martes, 24 de marzo de 2015

2012- DESAFÍO TOTAL – Len Wiseman


“Desafío Total” (1990) fue uno de los mayores éxitos en la carrera de Arnold Schwarzenegger. Sobre esa película ya hablé extensamente en su propia entrada. Valga recordar aquí que su principal defecto es la brecha que existe entre el guión y la interpretación que del mismo hicieron el director, Paul Verhoeven, y su actor protagonista.

La historia original es un relato corto titulado “Podemos recordarlo por usted al por mayor” escrito en 1966 por Philip K.Dick. Este autor ha sido uno de los más llevados al cine dentro del género de la ciencia ficción, y ello aun cuando sus historias giran alrededor de dramas psicológicos bastante complejos de adaptar en los que se cuestiona continuamente la naturaleza de la realidad y de la propia identidad. Sus protagonistas acababan averiguando traumáticamente que estaban muertos y vivían en entornos artificiales o que eran androides y no seres humanos.



El problema con “Desafío Total” fue que lo que era un relato corto sobre un hombre ordinario atrapado en un laberinto de recuerdos artificiales, acabó siendo un film al servicio de Arnold Schwarzenegger gracias a la dirección de un realizador más orientado a la acción, el sexo y la violencia que a la reflexión y los psicodramas. De hecho, el director en el que se pensó inicialmente para encabezar la producción fue David Cronenberg, cuyas sensibilidades habrían estado mucho más en consonancia con las exigencias del argumento.

Y entonces, con el nuevo siglo, “Desafío Total” pasó a formar parte de la larga lista de películas taquilleras de los ochenta que Hollywood quería volver a rodar. En esta ocasión, el remake cayó en las manos de Len Wiseman, creador
de la tetralogía vampírica “Underworld” (2003-2012). En la primera cinta de la serie y de la cual toma su título, el director conoció a la que pronto se iba a convertir en su esposa, Kate Beckinsale. En “Underworld: Evolution” (2006) y “La Jungla 4.0” (2007) Wiseman ya había demostrado su tendencia a dejarse fascinar por los efectos especiales en detrimento de la historia y su verosimilitud, por lo que su elección como director para “Desafío Total” no parecía augurar nada bueno. Al fin y al cabo, el exceso de acción había sido precisamente lo que había impedido a la primera película haber sido todo lo buena que podría.

Por otra parte, el guión corrió a cargo de Kurt Wimmer, escritor de “Esfera” (1998), “El Caso de Thomas Crown” (1999), “Un ciudadano ejemplar” (2009) y “Salt” (2010), así como director de “Equilibrium” (2002) y “Ultravioleta” (2006); y Mark Bomback, quien firmó los libretos de “El Enviado” (2004), “La Jungla 4.0”, “La Montaña Embrujada” (2009) o “Imparable” (2010).


Durante meses, antes incluso de que la película se estrenase, los responsables de “Desafío Total 2012” trataron de distanciarse de la película anterior dirigida por Verhoeven, asegurando que la nueva versión sería más fiel al material original escrito por Dick. Al final, resultó que “más fiel” quería decir “más verosímil”, si es que entendemos que una Tierra postapocalíptica, robots y políticos corruptos forman un escenario más realista que Marte, mutantes y alienígenas. Pero primero hagamos una breve sinopsis del argumento.

En el siglo XXI, grandes extensiones de la Tierra son inhabitables. Las dos zonas que aún están pobladas son la Federación Unida de Gran Bretaña y La Colonia o antigua Australia. Ambas están conectadas por “La Caída” una especie de lanzadera de alta velocidad que atraviesa el núcleo del planeta. Los trabajadores de La Colonia viajan todos los días en La Caída hasta la Federación para trabajar allí en régimen de semiesclavitud y volver agotados a sus hogares por la noche. Mientras tanto y gracias al trabajo de los colonos, la Federación disfruta de un alto nivel de vida.

