“Tenet” es quizá la película de Nolan más compleja, ambiciosa y autoreferencial hasta la fecha, un thriller de espionaje y acción que juega con el tiempo y nuestra percepción del mismo y cuyo protagonista se ve arrojado a una guerra existencial en la que no es el Tiempo el que se usa como arma sino la entropía. “Tenet” tiene todos los tropos clásicos de una película de James Bond, pero también el sabor de una fantasía científica que nos recuerda lo incognoscible que puede ser el mundo ordinario que damos tan fácilmente por sentado.
Christopher Nolan se ha convertido en uno de los directores más importantes de lo que llevamos del siglo XX, siendo ya colocado a la misma altura de Steven Spielberg o Peter Jackson. Empezó a llamar la atención con su segundo film, “Memento” (2000), realizando a continuación la versión en lengua inglesa de un thriller policiaco noruego, “Insomnia” (2002). Su primer gran éxito de taquilla llegó con “Batman Begins” (2005), que sirvió para revitalizar la hasta ese momento agotada franquicia del superhéroe; completó su opus con “El Caballero Oscuro” (2008) y su continuación, “El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace” (2012). Entremedio, dirigió otras películas sorprendentes como “El Truco Final” (2006) y “Origen” (2010). Luego vendrían “Interstellar” (2014) y “Dunkerque” (2017).
“Tenet” fue su película menos exitosa desde “Memento”, pero ello fue, al menos en buena medida, provocado por las extraordinarias circunstancias que vivió entonces el planeta. El estreno estaba previsto inicialmente para julio de 2020, durante la temporada alta en el mercado cinematográfico estadounidense, pero esa fecha resultó a la postre inviable debido al cierre de los cines por la pandemia de Covid-19. Se barajaron diversas fechas y fue estrenándose en diversos países conforme las medidas contra la pandemia iban relajándose, pero en Estados Unidos no se pudo ver finalmente hasta septiembre de 2020, donde recaudó una nada despreciable cifra de 57 millones que, sin embargo, quedaban muy lejos del presupuesto de 200 millones que se invirtieron en la película (la segunda más cara que realizó el director).
Conviene recordar que fue el primer blockbuster que se estrenó tras la peor oleada de la pandemia (el propio Nolan hizo campaña animando a la gente a acudir a verla a los cines) y mucha gente todavía tenía miedo de entrar en lugares públicos. Además, las salas estaban obligadas a dejar espacios vacíos entre las butacas ocupadas, lo que también restó volumen a la recaudación. Al término de su recorrido comercial, la película había recaudado 365 millones en todo el mundo.
Cuando por fin la película estuvo disponible en salas, lo que se había previsto sería uno de los estrenos más sonados de la temporada, se convirtió en un evento que pocos se aventuraron a ir a ver –y, desde luego, menos aun fueron los que pasaron dos veces por taquilla, que era algo con lo que director y estudio, Warner, habían contado-. Desde luego, “Tenet” era una propuesta muy extraña, probablemente inadecuada, como primer gran estreno durante la pandemia, sobre todo porque el público potencial, si se arriesgaba a acudir a los cines, seguramente lo haría con la expectativa de disfrutar de un producto más ligero que les abstrajera de la terrible situación mundial; en cambio, se encontró con un film muy denso, repleto de diálogos a menudo indescifrables y que requiere de múltiples visionados para dar sentido a la intrigante premisa y la potente puesta en escena.
