Alfred Elton van Vogt es uno de los autores más injustamente olvidados de la Edad de Oro de la ciencia ficción norteamericana a pesar de que se le ha calificado incluso de ser “para la ciencia ficción canadiense lo que H.G.Wells fue para la británica o Julio Verne para la francesa”. Fue uno de los escritores más prolíficos de la Edad de Oro, firmando muchísimos cuentos y casi 40 novelas entre 1946 y 1985, incluyendo clásicos como “Slan” (1946), “El Mundo de losNo-A” (1948) o “Las Armerías de Isher” (1951).
Por
desgracia, cuando empezó a involucrarse en la Dianética de L.Ron Hubbard y JohnW.Campbell (que luego derivaría hacia la Cienciología) a partir de 1950, su
producción decayó muchísimo. Invirtió tanta energía y tiempo en esa entonces
nueva pseudociencia que para cuando regresó a la CF diez años después, había
perdido su puesto. El género había evolucionado, sofisticándose en fondo y
forma y dejando atrás las raíces pulp de las que había bebido él en los años 40.
Los practicantes y defensores de la Nueva Ola renegaban activamente de la vieja
escuela. Pero lo cierto es que, aunque su nombre no se mencione demasiado hoy
día, van Vogt tuvo un impacto considerable tanto en la ciencia ficción como en
la fantasía gracias a unas historias cuya imaginación rivalizaba con la de los
otros grandes popes contemporáneos del género, como Asimov, Clarke o Heinlein.
En 1995, a los 83 años, recibió el nombramiento de Gran Maestro de la Ciencia
Ficción.
Una de
sus obras más reivindicables es “El Viaje del Beagle Espacial”, una historia
clásica de exploración en la que la nave del título (que toma su nombre del
navío en el que viajó Charles Darwin en el siglo XIX durante la expedición
científica que le llevaría a enunciar su Teoría de la Evolución tras el descubrimiento
de muchas especies nuevas), tripulada por un amplio grupo de científicos y
militares, se adentra en las profundidades del espacio y toma contacto con
diversas formas de vida, cada una de ellas más extraña y peligrosa que la
anterior.
En realidad, aunque apareció en formato de novela en 1950, esta obra es una recopilación de cuatro cuentos publicados por van Vogt en los años anteriores y modificados ligeramente para la ocasión con el fin de añadir un sentido de la coherencia y continuidad.
El
primero de ellos es “El Destructor Negro”, que ocupó la portada de la revista
pulp “Astounding Science Fiction”, la cabecera estrella del género en la Edad
de Oro, en su número de julio de 1939. Esta historia conforma los capítulos 1
al 6 de la novela en ellos, el Beagle aterriza en un remoto planeta donde
encuentran las ruinas de una antaño próspera civilización. Las únicas formas de
vida parecen ser una especie herbívora y otra depredadora que recuerda a un
gran felino con tentáculos. Uno de estos últimos, que tiene inteligencia pese a
que los humanos no la detectan inicialmente, es Coeurl, que se alimenta del Id
de los vivos (su potasio) y que, consciente de que la progresiva desaparición
de sus presas y congéneres terminará por privarle por completo de alimento,
decide escapar del planeta a bordo de la nave. Los humanos, creyéndolo
inofensivo, le permiten el acceso sólo para verse luego cazados uno a uno por
la criatura, que pretende asumir el control de la nave para viajar hasta otro
planeta con más alimento para él. Científicos y militares deben encontrar
alguna forma de engañar a Coeurl y, o matarlo o expulsarlo al vacío.
Aunque
esta novela es en realidad, como ya dije, una amalgama de cuatro cuentos,
necesita un protagonista que actúe de nexo común a todos ellos. Y ese papel lo
asume Elliot Grosvenor, el único científico nexialista a bordo y sobre cuyos
hombros acabará recayendo la tarea de salvar a la nave y sus compañeros de los
diferentes alienígenas que irán encontrando en su viaje.
