miércoles, 27 de marzo de 2019

1967- LA FUGA DE LOGAN - William F. Nolan y George Clayton Johnson



Con más de medio siglo transcurrido desde su publicación, nadie parece acordarse ya demasiado de “La Fuga de Logan”. El libro. Porque la película que se basó en él (decir “adaptar” sería incorrecto) sí ha pasado al panteón de los clásicos y, de hecho, fue precisamente el éxito de ésta en 1976 lo que llevó a la publicación de dos secuelas literarias (“El Mundo de Logan” y “La Búsqueda de Logan”, escritas ya por Nolan en solitario), una serie de televisión y un comic de Marvel entre otras adaptaciones.



Mientras que la película se estrenó a mediados de los setenta, en un momento en el que el tema de la superpoblación y su amenaza sobre los recursos y el medio ambiente preocupaba a grandes sectores ilustrados de la sociedad y, consecuentemente, se trasladaba a la ficción en forma de libros (“¡Hagan Sitio, Hagan Sitio”, “Todos sobre Zanzíbar”) o películas (“Cuando el Destino Nos Alcance”, “La Fuga de Logan”), la novela aparece en septiembre de 1967, justo al finalizar el conocido como “Verano del Amor”, tras una década de ascenso de la juventud, primero como fuerza consumidora y creadora de tendencias y luego como pieza relevante en las reivindicaciones sociales e incluso la lucha política. En los sesenta, el grito preferido de los jóvenes más combativos era “¡No confíes en nadie mayor de 30!”.

En la presentación de la novela, sus autores establecen lo que creen puede ser la causa del próximo e inminente desastre. El baby-boom de la posguerra duró en Estados Unidos veinte años, entre 1945 y 1964 y trajo al mundo 76,4 millones de niños. Solamente en 1946, nacieron 3,4 millones de bebés, más de los que habían nacido nunca en un solo año, y las cifras no hacían sino crecer: 3,8 millones en 1947; 3,9 en 1952 y más de cuatro millones anuales entre 1954 y 1964. Lo que Nolan y Clayton no pudieron anticipar en aquel momento es que la tasa de natalidad iba a acabar cayendo no mucho después. Pero desde luego y lo que era patente era que esa brecha generacional se había convertido en un catalizador de cambios sociales, económicos y culturales.

Así, la novela comienza con estas palabras: “Los hechos que causaron la Guerra Menor tuvieron su inicio cierto inquieto verano a mediados de la década de 1960 en que hubo sentadas y manifestaciones de estudiantes, y la juventud tanteó sus fuerzas. A principios de 1970, más del 75 por ciento de la población mundial tenía menos de veintiún años. Los moradores de la tierra continuaron aumentando... y con ellos el elemento juvenil. En 1980 se elevaba al 79,7 por ciento.
En la década de 1990 pasó al 82,4 por ciento. Y en el año 2000 se llegó al momento crítico”. El “peligro”, así pues, no es tanto la superpoblación –que también, ya que es eso lo que desata la revolución global- como el aumento de población joven y pujante frente a unos adultos en decadencia y retroceso y la eventual instauración de una dictadura de los jóvenes.

La acción transcurre en un futuro que parece haber alcanzado la siempre tan ansiada utopía. Todo el mundo es joven y hermoso (y si alguien no lo es, siempre puede cambiar su apariencia con facilidad). Puede obtenerse lo que se desee, ir a donde a uno se le antoje y hacer lo que se sueñe. Una sociedad, en definitiva, hedonista y en la que es posible conseguir cualquier cosa, natural o artificialmente. Sólo hay una pega: todo el mundo tiene que morir al cumplir los veintiún años.

