jueves, 30 de enero de 2020

1965- DUNE - Frank Herbert (y 2)


 

(Viene de la entrada anterior)

Más allá de la venganza contra los Harkonnen y la recuperación del legado de su casa dinástica, las metas de un Paul que madura a pasos agigantados son aún más ambiciosas. Los nativos y algunos científicos llevan soñando desde hace mucho tiempo con la terraformación de Arrakis, pero hasta el momento en que se precipita la acción han existido siempre dos obstáculos principales. Por una parte, las casas nobles que han gestionado la explotación de la valiosísima melange no han tenido auténtico interés en acometer una empresa de tamaña dimensión; y, aún más importante, la transformación artificial del planeta en un ecosistema más habitable probablemente conllevaría la desaparición de la especia y, con ella, la desintegración de todo el entramado comercial y político del Imperio. Pues bien, Paul se propone burlar a todos los extranjeros interesados en mantener el status quo, darle a los Fremen el poder sobre su propio planeta e iniciar una transformación ecológica que convierta a Arrakis en un paraíso.



Resulta significativo que durante toda la novela ningún personaje se cuestione la conveniencia ni factibilidad de cambiar el clima de Arrakis. Es sólo en uno de los apéndices que nos enteramos que la terraformación fue un proyecto iniciado en secreto por el ecólogo imperial, el Doctor Pardot Kynes: “Mientras volaba entre dos estaciones alejadas en el bled, una tormenta desvió su tóptero. Cuando todo volvió a la normalidad, vio la hoya. Una enorme depresión ovalada que se extendía a lo largo de casi trescientos kilómetros en su eje mayor, una cegadora sorpresa blanca en el desierto ilimitado. Kynes tomó tierra y probó la lisa suiperficie que la tormenta había dejado al descubierto. Sal. Ahora estaba seguro. El agua había fluido por Arrakis…en el pasado”. Ese sueño, no tanto de transformar al planeta en algo que nunca fue como de devolverlo a su antiguo esplendor, es el que asume Paul Atreides.

En las secuelas de “Dune”, se contaría que, aunque los Fremen consiguieron tornar su mundo en un paraíso, al mismo tiempo minaron las bases de su propio sistema social, un sistema basado en las duras condiciones de un planeta árido, perdiendo en el proceso su vigor cultural. Son estas complejas cuestiones sobre las consecuencias de interferir en el equilibrio ecológico (sobre el ecosistema, pero también sobre las relaciones sociales y la cultura), lo que explora Herbert. ¿Está justificado interferir sobre el medioambiente, sea éste producto de la evolución natural o de la acción humana?

En este sentido, la novela recoge y amplía las teorías y sensibilidad que la mencionada Rachel Carson había plasmado en su influyente libro “Primavera Silenciosa” (1962), en el que advertía sobre los perjuicios de los pesticidas –destinados a mejorar las cosechas y, por tanto, la vida humana- sobre el medioambiente. “Dune” llegó en el momento adecuado, cuando la conciencia pública empezaba a preocuparse por la explotación masiva de los recursos naturales de la Tierra sin pensar en las consecuencias a largo plazo. Cuando la cuestión pareció llegar a un punto álgido con la primera crisis del petróleo de los setenta, Herbert se vió convertido en una especie de gurú de la juventud más política y ecológicamente motivada.

La lección que nos ofrece, teñida de sabiduría pseudorreligiosa en la persona del Kwisatz Haderach, es que oponerse al orden natural de la vida tiene consecuencias graves. Herbert utiliza la novela para atacar al reduccionismo ontológico, gnoseológico y metodológico de la Ciencia, argumentando que siempre que se intenta contener o dirigir a la Naturaleza, acaban produciéndose efectos no previstos en múltiples campos, algunos de los cuales sólo serán detectados y comprendidos muchos años después. Esta aproximación holística aboga por la planificación cuidadosa y organizada de cualquier intervención en el
medioambiente, una filosofía que más adelante pondría en práctica el propio autor cuando a comienzos de los setenta trabajó para los gobiernos de Vietnam y Pakistán como asesor social y ecológico; y como gestor de éxito de su propia granja autosostenible.