¿Y en
qué consiste exactamente esta nueva ciencia del Nexialismo? El capitulo 7 entra
en algo más de detalle al respecto: “El
nexialismo es la ciencia de unir ordenadamente el conocimiento de una
especialidad con el de otras especialidades. Brinda técnicas para acelerar los
procesos de absorción de conocimiento y usar efectivamente lo que
se ha aprendido”.
Básicamente, se trataría de una versión flexible y liberal de la Ciencia en un
futuro en el que los científicos han reducido extraordinariamente su área de
conocimientos, perdiendo contacto con el resto de disciplinas. Así, por
ejemplo, los químicos sólo piensan en términos de química, pero aplicando el Nexialismo,
podrían enriquecer su perspectiva con principios tomados de las matemáticas, la
historia o la geología; mientras que un biólogo podría recomendar la disección
del espécimen de un peligroso animal alienígena para descubrir todo lo posible
de su organismo y adquirir conocimientos que permitan enfrentarse a una amenaza
potencial, un nexialista podría sugerir dejarlo libre para estudiar su
comportamiento.
Aparentemente, van Vogt imaginaba un futuro en manos de científicos egoístas, cortos de miras y mezquinos, porque la nave está trufada de rencillas y politiqueos entre los diferentes departamentos. El autor no profundiza demasiado en lo que es y puede hacer el Nexialismo, probablemente porque ni él mismo lo sabía muy bien. Se refiere a él como la “ciencia del futuro” e incorpora técnicas poco ortodoxas como la hipnosis no sólo para memorizar conocimientos sino para influir en el prójimo.
“El
Destructor Negro”, la primera historia de CF que publicó van Vogt, lo catapultó
inmediatamente a la vanguardia de los escritores de CF. De hecho, aquel número
de “Astounding” está considerado como el inicio de la Edad de Oro de la CF y,
además de su cuento, incluía textos de C.L.Moore, Nat Schachner, Nelson S.Bond
y el debut de un joven Asimov. Pero de todas esas contribuciones, la de van
Vogt fue sin duda la mejor.
Los capítulos 9 y 12 corresponden al cuento “Guerra de Nervios”, publicado en el número de mayo de 1950 de la revista “Other Worlds”. En él, la nave es atacada telepáticamente por una especie alienígena semejante a las aves, capaz de transmitir a mucha distancia ondas mentales que enloquecen a los tripulantes. Así, las enemistades y animadversiones que se habían mantenido bajo la habitual capa de civilización, afloran violentamente y la tripulación se divide en facciones que luchan por el dominio de la nave. El adiestramiento que Grosvenor había recibido en hipnosis y control mental como parte del Nexialismo, le salva de esta confusión, le permite identificar la amenaza y luego hallar el modo de contrarrestarla.
La
tercera parte de la novela, que comprende los capítulos 13 al 21, es el cuento
“Discordia en Escarlata”, publicado en el número de diciembre de 1939 de
“Astounding”. En esta ocasión, el Beagle encuentra una extraña criatura
autoconsciente flotando en el espacio, Ixtl y, deseando estudiar una forma de
vida capaz de sobrevivir en el vacío, tratan de capturarla en una jaula. Ésta,
sin embargo, se escabulle dentro de la nave y trata de tomar el control de la
misma, secuestrando tripulantes y utilizando sus pechos para incubar sus
huevos. Este ser es sin duda el más terrorífico de todos los que encuentra la
nave, por su capacidad ofensiva, su invulnerabilidad a las armas humanas, su
ausencia total de empatía y su repulsivo sistema reproductivo.
