Las películas japonesas de Godzilla conforman una de las series cinematográficas más longevas de todos los tiempos. Tanto es así, que la que ahora nos ocupa, “Godzilla Minus One”, es la entrega trigésimotercera y se estrenó poco antes del septuagésimo aniversario del primer film, “Godzilla” (1954).
La
película original era una historia de monstruos atómicos fuera de control, pero
conforme la productora Toho empezó a hacer una secuela tras otra y en un
intento de ofrecer algo diferente, llegaron a la idea de enfrentar a Godzilla
con otros monstruos de la casa. A partir de ese momento, la serie se redujo a
poco más que una sucesión de peleas bastante ridículas entre criaturas de goma al
tiempo que el tono se simplificó, mutando a Godzilla de engendro destructor a
superheroico defensor de Japón de la amenaza de otras criaturas colosales.
En
los 80, 90 y 00, hubo varios intentos de presentar a un Godzilla más, digamóslo
así, “realista”, oscilando su papel entre agresor y defensor. Otras compañías
japonesas se sumaron a la moda, sobre todo Daiei con la serie de Gamera, casi
tan longeva como la de Godzilla. En la década de los 90 y la segunda década del
presente siglo algunas productoras norteamericanas también presentaron sus
tratamientos del monstruo y, de hecho, “Godzilla Minus One” llegó cinco meses antes
de la última entrega del Monsterverso de Legendary Pictures/Warner Brothers:
“Godzilla y Kong: El Nuevo Imperio” (2024).
“Godzilla
Minus One” llegó tras un hiato de siete años desde el estreno de la película
anterior, “Shin Godzilla” (2016) (sin contar los films de animación: “Godzilla:
El Planeta de los Monstruos” (2017), “Godzilla: City on the Edge of Battle
(2018) y “Godzilla: The Planet Eater” (2018)). Parte de la razón para ese
dilatado intervalo podría ser alguna clausula de no competencia que permitió a
Warner Brothers lanzar su propio Monsterverso sin interferencias, serie que
hasta la fecha está compuesto por “Godzilla” (2014), “Godzilla: Rey de los
Monstruos” (2019), “Godzilla vs. Kong” (2021) y la mencionada “Godzilla y Kong:
El Nuevo Imperio”.
“Godzilla Minus One” está dirigida por Takashi Yamazaki, que previamente había firmado el film de CF “Jubunairu (Juvenil)” (2000); la cinta de viajes temporales “Returner” (2002); el remake en acción real de “Space Battleship Yamato” (2010) y un spinoff animado de la popular serie “Doraemon”, “Stand By Me Doraemon” (2014) además de otras películas no de género y adaptaciones de manga.
1945.
La Segunda Guerra Mundial toca a su fin. Japón está en las últimas, sus ciudades
arrasadas por las bombas incendiarias norteamericanas y su gobierno incapaz de
admitir que la derrota es ya una realidad. El piloto kamikaze Koichi Shikishima
(Ryunosuke Kamiki) aterriza su avión en una pequeña base de reparaciones del
Pacífico, Odo Island, asegurando que tiene una avería. El mecánico jefe, Sosaku
Tachibana (Munetaka Aoki) no encuentra ningún fallo mecánico en el avión y deduce
que Koichi no es capaz de acometer su misión suicida. Esa noche, Koichi es
testigo del ataque de un monstruo al que los nativos llaman Godzilla. Los
mecánicos le instan a disparar los cañones de su avión, que está estacionado en
la pista, contra la criatura, pero el miedo le paraliza y todo lo que puede
hacer es contemplar como mueren todos los mecánicos excepto Tachibana.
Koichi
regresa a la casa de sus padres en Tokio, ahora convertida, como todo el
barrio, en un amasijo de ruinas humeantes por los bombarbeos norteamericanos. Sus
padres han muerto, no hay dinero ni comida y su vecina Sumiko (Sakura Ando) le
recrimina su abandono del deber como kamikaze. Entonces, conoce a Noriko
(Minami Hamabe), cuyos padres también murieron en un incendio. La muchacha,
recién perdida su familia, se hace cargo de un bebe que le confió una mujer
moribunda y ahora tiene que alimentarlo. Ella y Koichi llegan a un acuerdo. Los
tres vivirán juntos, se ayudarán mutuamente en la obtención de comida y el
cuidado de la pequeña, Akiko. Aunque nunca se atreven a considerarse como una
auténtica familia, su dinámica es la misma. Por fin, empiezan a vivir de nuevo.
