El terremoto que supuso el estreno de “Star Wars” en 1977 se dejó sentir a todo lo largo y ancho de la industria del entretenimiento. Ya hemos hablado aquí de muchas películas y comics inspirados por esa recuperación del lado más lúdico y espacial de un género sumido desde hacía una década en el pesimismo y los escenarios distópicos. La televisión, tanto la adulta como la infantil, no escapó a esa nueva moda. En este último apartado aparecieron o tomaron mayor relevancia “Capitán Futuro” (1978-79), “Capitán Harlock” (1977-79), “Cobra” (1982-83) o “Érase Una Vez…El Espacio” (1982), todas ellas aventuras espaciales. “Ulises 31” pertenece a esa hornada de productos, pero no fue uno más.
En 1971, Jean
Chalopin había fundado una compañía, subsidiaria de la cadena de televisión RTL
de Luxemburgo, centrada sobre todo en la animación para publicidad privada e
institucional. En 1978, se estrena en Francia con gran éxito el anime “Mazinger
Z” y uno de los directores comerciales de DIC sugiere hacer algo en esa misma
línea. Por entonces, DIC contaba con quinientos trabajadores y era el mayor
estudio de animación de Europa, pero aún así se veían incapaces de producir una
serie de cierta extensión. No disponían ni de la experiencia ni de los medios,
pero Chalopin no se amilanó y le propuso la idea al canal público FR3 que
accedió a emitirlo siempre y cuando incorporaran un elemento cultural.
Por entonces,
se estaba viviendo en la animación europea una cierta proliferación de
adaptaciones de obras literarias de fama universal, a menudo en colaboración
con estudios japoneses. Fueron los años de “Heidi” (1974), “El Perro de
Flandes” (1975), “Marco” (1976), “Las Aventuras de Tom Sawyer” (1980),
“Dartacán y los Tres Mosqueperros” (1981), “La Vuelta al Mundo de Willy Fog”
(1981) o “Sherlock Holmes” (1984-85). Era una fórmula que permitía combinar el
entretenimiento con cierta pátina cultural y un didactismo moral, y eso era lo
que se le pedía a Chalopin.
Fue durante una
cena en la que participaron Chalopin, el productor y director Gilbert Wolmark y
la esposa de este último, la guionista Nina Wolmark, donde empezó a tomar
cuerpo lo que pronto iba a ser “Ulises 31”. Un proyecto cinematográfico que
tenían en mente y con el que pensaban capitalizar el tirón popular de la space
opera había sido cancelado por su excesiva similitud con “El Abismo Negro”
(1979) de Disney. Querían hacer ciencia ficción porque sabían que el público
joven respondería positivamente, pero también necesitaban ese barniz cultural
que les abriría la puerta de los canales públicos.
Y entonces empezaron a darle vueltas al concepto de un héroe poseedor de mil estratagemas, valiente y astuto cuando la violencia y el peligro salen a su encuentro. El paradigma de un personaje semejante es Odiseo, el héroe de la mitología griega trasladado a la romana con el nombre de Ulises. Por otra parte, en la época de la Grecia clásica el Mediterráneo quizá se veía como un lugar tan extenso y peligroso como el universo, de cuyas costas lejanas se contaban todo tipo de maravillas y terrores.
Y así comenzó el
desarrollo de una odisea espacial que oscila constantemente entre su
ambientación y tramas propias de la CF y sus raíces asentadas sobre la
mitología clásica, concretamente en la Odisea de Homero. Lo que podría haberse
utilizado como una mera excusa cultural o una reacción superficial al éxito de
“Star Wars” o series netamente japonesas como “Mazinger Z” (1975-77), acabó
trascendiendo esa dimensión gracias al alto estándar autoimpuesto por sus
creadores y el deseo de mantener el control conceptual y artístico dentro de la
industria francesa.
La mezcla entre
CF y mitología no era nueva en el género, al menos en su versión literaria.
Roger Zelazny ya había jugado esa baza en varias ocasiones y, en concreto con
los mitos griegos en “Tú, el Inmortal” (1966). Pero este terreno seguía virgen
en lo que a animación televisiva se refería. “Ulises 31” reformuló en clave de
space opera diversos episodios de la mitología griega, situando a la nave
Odiseo de Ulises en el espacio del siglo XXXI e incluyendo también referencias
egipcias o bíblicas articuladas en relatos que abordaban temas adultos,
escondían alegorías y dejaban espacio para cierta reflexión filosófica. Por la
inteligencia de sus historias, inspiración en la cultura clásica, diseño y
puesta en escena, “Ulises 31” destacó entonces y ahora por sobre las series
animadas de su época. Y no por una sola razón.