El ecosistema de Arrakis y la convivencia y aprendizaje de Paul entre los Fremen sirven para articular otro interesante comentario medioambiental relacionado con la importancia real que tienen ciertos “tesoros”. Así, mientras que toda la galaxia excepto Arrakis está dispuesta a ir a la guerra por el control y la obtención de la especia, el recurso natural auténticamente precioso es el agua. Los Fremen consumen abundantemente la especia con total naturalidad, pero consideran cada gota de agua, incluso la que contiene una lágrima, como muchísimo más valiosa que la especia. Destrozar el ecosistema y los elementos que contiene y que son indispensables para nuestra vida, es una visión cortoplacista que el ecologismo ha estado combatiendo desde hace décadas. Hoy, más de cincuenta años después de su publicación original y con el mundo enfrentándose a un cambio climático de consecuencias impredecibles, “Dune” es más relevante que nunca.

Hay otro aspecto en el que “Dune” es asimismo sobresaliente: el alcance y complejidad en su
representación de la Historia. Herbert escribió la novela en clara oposición al positivismo que, por ejemplo, había exhibido Isaac Asimov en su trilogía de la “Fundación” casi veinte años antes (se publicó en revista entre 1942 y 1951, apareciendo como libros entre 1951 y 53). Asimov había interpretado la Historia como un proceso determinista que una casta científica elitista podía estudiar con los métodos y fiabilidad de una ciencia casi exacta: la Psicohistoria. Por el contrario, Herbert subvierte este enfoque narrativo e iconográfico propio de la Edad de Oro Campbelliana de la Ciencia Ficción y ve la Historia a gran escala como un devenir caótico para el que utiliza varias metáforas, como los torbellinos de una tormenta de arena entre los que Paul debe encontrar el rumbo a bordo de su tóptero. Aunque Paul, utilizando sus poderes, puede penetrar en el futuro, éste no está fijado y continuamente se hace hincapié en la ambigüedad de sus visiones.

En general, “Dune” teje un tapiz político-histórico mucho más complejo e imaginativo que el
que los escritores de CF habían ofrecido hasta ese momento. Y ello sin que el resultado –dejando aparte su prosa, como apuntaré más adelante- sea confuso o indigesto. En cierto sentido, el éxito de Herbert radicó en encontrar símbolos, figuras e imágenes sencillos pero muy eficientes a la hora de plasmar y desarrollar temas complicados. Por ejemplo, al simplificar todo el entorno planetario en la forma de un gran desierto, pudo señalar más claramente las dificultades y peligros tanto de vivir en un medio ambiente hostil como de transformarlo. Su sociedad futura, ya lo he apuntado, está modelada de acuerdo a las fantasías medievales (ausencia de ordenadores y tecnología compleja; linajes feudales; jerarquías estrictas; reparto gremial de actividades…) pero así puede bosquejar mejor grandes cuestiones tocantes a las relaciones sociales y políticas, el origen y naturaleza de la autoridad, los movimientos ideológicos y religiosos masivos y la evolución social. De hecho, Herbert declararía que la idea de la novela “empezó con un concepto: escribir un extenso libro sobre las convulsiones mesiánicas que periódicamente afligen a las sociedades humanas. Tuve esta idea de que los superhéroes son desastrosos para los humanos”.

Menos de veinte años después del final de la Segunda Guerra Mundial, la culminación de las megaconvulsiones creadas por hombres que definían a los de su raza o cultura como superhombres, Herbert bien podría haber escrito una novela sobre un personaje modelado a partir de Hitler o Stalin. Pero Paul Atreides es un genuino líder político y fundador de una religión. En “Dune”, el mesias acaba siendo un desastre en términos de las sacudidas que provoca: guerra, inseguridad, fanatismo…, si bien son problemas que cualquier líder, religioso o no,
puede generar. Uno de los logros de Herbert, por tanto, fue el de estudiar las consecuencias de la llegada de un mesías en un contexto político determinado.

Pero, al mismo tiempo, la religión en sí misma y no como factor en el juego político también está presente en “Dune”. La madre de Paul, la Dama Jessica, es miembro de un culto femenino, las Bene Gesserit, modelado (tal y como reconoció Herbert) a partir de sus recuerdos infantiles de la orden católica de los Jesuitas en la que había sido educado. Las Bene Gesserit, ya lo apunté más arriba, han pasado siglos dirigiendo un programa eugenésico secreto en la esperanza de producir su propio Mesías, el Kwisatz Haderach. Estaba planificado que la hermana menor de Paul sería la elegida, aunque acaba siendo éste el que asume tal papel arruinando los maquiavélicos planes de la orden.

