un caso diferente escrito por un
guionista distinto, aunque las tres están dirigidas por el mismo realizador que
ha firmado todo el matrial de “Psycho-Pass”, Naoyoshi Shiotani. Se trata de
aportar historias con un punto de vista diferente al de Akane y que sirvan de
nexo a la tercera temporada, ocho episodios emitidos entre octubre y diciembre
de ese mismo año y protagonizados por un nuevo reparto de Ejecutores e
Inspectores encabezados por Kei Ignatov y Shindo Arata. A ello seguiría otra
película, “Psycho-Pass: First Inspector” (2020).
En general, “Psycho-Pass” es una serie de
ciencia ficción con un notable contenido intelectual y que, a través de sus
absorbentes tramas y bien construidos personajes, por un lado ofrece una mirada
realista a un futuro dominado por la ingeniería social y la tecnología; y, por
otro, propone que reflexionemos acerca de cuestiones trascendentales sobre la
sociedad, la ley, la justicia y la moralidad: ¿Qué es más importante, la
Justicia o el Orden? ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar en aras de la
seguridad y la armonía social? ¿Qué efectos puede tener sobre la sociedad el
incremento en la monitorización, vigilancia, registro y análisis de nuestros
datos –sean estos biométricos, profesionales, hábitos de consumo, navegación
por internet, uso de redes sociales…-? ¿Estaríamos dispuestos a privatizar la Justicia,
a dejarla en manos de sistemas automáticos que funcionaran en base a parámetros
prefijados? ¿Hasta qué punto el ansia de control puede asfixiar la
individualidad y la creatividad?
No hay respuestas definitivas a preguntas como
estas y los creadores no son tan arrogantes como para pretender conocerlas o
articular un discurso moralista alrededor de ellas. Pero sí es un rasgo de la
ciencia ficción inteligente y adulta el plantear estos debates; fijarse en la
sociedad actual y sus tendencias, jugar a llevarlas a sus extremos para
reflexionar sobre las posibles consecuencias y advertirnos de los peligros del
mañana que hoy mismo estamos incubando. Y eso, “Psycho-Pass” lo hace
perfectamente.
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