A raíz de los desacuerdos con Warner respecto a las fechas de estreno en su plataforma de streaming, HBO Max, Nolan dirigió su siguiente película, “Oppenheimer” (2023), para Universal. Muchos pensaron entonces que “Tenet” se convertiría en una especie de rareza, de nota al pie en su filmografía, una cinta torpedeada por una imprevista catástrofe global. Pasado el tiempo, en 2024, Warner decidió reestrenarla durante un periodo muy limitado y en cines IMAX de Estados Unidos. Desde entonces, “Tenet” ha experimentado cierta mejora en la apreciación de críticos y espectadores (hoy cuenta con un 7.3 en Imdb, un 7 en RottenTomatoes y un 6.2 en Filmaffinity), hasta el punto de haber alcanzado cierto estatus de culto. Años después de un primer visionado, es frecuente revisarla con otros ojos y encontrar aspectos dignos de atención o incluso elogio. Además, muchos de los que no fueron a los cines a verla en su momento, han tenido luego la oportunidad de acercarse a ella en DVD o plataforma.
Un agente de la CIA (John David Washington) participa en una operación para neutralizar un ataque terrorista en curso contra un teatro de la ópera en Kiev. Durante el curso de la misma, ve a uno de los terroristas utilizar un arma cuya bala parece volar hacia atrás, desde el punto de impacto al cañón. Cuando los agresores lo capturan y ante la perspectiva de ser torturado y sufrir una muerte horrenda, el Agente recurre a la píldora de cianuro que llevaban consigo todos los comandos para tal eventualidad sólo para encontrarse con que era falsa.
Rescatado y ya recuperado, le informan de ha demostrado que su lealtad está a toda prueba y que es digno de confianza para ser partícipe de un enigma terrorífico, una suerte de Guerra Fría Temporal que tiene que ver con las balas de entropía inversa que pueden dispararse hacia atrás en el tiempo. Después de ser incorporado a un programa de operaciones clandestinas llamado Tenet, le encargan una misión que le lleva por diferentes partes del planeta y de la que depende la misma supervivencia de la realidad: encontrar a los receptores de esas armas, que se cree han sido enviadas deliberadamente desde un futuro devastado por el cambio climático para que nos destruyamos a nosotros mismos y, quizá, también a ese futuro. Le acompañará otro especialista, Neil (Robert Pattinson), de pasado y lealtad poco claros pero con muchos recursos y ya ampliamente versado en los entresijos del misterio que deben desentrañar.
Mientras trata de aprender aceleradamente las nuevas reglas de un juego para el que no le ha preparado su experiencia como superagente, su búsqueda le lleva de Mumbai a Gran Bretaña, luego a Oslo y Tallinn, centrando finalmente el foco sobre un multimillonario traficante ruso de armas, Andrei Sator (Kenneth Branagh). El Agente intenta llegar a él a través de su maltratada y chantajeada esposa, Katherine Barton (Elizabeth Debicki). Cuando el Agente lleva a cabo una operación para robar de un camión en marcha un cargamento de plutonio con el que ganarse la confianza de Sator, se encuentra con que los hombres de éste intervienen, le roban a él y Katherine termina gravemente herida.
Las películas de Nolan son desafíos intelectuales. Incorporan conceptos que parecen propios de debates entre estudiantes de Física y Filosofía a las tres de la mañana: el significado de los sueños, la memoria, la física cuántica, la naturaleza del tiempo y la entropía… En “Tenet”, Nolan contó como asesor científico a Kip Thorne, uno de los principales físicos del mundo y que ya había desempeñado esa misma función en “Interstellar”. Pero no nos engañemos, lo que nos presenta esta historia no se ajusta muy fidedignamente al concepto de “entropía” (que es la medida del desorden de un sistema) y Nolan se toma muchas libertades utilizándola como simple y fantástica herramienta para generar un desplazamiento temporal.
Nada más terminar de ver “Tenet” una primera vez, el espectador se da cuenta de que, para descifrar lo que está ocurriendo en la trama, necesitará un segundo visionado… o más incluso. Se pueden encontrar en Internet diagramas y gráficos que ayudan a seguir los acontecimientos y a los personajes a lo largo de la retorcida línea temporal. No es una película comercial en la que todo está perfectamente explicado y en la que el espectador, al llegar los créditos finales, cree haber comprendido todos los aspectos relevantes de la misma. A diferencia de “Origen”, “Tenet” no es un film en el que el espectador terminará maravillado por el original tratamiento de conceptos abstractos sino uno en el que, muy probablemente, quedará confundido, tratando de dar sentido a una trama muy densa y a la que le faltan ciertas piezas que den la perspectiva completa del rompecabezas que se presenta.
