“Terminator” (1984) fue una película seminal para la CF y un hito del cine de acción de los 80. Propulsó la carrera de James Cameron y les dio a sus dos protagonistas, Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger, los papeles con los que ya siempre serán identificados. Además, creó –o, más bien, revitalizó puesto que ya había precedentes, como el cowboy encarnado por Yul Brinner en “Almas de Metal”, 1973- el tropo de la imparable máquina asesina, una idea imitada hasta la saciedad durante la década siguiente. Cameron, Schwarzenegger y Hamilton volvieron a colaborar en “Terminator 2: El Día del Juicio Final” (1991), que comenzó siendo una película de mediano presupuesto para pasar a ser la más cara de su época. Pero fue dinero bien invertido, porque se convirtió en una de las cintas de acción más emocionantes y taquilleras de la década, por no hablar de la revolución que impulsó en los efectos visuales generados por ordenador.
Cameron
se desvinculó de la serie en ese punto y fueron ya otras manos las que tomaron
el timón para “Terminator 3: la Rebelión de las Máquinas” (2003) y “Terminator Salvation” (2009), ninguna de las cuales pudo compararse con el trabajo de
Cameron y, de hecho, más parecían ejercicios con los que averiguar hasta qué
punto podía imitarse a aquél. Más interesante fue, por su intento de encontrar un
camino propio y original, la televisiva “Las Crónicas de Sarah Connor” y, más
recientemente, la serie de animación, también para televisión, “Terminator Zero”
(2024-). Los derechos de la franquicia fueron adquiridos por Skydance, que
produjo “Terminator Génesis” (2015), quizá la peor entrega de toda la serie y
hoy considerada un fracaso a pesar de haber recaudado 440 millones de dólares
en todo el mundo.
Pocas
franquicias cinematográficas se han diversificado tanto como la de Terminator, tal
vez reflejando la propia obsesión de la serie por los viajes en el tiempo. “Terminator
3”, “Salvation” y “Génesis” intentaron cada una de ellas presentarse como la
secuela definitiva de “El Día del Juicio Final” solo para coincidir en haber
adoptado un enfoque erróneo. Era como ver a una sucesión de chefs intentar
torpemente replicar un plato emblemático. ¿Necesita una secuela de Terminator a
Sarah Connor? En caso afirmativo, ¿tiene ésta que ser ineludiblemente interpretada
por Linda Hamilton? ¿Es esencial Arnold Schwarzenegger para el éxito de la
película? ¿En qué medida? Las respuestas que diferentes guionistas y directores
dieron a todas estas preguntas han sido tan interesantes como frustrantes.
Sin
embargo, Skydance no se dio por vencida y decidió intentarlo una vez más con
una sexta entrega para la que contaban con un gancho que pensaron sería
imbatible: el regreso de James Cameron, esta vez coguionista y coproductor. Otro
nombre llamativo en los créditos es el del guionista David S.Goyer, quien había
firmado algunas de las películas más taquilleras de los últimos diez años,
incluyendo “Dark City” (1998), dos entregas de la trilogía de Blade (1998,
2002, la última, de 2004, la dirigió el mismo), la de Batman de Christopher
Nolan, “El Hombre de Acero” (2013), o “Batman vs Superman” (2016). Pero Cameron
y Goyer no fueron los únicos acreditados como guionistas, lo cual no es una
buena señal. El guion también incorporó las aportaciones de Billy Ray (“El
Color de la Noche”, “Volcano”, “Los Juegos del Hambre”, “Capitán Phillips”), Josh
Friedman, el cocreador de “Las Crónicas de Sarah Connor”; Justin Rhodes (sin
apenas currículo); y Charles H. Eglee (“Luz de Luna”, “Dark Angel”, “The
Shield”). El director elegido fue Tim Miller, aún fresco después del éxito de
“Deadpool” (2016).
Sarah Connor (Linda Hamilton) impidió que se materializara el futuro en el que Skynet sería creado y, eventualmente, dominara el mundo. Pero las cosas no tuvieron un final feliz para ella y su hijo. Unos años después, en 1998, en Guatemala, otro de los Terminators enviados al pasado por Skynet y que había continuado operativo, le disparó a John matándolo.