Para
mantener a esta inusual familia sólo posible en la situación de carestía de la
posguerra, Koichi termina aceptando un empleo peligroso a bordo de un barco de
pesca dedicado a hacer explotar las minas que aún existen a lo largo de la
costa. Durante una de estas salidas, él y la peculiar tripulación con la que
trabaja, contemplan una aparición de Godzilla, ahora mutado y con un tamaño aún
más grande. El monstruo elimina con su aliento atómico a unos navíos de la
Armada y cuando, más tarde, entra en Tokio, siembra el caos y la destrucción,
demostrando ser inmune a los ataques gracias a su capacidad de regeneración. Koichi
se une a un plan orquestado por militares y civiles para tratar de
detenerlo.
El
título de la película, “Godzilla Minus One”, remite claramente al comic de DC
“Batman: Año Uno” (1987) y los muchos tebeos protagonizados por otros superhéroes
que a partir de ahí contaron los primeros días de esos personajes y mostraban
el origen de ciertos elementos clave de sus mitos. Aunque en pantalla se citan
varios años, no se determina con exactitud la fecha exacta en la que transcurre
la acción de la película (en algún momento de finales de los años 40), por lo
que el espectador bien puede considerarla una versión alternativa del primer
ataque de Godzilla contra Tokio narrado en la cinta de 1954, o un antecedente
al mismo.
Takashi
Yamazaki homenajea algunos elementos de aquel film original –como la icónica
imagen de Godzilla cogiendo con la boca un tren- y el empleo del freón para
detener al monstruo no es muy diferente del destructor de oxígeno que se
utilizaba al final de aquél. A Godzilla también se le vincula más
explícitamente con las pruebas atómicas que la versión original de 1954,
insertando unas imágenes de los test en las Bikini de 1946 y mostrando un hongo
atómico cada vez que la criatura lanza su aliento radioactivo. No es el único
homenaje o, al menos, inspiración, porque en el curso de las dos horas y cinco
minutos que dura la película es fácil identificar guiños a “La Tumba de las
Luciérnagas” (1988), “Dunkerque” (2017) o “Tiburón” (1975).
Las
películas japonesas de monstruos no son precisamente conocidas por su trabajo
de caracterización. Las más de las veces, los actores no son más que, o bien
caras con las que mostrar el drama entre escena de destrucción masiva y escena
del monstruo sembrando el caos; o bien agentes del gobierno o militares
genéricos que se enfrentan a Godzilla mediante la burocracia o el poder bélico.
Sin embargo, y esta es la clave de su éxito, “Godzilla Minus One” opta por un
planteamiento diferente.
Tras
la secuencia de apertura en la isla del Pacífico, ya no volvemos a ver a
Godzilla durante unos cuarenta minutos, dedicándose la trama a contarnos la
conmovedora historia personal del regreso de Koichi Shikishima al hogar,
acogiendo a una joven y un bebé huérfano y fundando con ellos una familia que
trata de salir adelante en los duros tiempos de la posguerra. Vemos a un Japón
arrasado, sin aliados dispuestos a acudir en su ayuda, con una población
cansada y desilusionada, un gobierno ineficaz y unas fuerzas armadas desechas.
Todo el primer acto, un drama cotidiano de ambientación histórica, subraya la
fortaleza del espíritu humano mostrando cómo Koichi y sus vecinos reconstruyen
sus hogares y vidas a partir de los restos de una existencia anterior, al
principio desconfiando los unos de los otros a consecuencia del egoísmo que
suscita el hambre y otras necesidades, para ir poco a poco uniéndose y
fortaleciéndose mutuamente. Hay más tratamiento de personajes aquí que en todas
las otras películas de Godzilla juntas.
Pero lejos de ser sólo un segmento inspirador, hay también aquí una clara tensión subyacente sólo sentida por el espectador, que sabe que esta es una película de Godzilla. Estas gentes que se han ganado su admiración y simpatía, están invirtiendo sus esfuerzos en construir un castillo de naipes. Esa cercanía entre espectador y personajes convierte en mucho más aterradora la reaparición de Godzilla.
Además,
la pelicula incluye un sorprendente mensaje antibélico y prohumanista. Por
supuesto, tenemos esa predecible escena en la que un ingeniero experto en armas,
Noda (Hidetaka Yoshioka), traza un absurdo plan para acabar con
el monstruo y el jefe militar lo expone en una sala repleta de agotados
veteranos de guerra, todos víctimas de estrés postraumático, todos
desilusionados con su gobierno y casta militar, todos conscientes de que
habiendo regresado a sus casas tras años de guerra para encontrar una ciudad en
ruinas y empezado a reconstruir sus vidas, ahora se les pide que embarquen y se
lancen contra un enemigo imposible. Se les pide, no se les ordena, porque el
gobierno y las fuerzas armadas están desmantelados tras la guerra y no se
encuentran en condiciones de ordenar nada a nadie.
