La idea del Multiverso fue postulada por el físico Hugh Everett en 1957 como parte de su respuesta a la Interpretación de Copenhague de la Física Cuántica. Burdamente sintetizado para los profanos, su solución de los mundos paralelos consiste en que cada evento cuántico, según ocurra de una forma o otra, arroja resultados diversos que llevan a un desdoblamiento de universos. La existencia o no de este multiverso sigue siendo discutida académicamente por los físicos pero la CF, siempre dispuesta a asimilar cualquier idea o concepto atrevido proveniente de la Ciencia, la incorporó enseguida a su canon.
En
el caso del cine, el género de Historia Alternativa cuenta ya con un largo
recorrido a partir del episodio “Espejito, Espejito” (1966), de “Star Trek”, en
el que los protagonistas de la serie tomaban contacto con un universo
alternativo en el que existían versiones malvadas de sí mismos. A lo largo de
los años, diversas series de televisión han tomado como premisa variaciones de
esa idea. En los años 90, aparecieron en los cines thrillers, comedias o
fantasías románticas como “Corre, Lola, Corre” (1998), “Dos Vidas en un
Instante” (1998), “Yo, Yo Mismo e Irene” (1999), “Amores Posibles” (2001) o “El
Efecto Mariposa” (2004), todas ella basadas en la idea de un protagonista que
saltaba a una realidad en la que su vida había seguido un curso diferente.
En
años más recientes, el género de superhéroes se ha apropiado del concepto de
multiverso, sobre todo los producidos por Marvel, como en “Spiderman: Un Nuevo
Universo” (2018), “Spiderman: No Way Home” (2021) o “Doctor Extraño en el
Multiverso de la Locura” (2022). En este sentido debería recordarse que las
series de televisión de superhéroes DC bajo el “sello” del Arrowverso
incluyeron varios episodios integrados en un multiverso; mientras que “The
Flash” (2014-2023) incorporaba tramas en las que el personaje titular saltaba
entre universos paralelos. Una aproximación más cómica a la idea y no muy
diferente a la de la película que ahora nos ocupa la podemos encontrar en la serie
de animación “Rick y Morty” (2013- )
Es
natural que muchos aficionados a la CF tengan reservas respecto a las historias
de multiversos, especialmente del tipo “Universo Espejo” de Star Trek o los de
la variedad superheroica. Y es que éstas no son más que narraciones
protagonizadas por los personajes de siempre a los que simplemente se les ha
dado un cierto giro. No se trata de auténticas Historias Alternativas porque
están creadas en el sentido contrario de lo que deberían. Por ejemplo, empiezan
imaginando una versión oscura o retorcida del protagonista y luego lo insertan
en una trama en la que pueda tener cabida; cuando lo que debería suceder es
plantear un cambio en el curso de la Historia (científico, político,
económico…) y a partir de ahí imaginar cómo ello transformaría el mundo que
conocemos y, por ende, a los personajes que en él viven.
Tomemos
otra vez el ejemplo del Universo Espejo de Star Trek, que se supone originado
por algún cambio no especificado en el pasado, uno lo suficientemente
importante como para que toda la Federación bascule hacia la maldad. Teniendo
en cuenta una transformación histórica tan enorme, es poco verosímil que las
circunstancias hubieran permitido nacer, crecer, formarse y reunirse a todos
los miembros de la Enterprise ya conocidos… y que luego, una generación
después, suceda lo mismo para la tripulación de “Star Trek: Espacio Profundo
Nueve” (1992-99). Esto va más allá de la posibilidad científica. Es pura
fantasía.
Pues
bien, en 2022 se estrena una película de peculiar título, “Todo a la Vez en
Todas Partes”, que sorprende a todo el mundo y que se convierte en la favorita
para todo tipo de premios, acumulando once nominaciones a los Oscar, entrando
en la clasificación de las diez mejores cintas del año –y no sólo las de
género- y recaudando más de 100 millones de dólares sobre un presupuesto de 25.