Doug Quaid (Colin Farrell) es uno de los obreros de La Colonia que se encuentra en esa
situación. Trabaja como empleado de una cadena de montaje de androides para las fuerzas de seguridad de la Federación. Es una tarea dura, monótona y sin posibilidad de ascenso ni mejora. Acosado por extraños sueños y descontento con su vida, acude a Rekall, una compañía que ofrece implantes de memorias artificiales, y decide comprar una que le aporte recuerdos de ser un espía inmerso en una peligrosa misión. Sin embargo, algo va mal en el proceso de inserción del implante y de repente aparecen las fuerzas de seguridad disparando. De alguna forma, el implante de Rekall ha activado recuerdos y habilidades propios de un verdadero y letal espía que permanecían enterrados en la mente de Quaid.

Tras acabar con todos los policías sin aparente esfuerzo, regresa a casa para encontrarse con que su mujer, Lori (Kate Beckinsale) le revela que ella es en realidad miembro de las fuerzas de seguridad y que su misión es la de vigilarle. Perseguido por la policía encabezada por Lori, Quaid huye y entra en contacto con la Resistencia, un grupo de insurgentes que se oponen al dictatorial líder de la Federación, Vilos Cohaagen (Bryan Cranston). Allí le aseguran que su mente oculta información vital que ambos bandos desean recuperar. Por otra parte, quienes le persiguen insisten en que todo no es más que parte de la ilusión que ha creado el implante –defectuoso- de Rekall. ¿Es así o realmente vivió una existencia clandestina que no recuerda? Si esto es cierto, ¿trabajó para Cohaagen o para el jefe de la Resistencia, Matthias (Bill Nighy)?

No ocurre a menudo que se tenga la oportunidad de volver sobre una película, digamos, “mala”
o poco exitosa, y “arreglarla”. Casi todos los remakes lo son de filmes que gustaron mucho en su momento y que generaron unos ingresos abundantes (y es que, desde el punto de vista de los estudios, los remakes no son en realidad oportunidades creativas, sino financieras: vehículos a través de los cuales repetir un éxito pasado). En este sentido, la versión de 1990 de “Desafío Total” dejaba bastante espacio para la mejora.

Los guionistas Mark Bomback y Kurt Wimmer tampoco se basaron en el relato original de Dick, lo que tampoco debe sorprendernos. La trama del cuento es demasiado breve como para poder extraer de ella una película de dos horas y, además, transcurre enteramente en la mente
del protagonista. Tan sólo cabía coger el planteamiento inicial, los conceptos e ideas básicos, e inventarse lo demás. Pero en lugar de intentar hacer algo nuevo, los guionistas –o quienquiera que los supervisara- decidieron ajustarse a la misma historia que la rodada por Verhoeven en 1990.

Sí, introducen varios cambios, el más importante de los cuales fue eliminar a Marte como escenario principal de la acción. En su lugar, circunscribieron toda la trama a una Tierra dividida en dos grandes zonas. Pero el que Marte ya no forme parte de la ecuación no significa que el escenario que se plantea sea más verosímil. No sólo la ingeniería necesaria para perforar el planeta y atravesar el núcleo sería más compleja que la de instalar colonias en el planeta rojo, sino que parece una inversión absurdamente cara para trasladar mano de obra barata –aparte de los agentes de seguridad, nadie de la Federación tendría motivación alguna para viajar a la degradada Colonia-. Cualquier cosa, desde limpiar las zonas contaminadas
hasta construir ciudades en o bajo el mar, parece más razonable que perforar 12.000 km a través de magma ardiente.

Pero en realidad ninguno de esos cambios afecta a la trama fundamental ni hace que la nueva película sea ni mejor ni peor. Hay guiños a los fans de la versión clásica, como la aparición de la prostituta de tres pechos o la oferta de “aventura en Marte” que recibe Colin Farrell como parte de los recuerdos prefabricados de Rekall. Por otra parte, el remake modifica o elimina algunos de los momentos más recordados de su predecesora, como aquél en el que Schwarzenegger pasa las aduanas marcianas disfrazado de oronda señora antes de ser descubierto (aquí esa escena es reproducida con mimetismos holográficos pero con peor resultado). Otros detalles “futuristas” que contribuían a embellecer la película original, como la secretaria que cambiaba electrónicamente el color de sus uñas o el taxi-robot, desaparecen por completo.