Por ejemplo,
fue la primera asociación firme entre creadores occidentales y asiáticos en un
proyecto de animación. Los promotores franceses de “Ulises 31” eran conscientes
de que no había en su país ningún estudio que en ese momento pudiera rivalizar
con la experiencia de los japoneses, así que desde el principio se pensó en la
colaboración entre ambos países. Del lado galo estaba DIC, la compañía de Jean
Chalopin; y del nipón, TMS o Tokyo Movie Shinsha, que llevaba en la industria
de la animación desde los años 60 habiendo producido series de tanto éxito como
"Astro Boy” o “Lupin” (y que al final de la década de los 80 se encargaría de
“Akira”, 1988).
El diseño
general de producción y, sobre todo, la nave de Ulises, el Odiseo, combina el
entonces logo del canal que participaba en la financiación, FR3, con el diseño
de “2001, Una Odisea del Espacio” (1968) de Stanley Kubrick. El famoso creador
de robots gigantes japoneses, Shoji Kawamori, fue quien se ocupó de él. También
intervino otro nombre conocido aunque entonces estaba debutando: Manchu,
seudónimo de Philippe Bouchet, que poco después participaría asimismo en “Érase
una Vez… el Espacio”. En el diseño de todos los mundos extraños que iría
visitando Ulises, tan hostiles como fascinantes, intervinieron también otros
ilustradores de gran talento especializados en comic de CF, como François Allot
o Philippe Adamov por parte francesa; y Shingo Araki (“Lupin III”, “Capitán
Harlock”), y Michi Himeno por la nipona.
El diseño de
producción fue un pastiche que trasladaba elementos estéticos del arte clásico
a un futuro lejano, incorporando también factores tecnológicos reconocibles por
los espectadores de los años 80. Así, el vestuario de los personajes incluye
detalles y diseños de la cultura griega como túnicas, pautas geométricas,
tocados… pero pasados por el filtro de la ciencia ficción de películas y series
como “2001”, “Star Wars” o “Star Trek”. Igual sucede con el Olimpo, que
retuerce los elementos arquitectónicos del orden clásico para conformar un
estilo algo más extraño y alienígena.
En buena
medida, esta colaboración franco-nipona fue posible gracias a la experiencia de
René Borg (otro nombre importante tras “Érase Una Vez… El Hombre” y “Érase Una
Vez…el Espacio”), que en “Ulises 31” ejercía de director artístico y que era un
veterano profesional de la animación francesa que ya en los años 70 había
descubierto que era posible cumplir las ajustadas fechas de producción
recurriendo a los bien afinados estudios japoneses. Sin embargo, en esta
ocasión, su intransigencia hubo de lidiar con lo que él consideraba intrusiones
de los ejecutivos nipones en sus directrices artísticas. En realidad, de lo que
se trataba era de que los creativos y guionistas franceses dispusieran de una
mano de obra japonesa muy cualificada y capaz de dar vida a sus ideas, mientras
que los animadores nipones podían, a cambio, participar en el proceso creativo
con mayor amplitud de lo que solía ser habitual en su industria nacional.
Las diferencias
de criterio e incluso las discusiones eran inevitables y, de hecho, llevaron a
terminar la serie bastante antes de los 52 episodios proyectados inicialmente.
Pero también es cierto que esas tensiones dieron un fruto positivo porque en
lugar de minar el resultado creativo lo fortalecieron. Obligados a colaborar,
los creadores de uno y otro continente dieron con una serie mestiza que ni
parece completamente francesa ni netamente japonesa pero que reúne las virtudes
de ambas culturas. Una fusión que en Europa fue bien recibida por los
espectadores pero que en Japón no tuvo el éxito merecido.
La acción
transcurre en el siglo XXXI. Ulises, comandante de la nave Odiseo, se halla en
la estación espacial Troya cuando llega el cumpleaños de su hijo Telémaco, al
que regala un pequeño robot rojo llamado Nono. Inmediatamente, ambos deben
partir rumbo a la Tierra para reclamar a su esposa y madre respectivamente,
Penélope, ya que su larga ausencia, de acuerdo a la tradición, podría permitir
que se desposara con algún otro pretendiente.
Por el camino,
encuentran un planeta no cartografiado donde Telémaco es capturado por los
adoradores ciegos del Cíclope, un robot gigante creado por el dios Poseidón,
que quieren ofrecerlo en sacrificio a ese ser para obtener luz a cambio. En su
cautiverio, Telémaco conoce a otros prisioneros, dos extraterrestres zotrianos
de piel azul: la pequeña Thais y su hermano mayor, Numaios. Ulises, acompañado
por la tripulación del Odiseo, consigue liberarlos matando al Cíclope. Pero,
agraviado por ese acto, el dios Poseidón apela a la furia de Zeus para
castigarlos y consigue que éste lance al Odiseo al interior de un agujero negro
que les transporta al universo del Olimpo, un espacio desconocido habitado y
dominado por dioses hostiles.