El cómo se ha llegado a ese futuro se detalla avanzada la novela: “El primer combate de la Guerra Menor tuvo lugar en la encrucijada de las calles Quince y K, frente al «Sheraton Bar and Grill», en el mismo centro de Washington. Desde hacía más de un mes muchos jóvenes afluían a la ciudad, concentrándose para una gran marcha de protesta contra la Enmienda Treinta y Nueve a la Constitución. Igual que otras prohibiciones establecidas con anterioridad, aquella Ley de Control Obligatorio de la Natalidad era imposible de poner en
práctica, y los jóvenes la habían convertido en causa propia, por creer que infringía sus derechos. Las más enconadas críticas se dirigían contra las dos ramas del gobierno encargadas de aplicar la ley: el Consejo Nacional de Eugenesia y la Comisión Federal para el Estudio de la Población. Según los manifestantes, Washington no tenía atribuciones para decir a cada ciudadano cuántos hijos debía tener. Los disturbios se transformaron en rebeldía abierta. Los debates a que la ley fue sometida ante el Tribunal Supremo no produjeron el menor resultado. Y una oleada de furor sacudió las filas de la juventud. En su discurso acerca del Estado de la Unión, el presidente Curtain había insistido mucho en el problema de la carestía de víveres, conforme la población mundial se acercaba a los seis mil millones de habitantes. Apelaba a los jóvenes para que ejercieran un eficaz autocontrol que hiciera posible superar la crisis. Pero la visión del obeso y bien alimentado presidente en las pantallas tridimensionales de todo el país, hablando de deberes y de restricciones, produjeron un efecto negativo entre la población. Por otra parte, el hecho de que el presidente tuviera nueve hijos, hacía inevitable un estallido de violencia”.

El conflicto terminó con la imposición de un gobierno de jóvenes encabezado por un carismático líder. “La joven América aceptó de buen grado aquel nuevo y atrevido sistema de autocontrol, y el Pensador fue instaurado para que lo gobernase. Los ciudadanos que sobrepasaban los veintiún años fueron ejecutados, y la primera de las gigantescas instalaciones para producir el «Sueño» quedó inaugurada en Chicago. Los jóvenes estaban bien seguros de una
cosa: nunca jamás volverían a dejar su destino en manos de una generación más vieja. Había empezado la era del gobierno por computadoras. Luego de acordarse el límite máximo de edad, se formaron las primeras unidades de Vigilantes. Al llegar el año 2072 el mundo estaba habitado exclusivamente por jóvenes.

Así, en ese futuro, todos los habitantes llevan desde el nacimiento una flor de cristal fusionada a la palma de la mano cuyo color va marcando su edad: hasta los siete años, el cristal es amarillo; de los siete a los catorce, azul; a partir de ese momento, adopta el color rojo. Al cumplir los veintiún años, el cristal empieza a parpadear alternando los colores rojo y negro. Es la señal que indica que ha llegado el Último Día y que la persona tiene veinticuatro horas para presentarse al obligatorio Sueño, donde será ejecutado mediante la inhalación de un gas tóxico pero placentero. Si transcurre ese tiempo de gracia y uno no se ha personado ante las autoridades, el cristal se torna negro y se pasa a ser considerado como la peor clase de criminal, un Fugitivo. Éstos son perseguidos por unos agentes especiales, los mencionados Vigilantes, que los cazan y los asesinan sin piedad y sin excepciones.

Logan 3 es un Vigilante, uno de los mejores de hecho. Pero cuando su propio cristal empieza a parpadear, toma una decisión crítica. Por pura suerte, llega a su conocimiento información sobre un legendario lugar al que se conoce como Santuario, donde dicen que la gente puede
vivir largas existencias, tener hijos y superar los 21 años (el concepto de vejez es desconocido a estas alturas). Decide por tanto utilizar su Último Día para infiltrarse en el movimiento de resistencia de los fugitivos, descubrir el paradero del Santuario y destruirlo. Le pide ayuda a Jessica 6, una mujer de la que sospecha es simpatizante del movimiento de resistencia y ésta, a pesar de saberle un odiado Vigilante, le cree y accede a su propuesta al ver que el cristal de él está también a punto de tornarse negro.

Así, los dos parten en un largo y accidentado viaje por el planeta a la búsqueda del Santuario y la libertad, perseguidos por un ex colega de Logan, un vigilante llamado Francis que, en el momento crítico, les hará una sorprendente revelación acerca de Ballard, el legendario líder rebelde de los fugitivos.

