viernes, 26 de diciembre de 2025

2023- VISTA VIRTUAL - Daniel Lazo y Eran May-Raz

 



El de la Realidad Virtual y la Realidad Aumentada es un tema que, aunque tiene precedentes en el cine de Ciencia Ficción ya en los años 70 y 80, se popularizó en los 90, habiendo de esperar ya al cambio de siglo para empezar a ver tratamientos más complejos del fenómeno. En tiempos más recientes y acorde con los continuos avances en este campo, hemos visto, por ejemplo, películas como “Creative Control” (2015), “Ready Player One” (2018), “Anon” (2018) o “Free Guy” (2021).  

 

Pero en 2012, años antes de que se estrenara “Black Mirror”, hubo un par de cineastas israelíes, Daniel Lazo y Eran May-Raz, que rodaron un corto de 8 minutos titulado “Sight” (“Visión”), en el que mostraban tanto el ilimitado potencial de la Realidad Aumentada como el peligro de dejar que esa tecnología controle nuestras vidas. ¿Qué pasaría si, en lugar de leer un libro de autoayuda o acudir a la consulta de un psicólogo, pudiéramos utilizar una combinación de Inteligencia Artificial, Realidad Aumentada y Realidad Virtual para mejorar nuestras habilidades sociales y relaciones interpersonales? ¿Qué sucede cuando la IA se vuelve tan hábil proyectando rasgos humanos que puede manipular a personas psicológica o emocionalmente frágiles?

 

Aunque a posteriori algunos lo consideraron afín al tipo de historias que contaba “Black Mirror” por su tono oscuro y enfoque transhumanista, “Sight” era un producto más equilibrado, una ficción oscura, pero no nihilista. El corto, visto por más de cinco millones de personas, se hizo viral, recibió múltiples premios y pasó a ser habitualmente mencionado por los entusiastas de la Realidad Aumentada.

 

Diez años después, los dos co-directores y co-guionistas consiguieron, vía una campaña de Kickstarter, reunir fondos para regresar sobre esa historia, mejorarla y ampliarla bajo el título “Sight: Extended”, que hace referencia tanto a la tecnología central de la misma como a su naturaleza de extensión del corto original (un guiño que se pierde en la inexacta traducción al español del título, que, para colmo, confunde la realidad virtual con la realidad aumentada).

 

En un futuro próximo, en el área de la Bahía de San Francisco, Patrick (Andrew Riddell) padece agorafobia aguda a raíz del trauma de la muerte de sus padres años atrás. Este desorden mental no sólo lo ha convertido en alguien incapaz de salir de su casa, sino que cualquier interacción social directa–incluso con los repartidores que le llevan a domicilio todo lo que necesita en su día a día- le causa una insoportable ansiedad.

 

Como todo el mundo en esa sociedad, Patrick lleva puestas permanentemente unas lentillas de Realidad Aumentada de intenso color azul, una tecnología que permite superponer en tiempo real elementos digitales (como imágenes, modelos 3D, textos o videos) sobre nuestra visión del mundo real. Con ellas, se pasa el día sumergido en entornos virtuales en los que juega, compra online, consume porno, navega por internet o teletrabaja como vendedor telefónico, que es la única actividad remunerada que su enfermedad le permite realizar aun cuando a menudo le confunden con un bot y le cuelgan. Su díscola hermana Angela (Deborah Aroshas), pasa de vez en cuando por su casa para llevarle provisiones, darle algún sablazo monetario y robarle sus pastillas contra la ansiedad.

 

Una invitación virtual a una reunión de exalumnos del instituto sume a Patrick en una espiral aún mayor si cabe de pánico y dudas. Comete el comprensible error de rastrear por internet a algunos de sus antiguos compañeros sólo para encontrar que a todos (aparentemente) les va de maravilla. Esto no hace sino intensificar su depresión y canalizar su ira contra el grupo virtual de apoyo para agorafóbicos al que lleva tiempo asistiendo sin haber registrado el menor avance. Uno de los asistentes regulares, Alex (Phillip Andre Botello), que siempre permanece en silencio, le hace una llamada virtual individual en la que dice estar de acuerdo con la pobre opinión de él en cuanto a la utilidad de esa terapia y le propone algo nuevo: una aplicación de automejora llamada Refresh, que puede instalarse en su sistema de realidad aumentada y con la que podría aprovechar toda su pericia y autoconfianza como gamer en situaciones del mundo real. Refresh convierte acciones y situaciones sociales (ordenar la casa y asearse, hacer deporte en el exterior, ir a una peluquería, flirtear…) en una experiencia divertida y estimulante convirtiéndolas en juegos diseñados a medida. La app extrae información de Patrick de todos sus actos, visitas, compras e interacciones virtuales, y diseña juegos a medida y un árbol de progreso en diferentes áreas con distintas etapas, pudiendo, previo pago, adquirir extensiones en, por ejemplo, relaciones sociales con el sexo opuesto o habilidades como conversador, en las que la IA va dándole instrucciones en tiempo real.

