(Viene de la entrada anterior)
Durante la quinta temporada de “Voyager”, su hermana de franquicia, “Espacio Profundo Nueve”, llegó al final de su andadura. Paramount decidió no lanzar otra serie de Star Trek para llenar ese vacío en su programación, lo que lanzó una clara señal de que las cosas no iban bien. Cuando “La Nueva Generación” terminó a mediados de los 90, una eufórica Paramount se había comprometido a tener en parrilla otras dos series de la franquicia al mismo tiempo y menos de un año después impulsó al reparto y equipo técnico de aquélla a la gran pantalla con “Star Trek: Generaciones”.
Por el
contrario, el silencio que siguió al final de “Espacio Profundo Nueve” fue muy
elocuente. Tras la decepción de crítica y público que supuso la película “Star
Trek: Insurrección” (1998), se necesitarían cuatro años antes de que el reparto
de la “Nueva Generación” volviera a la carga en “Némesis” (2002). Al mismo
tiempo, preocupaban las decrecientes cifras de audiencia y la aceptación de la
franquicia tanto entre la comunidad de aficionados como entre el público
generalista. Ya existían planes para la serie que un día se convertiría en
“Star Trek: Enterprise”, pero se decidió no lanzarla antes de que “Voyager”
llegara al final de su andadura. El resultado fue que “Voyager” nunca antes
había estado tan sola como en su sexto año en antena.
Un sexto año,
por otra parte, bastante tumultuoso. La temporada comenzó con buenos augurios
gracias a la llegada de Ronald D.Moore desde “Espacio Profundo Nueve”. Moore
había sido uno de los mejores guionistas que habían pasado por la franquicia en
toda su historia, un profesional de ideas ambiciosas e innovadoras que
contribuyeron decisivamente al éxito arrollador de “La Nueva Generación”,
firmando algunos de sus episodios más seminales. Había sido también uno de los
principales colaboradores de otro guionista fundamental de Star Trek, Brannon
Braga, que se unió al equipo de escritores menos de un año después de Moore.
Juntos harían algunos de los capítulos más recordados, como el que puso el
punto final a la serie, “Todas las Cosas Buenas” así como el guion de “Star
Trek: Primer Contacto” (1996).
Sin embargo,
cuando “La Nueva Generación” llegó a su final, ambos guionistas se separaron,
un movimiento lógico para el estudio: cada uno de sus jóvenes talentos debía
apoyar una serie distinta. Y así, en “Espacio Profundo Nueve”, Moore trabajó
con Ira Steven Behr, quien le había influido mucho durante su etapa de
aprendizaje en “La Nueva Generación”. “Espacio Profundo Nueve” le permitió a
Moore crecer y evolucionar como guionista, explorando los límites y
expectativas de la franquicia en algunos episodios clásicos como “Casa de
Quark”, “La Suerte está Echada”, “Nuestro Hombre Bashir”, “El Doctor Bashir,
¿supongo?”, “Soldados del Imperio”, “Rocas y Arena”, “Tendencia”, “Viviendo con
Ello”, “Una Vez Más en la Brecha”, “Es Sólo una Luna de Papel” o “Mirando Hacia
el Viento”.
Brannon Braga,
por su parte, fue destinado a “Voyager”, donde se estableció como uno de los
más sólidos y fiables guionistas de la serie. Incluso cuando ésta luchaba por
encontrar su camino, Braga supo dar con ideas intrigantes que mantenían el
interés de los aficionados. Como en el caso de Moore en “EPN”, los intereses y
estilo de Braga definieron la serie, en especial orientándola hacia cierta
sensibilidad blockbuster con capítulos dobles como “El Fin del Futuro”,
“Escorpión”, “El Año Infernal” o “El Juego Asesino”.
Aunque Moore
siempre ejerció una gran influencia en “EPN”, nunca llegó a alcanzar el peso
que sí logró Braga en “Voyager”. Mientras que “EPN” mantuvo su dirección
gracias a la firmeza y claridad de miras de Ira Steven Behr tras asumir el
puesto de productor cuando Michael Piller se marchó a “Voyager”, esta última
fue dando bandazos creativos durante sus primeras temporadas. Jeri Taylor y
Michael Piller forcejearon por imponer sus respectivos criterios durante los
dos primeros años, al término de los cuales Piller fue despedido ante la
amenaza de buena parte del equipo de marcharse si él no lo hacía. Taylor, por
su parte, se apartó al final de la cuarta temporada para dejar paso a Brannon
Braga.