William F.Nolan nació en Kansas City, Missouri, en 1928 y a finales de los años cuarenta se mudó a San Diego, California, donde pasó de su inicial interés por las artes gráficas al mundo literario. En 1952, conoció a Ray Bradbury, quien le animó a trasladarse a la zona de Los Angeles y formar un pequeño grupo de escritores con el mentado Bradbury, Charles Beaumont
y Richard Matheson. Hacia 1956, Nolan trabajaba como escritor a tiempo completo y, con el tiempo, firmaría más de 1500 cuentos, novelas y artículos de todo tipo y género, desde el deportivo al fantástico pasando por el policiaco o el terror y ganando dos premios Edgar Allan Poe. George Clayton Johnson, por su parte, fue más prolífico en el mundo de la televisión, escribiendo guiones para series como “Alfred Hitchcock Presenta”, “La Dimensión Desconocida” o “Star Trek”.

Como tantas obras de ciencia ficción, “La Fuga de Logan” puede leerse como una alegoría de la sociedad contemporánea. En ese futuro que se nos presenta prácticamente nadie se da cuenta de que vive inmerso en una cultura opresiva o, si es el caso, no le importa demasiado. Sumidos en el hedonismo vacío, pocos son lo suficientemente maduros como para darse cuenta de que el régimen que gobierna sus vidas es una tiranía… hasta que llega el Último Día. De la misma forma, en nuestro propio mundo mucha gente no se da cuenta de que forma parte de una sociedad opresora y opresiva hasta que lo experimentan en sus propias carnes de una
manera u otra. Aún peor, en la novela hay abundantes señales de que el sistema –administrado por un superordenador al que se refieren como El Pensador- está carcomido por la decadencia, un cáncer sobre el que nadie parece estar dispuesto a actuar.

La historia plantea un dilema verdaderamente fascinante: ¿Estaríamos dispuestos a morir a una edad prefijada e improrrogable a cambio de llevar hasta ese momento una vida confortable, absolutamente placentera y sin preocupaciones de ninguna clase? Puede que los 21 años sea demasiado pronto, pero ¿qué edad propondría cada cual como justa para semejante intercambio? Por otra parte, se proponen otras cuestiones igualmente interesantes: en una sociedad totalmente hedonista, ¿sería posible llegar al hastío? ¿Qué motivaciones podríamos encontrar en nuestras vidas cuando cualquier cosa está al alcance de la mano? Fue Warren Buffet quien en 1986 dijo que deberíamos dejar a nuestros hijos suficiente dinero para que pudieran hacer cualquier cosa pero no tanto como para que no hagan nada, una frase que se ajusta perfectamente tanto a la novela como a nuestra propia realidad.

Por supuesto, también se encuentra aquí un mensaje acerca de, como he apuntado, la dictadura de los jóvenes. Dado que fueron los adultos los que corrompieron la sociedad, se instauró como he dicho un régimen de eutanasia obligatoria para impedir que nadie pudiera alcanzar la madurez. Se prefirió por tanto eliminar la sabiduría que da el tiempo para confiarlo todo a la vitalidad de la juventud. Ahora bien, esto pervirtió el orden natural de las cosas y, libres de
imposiciones de una generación anterior, carentes de la experiencia y la perspectiva que dan los adultos, los jóvenes se entregan a existencias vacías y carentes de dirección. Siendo personas que nunca llegaran a envejecer lo suficiente como para conocerse a sí mismos, abandonan la administración de su mundo a un ordenador y –a excepción de los fanatizados Vigilantes- reniegan de cualquier responsabilidad. Ya no es necesario pensar, lo hacen las máquinas. Y al no tener expectativa de vida prolongada, no encuentran motivos para hacer planes a largo plazo con miras a cambiar o mejorar su sociedad.