Veintidós
años después, en Ciudad de México, una joven, Grace (Mackenzie Davis), se
materializa no lejos de donde Dani Ramos (Natalia Reyes) se está besando con su
novio. Al día siguiente, un Rev-9 (Gabriel Luna), un Terminator de metal
líquido recubriendo un núcleo robótico, llega al presente en la misma ciudad, asesina
y toma la apariencia del padre de Dani y acude a su lugar de trabajo, una
fábrica de automóviles, para acabar con ella. Grace irrumpe y salva a Dani,
embarcándose a continuación en una espectacular y furiosa persecución por
carretera. Mientras tratan sin éxito de superar al Terminator, Grace le cuenta
a la joven que es una humana cibernéticamente mejorada que proviene del año
2042 y que tiene la misión de salvarla. Cuando todo parece perdido, interviene
una ya avejentada Sarah Connor que, por el momento, deja fuera de combate al
androide.
Más
tarde, Sarah y Grace le explican a Dani que, en el futuro, se convertirá en la
madre del líder de la resistencia contra la IA conocida como Legión. Sarah los
encontró gracias al último de una serie de mensajes que lleva recibiendo desde
hace años enviados por un misterioso benefactor y en los que le indican los
lugares y momentos a los que acudir para eliminar a los Terminator que aún siguen
llegando desde el futuro. Grace rastrea la fuente de esos mensajes hasta
Laredo, Texas, donde llegan tras cruzar ilegalmente la frontera con Estados
Unidos con el Terminator pisándoles los talones. Cuando dan con el lugar
exacto, Sarah sufre un shock al descubrir que su enigmático remitente no es
otro que el mismo Terminator (Arnold Schwarzenegger) que mató a John. Éste les
revela que, una vez finalizada su misión y ya sin directrices de Skynet, tomó
conciencia de sí mismo y adoptó una identidad, la de Carl, formando una
familia. Sabedor del peligro que todos ellos corren ahora, se despide de su
mujer e hijastro y acompaña a Sarah, Grace y Dani a la batalla final en la que
tratarán de detener al Rev-9.
Todas
las secuelas son inherentemente nostálgicas. Después de todo, el objetivo de un
producto tal es volver a atraer a un público que ya en su momento se sintió
cautivado por las películas anteriores de la serie. Las secuelas se construyen
en torno a la promesa de "más de lo mismo", por lo que no estoy
seguro de que sea justo criticarlas por ese motivo. Y esa, la nostalgia, es la
gran baza que a priori ofrecía “Terminator: Destino Oscuro”: no sólo el regreso
de James Cameron, sino también el de una Linda Hamilton de 63 años, que se
había retirado de la interpretación tiempo atrás; y el de Arnold Schwarzenegger,
que había aparecido de una u otra forma en todos los films de la serie excepto
uno. Pero era sobre todo la participación de Cameron lo que a los seguidores de
la franquicia les daba cierta garantia de que esta entrega iba a tener una
calidad superior a las últimas. Así que, aunque la nostalgia estuvo presente en
las tres películas precedentes de la franquicia, aquí se hace especialmente
patente.
Todas
las secuelas de “El Día del Juicio Final” invalidaron el final feliz que allí
se ganaron John y Sarah Connor. La premisa básica de la franquicia descansa en
unos robots asesinos que viajan hacia atrás en el tiempo desde un futuro
postapocalíptico, por lo que el punto de partida de cualquier secuela de
Terminator anula automáticamente la derrota de Skynet por parte de los Connor. Hay
algo increíblemente pesimista en todo esto y que, además, va en contra del
optimismo subyacente de “Terminator 2”.
Y
así, siguiendo esa ineludible ley, la escena de apertura de “Destino Oscuro”
presenta versiones digitalmente rejuvenecidas de Hamilton, Schwarzenegger y
Edward Furlong, captando inmediatamente la atención del espectador al hacer que
el robot asesine brutalmente a John Connor. Es como si nos estuvieran
asegurando que podemos olvidarnos de Emilia Clarke, Jason Clarke, Christian
Bale o Nick Stahl. El título de la película es una alusión a una frase de
“Terminator 2”: “No hay más destino que el
que nosotros mismos creamos”, unas palabras que se repiten literalmente
hacia el clímax de esta nueva película, aunque en un contexto ligeramente
inesperado. El propio cartel promocional anuncia “Bienvenidos al Día Después
del Juicio Final”, otra clara declaración de intenciones respecto a eliminar todo
lo que se hizo entre ambas películas.