La llegada de
Ronald Moore debería, por tanto, haber sido algo digno de celebrar: la reunión
de un apreciado guionista de la franquicia con uno de sus viejos amigos y más
eficaces colaboradores. Sin embargo, las cosas se torcieron casi
inmediatamente. Moore se enfrentó con sus nuevos colegas por cuenta del guion
de “Equinoccio Parte II”, el episodio de apertura de la temporada. A decir de
Braga, Moore quería eliminar el “botón de reinicio” e introducir continuidad. Por
ejemplo, si en un episodio la nave acababa dañada, en el siguiente los
desperfectos deberían seguir siendo visibles y causar problemas a bordo. Pero
el estudio no quería ni oír hablar de ello porque la serie se vendía bien en el
mercado sindicado, siempre más receptivo a programas con episodios autonómos
disfrutables por un público esporádico. De hecho, no sería hasta la tercera
temporada de “Enterprise” que el estudio accedió a la narración serializada y ello
sólo porque la serie necesitaba un revulsivo.
Las razones de
Moore para entrar en el equipo de “Voyager” eran varias pero ninguna con
auténtico peso: se lo había pedido su amigo Brannon, ganaba mucho dinero, amaba
Star Trek y se sentía cómodo en una franquicia en la que llevaba inmerso diez
años además de haber sido su primer trabajo profesional como guionista. Pero
cuando se incorporó a “Voyager”, lo hizo queriendo solucionar los problemas que
él detectaba con nitidez y ello le llevó a chocar con Brannon, que estaba sometido
a una gran presión, tanto por Rick Berman y el estudio como por su propio y
obsesivo método de trabajo. Brannon, además, tenía miedo de que Moore acabara
por ocupar su puesto de “showrunner” –un juego al que, a decir del también
guionista Bryan Fuller, les empujó Berman, queriendo fomentar la competencia
pero en realidad avivando los celos e inseguridades de ambos-.
El Brannon
Braga que se encontró Moore al llegar a “Voyager” no fue el mismo colega algo
más inexperto y sumiso que había conocido en “La Nueva Generación”. Moore
opinaba que Braga había acabado sometiéndose a la visión conservadora de Berman
y abandonado cualquier espíritu de lucha por cambiar y mejorar el programa.
Seguía teniendo ese toque tan personal suyo a la hora de imaginar y reformular
conceptos propios de la CF, pero el trabajo de caracterización dejaba mucho que
desear. Moore le sugirió muchas ideas que más adelante acabarían en “Battlestar
Galactica”, pero ninguna fue aceptada. Por ejemplo, propuso que el Voyager se
encontrara con una flota alienígena y se uniera a ella como protector. Era el
mismo concepto de la “Battlestar Galáctica” original, pero sobre ello imaginó un
desarrollo más complejo en el que los civiles a bordo del resto de naves no
querían que Janeway estuviera siempre al mando.
En relación con
esto, propuso también cambiar la cultura interna de la nave. Al fin y al cabo,
sus tripulantes estaban inmersos en un viaje previsiblemente larguísimo. ¿Por
qué, en un momento u otro, no sometían a votación el liderazgo? ¿Iba a ser
Janeway la capitana hasta que muriera de vieja? ¿No deberían pensar a largo
plazo teniendo en cuenta que no llegarían a su destino hasta pasados ochenta
años? ¿Qué ocurriría si empezaran a descuidar su higiénico aspecto, a decidir
que los viernes no vestirán de uniforme? ¿Y un cambio de decoración de los
camarotes y pasillos? Después de todo, la Voyager llevaba camino de convertirse
en una nave generacional…
Pero Braga no estaba en absoluto receptivo a estas ideas rompedoras pero coherentes con la premisa de la serie. Opinaba que no eran propias de Star Trek, que no era lo que el público quería ver. Moore seguía insistiendo, tratando de hacerles ver que “Voyager” distaba de ser una buena serie, que era necesario efectuar cambios. La consecuencia fue que Moore se encontró de pronto excluido de las reuniones del staff de guionistas, un rechazo del que Braga declararía tiempo después sentirse arrepentido, reconociendo que debería haber apoyado más a su compañero.
La situación
explotó cuando Moore, a las pocas semanas, se enteró de que los guionistas se
reunían sin avisarle para desarrollar los argumentos y que se les habían dado
instrucciones de mantenerlo al margen. Inmediatamente, entró en el despacho de
Berman presentó su dimisión. Su renuncia puso punto y final a su larga y
fructífera relación con la franquicia, a la que había amado desde su infancia.
Fue una noticia que cayó como un jarro de agua fría incluso antes de que Moore
empezara a hablar en entrevistas acerca del tóxico ambiente laboral que había sufrido.
No le costó encontrar trabajo y a no mucho tardar crearía otra serie seminal
del género: el revival de “Battlestar Galáctica” (2004), donde pudo dar forma a
la visión que había concebido originalmente para “Voyager”.
La marcha de
Moore hirió gravemente a la serie, hasta el punto de que los productores se
vieron obligados a volver a contratar a Kenneth Biller, que había sido muy
crítico con el conservadurismo del productor Rick Berman, en un intento de
contener el caos y recuperar el gran retraso acumulado. Biller se había
marchado al final de la quinta temporada decepcionado por no haber sido él la
primera opción del estudio para el puesto que vino a ocupar Ronald Moore. No lo
tuvo fácil para encontrar otro trabajo y no se lo pensó mucho para regresar
cuando le propusieron un ascenso a productor ejecutivo y le prometieron el
puesto de Braga para la séptima temporada.
