miércoles, 7 de agosto de 2024

2004- DISTRITO 13 – Pierre Morel

 


El director francés Luc Besson fue el responsable de algunos de los mejores y más estilizados films de acción de los años 90, como “Nikita, Dura de Matar” (1990) o “León el Profesional” (1994), así como de otras cintas más infladas pero menos eficaces, como “El Quinto Elemento” (1997) o “Juana de Arco” (1999). A finales de esa década y comienzos de la siguiente, Besson asumió sobre todo el papel de productor, apoyando y habitualmente escribiendo proyectos para otros directores. “Distrito 13” fue uno de ellos.

 

El realizador de esta película, Pierre Morel, había trabajado como operador de steadicam en “Juana de Arco” y dirigido unidades de fotografía de miniaturas en “Arthur y los Minimoys” (2006). También participó como director de fotografía en otras películas francesas con Besson detrás, como “Transporter” (2002) o “Danny the Dog” (2005). Tras debutar como realizador con “Distrito 13” y de nuevo con Besson, dirigió la exitosa “Venganza” (2008), primera entrega de la franquicia protagonizada por Liam Neeson. Firmó también la comedia de acción “Desde París con Amor” (2010) y varias otras películas del mismo género de acción y thriller como “Caza al Asesino” (2015, con Sean Penn) o “Matar o Morir. Peppermint” (2018, con Jennifer Garner). En un momento dado fue incluso anunciado como director de un posible remake de “Dune”.

 

En 2010, Paris construye un muro que rodea y aisla del resto de la ciudad a su peor barrio, el Distrito 13, impidiendo que nadie entre o salga de él. En un bloque de apartamentos de esa zona, Leito (David Belle) libra una guerra personal para mantener a raya a los traficantes de droga. Cuando le roba un cargamento de cocaína por valor de un millón de dólares al principal mafioso local, Taha Ben-Mahmoud (Bibi Naceri, quien, por cierto, también es el coguionista junto a Besson), éste envía a su sicario, K2 (Tony D´Amario), al mando de unos matones para recuperarla. Se abren paso por el edificio de Leito y este emprende una huida espectacular no sin antes tirar las drogas por el desague. Taha jura venganza y secuestra a la hermana de Leito, Lola (Dany Verissimo). En el enfrentamiento subsiguiente, Leito consigue llevar a punta de pistola a su adversario a la comisaria del Distrito para que lo encierren, pero el comisario, que es un corrupto que se a a jubilar y que, además, ha recibido órdenes para cerrar la comisaría definitivamente, decide no meterse en problemas, arresta a Leito y libera a Taha, que, además, se queda con Lola.


Seis meses más tarde, un policía encubierto, el capitán Damien Tomaso (Cyril Raffaelli) recibe la misión de infiltrarse en el Distrito 13 y recuperar una bomba de neutrones que ha sido robada por los hombres de Taha de un transporte blindado y que va a detonar en 48 horas. Se le prepara rápidamente una coartada para hacerle pasar por un convicto que evade la custodia policial durante un transporte que comparte con Leito. Éste se da cuenta del engaño, pero accede a ayudarlo para volver al Distrito y rescatar a su hermana, convertida en una yonqui por Taha. Ambos irrumpen a la fuerza en el barrio y se acercan a su objetivo. Pero es entonces cuando empiezan a sospechar que los jefes de Tomaso no han sido completamente sinceros respecto al auténtico propósito de la misión.

 

“Distrito 13” es una película concebida y construida alrededor de sus espectaculares secuencias de acción. Esto queda claro ya desde la misma elección de los dos actores protagonistas, no seleccionados en base a sus trayectorias o talento interpretativo (de hecho, ambos demuestran tener pocos registros y mínimo carisma) sino por su trabajo como especialistas. Cyril Raffaelli tiene algunos créditos como actor, pero el grueso de su carrera profesional ha consistido en trabajos como especialista o coordinador de escenas de acción y combate. Por su parte, David Belle, un antiguo gimnasta, bombero y artista marcial, no es conocido tanto por sus logros cinematográficos como por haber sido el inventor del parkour, ese deporte cuyos practicantes corren por los entornos urbanos salvando acrobáticamente todos los obstáculos que encuentran a su paso. Eso sí, no se espere ver aquí los excesos de tantos videos de YouTube: su estilo es limpio y eficaz, utilizando aparentemente sin esfuerzo su cuerpo para efectuar hazañas que parecen sobrehumanas.