A
partir de ese impactante comienzo, el argumento opta por ignorar todo lo que se
hizo después de “Terminator 2”, en especial la retorcida lógica temporal con
que nos habían afligido en “Génesis”. De hecho, establece una nueva cronología
que prescinde de Skynet e introduce un futuro –no demasiado distinto del que ya
conocíamos por las anteriores peliculas- en el que la humanidad está siendo
exterminada por una IA diferente a la que se denomina Legión. En fin, un mero
cambio cosmético que no afecta a la fórmula esencial sobre la que se han
construido casi todas las películas. Lo que sí cambia quizá es su tono.
Siendo
justos, hay que admitir que “Destino Oscuro” es bastante honesta con el sombrío
nihilismo que impregna su historia. La primera escena es una de las secuencias
iniciales más lúgubres en una secuela desde “Alien3” (1992), con un
significado irónico además, dado que el propio Cameron se había quejado de que
aquel arranque de la película de Fincher anuló gran parte de su trabajo en
“Aliens” (1986). “Destino Oscuro” asume que su mera existencia neutraliza el final
feliz de “Terminator 2” y se compromete plenamente con ello.
Tim
Miller introduce un ritmo frenético con la intensa secuencia de quince minutos
en la que Grace, tratando de salvar a Dani, huye y se enfrenta al Rev-9,
primero en una fábrica y luego en la autopista, conduciendo el Terminator un
camión que arrasa con todo aquello que se interpone en su camino. Estando bien
dirigida y siendo emocionante, Cameron ya ofreció algo similar en una
persecución del T-1000 por una autopista de Los Ángeles en “Terminator 2”, sin
duda, una de las secuencias de acción más espectaculares del cine de los años
90. Hay que admitir que Tim Miller, imitando a Cameron, consigue insuflar
todavía más furia y adrenalina, lo que se traduce en un mayor grado de
destrucción.
Esta
secuencia parece un buen augurio para el resto de “Destino Oscuro”. Los otros
momentos de acción fueron, aparentemente, los que James Cameron soñó a lo largo
de los años que permaneció alejado de la franquicia sin encontrar la película
adecuada para encajarlos. El problema es que el guion coloca la secuencia más
explosiva y emocionante al poco de empezar. Sí, la trama contiene otras como
esa en la que los protagonistas luchan contra el Rev-9 a bordo de un avión que
se desintegra en pleno vuelo, el Humvee aterrizando en una presa y yendo a
parar al fondo, el clímax final… pero todas son despliegues de efectos visuales
que atraviesan el ya muy bregado ojo del espectador sin dejar apenas huella. Es
probable que si hubiera sido Cameron quien dirigiera cualquiera de estas
secuencias, habría dejado boquiabierto al público, pero en manos de Tim Miller,
pasan mayormente desapercibidas en un género, el de acción y CF, en el que ya
se han visto cosas todavía más espectaculares.
Habida cuenta de que el film presume de tener como guionistas a Cameron y Goyer –que también figuran acreditados como productores- el libreto es sorprendentemente conservador, incluso soso. De hecho, ya lo comentaba antes, no hace sino recrear la fórmula básica de la franquicia y recalentar lo ya visto en “Terminator 2” limitándose a introducir unas diferencias mínimas.
Y
es que “Destino Oscuro” hace más que que borrar todo lo realizado en la
franquicia cinematográfica entre 1992 y 2019: bebe directamente y a grandes
tragos de “El Día del Juicio Final”. De forma deliberada y más allá de la
fórmula argumental básica, asume la misma imaginería, tanto que a veces parece
un facsímil. Los logotipos corporativos que abren la película se intercalan con
imágenes del testimonio grabado de Sarah Connor en “Terminator 2”, dando paso a
la escena inicial en la que robots asesinos avanzan por un futuro apocalíptico aplastando
cráneos humanos bajo sus pies. Las escenas finales ofrecen una repetición de la
memorable pesadilla nuclear de Sarah Connor. Hay veces que se diría que los
guionistas tenían una checklist con elementos clásicos de la saga que debían ir
integrando en la trama. Así, escuchamos frases como “Volveré…”; o variaciones
de otras clásicas como “Ven conmigo si no quieres morir en los próximos treinta
segundos”. Tenemos a una Sarah Connor dura y cínica que, eso sí, no esconde su
edad y da la im
presión de que no ha parado de beber desde 1991; tenemos una
víctima potencial del Terminator que ignora su importancia para el futuro de la
resistencia humana; tenemos a un T-800 que ha desarrollado consciencia y se
comporta como una amable figura paternal; tenemos persecuciones en autopista y
escenas de acción con helicópteros; tenemos incluso un clímax en el que héroes
y villano libran su duelo final en una planta industrial (en este caso, una
presa); y tenemos el necesario sacrificio final del Terminator “bueno” para
acabar con el “malo”. Esto hace cuestionarse si “Destino Oscuro” es tanto una
secuela de “El Día del Juicio Final” como un remake.