Este sesgo místico ha llevado a algunos comentaristas a calificar al libro de “católico”. Al fin y al cabo, la religión oficial del Imperio Galáctico es una combinación del Protestantismo y el Catolicismo Romano, basada en la llamada “Biblia Naranja Católica” (“Contiene elementos de religiones muy antiguas, incluidas el Maometh Saari, la Cristiandad Mahayana, el Catolicismo Zensunni y las tradiciones Budislámicas”). Como mínimo, es una novela que enlaza con la tradición mística, trascendente y antitecnológica de la CF. Como he apuntado antes, en el Imperio se han prohibido los ordenadores mediante un edicto religioso; su lugar lo han ocupado los Mentats, humanos con una capacidad mental enorme, capaces de calcular y procesar información a gran velocidad. Hay naves espaciales y tecnología avanzada, sí, pero en general se vive una existencia acorde con la lógica preindustrial, tanto en la organización social y gremial del Imperio como en el propio Arrakis. Precisamente se utilizan los desiertos de este planeta para explorar las dos grandes tradiciones religiosas nacidas en los desiertos de la Tierra: el Islam y el Judeocristianismo, ambos con sus respectivos Salvadores profetizados: el Mahdi (que en “Dune” conserva el mismo nombre) y el Mesías (en el libro, el Kwisatz Haderach). La historia, por tanto, condensa esa dialéctica tan propia del género entre lo racionalista y lo místico. La Melange le da a Paul poderes mentales de profecía y comprensión cósmica, pero sólo puede derrotar a los Harkonnen recurriendo a armas atómicas.

“Dune” es también una prueba de la duradera influencia que tuvieron sobre la CF americana las tesis de Alfred Korzybski bajo la forma de la Semántica General y que de una forma burda podemos resumir en que los humanos estamos limitados a la hora de conocer y entender nuestro entorno por el sistema nervioso y la estructura de nuestro lenguaje. Para evitar los errores a los que lleva nuestra inclinación a reducir el mundo a abstracciones que nos confunden, propuso una serie de técnicas para desarrollar lo que llamó “conciencia de la abstracción” y modificar la forma de relacionarse con el mundo. Mientras completaba “Dune”, Frank Herbert estaba escribiendo para un periódico una columna sobre Semántica General y ello sin duda tuvo que ver con en el método de adistramiento de las Bene Gesserit, que incluye una sensibilidad hiperdesarrollada, la capacidad de proyectar la voluntad propia en la mente de otros e incluso ideas eugenésicas que no se distancian mucho de la Dianética (más tarde Cienciología) de L.Ron Hubbard, antiguo escritor de CF devenido gurú y fundador de su propia religión.

Algunos fans de la obra se acaloran bastante cuando se trata de discutir la influencia de “Dune” en la creación de otra obra definitoria de la CF del siglo XX: “Star Wars” (1977). Aunque Lucas ha reconocido que había leído la novela de Herbert, el uso del planeta desértico Tatooine, un imperio galáctico y las tropas de choque imperiales, han llevado a algunos a acusarle de plagio. En mi opinión, estos elementos, en el mejor de los casos, pueden ser calificados de préstamos, casuales o no, porque la verdadera inspiración de “Star Wars” son las space operas literarias de los pulps y seriales de CF de Flash Gordon y Buck Rogers en los años treinta y cuarenta del siglo pasado. La ambición filosófica y la exploración cultural de “Dune” supera con mucho a la de “Star Wars” y cualquier parecido entre ambas hay que verlo como parte de un origen común en ese terreno tan hollado de la ficción fantástica: la idea del monomito de Joseph Campbell y su “Héroe de las Mil Caras” (1949).

De hecho, Lucas reconoció explícitamente la obra de Campbell como influencia directa de su primer borrador de “Star Wars”. Ese ensayo describe el ascenso de un joven aventurero que destaca en diferentes campos mientras desempeña su misión. Recopilando las tradiciones de múltiples culturas y sociedades de todo el mundo, este “camino del héroe” es la síntesis perfecta de la historia de aventuras, de la cual la CF es el último género en beber. “Dune” satisface casi todas las etapas de este mito universal al utilizar la figura de Paul Atreides, los mentores, la misión y la figura mesiánica… y masculina.