 

Pierre Morel demuestra claramente que ha aprendido bien las lecciones impartidas por Besson en sus propias películas y da forma a un film de acción emocionante, rápido y contundente. La historia se abre con una intensa secuencia de parkour en la que David Belle demuestra su talento en una carrera a través de un bloque de apartamentos, rebotando y caminando por las paredes para esquivar a sus perseguidores, deslizándose por aberturas imposibles, lanzándose por ventanas para agarrarse a las cuerdas de los tendederos mientras sus cazadores se precipitan a la muerte, saltando de terraza en terraza o entre edificios. Es una secuencia de un ritmo arrebatador que deja al espectador exhausto, especialmente porque es evidente que no hay cables ni CGI: todo lo que se ve es real.

 

Pero es que tan solo unos minutos después, llega otra secuencia igualmente impactante cuando el capitán Tomaso, que trabaja infiltrado en la banda de un mafioso, descubre su tapadera en mitad de una redada y ha de abrirse paso a manos desnudas para salir de un casino clandestino repleto de matones. Se trata de una exhibición de violencia estilizada a base de elegantes movimientos y técnicas marciales. Estas dos secuencias que constituyen la presentación de ambos protagonistas son tan intensas y potentes que nada de lo que viene después las iguala. En términos de ritmo, acción y combates, “Distrito 13” obtiene la máxima puntuación.

 

Las escenas de parkour están, como he dicho, muy bien ejecutadas, aunque las de combate cuerpo a cuerpo parecen demasiado ensayadas. La trama es lineal, sin giros verdaderamente sorpresivos (a excepción, quizá, de la reacción de Leito cuando lo encierran. La conspiración política está, en cambio, muy vista) y con una evidente pérdida de fuerza hacia el final, en buena medida por la unidimensionalidad de los personajes. Pero todo está narrado con la suficiente celeridad y economía como para que su escasa hora y media transcurra con ligereza y el espectador no tenga tiempo para reflexionar sobre la marcha acerca de las muchas carencias del guion.

 

Si consideramos la vertiente de Ciencia Ficción, no podemos sino reconocer que ésta no es más que una excusa para encajar las escenas de acción que constituyen el principal fuerte del film. Luc Besson y Bibi Narceri recuperan el escenario conceptual de “1997: Rescate en Nueva York” (1981): por una parte, la existencia de una zona amurallada de la ciudad en cuyo interior las autoridades han renunciado a mantener la ley y el orden y donde vive la escoria más peligrosa de la sociedad; por otra, el envío de un operativo de élite que debe cumplir una misión vital en ese sector. (Besson volvería a reciclar las mismas ideas años después en otra película de CF, “MS1: Máxima Seguridad” (2012), ambientada en una prisión orbital).

 

Desde luego esta no es una película en la que nadie de los implicados haya puesto un mínimo cuidado en la verosimlitud de lo que ocurre. (ATENCION: SPOILERS). La conspiración de los políticos para detonar un arma de destrucción masiva en un barrio de la capital sin tener en cuenta que el artefacto podría acabar explotando fuera de esa zona, es absurda. Por no mencionar que han elegido un arma que no tiene activación o desactivación remota ni algún localizador que permita encontrarla en cualquier momento, lo que obliga a asumir la incertidumbre de enviar un operativo sobre el terreno para que la encuentre y detone.