Hasta
cierto punto, parece la culminación lógica de los prolongados esfuerzos por
producir una secuela medianamente coherente y exitosa de “Terminator 2”. No
parecía ya tener demasiado sentido continuar la historia después de lo narrado
en “La Rebelión de las Máquinas” y “Salvación”, así que “Destino Oscuro” elige
rehacerla. Cuando le preguntan a Sarah por qué lo arriesga todo para proteger
al último objetivo de las máquinas asesinas, responde: "Porque yo fui
ella". Y cuando descubre cuál será el papel de Dani en el futuro,
reconoce: "Ella es John".
Por
supuesto, como he dicho, se introducen varias diferencias meramente superficiales
con la película de Cameron. Desde que éste presentara al T-1000 construido con
metal líquido, cada una de las secuelas había ido presentando nuevas ideas o
capacidades para el Terminator de turno. Aunque habíamos visto algunos giros
originales sobre el concepto de partida, ninguno causó el impacto ni transmitió
la sensación de amenaza del T-1000. El Rev-9 no es una excepción a lo que ya se
había convertido en una norma y su única aportación es contar con un
recubrimiento de metal líquido que puede separarse del esqueleto metálico
básico, algo que, de hecho, parece un paso intermedio entre el T-800 y el
T-1000. Por otra parte, Skynet se ha convertido en Legión. Y la protectora
enviada desde el futuro ya no es ni una máquina ni un androide, sino una
combinación de ambos. Más allá de eso, la estructura de la película no
sorprenderá a nadie que haya seguido la evolución de la franquicia desde su
origen.
Esto
no es del todo negativo. Después de todo, por algún motivo fue “El Día del
Juicio Final” uno de los éxitos de taquilla que definieron los 90. Aunque los
intentos de intensificar el espectáculo visual tienen el efecto de adormecer al
público en lugar de emocionarlo, sí da la sensación de que, al menos en parte,
“Destino Oscuro” comprende alguna de las razones por las que “Terminator 2” funcionó
tan bien. No fue casualidad que en la cinta de Cameron el androide asesino
vistiera el uniforme del Departamento de Policía de Los Ángeles mientras se
lanzaba a una orgía de violencia desenfrenada. Unos meses después del estreno
de la película, en abril de 1992, estallaron unos graves disturbios en el
centro-sur de Los Ángeles después de que un jurado absolviera a cuatro agentes
del Departamento de Policía acusados de uso excesivo de la fuerza en la
detención y paliza del taxista de raza negra Rodney King. Cameron volvería
sobre un escenario similar en el guion de la película “Días Extraños” (1995).
“Destino
Oscuro” replica el mismo enfoque al presentar a su Rev-9 como un agente de la
patrulla fronteriza. Resulta interesante que, en el momento de la producción de
la pelicula, durante la presidencia de Trump y con el racismo que propició el
movimiento “We Build the Wall” bullendo con especial intensidad, la decisión de
ambientar buena parte de la acción en México pudiera interpretarse como una
toma de postura ideológica (aunque la mayoría del rodaje se hizo en España con
actores españoles; Natalia Reyes es colombiana; el único actor mexicano es
Diego Boneta, que interpreta al padre de Dani; Gabriel Luna, por su parte, es
nacido en Estados Unidos de ascendencia mexicana). En un momento determinado de
la trama, los personajes deciden que, para salvar la vida, necesitan cruzar
clandestinamente la frontera hacia Estados Unidos; y en un acto de rebeldía, cuando
se encuentran retenidos en las instalaciones de la policía de fronteras
estadounidense, liberan a todos los detenidos y se fugan aprovechando el caos
subsiguiente. Y, sobre todo, quien será en el futuro la líder de la revolución
contra las
máquinas y salvadora de la Humanidad, fue en su juventud una inmigrante
ilegal en los Estados Unidos.