Para completar
su maldición, Zeus sume a todos los tripulantes y Numaios en un estado de
animación suspendida, dejando despiertos tan solo a Ulises, Telémaco, Thais,
Nono y Sirka, el ordenador que dirige el Odiseo y al que el dios borra de su
memoria los datos que le permitirían encontrar el camino a casa. Y así es como
comienza el auténtico viaje de Ulises, condenado a superar todo tipo de
desafíos antes de llegar a su hogar.
Fueron 26
episodios de 25 minutos en los que los cuatro protagonistas irán encontrándose
con personajes como Cronos, Sísifo, la Esfinge, las Sirenas, Circe, el
Minotauro, Calipso, Atlas, Teseo, Hératos… El último capítulo llevaba la
aventura a su conclusión cuando la tripulación recupera la consciencia, Shirka
sus datos y el Odiseo regresa al universo normal poniendo rumbo a la Tierra. Excepto
el primero y el último, el resto de los episodios pueden verse en cualquier
orden dado que son autoconclusivos, no guardan continuidad unos con otros y
siguen la misma fórmula: Shirka detecta una amenaza a la que deben enfrentarse
los protagonistas; los dioses u algún otro ser de poder intervienen para
complicar aún más las cosas pero aquéllos triunfan, salvan su vida y quizá la
de algún otro personaje involucrado en la peripecia y consiguen una nueva pista
para encontrar el camino a casa.
“Ulises 31” fue
un alternativa menos violenta y más inteligente a otros animes japoneses
también populares de la época, como “Mazinguer Z” o su sucesor “Goldorak”. En
“Ulises” se ponía menos énfasis en las peleas y más en el drama y los
conceptos, los personajes eran menos maniqueos y, de hecho, bastantes de los
adversarios a los que tuvieron que hacer frente los protagonistas no eran
fundamentalmente malos. A menudo sus objetivos eran nobles aunque los medios
elegidos para lograrlos les llevaban por un camino equivocado. Por ejemplo,
Circe, la maga, que reúne un inmenso corpus de conocimientos (en forma de
casettes) con el que liberar al universo del dominio de los dioses; pero, para
lograrlo, ha ido esclavizando a todo aquel que se cruzaba en su camino.
Por su parte, Ulises,
a primera vista, parece el típico héroe de space opera: carismático, astuto e
inteligente, con recursos, ágil, buen táctico, hábil tirador y espadachín. Un
hombre de acción de aspecto tranquilo que goza también del atributo de la
belleza pero que se distingue externamente de otros personajes similares por su
gran barba, pelo largo y mirada serena, que le asemejan más a un Cristo que a
un héroe grecolatino clásico. Vestido con traje espacial y una capa en un
estilo que mezcla el futurismo con las leyendas mitológicas, este atavío cambia
ligeramente de un episodio a otro, lo que no era frecuente en las series
animadas de aventuras de la época.
Pero, examinado
con mayor atención, se descubre que Ulises es menos un héroe guerrero que uno
moral: siempre que sea posible, evita la violencia y escoge el camino de la
razón, la mediación, la negociación y la reconciliación. Antes que renunciar a
sus valores, prefiere sacrificarse por el bien del prójimo. En varias
ocasiones, se le presenta la oportunidad de regresar a la Tierra con su hijo y
en cada una de ellas se niega a pactar con los dioses porque prefiere errar
indefinidamente por el universo del Olimpo antes que abandonar al resto de sus
compañeros (que, recordemos, permanecen en animación suspendida a bordo del
Odiseo). Nunca pierde la esperanza ni su confianza en sus propias capacidades
para superar la adversidad.
Su principal
apoyo es su intrépido hijo Telémaco, de doce años, de espíritu aventurero y muy
hábil con una honda de energía, quien a su vez cuenta con la ayuda de su robot
mascota Nono, el único elemento cómico de la historia. La zotriana Thais, de
seis años, es también un miembro importante del equipo, aportando los poderes
mentales propios de su especie, como telepatía o telekinesis. Todos juntos van
superando las pruebas y desafíos que los dioses interponen en su camino al
destino final: el reino de Hades, cerca del muro de hielo galáctico que deberán
atravesar para entrar en el espacio normal y regresar a la Tierra.
(Finaliza en la siguiente entrada)
Y caballeros del zodiaco? Contiene elementos de la mitología griega.
ResponderEliminarLos Caballeros del Zodiaco, el manga, es posterior, de 1983. Su adaptacion a dibujos animados fue de 1986. Y aunque utiliza nombres y conceptos que suenan a griego, están más tomados del zodiaco. Tampoco tiene nada que ver con la mitología grecorromana la idea de unos campeones elegidos por la diosa Atena para impedir que los dioses del Olimpo dominen la Tierra. En este sentido, Ulises 31 trataba de adaptar con mayor fidelidad pasajes de la obra de Homero.
EliminarSS se publicó después y no era SF, ese sería Bt'x.
EliminarHola buenas noches muy buena serie y gran acierto pasarla por el Canal público de TVE la 1
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