“Todo a la Vez en Todas Partes” fue la segunda película del duo de guionistas y directores que se llaman a sí mismos los Daniels (y que en realidad son Daniel Kwan y Daniel Scheinert, sin parentesco alguno). Entre cortos, vídeos musicales y episodios para series de televisión, ambos habían escrito y dirigido la comedia fantástica “Swiss Army Man” (2016), en la que Daniel Radcliffe aparecía como un cadáver. Scheinert también dirigió en solitario el melodrama criminal “The Death of Dick Long” (2019). La película que ahora nos ocupa viene producida, además, por los hermanos Joe y Anthony Russo, conocidos por ser los entonces aún recientes directores del superéxito “Vengadores: Endgame” (2019).
Evelyn
Wang (Michelle Yeoh) es una mujer de mediana edad que, junto a su marido Waymond
(Ke Huy Quan), gestiona su propia lavandería automática. No está satisfecha con
su matrimonio y discute frecuentemente con su hija Joy (Stephanie Hsu) porque
ésta es lesbiana y tiene una novia. Un día, Evelyn, Waymond y el anciano padre
de aquélla, Gong Gong (James Hong) acuden a las oficinas del IRS (el
Departamento de Hacienda norteamericano) para someterse al interrogatorio de
una de sus funcionarias, Deirdre Beaubeirdra (Jamie Lee Curtis), a tenor de sus
impuestos. En el ascensor del edificio, Waymond es poseído por lo que dice ser
una versión alternativa de sí m
ismo procedente de otro plano del multiverso, el
Alfaverso. Éste le cuenta que la Evelyn de su línea temporal creó una
tecnología que permite a la gente saltar entre universos similares, cambiar de
cuerpos y absorber las habilidades de otros yoes paralelos.
El
Wong alternativo, antes de abandonar el cuerpo de su marido, le deja a Evelyn
unas instrucciones que, al llevarlas a cabo, la zambullen en un desconcertante
torbellino de realidades paralelas en las que el Waymond del Alfaverso se ha
convertido en un hábil guerrero que se enfrenta a una poseída Deirdre en un
combate que arrasa las oficinas del IRS. En mitad de todo esto, Evelyn se
encuentra cara a cara con la amenaza de Jobu Tapaki, una versión de Joy
procedente de otra línea temporal, cuyo cinismo y amargura se han convertido en
algo tan poderoso que ha creado un agujero negro dimensional hacia el que todo
el multiverso se ve atraído. Mientras salta de una a otra versión alternativa
de sí misma en realidades distintas, Evelyn se da cuenta de que es la suya la
que tiene el poder de plantar cara y detener a Jobu Tapaki.
“Todo a la Vez en Todas Partes” juega en su argumento con dos barajas diferentes. Por una parte, apuesta por la causalidad, tal y como vemos en el dispositivo que muestra las diferentes ramificaciones del multiverso en función de las decisiones tomadas por la protagonista. Por otra, se lanza de cabeza a la más absoluta fantasía: si en un universo alternativo los humanos hubieran nacido con salchichas como dedos, difícilmente habrían podido desarrollar una tecnología –y, por ende, una sociedad- similar a la nuestra. De haberse dado tal extravagancia evolutiva, el mundo resultante hubiera sido completamente irreconocible. Por no hablar ya de que Evelyn o Deirdre hubieran nacido con el mismo aspecto y terminado unidas sentimentalmente.
Dicho
esto, “Todo a la Vez en Todas Partes”, asume esa ambivalencia y la lleva por
derroteros absolutamente disparatados y a un ritmo frenético. Ya desde la
escena de apertura, la película es una desconcertante mezcla idiomática que
salta del inglés al mandarín y cantonés subtitulados y que transcurre en un lugar
que parece ser una estancia que combina comedor, cocina y oficina abarrotada de
objetos de lo más diverso que ocupan cada esquina hasta bloquear las escaleras
que conducen a la tienda de abajo. Ésta es otro escenario al borde del caos en
el que Evelyn salta de un cliente a otro mientras gestiona sendas crisis con su
padre e hija.
