
Me encantan las historias de ciencia-ficción, pero algunas veces, la realidad es incluso más extraña. En los últimos años puede que no hayamos sido testigos de una odisea espacial, pero han sucedido cosas que podrían haberse considerado sin problemas como CF, por ejemplo, el SARS, la gripe aviar y otras pandemias víricas. Los estallidos de virus letales han sido desde hace mucho tiempo un tema predilecto de la CF y aunque por ahora no han convertido a la gente en zombis, no son difíciles de imaginar escenas de desesperadas investigaciones a la búsqueda de una cura, hombres enfundados en atemorizantes trajes amarillos de plástico, terror, caos y cadáveres alineados en polideportivos.
Uno de los mejores relatos de CF sobre el tema es “La Amenaza de Andrómeda”, el libro que lanzó a la fama a Michael Crichton, su primer best seller. Escribió el borrador mientras era estudiante de medicina en Harvard, inspirado por una conversación con uno de sus profesores sobre el concepto de vida basada en formas cristalinas.
Un satélite cae en un pequeño pueblo de Piedmont, Arizona, matando a todos sus habitantes. Bueno, no a todos. El equipo de rescate se encuentra con un bebé que no para de llorar y un anciano alcoholizado. Ellos serán la clave para encontrar una cura a lo que resulta ser un virus del espacio exterior bautizado como Andrómeda.

El libro, pleno de suspense y con una sólida orientación científica, ha sido siempre acogido favorablemente no sólo por los aficionados a la CF dura, sino por los propios científicos. El escenario que plantea la novela (un microbio extraterrestre que mata a casi todos sus huéspedes hasta que muta a una forma que le permite sobrevivir fuera de los humanos), aunque improbablemente rápido en su desarrollo, refleja de hecho el curso natural de las epidemias: los virus tienden a evolucionar hacia formas menos agresivas que mantengan vivos a sus hu

Por otro lado, para muchos científicos la novela –no lo olvidemos, publicada el mismo año que se efectuó la llegada del hombre a la Luna- constituyó una advertencia acerca del peligro de contaminación proveniente del espacio exterior. Aún hoy no son pocos investigadores los que se han mostrado contrarios a traer a la Tierra muestras recogidas en Marte por el peligro de que, como ellos mismos mencionan, se cree una situación “Amenaza de Andrómeda”, poniendo en peligro la biosfera terrestre con una contaminación microbiana. La NASA siempre ha declarado que no encontraron muestras de vida en el planeta rojo, pero al menos dos astrobiológos incluidos en el proyecto Viking opinaban lo contrario…

Porque la acción no transcurre en naves espaciales u otros planetas, sino en un presente –o

Lo encuentro muy interesante. Me gusta.
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