 

En términos de trama, lo que se nos cuenta parece, más que un film de CF, uno bastante convencional de policías contra traficantes de droga. Aunque la acción transcurre en un futuro –suponemos que cercano-, el Distrito 13 tiene todo el aspecto de un barrio actual echado de perder en el que no ha cambiado nada desde que fue aislado del resto de la ciudad. Puede que la policía se haya retirado, los hospitales y escuelas hayan cerrado y las bandas campen a sus anchas, pero parece que la gente ordinaria sigue llevando sus vidas como si nada; no hay señales de que se haya producido un colapso social y un deslizamiento hacia la anarquía. Tampoco se hace ningún esfuerzo por responder preguntas legítimas que surgen de forma natural como: si la zona ha sido separada del resto del mundo por un muro, ¿cómo consiguen sus habitantes comida, agua, energía y otros suministros vitales? O, más importante para la trama, ¿cómo consigue Taha Ben-Mahmoud sus cargamentos de droga? Sabemos que la policía le teme y le deja hacer, pero hubiera costado poco introducir un par de líneas de diálogo revelando la existencia de sobornos, por ejemplo. ¿Y dónde están las mujeres? Aparte de algunas prostitutas, la hermana de Leito y una vecina anciana, se diría que el Distrito 13 está habitado sólo por machos alfa rebosantes de testosterona. No hay mujeres ni en las bandas, ni en la policía, ni siquiera figurando como la típica novia sufrida del gangster principal. 

 

Al menos y a diferencia de John Carpenter, Luc Besson y Bibi Narceri sí invierten algo de tiempo en reflexionar sobre las implicaciones políticas de la premisa: cómo la situación económica ha generado una guerra de clases en la que los vecinos de los suburbios más desfavorecidos son vistos por las élites como basura sólo digna del exterminio –una idea que ya había sido presentada en esa copia barata de “1997: Rescate en Nueva York” que fue “1990: Los Guerreros del Bronx” (1982). Por otra parte, muros como el que rodea el Distrito 13 han sido levantados en tiempos recientes y en base a argumentaciones parecidas relacionadas con la seguridad, tanto en los ghetos de Soweto durante la Sudáfrica del apartheid como en la Franja de Gaza o la frontera de Estados Unidos y México. Puede que en su momento hubiera parecido más “realista” ambientar la acción de la película en barrios estadounidenses como Harlem o South Central L.A., pero tal y como están las cosas en París desde hace unos años, la situación y el lugar descritos ya no parecen tan fuera de lugar.

 

Buena parte de la tensión dramática de la película proviene del clásico emparejamiento forzoso de personalidades opuestas. Por un lado, el capitán Damien Tomaso, que ha sido elegido por sus superiores no solo por sus extraordinarias capacidades físicas sino por haber recibido una educación de clase media que le ha provist de un idealismo y lealtad a prueba de la corrupción y tentaciones que le esperan en el Distrito 13. Damien, firme creyente en los valores sobre los que se levantó la república francesa, es incorruptible. Incorruptible, tal vez, pero no ciego. Su alianza con el apasionado Leito va a poner a prueba sus convicciones. Hay un momento en el que éste pronuncia un sólido discurso expresando con ira la injusticia de haber sido tratado como un criminal simplemente porque nació en ese barrio, algo a lo que Tomaso no puede responder. Y, sin embargo, en una sociedad privada de igualdad, fraternidad y libertad, ambos personajes consiguen forjar un vínculo de colaboración leal. No sin problemas y encontronazos, eso sí.

 

“Distrito 13” tuvo una secuela salvable, “Distrito 13: Ultimátum”, protagonizada otra vez por Cyril Raffaelli y David Belle y con Luc Besson de nuevo escribiendo y produciendo. Los norteamericanos hicieron su propia versión, “Brick Mansions. La Fortaleza” en 2014, sustituyendo a Cyril Raffaelli por Paul Walker pero conservando al espectacular David Belle en el mismo papel.

 

Una película, en fin, recomendable para los amantes del cine de acción hartos de CGI y que prefieran ver a humanos de verdad realizando excentricidades acrobáticas de primer nivel y poniendo en riesgo su propia seguridad. Es una película que no tiene pretensiones y a la que no debe pedirse nada más allá de pasar un buen rato. Así que no conviene esperar una trama elaborada, personajes inolvidables ni nada que se acerque a un hito en la historia del cine de CF, pero sí un producto entretenido, de metraje ajustado y narrado con un pulso imbatible que le ha permitido envejecer mejor que otras cintas contemporáneas.


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