Además, el remake nunca llega a plantear un momento tan épico –y al mismo tiempo tan científicamente absurdo- como cuando Arnold Schwarzenegger consigue terraformar Marte en cinco minutos. Cierto, tanto la zona contaminada de la Tierra como la espectacular Londres tienen un aspecto fascinante, hay algunas potentes escenas de pelea entre Colin Farrell y Bryan Cranston y muchas explosiones antes de que los protagonistas salven el mundo y se liberen de la opresión; pero de alguna forma la película de Verhoeven supo transmitir una mayor talla épica aun cuando los efectos especiales que tenía a su disposición ni siquiera habían llegado la era digital.

Pero el principal problema que aqueja al “Desafío Total” del siglo XXI es que todos los giros
argumentales relacionados con la naturaleza de la realidad y la identidad ya no eran tan novedosos en 2012 como en 1990. En dos décadas a partir del estreno de ésta, aparecieron toda una serie de películas que tocaban esos mismos temas, varias de ellas en relación con los mundos virtuales creados por ordenador. Sus protagonistas, como los de los libros de Dick, se cuestionaban lo que era real y lo que no, si eran quienes creían ser o si sus recuerdos y percepción del mundo eran auténticos o artificiales. Así, tenemos: “Abre los Ojos” (1997), “Dark City” (1998), “El Show de Truman” (1998), “Matrix” (1999), “Cypher” (2002), “¡Olvídate de Mí!” (2004), “Misteriosa Obsesión” (2004) u “Origen” (2010), por nombrar solo unas pocas.

“Desafío Total 2012”, ajustándose razonablemente bien a la trama de la versión de los noventa, termina pareciendo una película que sigue demasiado de cerca las ideas de los títulos arriba mencionados sin aportar nada nuevo ni sorprendente. Kurt Wimmer, Mark Bomback y Len Wiseman nunca se preocupan demasiado por profundizar en las cuestiones relacionadas con la percepción de la realidad (a excepción de una escena en la que Bokeem Woodbine se encara con Colin Farrell para intentar engañarle) y fracasan a la hora de recuperar el espíritu de Philip K.Dick y hacer dudar al espectador de la veracidad de lo que está viendo en la pantalla.

Hay otros aspectos en los que la versión de Wiseman sí supera a la original. Por ejemplo y
aunque hay muchas secuencias de acción con peleas, no despliega ese gusto por la violencia sangrienta teñida de humor negro tan propia de Verhoeven, e incluso se contiene respecto a los excesos que él mismo cometió en “La Jungla 4.0”. Algunas incluso están muy bien diseñadas, como aquella en la que Colin Farrell y Jessica Biel huyen de las autoridades a bordo de un aerocoche; o en la que se ven envueltos en un tiroteo con los androides de seguridad mientras la lanzadora atraviesa la zona de gravedad cero. Son momentos creíbles –dado el marco de ciencia ficción en el que se mueven, claro-, imaginativos y bien insertados dentro de la narración.

Sin embargo, y en eso sí se parece a su antecesora, Wiseman incurre en el mismo error que Verhoeven. Bien sea porque el espectador ha visto la película de 1990, bien cualesquiera otra de las mencionadas que giraban sobre temas similares, Wiseman ya no cuenta con la baza de los giros sorpresa, equívocos del guión y violencia bizarra, por lo que acaba recurriendo a la acción desaforada. El problema es que ni eso es tampoco nada nuevo ni Wiseman es el mejor en plasmarlo. Algunas de esas escenas, como he dicho, tienen buena factura, pero la sensación general es que unas y otras están mal trabadas entre sí, que todo tiene una velocidad y ruido más relacionados con un videojuego shooter que con una narración clara y ordenada y que los fallos en ésta se esconden bajo una fachada –elegante, eso sí- de efectos digitales. La acción sin descanso domina toda la segunda parte de la película y lo único que se consigue con ello es transmitir la impresión de que los protagonistas no son humanos sino máquinas indestructibles que sobreviven a caídas de gran altura, palizas y disparos que hubieran convertido en pulpa a cualquiera.