La
cuarta y última sección es el texto modificado de “M33 en Andrómeda”, publicado
en el número de agosto de 1943 de “Astounding”. El Beagle entra en contacto con
una conciencia de tamaño galáctico, una fuerza malevolente que se alimenta de
la vida y que ya ha devorado sistemas solares enteros. Es un concepto
fascinante y muy atrevido. El problema es que van Vogt centra el grueso de la
historia en otro asunto menos interesante. Grosvenor se da cuenta de que la
prioridad debe ser evitar por cualquier medio que ese ser averigue a través de
ellos la localización del planeta Tierra. Esto conlleva una estrategia que les
obligará a permanecer otros cinco años en el espacio, obviamente una decisión
muy impopular a bordo. Así que, aunque el auténtico peligro es la de un ser
devorador de planetas, el capítulo acaba estancándose en las luchas de poder
internas y las manipulaciones que Grosvenor, sirviéndose del Nexialismo, lleva
a cabo para imponer su punto de vista.
Siendo
honestos, hay que reconocer que van Vogt no era un escritor maravilloso. Hay
motivos para que muchos aficionados y críticos hayan preferido ignorarlo y
otros, tan importantes como Damon Knight (también escritor especializado en
cuentos y fundador de la Science Fiction and Fantasy Writers of America (SFWA)),
le hayan criticado abiertamente. Existe la creencia de que en la antigua CF los
autores o bien eran científicos que podían escribir (al menos con cierta
competencia) o bien escritores que sabían algo de ciencia o, como mínimo,
poseían una imaginación tan rica que compensaba sus carencias en ese campo. Van
Vogt no se ajusta bien a esos clichés: podía, efectivamente, crear conceptos
maravillosos, pero sus habilidades literarias eran muy limitadas. Era mucho mejor
imaginando situaciones extrañas e intrigantes que construyendo una historia
alrededor de ellas. En esta ocasión, por ejemplo, las soluciones a los desafíos
que debe afrontar al Beagle dependen invariablemente de Grosvenor y su ciencia
imaginaria, de donde siempre se puede extraer algún truco o técnica adecuado a
la crisis en curso. Su prosa es errática y su puntuación, estructura y ritmo
claramente mejorables. También optaba por saltarse los pasajes de “aburrida
exposición” para ir directo a los de acción, así que la resolución solía ser
algo sacada de la manga y no siempre atinada.
Lo que
sí consiguió al reunir y conectar estos cuentos fue describir la evolución de
Grosvenor como personaje y su progreso a bordo, desde un don nadie al que el
resto no tiene en cuenta para nada hasta una figura relevante, reconocida e
influyente. Como otros personajes de ficciones de van Vogt, Grosvenor es un
hombre en principio insignificante que consigue prosperar y sortear las
maniobras de sus enemigos superándolos en inteligencia. Ni siquiera dice una
palabra en los primeros capítulos y cada vez que trata de intervenir, alguien
lo anula o interrumpe. Al final, sin embargo, es capaz de obligar a toda la
tripulación a seguir su plan para salvar a la especie humana, utilizando a su
favor las rencillas imperantes a bordo y el que nadie sepa realmente de lo que
el Nexialismo es capaz.
En los
años de gloria de las revistas pulp predominaron dos géneros: el de detectives
hardboiled y lo que acabaría conociéndose como ficción especulativa o ciencia
ficción. El primero acabaría teniendo gran influencia en el segundo, cuando, en
buena medida gracias a la labor de John W.Campbell en “Astounding”, los héroes
espaciales de acción dejaron paso a los científicos e ingenieros que resolvían
las crisis y los enigmas con su intelecto. Elliot Grosvenor no es un hombre de
acción sino una mezcla de Sherlock Holmes y el “M” de James Bond (ha habido
también quien lo ha comparado con Spock), alguien que utiliza el cerebro y la
tecnología antes que la fuerza física y, de hecho, hacia el final del libro
encaja sin problemas en el cliché de genio científico residente.
Obviamente, el Nexialismo, con su telepatía electrónica, instrumentos de control mental y uso de la hipnosis para absorber volúmenes importantes de información, es la gran pseudociencia que van Vogt inventa para este futuro, un reflejo de su obsesión por la mejora de las capacidades mentales y que, como dije al principio, acabaría por sumergirle en los barros de la Dianética.