Pero
cuando la película abraza por completo la extravagancia es cuando Evelyn,
Waymond y Gong acuden a la entrevista con la inspectora del IRS. Todo arranca
con la mencionada escena del ascensor en la que Waymond es poseído por su yo
alternativo para darle rápidamente a Evelyn unas instrucciones aparentemente
absurdas y luego liberar a su huésped, que no tiene memoria de lo que acaba de
sucederle. A continuación, Evelyn decide seguir esas instrucciones y acaba encerrada
en el cuarto de la limpieza intercambiando apresurados diálogos con su marido
alternativo antes de que irrumpa una furibunda Deirdre y Waymond se revele como
un artista marcial insuperable que derriba en solitario a un escuadrón de
seguridad. A partir de aquí, se hace difícil resumir nada sin caer en el
embrollo porque los Daniels retuercen una y otra vez la trama con una celeridad
que deja poco tiempo para la reflexión y que hace necesario más de un visionado
para asimilar toda la información, giros y revelaciones que contiene el resto
de la historia.
Los
Daniels se divierten encadenando diferentes escenarios extraídos del
multiverso, a cada cual más enloquecido, desde uno en que Evelyn se ha
convertido en una famosa cantante de ópera china a otro en el que es actriz
(asistiendo al estreno de la misma película que estamos viendo); otro en la que
Deirdre es una luchadora de sumo y otro más en el que ésta y Evelyn son pareja
y los humanos tienen salchichas en lugar de dedos. Evelyn y Joy combaten
desplazándose entre universos en los que adoptan el rol de prisionero y guarda,
guerreras de una película Wu Xia, dibujos infantiles o piñatas; donde Evelyn es
una chef junto a un pinche cuyas acciones están controladas por un mapache
escondido en su gorro (parte de un gag
recurrente relacionado con
“Ratatouille”, 2007) e incluso otro en el que madre e hija terminan convertidas
en simples rocas en un planeta Tierra donde nunca surgió la vida. El montaje es
muy rápido, tanto que es fácil perderse las múltiples referencias a la cultura
popular si se parpadea; el vestuario está muy elaborado y las escenas de acción
bien coreografiadas y dosificadas.
Los
Daniels consiguieron reunir para este proyecto a un reparto bastante
sorprendente. Michelle Yeoh puede que tenga aquí el mejor papel de toda su
carrera –aun cuando el personaje originalmente fuera pensado para Jackie Chan-.
También figuran en los créditos actorales nombres que habían permanecido
olvidados durante años, el más reseñable de los cuales es Ke Huy Quan, al que
todos los aficionados recordarán como Tapón, el infantil compañero de Indiana
Jones en “El Templo Maldito” (1984) y miembro de “Los Goonies” (1985), que a
comienzos de los 90 tuvo que retirarse de la profesión por falta de papeles
para actores asiáticos. Aquí ofrece una doble vertiente como dócil y sosegado
marido por una parte y activo y valiente héroe de acción por otra.
Otro
rostro familiar para los aficionados al cine de género es el de James Hong, al
que se recuerda sobre todo por sus papeles en “Blade Runner” (1982) o “Golpe en
la Pequeña China” (1986). Hong, actor de carácter, sí ha seguido trabajando
desde entonces, sobre todo en la televisión o prestando su voz –por ejemplo, en
las películas de Kung Fu Panda-. A pesar de sobrepasar ya los noventa años,
aquí demuestra estar en posesión de una extraordinaria viveza y agilidad. Por
su parte, Jamie Lee Curtis, que parece atrapada últimamente en su personaje de
la saga de “Halloween”, nos recuerda su gran talento para la comedia.
La
película es un épico tributo a las familias disfuncionales y los perdedores. En
un momento determinado de la trama, a Evelyn le aseguran que “eres capaz de todo porque eres muy mala en
todo”. El principal gancho emocional de la historia es la reconciliación
entre Evelyn y su hija Joy, la cual ha pasado en otro universo alternativo al
alegórico “lado oscuro”, un bagel de negatividad que se ha convertido en un
agujero negro que amenaza con engullir todas las realidades. Las escenas del largo
clímax consisten en Evelyn tratando de salvar a Joy de la oscuridad que la
posee mientras saltan frenéticamente de un escenario alternativo a otro.