Algunos
se niegan y se marchan. Han tenido suficiente y no les quedan fuerzas. Pero
otros aceptan. Y no para salvar a la patria. Porque “Minus One” no es una
película sobre Japón como estado nacional que, dirigido por sabios y militares,
reacciona solidaria y conjuntamente contra la amenaza existencial que
representa Godzilla. No, es una historia sobre personas corrientes que,
convertidos en ciudadanos-soldados se enfrentan a una amenaza titánica y
aparentemente imbatible. Sí, puede que, como los kamikazes, la suya sea una
misión suicida, pero con tres diferencias fundamentales: primero, lo eligen
libremente; segundo, tienen una posibilidad de sobrevivir y hacerlo con honor;
y, tercero, lo hacen no inflamados de fanatismo patriótico sino para salvar a
ese círculo de seres queridos que cada uno ha ido conformando durante sus
vidas, aquellos a quienes se valora y por los decidimos luchar cuando todo
parece perdido.
Relacionada
con esto, hay otra idea central que también permea toda la historia y que es la
búsqueda del honor por parte de aquellos que lucharon en la guerra y
sobrevivieron. El protagonista, como he dicho, es un kamikaze que no sólo fue
incapaz de llevar a cabo su misión sino que no pudo salvar a sus compatriotas
del ataque de Godzilla en la isla. Da igual que esa misión suicida fuera
inútil, que no estuviera destinada a afectar en absoluto el curso de la guerra.
Koichi ha de afrontar la vergüenza de volver a casa y ser acusado de cobarde.
Este trauma lo irá arrastrando hasta el final de la película y dictará sus
actos en todo el último tercio de la misma. El muchacho que forma parte de la
tripulación del dragaminas recibe varias reprimendas por sus lamentos de no
haber podido participar en la contienda. Esto nos remite a otra película de
monstruos nipona que tenía un interesante arco de personaje: “Agente 04 del
Imperio Sumergido” (1963), dirigida por el mismo que el “Godzilla” original,
Ishiro Honda, y en el que el protagonista era el comandante de un submarino que,
para derrotar al monstruo, tenía que aprender a desprenderse de su mentalidad
nacionalista y militarista adquirida durante la Segunda Guerra Mundial.
“Godzilla
Minus One” –como, curiosamente, “Oppeheimer”, estrenada aquel mismo año-
utiliza el género al que pertenece para ayudar al espectador a comprender una
verdad quizá demasiado amplia y compleja como para asimilarla en su totalidad:
al inventar la bomba atómica y, con ella, abrir la puerta a la posibilidad de
una guerra nuclear, podríamos habernos condenado a la extinción. Mientras
nuestra civilización perviva, tendrá que lidiar con lo que sucedió al final de
la Segunda Guerra Mundial, víctima de una serie de desastrosas decisiones
tomadas por burócratas y políticos.
Como
era de esperar para una produccion moderna con cierto presupuesto, los efectos
especiales son sobresalientes. La sorpresa no fueron solo el Oscar que recibió en
esa categoría y los elogios generalizados que obtuvo (todo un logro tratándose
de una película de monstruos japonesa), sino lo comedido que Yamazaki se
muestra en su uso. Tras la presentación de un Godzilla de tamaño “moderado” en
la secuencia inicial –más o menos como un dinosario de dimensiones medias-, la
película lo margina por completo durante un buen rato en favor del drama
humano. Eso sí, cuando el monstruo regresa, lo hace a lo grande, con una
secuencia muy emocionante en la que persigue al dragaminas mientras éste va
dejando caer explosivos en su estela tratando de causarle daño; y luego el
ataque al destructor, incluyendo unos planos excelentes en los que Godzilla
dispara su aliento radioactivo contra el navío de guerra. Si “Shin Godzilla”,
el último film kaiju de la Toho casi diez años antes, presentó un monstruo casi
alienígena en su terror, el de “Minus One” está claramente enraizado en la
realidad nuclear de los 50.
Pero
la secuencia más espectacular, aquella en la que el monstruo hace que tiemble
la sala, es la destrucción del barrio tokiota de Ginza, donde coge entre sus
fauces el tren en el que viaja Noriko y ésta queda colgando en el vacío. A
continuación, lanza su aliento atómico generando una avalancha de escombros que
lo barre todo a su paso, ella incluida, en lo que constituye un momento
particularmente impactante y trágico (además de rememorar el bombardeo de
Hiroshima y Nagasaki). Comparado con esto, el clímax en el que un grupo de
destructores rodea a Godzilla y Koichi vuela hacia él pilotando un prototipo de
caza Shinden, parece incluso moderado.
El
diseño del monstruo es asimismo interesante: parece auténtico pero, al mismo
tiempo, ha conservado una estética, textura y estilización que la hace parecer
parte bestia parte hombre en un traje de goma remitiéndolo a sus primeras
encarnaciones de los 50 y 60. Mientras que la versión de Hollywood ha alcanzado
unos tamaños casi absurdos, la de esta película mantiene al monstruo dentro de
unos límites, suficientemente grande como para destrozar una ciudad con sus
movimientos pero no tanto como para empequeñecer todo lo que le rodea.