Grosvenor
y el Nexialismo le sirven a van Vogt para insertar una capa de sátira en estos
relatos. Se burla de ciertos métodos de estudio adoptados por doctrinas
científicas enteras y, al mismo tiempo, coloca a Grosvenor en situaciones cada
vez más peligrosas que requieren de él abandonar las inofensivas discrepancias
académicas para pasar a participar en maquiavélicas intrigas políticas y
adoptar medidas extremas si quiere salirse con la suya. Sus métodos son cuanto
menos discutibles (hipnotizar a sus colegas para cambiar sus opiniones no parece
muy noble), aunque lo cierto es que actúa siempre de acuerdo a lo que percibe
como el mejor interés de la nave o de la especie humana y, gracias a su talento
o la mera fortuna, en todos los casos acaba teniendo razón. Muchas veces lo que
ocurre a bordo no tiene demasiado sentido, pero es posible que el verdadero propósito
del autor fuera el de satirizar la actitud de los científicos fosilizados en
sus respectivas disciplinas y más preocupados por su prestigio y posición de
dominio que por avanzar en el conocimiento de la ciencia, al tiempo que abogaba
por una visión holística como clave para el progreso humano.
Otro
punto de interés es el tiempo que le dedica el autor a describir el punto de
vista de los alienígenas. Esto es algo que quizá hoy sea más común (ahí tenemos
“Avatar”, por ejemplo), pero que en los años 40 y 50 resultaba muy inusual. Cuando
los encuentran, tanto Coeurl como Ixtl están solos y a punto de morir de
inanición y es fácil sentir simpatía por su desesperada situación. Por desgracia,
van Vogt no sigue profundizando en ellos durante el resto de sus respectivos
relatos y ambas criaturas revelan rápidamente su perversidad sin matices, no
pudiéndose desear sino que los humanos los liquiden.
Hay otros puntos claramente mejorables. Por ejemplo, el científico experto en Antropología e Historia hace algunas presunciones sobre las civilizaciones y formas de vida y cultura alienígenas completamente pilladas por los pelos y que sólo podrían provenir de un profesor occidental de mediados del siglo XX. Por otra parte, quizá haya alguien que a estas alturas se esté preguntando dónde están las mujeres en esta novela. Pues bien, la respuesta es sencilla: no las hay. Quizá van Vogt no quiso añadir más conflictos a bordo de los que ya tenía en mente y decidió que todos los tripulantes serían hombres. Eso sí, para reprimir sus libidos, debían tomar una medicación de forma periódica durante los años que durara la expedición del Beagle.
“El
Viaje del Beagle Espacial” tendría en años y décadas posteriores muchísima
influencia en otras obras de CF y fantasía y varios de sus elementos y
situaciones terminarían asentándose para siempre en el mundo de la cultura
popular. La premisa de partida, unos científicos que exploran la galaxia y van
encontrándose con formas de vida extrañas con las que tienen que lidiar, puede
resultar hoy muy familiar, en buena medida porque era la dinámica que seguían
los ahora mucho más conocidos episodios de “Star Trek”. La inclusión en el
reparto de Korita, un científico nipón, es de destacar porque Estados Unidos y
Japón estaban o bien a punto de entrar en guerra o bien enzarzados en la misma
durante el periodo en el que aparecieron estos cuentos. Esta osadía puede
ponerse en paralelismo con la decisión de Gene Roddenberry, el creador de Star
Trek, de incluir como oficial de la Enterprise a un ruso, estando el país
sumido en plena Guerra Fría con la URSS.
Ojo,
“El Viaje del Beagle Espacial” difiere en su tono de “Star Trek” tanto como se
parece en otros aspectos. En lugar de contar aventuras optimistas con un
mensaje moral protagonizadas por un virtuoso conjunto de oficiales, van Vogt
describe una estructura democrática, con procesos electorales para elegir al
capitán y decisiones importantes tomadas por consenso de los directores de
departamentos científicos. Como he dicho, esto da lugar a mezquinas revanchas y
rencillas absurdas con las que quizá van Vogt quería satirizar a los
científicos.