“Todo
a la Vez en Todas Partes” es una película que conviene ver como lo que es. No
es una historia precisamente sutil y probablemente sus dos horas y veinte
minutos sean excesivas. Aunque toma como premisa una idea propia de la CF, la
desarrolla de una manera más propia de la fantasía y exige del espectador que
suspenda por completo su incredulidad y visión racional. Alterna sin solución
de continuidad la acción física, los saltos entre universos y el drama
familiar. Pero, al final, la película no le pide al espectador que la
comprenda. Es casi imposible. El ritmo es tan frenético que es inevitable dejar
muchas preguntas por responder y otros tantos elementos sin explicar. Lo único
que hay que entender es que Evelyn ama a su familia y que hará cualquier cosa,
en cualquier universo, para protegerla.
Después
de que Evelyn descubra que la versión Alfa de su hija es un malvado ser
transdimensional, se convence a sí misma de que Joy está más o menos poseída
por otra versión del multiverso y en ese punto la película empieza a introducir
un factor de arqueología sentimental sobre la relación entre madre e hija que
también funciona como comentario social. Evelyn, como inmigrante china en los
Estados Unidos cuya hija ha nacido allí, quiere que su hija lleve la vida que a
ella le hubiera gustado pero a la que ha debido renunciar. Al proyectar sobre
el futuro de Joy sus propias esperanzas y sueños, imagina una vida enteramente
ficticia y que más tiene que ver con la fantasía que con la realidad.
Cuando
Joy llega a casa con un tatuaje, una novia y una actitud negativa y
contestataria, Evelyn no puede comprender en qué punto se torció todo. Para
ella, la explicación más sencilla es que un ser multidimensional de poder
extraordinario y propósitos desconocidos ha poseído a su hija. Lo que no quiere
aceptar es que Joy es independiente y que no le debe explicaciones sobre el
tipo de persona en que se ha convertido. Conforme Evelyn accede a todas las
habilidades cultivadas por sus muchos yoes del multiverso, su sentido de
identidad se resquebraja, se sumerge más profundamente en todas las vidas
potenciales que podría haber tenido lamentando las decisiones erróneas que la
han dejado estancada en la mediocridad que repudia. Pero al final, decide que
no le importa su propia identidad; su hija es lo más importante.
Bajo
la excéntrica interpretación de conceptos extraídos de la CF, un ritmo rápido y
sostenido y los guiños al cine chino, lo que se esconde aquí es la historia de
una familia tratando de permanecer unida. Cuando Evelyn escapa de su propia
realidad y sigue a su hija por el multiverso, ésta le muestra una y otra vez
quién podría haber sido y quién ha acabado siendo realmente en un pulso que
refleja otros dramas identitarios, estos sí, de nuestro mundo y tiempo: la a
menudo desilusionante experiencia de los inmigrantes, la lucha de sus hijos por
encajar en un país cuyas tradiciones no han heredado o la de aquellos cuya
identidad sexual no es la que sus padres desean pero que quieren ser
comprendidos por éstos y amados por lo que son. En el fondo, más allá de los
alocados cambios y transformaciones, los momentos cómicos, el salto entre
dimensiones y las peleas de kung fu, el tema principal de la película es el
amor.