La propia premisa que sustenta toda la historia, la inversión de la entropía, es un concepto contraintuitivo. Por ejemplo, el torno que utilizan los personajes no sirve para saltar hacia atrás y hacia delante en el Tiempo (que es la conclusión que uno podría sacar), sino para que deshagan el camino de la entropía, pero a lo largo del mismo flujo temporal y sin afectar al envejecimiento biológico. Este fenómeno puede entenderse relativamente bien con el ejemplo inicial que se le presenta al Agente (el de la bala), pero cuando intervienen más elementos, algunos invertidos y otros no, todos interactúando entre sí, el conjunto se torna muy confuso. Y esto es un problema para una parte nada despreciable del público, que puede dejarse llevar por el ritmo y la ininterrumpida sucesión de escenas de acción pero que, a la postre, no entenderá lo que se le ha querido contar.
Para colmo, muy frecuentemente la mezcla de sonido no prioriza los diálogos sino que los inserta en una enchilada sonora en la que también interviene la música muy sintetizada de Ludwig Göransson, lo que hace todavía más difícil centrar la atención en la tecnocháchara clave para entender no tanto las reglas del juego como lo que está ocurriendo –o va a ocurrir- en esa escena.
Es también una trama en la que Nolan abruma al público con la inmensa cantidad de cosas que ocurren y el frenético ritmo al que se desarrollan. Casi la totalidad de la primera mitad de la película consiste en una serie de secuencias de espías y acción, rodadas con mucho pulso en diversos países y de cada una de la cuales casi podría haberse extraído otra película: saltos de puenting para acceder a un edificio de Mumbai custodiado como si fuera una fortaleza y obligar al líder criminal que allí se refugia a cerrar un acuerdo para cercar al auténtico villano; la utilización de falsificaciones de arte para contactar con la esposa del oligarca ruso, que está siendo chantajeada para quedarse a su lado so pena de perder a su hijo; un robo en la zona franca del aeropuerto de Oslo donde se guardan celosamente los tesoros artísticos de millonarios y mafiosos y para el que los agentes estrellan un avión contra el edificio; otra operación de robo, esta vez de plutonio, con vehículos en marcha...
De hecho, Nolan abre la película en mitad de una gran escena de acción. Apenas ha aparecido en pantalla el logo de su productora, Syncopy, y ya nos zambulle en el secuestro terrorista de un teatro de Kiev, y eso sin habernos informado mínimamente de quiénes son los personajes a los que vamos a seguir en su infiltración para frustrar el atentado o quiénes son los criminales. Mientras tratamos de enterarnos de qué está sucediendo, el director ya retuerce las cosas para confundirnos y que nos preguntemos qué es lo que realmente ocurre allí.
Casi podría decirse que “Tenet” es la versión de Nolan de un film de James Bond: es básicamente una historia de espionaje internacional y acción cuyo heroico protagonista es un exagente de la CIA encargado de encontrar una nueva y muy peligrosa arma en poder de un supervillano que pretende acabar con el mundo. Hay incluso una atractiva y joven mujer involucrada, aunque en este caso, el héroe no se acuesta con ella. “Tenet” es, a la manera de Nolan, una película intelectual de espías.
Como un film de espionaje, Nolan aprovecha los escenarios que le brindan diferentes países. El rodaje tuvo lugar en Gran Bretaña, Estados Unidos, Noruega, Dinamarca, India, Italia o Estonia, como si el director estuviera presumiendo de los recursos que su prestigio puede reunir (el avión que estrella en el aeropuerto de Oslo, por ejemplo, es real y lo compró para la película). Además, se trata de un film que, a menudo y como ocurre con las de Bond, exhibe un mundo de vehículos y entornos lujosos: hay escenas a bordo de elegantes yates, regatas con catamaranes, visitas a un parque eólico danés en alta mar o una conversación en un exclusivo club londinense con Michael Caine, el cual comenta el escaso gusto del agente a la hora de elegir el traje adecuado para los círculos en los que se va a mover.
