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jueves, 7 de julio de 2011
1905-CON EL CORREO NOCTURNO - Rudyard Kipling
Muchos miembros de la nueva generación de escritores profesionales surgidos con la aparición de nuevos periódicos a principios de siglo, se internaban en el romance científico al tiempo que en el género de detectives o de aventuras. Sir Arthur Conan Doyle y su serie del Profesor Challenger (“El Mundo Perdido” ,1912 y “The Poison Belt”,1913) es un ejemplo; otro, no tan conocido, fue Rudyard Kipling, más recordado por sus novelas y cuentos de aventuras en la India, pero que también nos dio su visión del futuro en este relato –aparecido en McClure Magazine- y en “As Easy as A.B.C.” (1912), imaginando la dramática transformación que el transporte aéreo supondría sobre la sociedad del futuro.
En el año 2000, un pasajero toma un dirigible que transporta el correo postal como parte de una red aérea de alcance global. La radio, los faros aéreos e innovaciones técnicas en los metales y la aeronáutica, han sustituido el transporte marítimo por el terrestre. Pero los riesgos continúan siendo los mismos: tormentas, choques, extravíos... Kipling se entusiasmó tanto con esta historia que, aunque es muy corta, la completó con apéndices tales como instrucciones para los aviadores, anuncios publicitarios ficticios sobre dirigibles y productos aeronáuticos y bellas y detalladas ilustraciones que hicieron a la edición merecedora de elogios ya en la época.
Poco da tiempo a contar en este breve relato más allá de dar unas cuantas pinceladas a un aspecto muy concreto del mundo futuro. Pero resulta significativo en cuanto que la gente ilustrada como Kipling ya veían un porvenir dominado por la navegación aérea. Ciertamente, el aeroplano era un invento tan reciente que aún no se consideraba alternativa viable al dirigible o zeppelin. Pero aunque aquél pronto se impondría a estos, lo que no ha perdido actualidad es la idea, la visión del mundo globalizado, de una red mundial de transportes ejemplarizada por el correo postal, que entonces era el equivalente mundial a internet: llegaba a todos los sitios en los que los británicos tuvieran aunque fuera una mínima presencia, era lento pero fiable, un servicio público como no había existido otro anteriormente.
Una pequeña curiosidad de una era en la que la ciencia ficción no había nacido como género plenamente consciente de sí mismo y en la que las grandes figuras de las letras no se avergonzaban de hacer sus propias aportaciones.
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