Por supuesto, no debe buscarse aquí un agudo y sutil comentario político. “Destino Oscuro” no es una condena a la política fronteriza de los Estados Unidos, del mismo modo que “Terminator 2” no lo fue del racismo institucional del Departamento de Policía de Los Ángeles. Sin embargo, no tiene reparos al mostrar el miedo y la brutalidad que sufren los inmigrantes ilegales y, al menos y aunque de forma pasiva, se atreve a integrar esta detestable situación en el marco del entretenimiento popular.
En
el mismo sentido, “Destino Oscuro” bebe del feminismo ya establecido en la
franquicia y dobla la apuesta. James Cameron es uno de los directores más influyentes
de los últimos cuarenta años y uno de los responsables de redefinir el género
de acción presentando heroínas fuertes y carismáticas como Sarah Connor y Ellen
Ripley. “Destino Oscuro” refleja el zeitgeist contemporáneo y apoya su historia
sobre los hombros de tres mujeres, dejando a Arnold Schwarzenegger relegado a
un papel secundario. Lo que no consigue es que resalten y dejen la huella de
Connor en “Terminator 2” o Ripley en “Aliens”.
Uno
de los principales aciertos de la película es la elección de la actriz
Mackenzie Davis para encarnar a la guerrera del futuro con la misión de
proteger al objetivo del Terminator. Parece una versión más joven, esbelta y alta
de Linda Hamilton y su desempeño físico en las escenas de acción es muy
notable. Sus grandes ojos, belleza un tanto andrógina y cuerpo bien tonificado,
ayudan a transmitir la sensación de encontrarse permanentemente en continua
tensión, lista para entrar en acción en cualquier momento.
Natalia
Reyes viene a desempeñar el papel de Linda Hamilton en la primera película (o
el de Edward Furlong en la segunda). Pero Reyes es una actriz mucho más
expresiva que Hamilton y demuestra ser capaz de superar las ocasionales
sobreactuaciones de Hamilton en “Terminator”. Es una joven moderna, decidida,
valiente, capaz de sobreponerse a la confusión y el miedo de la situación e
inspirar a quienes la rodean. El problema es que el guión, después de
convertirla en la salvadora del futuro (no será su hijo sino ella misma quien se
convertirá en comandante y fundadora de la Resistencia), no le da luego absolutamente
nada que hacer, dejando que todo el peso de la acción recaiga sobre Mackenzie
Davis, Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger.
En
uno de los momentos más sutilmente ingeniosos de la película, la historia se
detiene un momento para reconocer el sexismo inherente en el Terminator
original. Cuando Dani se entera de que una máquina del futuro la quiere muerta,
Sarah explica su propia frustración por ser "la madre del mesías". No
eres tú, explica Sarah, "es tu útero". Esto subraya el cinismo del
enfoque adoptado por el primer “Terminator” al presentar a Sarah como una mera
damisela en apuros; un enfoque que Cameron prefirió luego corregir en la
secuela, convirtiendo a Sarah en una heroína de acción por derecho propio. Con
todo, es de alabar que “Destino Oscuro” mencione y admita explícitamente esa
injusticia para con los personajes femeninos de la época.
Otra
de las decepciones de “Destino Oscuro” es la reaparición del icónico Arnold
Schwarzenegger, cuyo papel aquí parece superfluo. La conversación en la que
T-800/Carl narra cómo adoptó una identidad y comportamiento humanos tras
completar su misión original es sorprendentemente trivial habida cuenta de que
se trata del salto aparentemente espontáneo de robot asesino sin emociones a
ser artificial autoconsciente con la capacidad de pensar y establecer y
ajustarse a un código moral. Igualmente casual e inverosímil es la escena en la
que explica su conocimiento de los eventos futuros en base a unas “ondas”
temporales, algo imposible dado que él no provenía del futuro de Legión y el
Rev-9. Los mejores momentos de Schwarzenegger son esas líneas de diálogo en las
que, con total seriedad, subraya la eficiencia de alimentar a los bebés con
biberón y habla de su trabajo como comerciante textil.