Y,
sin embargo y como he apuntado, nunca deja de ser una criatura aterradora y
aparentemente imparable. Godzilla puede ser una metáfora para muchas cosas,
pero aquí es básicamente un monstruo. No es un aliado de la Humanidad, no se ha
manifestado para salvarnos de Hedorah o MecaGodzilla. Es una bestia iracunda
con la que no se puede razonar y de la que no puede esperarse más que muerte y
destrucción.
De
igual forma que “Minus One” moldea con inteligencia tanto su elemento humano
como su monstruo, cuando llega el acto final en el que Koichi y la pequeña
comunidad que ha reunido en torno a sí y que hemos visto crecer y consolidarse a
lo largo de la película deben lanzar su última y desesperada ofensiva contra
Godzilla, el guion fusiona todas las hebras que ha ido mostrando para ofrecer
un clímax que evoca las películas clásicas de la serie: una historia épica de
melodrama y terror que ensalza la capacidad del espíritu humano para resistir,
alzarse, apoyarse mutuamente y sobrevivir.
Quizá
la única pega que se le pueda poner a la película sea su renuencia a llevar la
historia a sus últimas y lógicas consecuencias, por muy trágicas que éstas
sean. (ATENCIÓN: SPOILER) Así, Koichi, decidido por fin a recuperar su honor
completando su misión de kamikaze, vuelve a sobrevivir, como también otro
personaje al que ya se daba por muerto y que se recupera al final para concluir
de una forma artificialmente feliz la épica historia. Artificial, puede ser,
pero sí coherente con su espíritu y mensaje. Y es que, –en contraste con la
antes mencionada “Oppenheimer”- “Godzilla Minus One” elige la esperanza. Quizá
eso le reste seriedad y la haga
de menos a ojos de los críticos, pero el hombre
no solo necesita verdades sino inspiración y eso es lo que obtiene viendo a un
grupo de gente ordinaria que, frente a la muerte, escogen la vida uniendo sus
fuerzas no sólo para sobrevivir, sino para proteger a quienes aman. En este sentido,
“Godzilla Minus One” es una película menos retorcida y pretenciosa y con unos
personajes más simpáticos que “Oppenheimer”. Ojo, que esto no llame engaño: no
estamos ante una obra revolucionaria sino, “simplemente”, una buena película de
monstruos con mejores personajes de lo habitual en el subgénero,
Se
ha dicho de “Godzilla Minus One” que es el mejor film de toda la serie de
películas del monstruo. Como suele pasar con todas estas afirmaciones, puede
ser discutible. Para muchos, la cinta de 1954 sigue siendo la que ocupa el
puesto más alto del podio; otros prefieren, y no les faltan razones, a “Shin
Godzilla”. Y, aunque puede parecer herético, me atrevería a recuperar la
versión norteamericana de 2014 por su capacidad para transmitir auténtico
sentido de lo maravilloso ante la visión de una criatura inmensa que causa un
desastre cada vez que se gira en mitad de una ciudad.
Parte
reinicio parte precuela, “Godzilla Minus One” ofrece un trabajo técnico y
visual de primer orden, pero, en ultima instancia, no es película fagocitada
por el espectáculo del monstruo digital y la destrucción –también digital- que provoca.
El acierto de la cinta y lo que sin duda le ha granjeado tantas críticas
favorables, es el equilibrio que consigue entre lo humano y lo monstruoso, lo
doméstico y lo épico, lo cotidiano y lo extraordinario, utilizando, además, una
ambientación de época para articular de forma clara y explícita una serie de
mensajes de corte humanista insertos en una historia sobre proliferación
nuclear, el trauma de una nación vencida y arruinada dispuesta a vender a sus
hijos, gobiernos que utilizan a sus ciudadanos como carne de cañón y el
redescubrimiento del auténtico valor de la vida tras una larga y cruenta guerra
en la que aquélla fue tratada como prescindible por un gobierno indiferente al
sufrimiento de sus ciudadanos.
Hay
sentido de lo maravilloso, terror y suspense, sí, pero también y todavía con
más peso, emoción genuina inspirada por el drama humano de gente ordinaria que,
en momentos de extrema dificultad, es capaz de superarse y dar lo mejor de sí
mismos apoyándose los unos en los otros, ya sea para enfrentarse a un monstruo,
reconstruir una casa o cuidar de un bebé. “Godzilla Minus One” es, en fin, una
película realizada por gente que ama a esa venerable criatura, decide tomársela
en serio y actualizarla conservando lo esencial y sofisticando el conjunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario