(Viene de la entrada anterior)
La sexta temporada de “Voyager” enfatizó repetidamente que la nave y su tripulación existían únicamente en una especie de presente eterno. “Furia” y “El Embrujo de la Cubierta 12” reformulan segmentos importantes de la historia de la serie de una forma tan agresiva que, de hecho, pueden interpretarse como una suerte de reboot de la misma con el sólo propósito de satisfacer las exigencias narrativas de cada uno de esos episodios. En “Furia” se revela que Janeway y Tuvok habían sabido –y mantenido en secreto- desde la primera temporada que Kes amenazaría a la tripulación en el futuro; “El Embrujo de la Cubierta 12” sugiere que un alienígena llevaba escondido en la nave durante buena parte de la temporada.
Hay algo de
actitud defensiva en todo esto, como si los guionistas quisieran dejar claro
que el Voyager debería existir fuera de la corriente temporal y que cualquier
intento de construir una continuidad para la serie sería recibida con hostilidad
por su parte. En “Conspiración en la Voyager”, Siete de Nueve trata de encajar
algún tipo de discurso de continuidad, enlazando diversos acontecimientos
dentro de una narrativa aparentemente lógica que, a la postre, es tachada de
delirio paranoide. Cuando en “Enlace Vital”, el Almirante Hayes pone sobre la
mesa la cuestión de la posible tensión entre los tripulantes Maquis y los de la
Federación, Janeway se siente ofendida ante lo que es una pregunta
completamente lógica y legítima.
Esta sexta
temporada parece congelada en un bloque de ámbar. Para ser justos, sí hay
ciertos elementos de continuidad, como la incorporación a la tripulación de un
grupo de niños rescatados de los Borg en “El Colectivo”. Sin embargo, el tiempo
tampoco discurre para ellos. Son acogidos a bordo recién salidos de sus
“cámaras de maduración” Borg, ya con la edad precisa que los guionistas
consideraron adecuada para sus propósitos. A partir de aquí, los niños no
crecen ni evolucionan demasiado.
En este punto,
“Voyager” ya había dejado claro que la serie y sus personajes existían más como
arquetipos que como auténticos seres de carne y hueso, manifestándose bien
fuera como falsos dioses en el episodio “Falsas Ganancias”, bien como mitos a
los que perseguir en “Orígenes Distantes”, ambos de la tercera temporada. Más
que cualquier otra serie de la franquicia, “Voyager” rebosa de dobles y
sustitutos, desde los hologramas de “En el Peor de los Casos” a los clones de
“La Ruta al Olvido”, de la tercera y quinta temporadas respectivamente. Con
todo, la sexta parece especialmente volcada en esa idea. El Voyager, en el
curso de su largo viaje atravesando el Cuadrante Delta, se ha convertido en una
leyenda para muchos mundos.
En el episodio “En
un Abrir y Cerrar de Ojos”, los habitantes de un planeta donde el tiempo se
mueve más rápido que fuera de él, contemplan la Voyager –aparentemente
congelada en su cielo nocturno-con una mezcla de asombro y maravilla,
construyendo a su alrededor una compleja mitología. En “Musa”, Torres se
convierte en fuente de inspiración para el dramaturgo de un primitivo planeta,
Kellis, que traduce las historias de Janeway y la reina Borg en forma de
tragedias épicas en la esperanza de detener una inminente guerra civil. En
“Larga Vida y Prosperidad”, unos timadores les roban la identidad a los
oficiales de la Voyager para lucrarse con su reputación y credibilidad entre
las gentes de otros mundos.
De alguna
forma, parece como si esta temporada estuviera realizando un ejercicio de
metalenguaje abordando de forma abstracta lo que significa la propia Star Trek
para la cultura popular contemporánea. A lo largo de este bloque de capítulos,
se presenta al Voyager como parte de la mitología del Cuadrante Delta, un
concepto que es interpretado y reinventado una y otra vez y con un enorme poder
para moldear las culturas que entran en contacto con ella. Dado el legado
cultural de la franquicia, se diría que los guionistas estaban sirviéndose de
los personajes como vehículos con los que explorar el impacto que Star Trek ha
tenido en nuestro mundo.
Lo cual, a su
vez, constituye también una elegía a lo que podríamos denominar “era Berman” al
tiempo que un melancólico reconocimiento de que la franquicia no podría
perpetuarse ya mucho más bajo esta forma. Lo cierto es que la sombra de Rick
Berman seguiría condicionando Star Trek durante otra media década tras el final
de la sexta temporada de “Voyager”, pero ya en este punto existía una identificable
sensación de lento e imparable declive. Todas estas historias sobre la
mitología de Star Trek terminan de la misma forma: con la nave dejando atrás a
quienes la han venerado. “En un Abrir y Cerrar de Ojos” finaliza con
Gotana-Retz contemplando cómo la nave abandona la órbita de su planeta; y en
“Musa” Torres es transportada a bordo justo en el clímax de la obra teatral de
Kellis.
En este
sentido, el episodio “Larga Vida y Prosperidad” bien podría interpretarse como
una sátira de la multitud de series de CF que habían surgido como champiñones a
tenor del éxito de “La Nueva Generación “ y que ahora se permitían rivalizar
con el único programa superviviente de Star Trek. En el cambio de siglo, ya era
difícil distinguir “Voyager” de otros programas como “Stargate SG-1”,
“Cruzada”, “La Tierra: Conflicto Final” o “Andrómeda”. Para “Voyager”, estas
propuestas eran como imitadores de inferior calidad que estaban devorando la
parte de la audiencia que le correspondía, expulsando a Star Trek del panorama
televisivo que había contribuido a crear.
Es interesante
que esta recurrente interpretación de Star Trek como mito cultural tuviera su
reflejo en la sexta temporada en la recuperación de algunos personajes de “La
Nueva Generación”. Ambas series habían estado siempre muy próximas. Barclay
había participado en “Proyecciones”, Riker aparecido como cameo en “Última
Voluntad” y LaForge en “Atemporal”. Los Ferengi, Q y, especialmente, los Borg
también intervinieron en episodios de “Voyager”. La sexta temporada lleva este
recurso aún más allá, convirtiendo a Reginald Barclay y Deanna Troi en
personajes recurrentes que, además, mencionan al Capitán Picard tanto en “El
Explorador” como en “Enlace Vital”. Estos episodios parecen más bien extraídos
de “La Nueva Generación” con el reparto de “Voyager” como estrellas invitadas.
Es cierto que “El Explorador” se centra principalmente en Barclay, que había
sido un secundario regular de “La Nueva Generación”, pero la participación de
Deanna Troi en ambos capítulos es tan forzada como superflua para lo que se
quiere contar.
Sin embargo,
quizá el más descarado y torpe de estos homenajes a “La Nueva Generación” sea
el del episodio doble que divide la sexta y séptima temporadas, “La Unimatrix
Cero”. Los Borg llevaban tiempo siendo la parte más importante del legado que
“Voyager” heredó de “La Nueva Generación” y el episodio doble “Escorpión”,
entre la tercera y cuarta temporadas, fue en buena medida un espejo de “Lo
Mejor de Ambos Mundos”, de “La Nueva Generación”. Esto tenía cierto sentido
dado que los Borg habían sido la especie alienígena de nueva creación más
importante de la era Berman y “Escorpión” coincidió con el estreno de la
película
“Primer Contacto”. Las similitudes eran lo suficientemente evidentes
como para considerarlo un homenaje más que un plagio. En “Escorpión”, los
héroes volvían a encontrarse con los Borg, pero en una situación muy diferente.
Mientras que en "Lo Mejor de Ambos Mundos” los Borg lanzaban una invasión
sobre el espacio de la Federación, “Escorpión” invertía la premisa, haciendo
que fueran los Borg las víctimas del ataque de una especie alienígena aún más
peligrosa.
Por el
contrario, “Unimatrix Cero” no hace esfuerzo alguno por disimular lo mucho que
está absorbiendo de “La Nueva Generación”. La premisa básica es la aparición de
una subcultura virtual Borg que defiende el individualismo, lo que recuerda
demasiado a lo ya contado en las dos partes de “Descenso”, en “La Nueva
Generación”, una referencia peculiar dado que este capítulo doble dista mucho
de figurar entre los más apreciados por los aficionados.
Pero el
homenaje empieza a corromperse hacia el cliffhanger que conecta las dos partes
del episodio, cuando Janeway lidera un equipo exterior en el Cubo Borg y todos
son asimilados. El final de temporada consiste en un plano de Tuvok, Torres y
Janeway convertidos en ciborgs momificados, un plagio nada sutil del momento
sorpresa del desenlace de “Lo Mejor de Ambos Mundos”, cuando se veía a Picard
asimilado por los Borg en uno de los finales más recordados de la historia de
la televisión y el momento en que “La Nueva Generación” levantó de verdad el
vuelo.
La decisión de
cerrar así la sexta temporada de “Voyager” fue un involuntario reconocimiento
de lo perdida que estaba la serie en este punto. Los guionistas de “Unimatrix
Zero Parte I”, Brannon Braga y Joe Menosky, creyeron, con una ingenuidad
impropia a su experiencia, que podrían mejorar “Lo Mejor de Ambos Mundos Parte
I” (escrito por Michael Piller) simplemente triplicando el número de personajes
convertidos en Borg. ¿Qué se puede pensar sino que el equipo de escritores y productores
habían ya abandonado cualquier intento de ofrecer algo original y atrevido?
Se tiene
asimismo la sensación de que estos crossovers con “La Nueva Generación” fueron
fruto de una desesperación derrotista, como si “Voyager” hubiera ya renunciado
a cualquier esperanza de atraer público recurriendo a una identidad y
personajes propios y se consolara invitando a algunas estrellas de su
antecesora a las que todo el mundo tenía cariño.
Esta temporada
también incluyó dos episodios, “Fair Haven” y “Los Espíritus”, ambientados en
una aldea irlandesa imaginaria construida en la sala de hologramas y donde toda
la tripulación acude a encontrar descanso. Las dos historias están tan poco
inspiradas, repletas de clichés y visualmente planas que no consiguen en ningún
momento tocar las teclas emocionales a las que aspira. Aunque es fácil quejarse
del uso y abuso de la holocubierta en “Voyager”, también es verdad que algunos
de los episodios más populares de la serie sí utilizaban la tecnología como
punto de partida de sus tramas e ingrediente fundamental para sus desarrollos:
“En el Peor de los Casos” (temporada 3), “El Juego Asesino I y II” (temporada
4) o “La Novia de Caótica” (temporada 5).
Esta temporada
de “Voyager” está impregnada de una sensación de cansancio tras haber pasado
cinco años corriendo sobre el mismo sitio sin encontrar impulso para seguir una
dirección determinada. A su incómoda manera, este bloque de episodios admite
que el combustible de la franquicia se ha agotado. En realidad, no fue más que
la materialización de una amenaza ya implícita en la misma premisa de la serie:
encadenar episodios autoconclusivos en una región lejana de la galaxia
abandonando cualquier pretensión de continuidad u originalidad. Su sexta
temporada ni siquiera ofrece el sentido de escala y la energía creativa que
sostuvieron parte de la cuarta y la quinta. En especial, se echan de menos
episodios dobles de aliento épico como habían sido “El Año Infernal”, “El Juego
Asesino” o “Lazos Familiares”. No fue algo deliberado. El equipo de producción
trató de replicarlo, por ejemplo, en “El Diente del Dragón”, pero no consiguió
hacerlo funcionar y acabó siendo un capítulo autoconclusivo y poco memorable.
“El Diente del
Dragón” es, también, un ejemplo de otra notable ausencia en esta temporada.
Cada año se había procurado presentar un nuevo enemigo de peso con el que
ofrecer algo diferente a los aficionados. La primera y segunda temporadas
tuvieron a los Kazon y los Vidianos; la tercera recuperó a los Borg; la cuarta
a los Hirogen; la quinta a los Malon… “El Diente del Dragón” fue un intento de
establecer como némesis potenciales a los Vaadwaur… que se quedó en intento
porque esa especie no volvió a aparecer más.
Así que los
guionistas lo intentaron otra vez con la Jerarquía, una extraña especie
alienígena presentada en “Pensador, tenor, doctor y espía” -aunque esta sería
su única aparición en este año, recuperándolos, eso sí, en la séptima para
otros dos capítulos-. La Jerarquía es una especie muy anómala para los estándares
de Star Trek: un grupo de criaturas con aspecto de patata que han organizado su
sociedad como un enorme laberinto burocrático.