Pero
es que también aquí “Destino Oscuro” parece replicar algo ya visto o apuntado
en “Terminator 2”. En ésta, el T-800 había sido reprogramado y daba sus
primeros pasos hacia la conversión en algo más cercano a un humano bajo las
enseñanzas de John Connor. Aunque los androides de las dos películas son
técnicamente unidades diferentes de un mismo modelo, su tratamiento es
equivalente y los arcos de ambos se mueven en la misma dirección.
Este
es un problema aún mayor para el personaje de Sarah Connor. Gran parte de la
tensión de “El Día del Juicio Final” dimanaba de la justificada desconfianza
que sentía ella hacia el T-800, basada en sus propias y traumáticas
experiencias con otra unidad. Sin embargo, a lo largo de esa película, llegó a
confiar en él e incluso respetarlo. “Destino Oscuro” retoma ese mismo arco aunque
con un tinte más cínico. Una vez más, Sarah demuestra su hostilidad hacia el
androide y, una vez más, amenaza con destruirlo en cuanto haya pasado la crisis
en curso. De nuevo, todo resulta muy familiar.
En
retrospectiva, casi es más honesta la forma en que “Terminator: Génesis” se
apropió de la historia narrada por Cameron en sus dos películas para
reescribirla a continuación. A su fallida manera, parecía un reconocimiento de
las realidades del cine moderno, un intento desesperado e inútil de recrear y
reproducir éxitos pasados ofreciendo al público imitaciones sin vida en lugar
de algo nuevo y vibrante. Fue uno de los peores éxitos de taquilla de la última
década, pero al menos no trató de engañar a nadie.
“Destino
Oscuro” es un ejercicio con igual carga de cinismo, pero ejecutado con mucha
más pericia. Está lastrada por demasiados elementos mal integrados: los
flashbacks de Grace en el futuro apocalíptico son mayormente innecesarios; y
Sarah y el T-800 parecen gorrones no invitados en la historia de otro; ciertos
momentos cómicos son en exceso bobos y exagerados, en línea con el tono irónico
de las franquicias modernas en lugar del enfoque más realista de las primeras
películas; cuando las escenas de acción se ahogan en un océano de imágenes
generadas por ordenador, es inevitable añorar los contundentes efectos
prácticos de “Terminator” y “Terminator 2”.
Con
todo y con eso, la película está realizada de una manera limpia y sin
pretensiones, lo que ya es suficiente para elevarla por encima de sus
inmediatas predecesoras. Es agradable ver de nuevo a Linda Hamilton aun cuando
su personaje sea mayormente superfluo. Arnold Schwarzenegger claramente se divierte
interpretando a un androide domesticado a pesar de que la historia tenga dificultades
para reconciliar esta versión amistosa con su antigua “identidad” de imparable
máquina de matar. Mackenzie Davis aporta frescura y energía. Y Tim Miller no se
pega en ningún momento un tiro en el pie, arriesgando poco y obteniendo a
cambio una película sin un estilo definido de dirección.
¿Es
“Terminator: Destino Oscuro” una mala película? No. ¿Es una película necesaria?
Tampoco, aunque sí pueda considerársela como el segundo mejor de los cuatro
intentos que se han hecho de continuar la saga. Puede atribuírsele un éxito
moderado como historia en sí misma y como continuación de una de las series
cinematográficas más queridas de todos los tiempos. Dice mucho más sobre la
franquicia en general que sobre “Destino Oscuro” en particular que se trate de una
de las mejores continuaciones de “Terminator 2”. Es una película hija de la era
del Universo Cinematográfico Marvel, un éxito de taquilla cocinado por seis
guionistas para servirle al espectador un plato que han comido ya muchas veces
antes. Es más de lo mismo pero presentado con la suficiente pátina de ironía y
complicidad como para esquivar la presuntuosidad, un producto que sacrifica la
potencial brillantez por la segura eficacia en aras de evitar el riesgo
financiero y la humillación de las redes sociales.
“Destino Oscuro” aspira tan sólo a ser una película de Terminator entretenida y eficaz. En este aspecto, triunfa, aunque la cortedad de su ambición le impida ser algo más y mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario