Hace ya mucho tiempo que los zombis no son ese subgénero minoritario reverenciado por los seguidores de George A.Romero, sino un auténtico fenómeno de la cultura popular. Cada semana aparecen nuevas novelas o se estrenan películas o series sobre zombis y aunque de unos años a esta parte se han ido probando nuevas iteraciones, en 2013, cuando apareció la película que ahora nos ocupa, la mayor parte de las producciones de este subgénero ya habían acostumbrado al aficionado a los estallidos zombis, con los muertos salvajes corriendo descontrolados tras despavoridos humanos en un entorno de caos y destrucción masivos. Este tipo de ficciones tratan de impresionar al espectador desplegando imágenes de carne putrefacta, babas nauseabundas, vísceras, matanzas sangrientas y tantos zombis como sea posible.
No es el caso de “Retornados”, coproducción hispano-canadiense estrenada en el Festival de Sitges, en la que el guionista Hatem Khraiche y el director Manuel Carballo aceleran toda esa etapa de muerte y desolación para llegar a una fase que la mayoría de los cineastas no quieren o se atreven a explorar: la recuperación. El grueso de las historias de zombis se centran en la acción, en los supervivientes que tratan de abrirse paso a través del apocalipsis. Pero, ¿qué ocurre después de que los gobiernos se hacen otra vez con las riendas de la situación y fabrican una vacuna que sana a los recién infectados? Eso es lo que nos cuenta “Retornados” que bien podría haberse integrado en la saga zombie de Danny Boyle con el título “28 Años Después”.
La premisa de partida es poco original: el mundo sufre una pandemia viral que transforma a los contagiados en zombis asesinos sin mente. Pero esa etapa se sintetiza en tan sólo una rápida escena. El resto de la historia transcurre bastante tiempo después de esa crisis, cuando la situación sanitaria ya se ha controlado. Los científicos consiguieron extraer de la primera generación de infectados una proteína que, inyectada a individuos recientemente contagiados, impiden que sucumban al virus y lo bloquea. Estas personas son conocidas como Retornados.
La película nos cuenta la historia de Alex (Kris Holden-Ried), un profesor de música, y su pareja, Kate (Emily Hampshire), que es doctora en el ala de Retornados de un hospital de Toronto, en la que se “cura” a los infectados hasta que pueden reintegrarse en la sociedad con normalidad. Kate se vuelca con pasión en su trabajo, aunque cada vez está más cansada de defenderlo ante las críticas de ciertos sectores. Tampoco es que su único interés sea el cumplimiento del juramento hipocrático. Y es que Alex es un Retornado, aunque no ha revelado su condición ni a sus alumnos ni a sus amigos más íntimos. En tanto en cuanto pueda inyectarse diariamente su dosis de proteína, el virus permanecerá inactivo y él seguirá su vida normal. Ambos son felices y se aman y a Kate no le importa que su novio porte un virus que, si se activa, le impelerá a devorarla. Por eso y en previsión de una posible interrupción del suministro, Kate va almacenando en casa dosis de vacuna que obtiene ilegalmente de una enfermera corrupta del hospital.
Fuera de su hogar la situación es más complicada. Una parte de la sociedad teme y rechaza a los Retornados. Dado que no se puede erradicar ni curar el virus, solamente mantenerlo a raya, cada Retornado es un portador potencialmente explosivo. Si uno de ellos olvida tomar su medicación, el virus se activará y, probablemente, se producirá otro estallido zombi. Ese miedo es lo que lleva a ciertos sectores a ver a los Retornados como bombas de relojería, abogando por su erradicación física o, menos radical pero también muy preocupante, aislamiento en campos vigilados.
El problema es que el temor de estos grupos está justificado. La proteína utilizada en las inyecciones sólo puede extraerse de individuos ya infectados. Dado que el sistema sanitario ha sido tan eficaz a la hora de detener la expansión del virus, la fuente de esa proteína ha ido desapareciendo paulatinamente y la reserva de inyecciones desciende ahora con rapidez. Por el momento, los científicos no son capaces de sintetizar una proteína artificial con los mismos efectos, por lo que el tiempo para Alex –y para otros miles de personas en su misma situación- puede estar contado.
Conforme las reservas y el tiempo se agotan, la situación social se deteriora y Alex y Kate inician una huída de los militares, que están internando a la fuerza a los Retornados en centros donde mantenerlos controlados hasta que, o bien se halle la proteína sintética o bien reviertan a su estado zombi y los tengan que liquidar. Esa evasión va a poner a prueba amistades y relaciones en un momento en el que el destino de la especie vuelve a estar en juego. Kate, en una carrera contra reloj, luchará por encontrar más vacunas que prolonguen la vida de Alex, recurriendo al mercado negro y entrando en conflicto con su ética profesional.
El género al que pertenece “Retornados” está abierto a debate. Claramente, no es una típica película zombie y tampoco provoca terror en el espectador. Es más bien un thriller psicológico que plantea una premisa inusual para luego explorar cómo le afecta a una pareja de amantes y cómo, conforme la situación global se deteriora y aumenta el peligro para la vida de ambos, se ven obligados a tomar difíciles decisiones emocionales y éticas, incrementándose la tensión y el suspense. No es, por tanto, una película de efectos visuales y giros sorpresa (aunque el triple final abusa de esto último) como de caracterización y atmósfera.
“Retornados”, siendo consciente de sus limitaciones, sabe sacar provecho de las mismas. No es una película ambiciosa en cuanto a escala y no vamos a encontrar aquí sobrecogedoras escenas apocalípticas ni personajes consumidos por la desesperación y las privaciones deambulando por paisajes dominados por la ruina de la civilización. No, la vida en la gran ciudad donde se ambienta la acción sigue su curso normal, la gente va a trabajar, cena con los amigos, acude a clases… Pero pronto empiezan a manifestarse las tensiones subyacentes, de las que tomamos conciencia cuando irrumpen en la vida cotidiana de la pareja protagonista. Es a través de las experiencias de Alex y Kate en sus trabajos, charlando con sus colegas o amigos o viendo los noticiarios, que el espectador completa el gran puzzle de lo que está ocurriendo más allá de su relación: los prejuicios y el odio, los comentarios preocupados o insidiosos, las miradas y silencios, los asesinatos de enfermos del virus, las pancartas, manifestaciones y grafittis…
Hay, eso sí, un par de escenas “sangrientas” resueltas con una fotografía saturada y un movimiento de cámara muy dinámico –que dan sensación de urgencia y caos al tiempo que camuflan las limitaciones de presupuesto en maquillaje y efectos-, especialmente la que abre la película, en la que el espectador obtiene una sensación clara del impacto que tuvo la plaga zombi tanto para la humanidad como para la vida de Kate.
“Retornados” prescinde de los alardes técnicos y visuales parar recuperar el carácter de crítica político-social que habían tenido los films de Romero antes de que el subgénero derivara hacia el blockbuster. De nuevo, los zombis son algo más que cuerpos podridos sedientos de sangre. El guionista de la película bien podría haber sustituido el virus zombi por cualquier otro tipo de enfermedad, condición religiosa, étnica o social que suponga algún tipo de desigualdad, real o imaginaria. Dado que ya no estamos en los 80 y el cáncer y el sida pueden ser al menos tratados médicamente, el subtexto ya no hace tanto referencia a una dolencia claramente identificable como al problema de la accesibilidad a los medicamentos por parte de aquellos que los necesitan. . Los personajes más detestables de la película parecen estar motivados por una ideología reaccionaria que insta al gobierno a dejar de proteger a los más desfavorecidos.
En su fondo y forma, “Retornados” es un thriller de corte psicológico y sociológico sobre cómo tratamos al prójimo en una situación de crisis. Algunos, como Kate, encuentran lo mejor de sí mismos y lo afrontan con generosidad y coraje mientras que otros, como los personajes de Jacob (Shawn Doyle) y Amber (Claudia Bassols), optan por el egoísmo y la supervivencia a toda costa, aunque sea perjudicando a quienes antaño consideraron íntimos. Como suele ser habitual en ficciones posmodernas de terror, aquí el monstruo no son los zombis, por mucho que constituyan un peligro real. A su manera, son como animales salvajes o algún otro fenómeno natural incontrolable. Los auténticos villanos son los humanos, o, al menos, algunos de ellos
Emily Hampshire hace un buen trabajo dando vida a un personaje dividido entre lo que es correcto y lo que su amante necesita (que pasa por hurtar para él dosis que podrían salvar la vida de otras personas). Lo mismo puede decirse de Ried, cuyo personaje es alguien sencillo y honesto que sólo parece feliz junto a Kate. Ambos transmiten la tensión de la situación que les toca vivir y es de agradecer que opten por la contención y la naturalidad interpretativa en lugar de recurrir a los excesos tan frecuentes en el cine de terror.
El principal problema de la película reside en su final (ATENCIÓN: SPOILER), que no solamente es predecible sino que encaja dos giros consecutivos con los que intenta sorprender al espectador. Uno de ellos, que recuerda demasiado al de “La Niebla” (2007), puede que impacte a los espectadores menos familiarizados con el cine de terror, pero a los más veteranos les dejará insatisfechos. La lucha que libran Alex y Kate tiene más que ver con el amor que con la mera supervivencia y el primero de los finales es el que resulta verdaderamente conmovedor por la sensación de pérdida que transmite. Por eso, cuando el guion extiende artificialmente la escena para ofrecer una revelación impactante, la impresión que se tiene es de ensañamiento injusto con el personaje de Kate. Como sabemos todos los aficionados al género fantacientífico, muchas veces “menos es más” y en ocasiones es preferible dejar que la mente del espectador tenga libertad para navegar por sí sola y alcanzar la conclusión que desee. (FIN SPOILER)
Dejando aparte la cuestión del desenlace, hay que destacar que los creadores de “Retornados” encontraran la forma de darle algo más de sustancia a un subgénero muy trillado del que parecía haberse dicho ya todo. No es, eso sí, un producto recomendable para cualquier amante del subgénero dado que es una película de zombis… sin zombis. Cualquiera que se siente a ver “Retornados” esperando encontrar una dosis de ultraviolencia o el alivio moderadamente cómico que puede aportar una serie B, se va a sentir decepcionado. Pero a cambio, la película ofrece una historia al tiempo intensa y contenida sobre aquellos que se sienten atrapados entre dos mundos y, al mismo tiempo, rechazados por ambos. Quien aprecie el valor de una película modesta de suspense psicológico con gotas de terror, técnicamente modesta y quizá algo predecible pero eficaz en la consecución de sus objetivos y con un comentario social subyacente, probablemente encontrará aquí un visionado entretenido y con alimento para el debate.
Aquel mismo año, la BBC estrenó una miniserie televisiva, “En Carne Viva”, edificada exactamente sobre la misma premisa. Me remito al comentario que hice de ella en este mismo blog, pero baste decir aquí que, por razones obvias de formato, la teleserie pudo desarrollar más los personajes, ampliar el reparto e introducir más temas, centrando, eso sí, su alegoría en la discriminación que sufren los gays en comunidades pequeñas y tradicionales.
Los párrafos 3 al 7 están escritos en color negro, debe ser un error que se te pasó. 😉
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