 

Sin nada que perder, Patrick lo prueba y…¡sorpresa! Funciona a la perfección. La app le anima a recuperar su autoconfianza, salir de casa, hacer ejercicio y perder el miedo a socializar. Y lo hace sin que él sienta miedo, inseguridad ni ansiedad. Incluso empieza a disfrutar con ello. La prueba suprema llega cuando decide contactar con una de las asistentes a aquella reunión de exalumnos, Emily (Nova Gaver), por quien en el pasado se sintió atraído, e invitarla a salir. No hace falta decir que las cosas se van a torcer para Patrick; de lo contrario, esta no sería más que una historia banal y casi propagandística sobre los beneficios de la tecnología de Realidad Aumentada.

 

“Vista Virtual” es una película independiente, de bajo presupuesto, con un reparto muy limitado y que, por tanto y acertadamente, decide centrarse en los personajes. Obviamente, este es el drama personal de Patrick, su auge y caída podríamos decir, pero su experiencia también nos habla indirectamente del panorama general que ha creado la nueva tecnología. El futuro que presentan los guionistas es, a excepción de la tecnología de Realidad Aumentada, indistinguible del nuestro. No es necesario añadir más elementos a los que ya están presentes en el film. De hecho, todo lo que aquí se nos cuenta y muestra no resulta en absoluto inverosímil, y ello porque ya estamos viviendo en un mundo en el que nuestra realidad intersecta con otra (u otras) creada en la nube virtual. La película señala e intensifica –aunque solo un poco- los peores aspectos de las redes sociales y las IAs: su ineludibilidad, su ubicuidad, sus irritantes y falsos tics de camaradería y amistad, su uso como herramienta publicitaria y fraudes masivos, la adicción… Esta intrusión en nuestras mentes está muy bien reflejada tanto conceptual como visualmente.

 

Pese a que el corto original del cual dimana esta película, como he dicho, es de 2012, lo que nos cuenta no ha perdido ni un ápice de actualidad y por eso estamos asistiendo a una proliferación de ficciones que abordan los mismos temas y temores. Esta obsesión no sólo es natural, sino necesaria en un entorno en el que la IA sigue avanzando y es utilizada para “crear” arte y gestionar negocios, mientras los humanos quedan relegados a trabajos menores. Aunque algunos aspectos de este film parecen una ingeniosa actualización de “El Cortador de Césped” (1992), sobre todo en lo que respecta a la convincente transformación de Patrick, “Visión Virtual” es mucho más una película de nuestros tiempos, porque el futuro que nos muestra parece tan sólo un paso por delante de nuestro presente, en el que las interacciones humanas han pasado a consistir principalmente en “likes” y comentarios a reels. También hay observaciones interesantes sobre la masculinidad y las presiones y preocupaciones que conlleva así como de la dependencia de aplicaciones cuyo único interés es generar beneficios para sus propietarios.

 

Una película, en fin, con un formato, desarrollo y efectos visuales modestos (en los créditos se reconoce haber utilizado imágenes de Creative Commons y Unsplash) y un asumible metraje de hora y media. Algunas actuaciones son algo irregulares, el ritmo se resiente de ser en, el fondo, un corto demasiado estirado y el drama central no es tan intenso e interesante como debería. Pero su virtud es otra, una que comparten todas las buenas obras de CF: plantea temas de actualidad muy complejos sobre los que merece la pena reflexionar, como las consecuencias de delegar en las IAs la responsabilidad de nuestra propia vida y los peligros de integrar en nuestro proceso de toma de decisiones unas aplicaciones que fueron creadas para que alguien ganara dinero a nuestras expensas conociéndonos mejor que nosotros mismos y utilizando esa información para manipularnos. Una invitación, en fin, a reflexionar sobre la compleja interacción entre la tecnología, la identidad y la autonomía personal en un mundo, el nuestro, que está registrando cambios drásticos.

 

 

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