
En general, el comic de ciencia ficción ha hecho más énfasis en la aventura espacial o “space opera” que en otros aspectos temáticos del género. En ello ha tenido que ver sobre todo no tanto el talento de los autores como el público, mayoritariamente juvenil, al que iban destinados sus obras. La renovación del cómic francés a finales de los años sesenta dio como resultado nuevas aproximaciones temáticas acordes con los tiempos, más complejas y adultas.

Dos de los autores inmersos en aquella corriente fueron el guionista Pierre Christin y el dibujante Enki Bilal. El primero había iniciado en la editorial Pilote una serie de álbumes titulada "Leyendas de Hoy", en la que daba salida a sus preocupaciones sociales en forma de historias donde mezclaba realidad y fantasía. El dibujante inicial de la serie, Jacques Tardi abandonó la editorial tras sólo un álbum por diferencias artísticas, lo que brindó la oportunidad al relativamente novel Enki Bilal de colaborar con Christin. Sus dos primeros trabajos, "El Crucero de los Olvidados" y "El Navío de Piedra" eran fábulas de denuncia social y política en las que compartían protagonismo promotores inmobiliarios sin escrúpulos con brujos místicos, pueblos voladores y fantasmas con sindicalistas y anarquistas sonados.
El tercero de ellos, "La Ciudad que No Existía" se apartó un poco de la línea anterior y sirvió como transición a los siguientes, "Las Falanges del Orden Negro" y "Partida de Caza", que prescindieron totalmente del fantástico para asentarse en una realidad gris y pesimista. El álbum que nos ocupa es en su mayor parte una crónica social, sólo al final deslizándose hacia una rama de la CF no muy cultivada en los últimos decenios: la utopía.
La ciencia ficción ha estado en su mayor parte apoyada en la ciencia y la tecnología. Pero paralelamente desde el siglo XVII, comenzó a desarrollarse una derivación de la ficción especulativa sustentada en la filosofía y la teoría social: el utopismo o construcción de sociedades ideales. Con el tiempo, ese camino iría ampliándose y evolucionando hacia la creación de mundos alienígenas o futuristas poblados por sociedades complejas. Pero la utopía pura y su reverso oscuro y nunca lejano, la distopia, no llegaron a desaparecer del todo pese a que muchos críticos rechacen su carácter de CF.
"La Ciudad que No Existía" comienza con la muerte del anciano Hannard, cabeza de un imperio industrial del norte de Francia, alcalde, senador y señor de las vidas y haciendas de la pequeña ciudad industrial de Jadencourt, cuya economía se basa en la fábrica de fundición y los talleres de costura propiedad de aquél. Su fallecimiento llega en un momento delicado. Los vecinos y trabajadores viven en el límite de la pobreza, sobreviviendo con penalidades en un entorno gris y asfixiante, dominados y controlados por el viejo, y llevan un mes con una huelga que ha paralizado la fábrica del lugar. Su nieta y heredera, Madeleine, se hace cargo del grupo de empresas, pero su sensibilidad es totalmente opuesta a la de su abuelo. No tarda en tomar conciencia de la injusta situación en la que viven los obreros y decide darle un giro radical. Soborna a los principales ejecutivos para que reorienten la producción de sus empresas hacia un nuevo y ambicioso proyecto: una ciudad perfecta y autónoma en la que todos los desafueros y desigualdades quedarán eliminados, donde no habrá lugar para aberraciones ya sean laborales o urbanísticas.


Pierre Christin, uno de los guionistas más interesantes de la historieta francesa, es un intelectual de izquierdas preocupado por los aspectos sociales, como ha demostrado incluso en su serie más conocida, las entretenidas aventuras espaciales de "Valerian". Pero también comprende que muchas de las reivindicaciones románticas de unas y otras formaciones políticas (especialmente de la izquierda, que tradicionalmente ha basado su propaganda en la factibilidad de regímenes y sociedades ideales) no funcionan y que cuando los gobiernos han intentado llevarlas a cabo, creándolas a la fuerza de forma artificial, han resultado un desastre en todos los órdenes. Las sociedades sublimadas basadas en la igualdad social y económica de los comunistas o la pureza racial de los fascistas y nacionalsocialistas, tuvieron el final que todos conocemos.

Pero tal nobleza se encuentra con los obstáculos propios de la naturaleza humana que,


Obra representativa del comic adulto de los setenta, "La Ciudad que No Existía" no sólo demuestra que la historieta es perfectamente capaz de abordar temas complejos que muevan a la reflexión, sino que lo puede hacer sin recurrir a la violencia, el sexo o la estridencia gráfica. Treinta y cinco años después, esta fábula social de ilusiones y desengaños, sigue siendo tan actual como cuando se publicó.
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