En términos de caracterización, Logan es un individuo torturado que ha dedicado su existencia a ser un asesino defensor de la ley –por muy contradictorio que pueda sonar la combinación de esas palabras-, pero que al mismo tiempo siente un innegable aprecio por su propia vida. Durante buena parte de la novela, mientras él y Jessica viajan por un exótico e incoherente territorio del futuro, nunca queda claro del todo si Logan quiere encontrar el Santuario para salvarse y continuar viviendo o para destruirlo encontrando así un sentido a su propia y breve vida. En cambio, Jessica es un personaje muy directo, claro y fácil de comprender: ansía vivir, así de simple. Pero no tiene más registros aparte de ese y uno se pregunta para qué se molesta Logan en llevarla arrastras durante toda la peripecia. Su personalidad es tan plana que bien podría haber sido un robot y su súbita confesión amorosa al final no resulta sorprendente sino inverosímil por completo.

Literariamente, “La Fuga de Logan” es un libro mediocre, cuyas ideas, personajes y entornos –algunos de ellos muy sugerentes, como la ciudad submarina en ruinas, la prisión del Ártico, el ciborg asesino o la recreación de una batalla de la Guerra Civil americana con robots- se presentan de forma tan apresurada o deslavazada que resulta imposible comprender cómo funcionan y qué papel exactamente juegan en ese mundo. Todo en este relato tiene un sabor
netamente pulp, un estilo que a finales de los años sesenta había quedado ya superado por una ciencia ficción más sofisticada en fondo y forma. Al fin y al cabo, la novela la escribieron atropelladamente los dos autores en tres semanas sin salir de una habitación de hotel e impulsados por la perentoria necesidad económica de Nolan para pagar los estudios de su hijo. Ganaron más dinero vendiéndole los derechos de adaptación al cine al productor George Pal que por el libro en sí mismo.

De hecho y muy posiblemente, de no haber existido la película de 1976, pocos se acordarían hoy de esta novela –no por nada lleva descatalogada décadas-. El guión original que elaboraron Nolan y Clayton para la película se acercaba bastante más a su propio libro que lo que acabó llegando a la pantalla. Pero debido a un parón en la producción y el reemplazo del productor George Pal por Saul David, el libreto que se utilizó finalmente fue uno escrito por David Zelag Goodman en el que se eliminaba el mensaje último de la novela: que una sociedad dominada por los jóvenes sería algo hueco y endeble, que hace falta experiencia, sabiduría y madurez para construir una auténtica cultura.

Pero en otros aspectos, la película de 1976 y de la que hablo en otra entrada, sí tiene un armazón argumental más sólido. En ella, la gente vivía hasta los treinta años (el tema de la edad se ajustó al alza para que los actores elegidos pudieran encajar en sus papeles evitándonos así la incomodidad de ver a jovencitos de doce años practicando sexo y drogándose), el “Sueño” era un ritual colectivo de tintes religiosos y a la gente se le hacía creer que los participantes en el mismo eran “renovados” y reencarnados en los bebés que luego nacían en la ciudad. Todo esto hacía que las dudas de Logan y sus sospechas hacia el sistema resultaran más verosímiles. (Con todo, la película tiene sus propios y graves problemas y dista de ser una obra redonda).

“La Fuga de Logan” es una novela llena de carencias a la que el tiempo no ha tratado bien. Hay, como he dicho, buenas ideas y el potencial para construir un relato mucho mejor de lo que acabó siendo, pero todo está a medio cocinar y conceptos interesantes se presentan de forma ridícula o superficial. Teniendo esto en cuenta, su lectura puede ofrecer un entretenimiento ligero que combina aventura y comentario social con cierto toque de fábula y que podría recomendarse a los aficionados al subgénero distopico. Por otra parte, no sólo ofrece una alegoría sobre el contexto social que la vio nacer sino que, como he apuntado, suscita debates sobre algunos temas que –desgraciadamente- no han perdido actualidad. Al fin y al cabo, ese es el propósito último de la ciencia ficción: tomar problemas del momento y proyectarlos hacia el futuro para ver lo que podría suceder y qué medidas podríamos tomar…o no tomar, como es el caso.



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