Así que en lugar de tener un capitán apuesto e infalible al que todos en la nave obedecen sin pestañear y un ambiente general de cordialidad y entusiasmo, lo que encontramos en el Beagle es un oficial ejecutivo mediocre que permite a sus subordinados enzarzarse en estériles discusiones propias de adolescentes y que participa en procesos electorales que promueven peligrosas divisiones a bordo. Un ambiente, en fin, que dista mucho del que la space opera suele utilizar en sus ficciones. Y, sobre todo, en lugar de contemplar al universo como un lugar pletórico de maravillas que descubrir y seres fascinantes con los que entablar relaciones, van Vogt nos presenta un cosmos peligroso, incluso hostil, donde lo más normal es encontrarse con criaturas terroríficas con las que no se puede razonar, ni siquiera comunicarse.
Más
influencias en el mundo de la CF: en el anime de los años 80, “Dirty Pair”, el
dúo protagonista tiene como mascota a un coeurl, aunque su carácter es muy
diferente. “Dragones y Mazmorras” se acercó mucho más con una de las criaturas
de su bestiario: la “Bestia Desplazadora”. La criatura fue también adoptada por
los videojuegos de “Final Fantasy” y “Guild Wars 2”. La entidad devoradora de
mundos recuerda al Galactus que años después, en 1966, imaginarían Stan Lee y
Jack Kirby para “Los Cuatro Fantásticos” de Marvel. Y, por supuesto, es
imposible leer el relato de Ixtl y no pensar inmediatamente en el xenomorfo de
“Alien”. Tan similares eran, de hecho, que van Vog demandó a 20th Century Fox
al respecto, llegando las partes a un acuerdo privado al margen de los
tribunales.
Van
Vogt es un autor difícil de clasificar. Su prosa es imperfecta y sus ideas
alternan entre lo intrigante, lo banal y lo eficaz. Fue un anacronismo de la
era pulp dado que el lanzamiento del Sputnik y la Carrera Espacial pronto
demostrarían lo equivocadas que estaban muchas de sus ideas; pero también un
ejemplo de los cambios que estaba experimentando la CF, con esos sueños de
exploración espacial dirigida por científicos (así como los conceptos de
filosofías no aristotélicas o poderes mentales expuestos en otras de sus
novelas) que tan en sintonía estaban con la visión que el editor de “Astounding”,
John W.Campbell tenía al respecto de los ideales que debía defender el género. Por
eso es un autor que merece la pena redescubrir: sus ideas y premisas eran
fascinantes y su influencia, innegable (por ejemplo y de forma bastante
evidente, en Philip K.Dick). Un clásico imperfecto quizá, pero un clásico al
fin y al cabo.
“El Viaje del Beagle” se cuenta, justificadamente, tanto entre lo más recomendable de su obra como entre lo mejor que se publicó en la Edad de Oro. Es una space opera clásica, con monstruos y pseudociencia, aderezada con algo de sátira. No es, sin embargo, inmediatamente aconsejable para el recién llegado al género o el lector más joven. Es una novela un poco tosca y conviene conocer algo de su autor y el contexto de la CF de la época tanto para apreciar sus virtudes como detectar y comprender sus defectos.
A. E Van Vogt es un autor de culto. Gracias por tu tiempo y tu reseña sobre un autor injustamente olvidado ( como bien lo has señalado) Alguien dijo alguna vez que para gustos no hay nada escrito o para gustos se hicieron colores... pero considero que la prosa del cuento " Discordia en Escarlata" es exquisita. La descripcion de un alienigena perdido en un Cosmos negro e infinito me resulto sobresaliente. Saludos desde Argentina
ResponderEliminar