Porque mientras que Herbert salpica su libro con hombres carismáticos y fuertes, las mujeres siempre quedan en un segundo plano. Desde la fuerte y capaz Lady Jessica y sus hermanas Bene Gesserit a las mujeres Fremen que viven y trabajan bajo el gobierno de una jerarquía masculina, las mujeres están siempre en la historia atrapadas bien por su clase social bien por la tradición. El sistema jerárquico adoptado por Herbert (tanto en la sociedad Fremen como en la clase gobernante del
Imperio) sólo permite destacar a las mujeres mediante el matrimonio o por su asociación con algún hombre. Y cuando tratan de cambiar el orden social para satisfacer su propia visión del Universo, las Bene Gesserit son descritas en múltiples ocasiones como “brujas” que manipulan a los hombres en la sombra.

Y relacionado con esto, hay que reconocer que “Dune” no es un libro perfecto. Como sucede con el resto de su obra, el estilo de Herbert es un tanto pesado e incapaz de concisión. Hasta los epígrafes que abren cada capítulo, refiriendo trabajos imaginarios de filosofía o historia, a menudo superan las cien palabras. Su prosa, abundante en diálogos y monólogos interiores, carece de chispa y a menudo chirría bajo el peso de largas exposiciones, ya sean desarrollos de la trama o meras descripciones de ideas. Hay ciertos recursos, como ese de los monólogos internos, que ya no se utilizan tan frecuentemente como entonces y pasajes que caen en la ampulosidad forzada.

Por otra parte, su caracterización es ramplona, limitándose a los rasgos esenciales de los personajes. Las escenas de Paul están mejor resueltas que las del resto; pero otros personajes están perfilados a base de clichés de lo más sobados. Jessica y Chani se definen más por los
hombres a los que aman (Leto y Paul respectivamente) que por lo que ellas mismas logran. Aunque no era un tema por el que la CF se preocupara demasiado a mediados de los sesenta, el tratamiento que Herbert le da a las mujeres resulta sorprendentemente conservador. Lo mismo puede decirse de la homosexualidad. El único personaje de esa orientación que aparece en la novela es el villano principal, el Baron Harkonnen, con el que el autor conecta la homosexualidad con la degeneración e incluso pedofilia

No obstante, las virtudes del libro superan a sus flaquezas y, en general, se puede decir que alcanza una épica genuina. Y es que no es fácil introducir tantos temas, desde la teología a la sociología y la ecología, sin enterrar la historia central de Paul Atreides.

Hacia el final de la década de los sesenta, la popularidad de “Dune” terminó inevitablemente por atraer de vuelta a su creador para revisitar su universo. Los libros siguientes, empezando por “El Mesías de Dune” (1969), expanden lo que era básicamente un romance planetario a las dimensiones de una space opera, pero su interés es decreciente y en ningún caso consiguieron repetir el equilibrio y fascinación de la primera novela. Aunque entretenidas y recomendables para quienes hayan quedado atrapados por el rico universo imaginado por Herbert, a menudo quedan lastradas por explicaciones exageradamente largas sobre historia y mitología o meditaciones filosófico-políticas del autor. Las cinco secuelas que firmó el propio Herbert terminaron con “Casa Capitular Dune” (1985), donde se presenta un implausible panorama galáctico que apenas ha cambiado miles de años después de lo narrado en la primera entrega.

Herbert continuó escribiendo novelas de ciencia ficción ajenas al universo Dune pero sin el mismo éxito. En varias de sus obras intentó recrear la misma complejidad e imágenes metafóricas sin conseguirlo y cayendo a menudo en la aridez. “El Experimento Dosadi” (1977), por ejemplo, formaba parte de una serie de novelas centradas en una federación de alienígenas y que guardaban similitudes
en trama y forma con “Dune”, pero que carecían de la fuerza de ésta. Otra serie, “El Vacío”, que comenzó con “Destino: El Vacío” (1966) y que, en colaboración con Bill Ransom, continuaría en otros tres gruesos volúmenes ya hacia el final de su carrera, resulta tedioso en sus interminables elaboraciones cuasiteológicas y cuestiones abstractas derivadas de la premisa de una inteligencia artificial convertida en deidad. “Dune”, en otras palabras, es una obra excepcional dentro de la trayectoria de su autor y el éxito mantenido a lo largo de décadas puede dar una idea distorsionada del conjunto de la obra de aquél.