Sí que se puede destacar sin reservas el sobresaliente trabajo de diseño del futuro. Mientras que
la versión de 1990 adolecía de un lamentable descuido al respecto, los diseñadores dirigidos por Patrick Tatopoulo tomaron como referencia a “Blade Runner” (1982), la primera adaptación al cine de una historia de Philip K.Dick. A partir de ella, crearon para “Desafío Total” un entorno ciberpunk claramente reconocible: calles superpobladas bajo una lluvia permanente, edificios de apartamentos en un estado decadente, letreros de neón y una notable influencia china sobre la cultura. Especialmente imaginativos son algunos de los gadgets tecnológicos que puntean toda la cinta: desde luego, los androides de seguridad (que recuerdan bastante, eso sí, a las tropas de asalto imperiales de “Star Wars”), pero también los teléfonos móviles implantados en la palma de la mano que muestran imágenes cuando se aplican sobre una superficie cristalina; neveras con pantallas digitales para fotos y notas, tatuajes fluorescentes, la utilización cotidiana de tecnología holográfica, armas que disparan minicámaras dentro de una habitación para generar una imagen holográfica en la mochila de un robot… Toda la película despliega un magnífico diseño que viene realzado por efectos especiales de primer orden para crear un mundo ordenado en niveles verticales conectados por aerocoches y ascensores que se mueven vertical y horizontalmente.

También constituye un acierto la elección de Colin Farrell para el papel protagonista. La
historia original de Dick estaba protagonizada por un individuo anodino que nada tenía que ver con el superculturista que encarnaba Arnold Schwarzenegger en la primera película. Farrell resulta mucho más creíble como obrero anónimo de una gran cadena de montaje y su interpretación de hombre corriente angustiado al ver toda su vida vuelta del revés e incapaz de entender el embrollo en el que se ha metido es mucho más ajustada y matizada que la del actor de origen austriaco. Desgraciadamente, la historia no le deja muchas más oportunidades de lucirse y se ve condenado a dejarse arrastrar de una escena de acción a la siguiente sin tener tiempo de cambiar de expresión.

Farrell es el único miembro del reparto que merece algún crédito por su trabajo. Kate Beckinsale fusiona en su personaje los que Sharon Stone y Michael Ironside encarnaron en la primera versión. Su belleza –que su marido se encarga de resaltar- es indiscutible, pero resulta difícil entender sus motivaciones o el inmenso odio que parece sentir por Farrell. Por otra parte, en la película de Verhoeven, Sharon Stone había conseguido atraer la atención de todo el mundo con su excelente interpretación de Lori, la dulce esposa capaz de transformarse en un segundo en una despiadada máquina de matar. Beckinsale no llega ni de lejos a causar el mismo efecto en el espectador.

Jessica Biel está tan anodina como de costumbre y Bryan Cranston no puede brillar demasiado
en un papel que encaja rígidamente en el de villano de catálogo: maquiavélico, brutal, sarcástico, cruel, soberbio e inteligente, y que no tiene reparos en coger las pistolas y liarse a tiros y puñetazos si es necesario, por mucho que esto último resulte difícilmente creíble.

“Desafío Total” es, en resumen, una película recomendable solo hasta cierto punto. No es ciencia ficción de altura, como “Blade Runner” o “Gattaca” –aunque tampoco lo es la película original-. Tiene un planteamiento inicial sugestivo, un imaginativo diseño y algunas escenas muy interesantes. Pero a la postre no consigue mantener la media por encima de lo meramente superficial. Un bello espectáculo visual que, una vez más, no supo hacer justicia a la compleja e inquietante ficción de Philip K.Dick.


2 comentarios:

  1. Esperaba con ansias tu texto sobre este filme, que bien sabes que en mi caso si fue muy de mi gusto, tal como su predecesora. Bueno, como dice el dicho "En gustos no hay nada escrito".

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  2. Mientras leia tu descripcion de supermovimiento de los personajes en la segunda mitad, luego pasaste a describir la fabulosa ciudad, semejante a un espacio de planos superpuestos, me acorde de un comic d moebius llamado el largo manana. El posmodernismo es eso mismo: un aburrimiento plano en uj mundo recto y plano.
    interesante tu comentario. Espero por mas.
    slds

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