Hay algo de
refrescante en esta incorporación en el modo en que los miembros de la
Jerarquía se distancian conscientemente de ese aspecto amenazador o
desagradable que había sido una de las exigencias tradicionales de las especies
aspirantes a némesis de los héroes de la serie, como había sido el caso de los
Borg, los Vidianos o los Hirogen. La Jerarquía suponen un peligro creíble para
el Voyager, capaces de superar sin problemas sus defensas, pero también son una
fuente de diversión y absurdo. No portan grandes armas, no son causa continua
de preocupación, no son rivales en el plano físico y, desde luego, no encajan
en el estilo épico que había impuesto Brannon Braga a la serie.
Es irónico que
la Jerarquía acabara siendo la aportación más duradera de la sexta temporada al
canon de la serie porque son una especie caracterizada por su absoluta falta de
imaginación, creatividad e iniciativa. No pueden tomar ninguna decisión sin la
aprobación previa de los superiores correspondientes, miran con malos ojos
cualquier propuesta de innovación y todo lo hacen de acuerdo a estrictos
protocolos. De alguna forma, estas patéticas criaturas parecen encarnar los
peores rasgos de la sexta temporada de “Voyager”, lastrada por la escasa
ambición y el fracaso a la hora de encontrar una identidad propia.
Con todas estas
turbulencias tras las cámaras y un resultado mediocre frente a ellas, tenía
todo el sentido que la mirada de la franquicia se dirigiera hacia el interior y
el pasado de la misma. La temporada final de “Espacio Profundo Nueve” apuntaba
a un futuro repleto de acontecimientos, con una nueva amenaza de guerra
galáctica cocinándose en la Sección 31 de Luther Sloan y los diferentes
protagonistas haciendo planes para sus respectivos porvenires. El desarrollo y
conclusión de “Espacio Profundo Nueve” hizo posible, por tanto, que los
aficionados pudieran imaginar un futuro para los personajes más allá de la
última temporada.
Por el
contrario, las temporadas finales de “Voyager” fueron replegándose sobre sí
mismas mientras, simultáneamente, dirigían su mirada al ayer, sugiriendo que
tras su conclusión no habría un futuro más rico, sofisticado y prometedor que
el pasado del que procedían. Para entonces, ya lo he comentado, había comenzado
la preproducción de “Enterprise”, la siguiente y última serie de esta etapa de
la franquicia inaugurada en 1987 con “La Nueva Generación”, una serie
ambientada en las raíces de Star Trek que reavivó el vigor creativo de un
Brannon Braga incapaz de encontrar sendas para el futuro. El episodio “Un
Pequeño Paso” sirvió como enlace con aquella época, tal y como haría “Amistad
Uno” en la temporada siguiente. Con mayor carga simbólica todavía, en “Furia”,
Kes viaja hacia atrás en el Tiempo con el fin de recuperar una juventud
perdida.
Hay algo en la
sexta temporada de “Voyager” indudablemente mórbido y deprimente bullendo bajo
sus cada vez más afinados efectos especiales y mediocres argumentos. Tras el
cierre de “Espacio Profundo Nueve” y la marcha de Ronald Moore, la era Berman
se tambaleaba hacia su final. El futuro se había evaporado y todo lo que
“Voyager” podía hacer era abrazar la melancolía y mirar hacia el pasado,
reescribiendo su propia historia y tratando de encontrar la alquimia gloriosa
de “La Nueva Generación”.
(Continúa en la siguiente entrada)
¡Hola!Hace tiempo que quiero verme esta serie, la empecé en Netflix ya que pusieron las temporadas, pero al final solo vi el primer episodio, ahora mismo me estoy viendo la serie de 'Dinosaurios' y algunas actuales, por lo que me esperaré a terminar esta última. He leído el post está descrito con total detalle, la verdad es que por otro lado, no seguí viendo la serie por si al final después de tantas temporadas tenía esa aire decaído. Un abrazo ❤️
ResponderEliminarPosdata: te acabo de seguir, y te invito a pasarte por mi blog si quieres.
http://aborboletaturquesa.blogspot.com/