Y también comparte con el universo fílmico de Bond las espectaculares escenas de acción: el secuestro en pista de un 747 que transporta un cargamento de oro para estrellarlo contra una terminal y crear una distracción con el caos subsiguiente; el mencionado robo en vehículos circulando por una autopista a gran velocidad; la persecución automovilística en la que intervienen coches invertidos temporalmente (el propio Nolan se ha declarado gran aficionado a la saga de “Fast & Furious”); o el multitudinario despliegue de “pinza temporal” que tiene lugar en el clímax, dionde participan dos unidades, una de ellas temporalmente invertida, lo que hace que en el campo de batalla se vean todo tipo de movimientos muy extraños (bombas que implosionan en lugar de explosionar, edificios derruidos que se recomponen, balas que salen de sus impactos y regresan a los cargadores, soldados que corren de espaldas…).
“Tenet” es una película con muy poca carga emocional. Y no me refiero al suspense de las secuencias de acción. La propia existencia de la realidad, de todo lo que conocemos, está en juego… y no podría importar menos tal es la indiferencia que suscitan los implicados. Los agentes encargados de afrontar el problema actúan como robots carentes de emociones y programados para cumplir una sola misión; no conocemos nada de su pasado, su contexto, su vida personal –si la hubiere- y ni siquiera demuestran ellos mismos tener una vida interior o lazos sentimentales. Son meras piezas en una gran maquinaria. La única que puede inspirar cierta simpatía es la atormentada Katherine, atrapada con su hijo (del que habla mucho pero al que apenas se ve) en un horrible matrimonio con un mafioso despiadado y nihilista, pero la belleza fría de la actriz y el distanciamiento con el que la trata la historia, no ayudan tampoco a convertirla en un personaje entrañable cuya pérdida sentiría verdaderamente el espectador.
No es que Nolan no sepa manejar en sus films las emociones y los sentimientos. De hecho, películas como “Origen”, “Interstellar”, “El Truco Final” o la trilogía de Batman incluyen momentos verdaderamente conmovedores protagonizados por personajes torturados. Lo que ocurre es que, en esta ocasión, Nolan, en lugar de en la vida interior de los personajes, ha preferido centrarse en la trama, el desarrollo de la premisa y el mensaje subyacente.
Los debates sobre el cine de Nolan, como he apuntado al principio, tienden a centrarse en su recurrente fascinación por la manipulación del tiempo, su preferencia por los efectos visuales más tradicionales, la exquisita factura visual, la narrativa no lineal o su predilección por tropos del cine de género. Lo que los análisis suelen ignorar es la atención que presta este cineasta a otro aspecto: nuestros límites a la hora de comprender y explorar la disonancia existente entre la “auténtica realidad” del mundo y la percepción que tenemos de ese mismo mundo.
La carrera de Nolan despegó a finales de una década, la de los años 90, fascinada por las películas que presentaban experiencias subjetivas de la realidad, como “Dark City” (1998), “El Show de Truman” (1998),“Nivel 13” (1999) o “eXistenZ” (1999), por nombrar sólo algunas de las más conocidas. Parece apropiado que su primer exito, “Memento”, incluyera en su reparto a Joe Pantoliano y Carrie-Anne Moss, que dos años antes también habían participado en “Matrix” (1999), posiblemente el mejor ejemplo de este subgénero de la CF cinematográfica.