“Todo
a la Vez en Todas Partes” viaja por muchos universos diferentes, algunos
mostrados en pantalla muy brevemente. Pero los tres principales son: el de la
línea temporal en el que conocemos a Evelyn y que podemos identificar como la
nuestra; otro en el que ella es una estrella del cine chino apoyada por su consentidor
marido y sin ninguna hija a la vista; y otro en el que Jobu Tupaki gobierna
como líder de algún tipo de culto y que es escenificado como un gran templo
blanco dedicado a un bagel simbólico que lo contiene todo: la Tierra, la idea
del miedo, todos los sueños alguna vez soñados…
Pues
bien, en cada uno de esos universos puede verse un tipo diferente de amor que
rodea a Evelyn como un ciclón amenazando con destrozarla. Hay un momento, en el
universo en el que ella es una estrella de cine, en el que Waymond pronuncia
una de las frases más devastadoras de la película. Durante buena parte de ésta
vemos a Waymond como un hombrecillo pasivo y sumiso que tiene problemas para
comunicarse con su esposa, mucho más pasional pero también más agobiada por
todos los problemas que la rodean. En esa escena él le explica que es fuerte
porque es amable y no vive perpetuamente frustrado por no haber satisfecho sus
ambiciones, como sí le ocurre a Evelyn. Él habría sido tan feliz vestido con un
traje caro y relacionándose con las celebridades nacionales como encargándose
de una humilde lavandería en tanto en cuanto ella hubiera estado a su lado.
Ese
momento es la culminación de un arco emocional construido a lo largo de toda la
pelícla: dos amantes tratando de reconectar bajo la lluvia en el callejón
trasero de un cine tras haber asistido a un gran éxito para ella. El tono y la
atmosfera de este universo remite tanto al tipo de cine practicado por el
realizador Wong Kar Wai como al de los culebrones de segunda fila. Cuando este
Waymond idealizado confiesa su amor, su admiración y sus arrepentimientos a
Evelyn, que se ha pasado la película peleando contra Jobu Topaki, ésta
comprende finalmente que su marido no es un alfeñique sin carácter sino alguien
amable y generoso. Es tan fácil perder de vista la diferencia entre aquellos
defectos y estas virtudes que Evelyn ha llegado a estar convencida de que
Waymond es mucho menos de lo que en realidad es. Es tras este momento de
iluminación personal que Evelyn por fin comprende que no es su capacidad para
utilizar los conocimientos y habilidades de sus otras versiones lo que le da
poder sino su capacidad para amar.
“Todo a la Vez en Todas Partes” es una metáfora sobre cómo nos dañamos a nosotros mismos tratando de hacer que nos quieran y cómo mostramos sólo partes muy concretas de nosotros mismos a nuestras familias, amigos y parejas. Cuando Evelyn acepta que Joy es alguien autonómo y que debe aceptarla como un todo, consigue al mismo tiempo comprender que lo mismo pasa con ella misma. Evelyn no sólo acepta a Joy sino que le permite ser como quiera ser, sin explicaciones ni condiciones, dando solo generosidad y amor.
“Todo
a la Vez en Todas Partes” es una película de ciencia ficción y fantasía repleta
de humor negro y artes marciales pero en cuyo corazón se encuentra un drama
familiar. Aborda temas interesantes, ofrece escenas memorables e incluye un
reparto muy bien escogido que hace una labor más que meritoria. Es una película
atrevida e irreverente pero también ruidosa, indisciplinada, acelerada,
demasiado larga para la historia que cuenta y excesivamente ansiosa por encajar
tantas referencias, guiños e ideas que en ocasiones a punto de está expulsar al
espectador y pasar de lo original y divertido a lo reiterativo.
Por todo ello es una película tan recomendable como difícil de recomendar. Para algunos, su velocidad, ideas, acción, mensaje y personajes bastarán para sostener el conjunto. Para otros, se tratará de un ejemplo de manual de film en el que el estilo predomina sobre la sustancia.
Concuerdo, es una película a la vez recomendable y no recomendable. Pero siempre que me recomiendan películas termino aburrido o sacándola antes de la mitad, así que ya no recomiendo películas a nadie.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Concuerdo. Ahora bien, si eres aficionado al género fantacientífico, hay películas que debes ver y esta sería una de ellas. Ahora, recomendarla sin reservas de ningún tipo a un espectador más generalista.... eso no lo tengo nada claro
EliminarExacto, es un producto de "nicho", pero a la vez está pensado para que sobrepase esos límites. Así mismo, no siempre sobrepasar esos límites es posible para quien está mirando la película.
EliminarSaludos,
J.