La importancia de la saga de Dune en su conjunto no reside tanto en la calidad de las obras que la componen –pueden ser más o menos entretenidas a gusto del lector, pero no son sobresalientes- sino como síntoma de la forma en que “Dune” se transformó, ya a mediados de los 80, de libro sobresaliente a foco cultural alrededor del cual surgen todo tipo de productos en diferentes formatos y medios. Así, el hijo de Frank Herbert, Brian (en colaboración con Kevin J.Anderson), escribió 13 novelas más ampliando el universo de Dune tanto hacia atrás en el tiempo como hacia delante. Los fans también han escrito su propia ficción no canónica, la mayoría disponible en
internet. En 1984, David Lynch dirigió una adaptación cinematográfica de la que se habla en otra entrada, como también de la miniserie televisiva dirigida por John Harrison en 2000. Próximamente se estrenará la esperada versión de Dennis Villeneuve. Existen también juegos de rol, videojuegos, piezas musicales inspiradas en la novela (como la atmosférica “Dune”, 1979, de Klaus Schulze)…

El éxito multimedia de la obra de Herbert explica en parte la influencia que ha tenido en el desarrollo de la CF. Como Isaac Asimov antes que él y como los creadores de Doctor Who (1963-), “Star Trek” (1966-) o “Star Wars” (1977-), Herbert inventó un universo que se expandió creativamente conforme los fans se sumergían y empababan en él, proponiendo sus propias ampliaciones o apoyando a quienes lo hacían. Es por esto, además de por el peso intelectual y la ambición temática de su obra señera, por lo que Herbert es una figura clave en la historia del género.

“Dune” es una novela compleja, una extravagancia de multiples capas que, a decir de los aficionados cuando se plantea una encuesta preguntando sobre los títulos más importantes de
toda la historia de la CF, sigue siendo una de las más grandes. Aunque no está exenta de problemas, triunfa a la hora de capturar la imaginación e interés del lector gracias a su carácter de épica coral; sus variadas tramas convergentes pobladas de numerosos personajes de lo más diverso, desde nobles y emperadores hasta humildes nómadas; el fascinante retrato de un ecosistema exótico y las culturas que en él sobreviven y la forma en que el autor supo combinar ecología, religión y política; acción y reflexión; ciencia ficción dura y fantasía; racionalismo y misticismo. Por todo ello y por su capacidad de seguir atrayendo a lectores generación tras generación, “Dune” es, por derecho propio e incontestable, un clásico.


4 comentarios:

  1. A mi me parece una novela maravillosa porque mezcla perfectamente todo. Consigue eso del Arte Clásico de conciliación de los contrarios. Todo es dialéctico en la novela pero también armonioso. Y las siguientes novelas a mi también me gustaron mucho. Especialmente la 4ª. La peli de Lynch es también bastante buena aunque se nota mucho que fue acortada en 1/3 por lo menos. La 1ª es magistral y la 2ª atropellada. Tiene mérito triunfar siendo un material poco pop.

    ResponderEliminar
  2. Gran articulo...ahora me apetece releerlo por n-sima vez...

    ResponderEliminar
  3. Quise decir 1ª hora y 2ª hora. Siento la confusión.

    ResponderEliminar
  4. Dune es para la ciencia ficción lo que El Señor de los Anillos es para la alta fantasía; Es la novela que oficial e indiscutiblemente define el género. La historia comienza con la casa de Atreides aceptando el Ducado del planeta Dune. El ex barón ha sido expulsado por el emperador, y ya no tiene consecuencias. Bueno, así es como aparece inicialmente. Muy pronto reveló que todo es una estratagema política para poner de rodillas a la casa de Atreides. El Barón está al acecho, y está listo para atacar el nuevo y benevolente enfoque que el Duque usa en los Fremen.

    Los fremen son los nativos del planeta postre; por lo tanto, saben cómo sobrevivir a su dureza por encima de todos los demás. Lo hacen a través de su enfoque frugal del agua. Lo valoran por encima de todo lo demás, y nunca desperdiciarán una gota en serio. El barón Harkonnen, como una reprimenda contra los nativos, derrocha agua de las formas más crueles. Él y sus invitados a la cena arrojan vasos de agua al suelo del comedor; Era su tradición. El agua desperdiciada estaba empapada con toallas, que el Barón permitió que los Fremen absorbieran el agua. Cuando el duque entra, rechaza esta costumbre y es más respetuoso con el estilo de vida fremen. Él, su hijo y heredero Paul, quien es el protagonista de esta novela, llegan a probar los trajes de ahorro de agua extremadamente efectivos de los Fremen. Estos Stillsuits, literalmente, reciclan toda el agua que el cuerpo desperdicia y la devuelve a su usuario. Descargalo: https://goodfileshare.com/dune-pdf/

    ResponderEliminar