Su primera
aportación a este sexto año sería el quinto capítulo, “Alice”, directamente
inspirado en el “Christine” (1983) de John Carpenter. Entretanto, Brannon Braga
reconoció que se sentía vacío de ideas y encorsetado por los clichés de la
franquicia, un cansancio que se reflejó en lo que deberían haber sido grandes
momentos de la temporada, como “El Diente del Dragón” o “Furia”. Su energía
creativa volvería a florecer en “Enterprise”, pero en este punto había perdido
ya interés por continuar en “Voyager”.
La sexta
temporada, no obstante, contó con un puñado de buenos episodios. “Pensador,
tenor, doctor y espía” es una divertida variación de “La Vida Secreta de Walter
Mitty” (1947) que se centraba en las fantasías del Doctor. “Juego de Niños” es
una inesperadamente aguda crítica a la narrativa propia de “Voyager” y su
perfil conservador. “El Monumento” es un bienvenido complemento a otros
episodios anteriores relacionados con el Holocausto, como “Recuerda” o “Testigo
Viviente”, introduciendo temas habituales de la serie como la Historia y el
Recuerdo.
Pero en su
mayoría, los episodios que componen esta sexta temporada son genéricos,
predecibles e incluso sosos. Por ejemplo, “Acertijos”, una historia de fondo de
armario en la que el ataque de un alienígena despoja a Tuvok de sus barreras
emocionales. En “El Virtuoso”, el Doctor es acogido por una cultura que
desconoce la música y queda hechizada por su canto operístico. “El Buen Pastor”
cuenta cómo Janeway decide tutelar personalmente a un grupo de problemáticos y
alienados miembros de la tripulación. Ninguno de estos episodios tuvo
consecuencias a largo plazo sobre la serie, contentándose con ofrecer una
historia autoconclusiva de cuarenta minutos sin auténtica introspección ni
ambiciones temáticas o conceptuales.
Esta sexta
temporada tiene también un sabor oscuro, incluso fúnebre, impregnando todo su
recorrido. “La Barcaza de los Muertos” lleva a B´Elanna Torres al infierno klingon.
“El Diente del Dragón” transcurre entre las ruinas de una resurrecta sociedad
alienígena. “Un Pequeño Paso” cuenta cómo la tripulación descubre una reliquia
perdida flotando en el vacío y que resulta ser la tumba de un antiguo
astronauta humano. En “El Monumento”, los protagonistas se ven bombardeados
mentalmente por visiones de una masacre brutal. “El Colectivo” tiene como
premisa un Cubo Borg muerto. “De cenizas a cenizas” presenta a unos alienígenas
que se reproducen utilizando cadáveres que encuentran en el vacío espacial. En
“Furia”, una recuperada Kes ha de enfrentarse a su mortalidad. Y Lewis
Zimmerman, creador del holograma médico, contrae una enfermedad terminal en
“Enlace Vital”.
Como vemos,
existe una especie de obsesión mórbida por la mortalidad y la pérdida. Una y
otra vez, encontramos en esta temporada historias que reflexionan sobre el
precio que se cobra el paso del tiempo, a veces escenificado tan dramáticamente
como en “En un Abrir y Cerrar de Ojos”, en el que la Voyager contempla, en tan
solo unas horas, la evolución de siglos de toda una civilización. La entropía y
la decadencia son conceptos relevantes en este conjunto de capítulos,
enfatizando repetidamente cómo la Voyager parece existir fuera del flujo
temporal.
La cultura
planetaria presentada en “En Un Abrir y Cerrar de Ojos” está sujeta a los
caprichos del Tiempo, la mayoría de los personajes de ese episodio mueren antes
de los créditos finales; y la vida de uno de los principales, Gotana-Retz,
transcurre por entero fuera de plano. “Furia” muestra cómo el Tiempo ha
alcanzado y hecho mella en Kes una vez decidió abandonar el Voyager en el
episodio “El Obsequio”, en la cuarta temporada. Como el Tiempo no parece
transcurrir para los tripulantes de la nave titular, sus tripulantes se ahorran
los sufrimientos experimentados por algunos de los seres que se encuentran en
su camino. Es como si la Voyager se
encontrara congelada en un perpetuo
presente. Cuando Barclay modela holográficamente a la tripulación en “El
Explorador”, dos años después de que la Flota Estelar contactara con ellos
brevemente en “Mensaje en la Botella” y cinco después de que desapareciera del
Cuadrante Alfa, sus imágenes son muy similares a los personajes de carne y
hueso que los espectadores veían cada semana en sus televisores. El Tiempo, en
cambio, sí ha tenido efecto sobre Barclay, que ya no sirve a bordo de la
Enterprise y que tiene que luchar contra una adicción persistente. Janeway y
los suyos, por el contrario, parecen haber quedado olvidados por el flujo
temporal.
(Continúa en la siguiente entrada)
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