El protagonista de “Memento”, Leonard (Guy Pearce), sufre una lesión cerebral que le incapacita para formar recuerdos a largo plazo. Gran parte del suspense de la película consiste en verlo en situaciones extrañas sin contexto cuyo auténtico significado trata de dilucidar. Un hombre sin memoria es un hombre sin pasado, y la falta de contexto priva a Leonard de la base y la orientación necesarias para sobrevivir. Leonard no puede confiar en nada más allá de su presente inmediato. Es una auténtica pesadilla existencial, tal y como explica el protagonista hacia el clímax de la película. “Tengo que creer en un mundo fuera de mi propia mente. Tengo que creer que mis acciones todavía tienen sentido, incluso si no puedo recordarlas. Tengo que creer que cuando tengo los ojos cerrados, el mundo sigue ahí”. El uso de la palabra “creer” es importante, porque para Leonard no existe conocimiento cierto sino fe en que su comprensión del mundo refleja la realidad.
Este tema vuelve a ser nuclear en “El Truco Final” y se articula a través de la rivalidad entre dos magos, Alfred Borden (Christian Bale) y Robert Angier (Hugh Jackman). Al principio de la película, la esposa de Angier, Julia (Piper Perabo), fallece víctima de un truco que sale mal. Angier se obsesiona con darle sentido a la tragedia y entender tanto lo que pasó como lo que ella sintió, acusando a su hasta entonces amigo Borden de lo sucedido. La obsesión de Angier con lo incognoscible le empuja a violar las leyes tanto de la naturaleza como del hombre. No puede replicar el truco presentado por su rival porque –y esto lo desconoce tanto él como el espectador hasta el mismo final- Borden son en realidad un par de gemelos que construyeron su vida en torno al truco, pero Angier está tan obsesionado que contrata a Nikola Tesla (David Bowie) para crear un dispositivo que fabrica clones de sí mismo. Todas las noches, Angier deja caer su yo original en un tanque de agua como aquél en el que falleció su esposa. Él muere, pero el clon sobrevive. La ironía es que el superviviente, a pesar de su obsesión, jamás podrá saber lo que es ahogarse.
Nolan recupera el mismo tema para “Origen”. Dominick Cobb (Leonardo DiCaprio) se gana la vida irrumpiendo en los sueños de otras personas y robando sus secretos. Sin embargo, él y su esposa Mal (Marion Cotillard) se obsesionaron con la exploración de sus propias “realidades” oníricas y profundizaron tanto en la que habían construido para sí mismos y permanecieron tanto tiempo allí que ella perdió el sentido de la auténtica realidad. Aunque Cobb sobrevivió, nunca ha vuelto a tener la plena certeza de si está despierto o soñando. El icónico y muy debatido plano que cierra la película sugiere que eso, simplemente, es algo que ya ha dejado de importarle.
Y todo esto nos lleva a “Tenet”, un film que constantemente coloca al espectador y a sus personajes en una situación similar.
La mecánica general de la trama es muy clara. Las motivaciones de los personajes también lo están: el villano quiere destruir el mundo para que no le sobreviva, los agentes quieren detenerlo y su esposa librarse de él. Las escenas de acción persiguen objetivos comprensibles y concretos. Incluso el abstracto “algoritmo” se representa por piezas físicamente tangibles que no dejan de ser un macguffin. Los detalles sólo se desdibujan si el espectador o los personajes dan un paso atrás.
Es interesante la reacción que tuvo el público ante este planteamiento de Nolan. Poco antes, “Vengadores: Endgame” (2019) se convirtió en la película más taquillera de la Historia con una trama de viajes en el tiempo que hasta sus personajes reconocieron alegremente que carecía de sentido y regida por reglas en las que ni los guionistas ni los directores se ponían de acuerdo. Sin embargo, “Tenet” se convirtió en blanco de muchas críticas por no molestarse siquiera en utilizar la herramienta de la explicación pseudocientífica. El concepto de inversión entrópica y su manipulación está más allá de la comprensión actual y, por tanto, el público tampoco la va a entender. Ni siquiera los personajes comprenden plenamente la mecánica o las reglas de la “inversión”. Ives (Aaron Taylor-Johnson) se refiere repetidamente a las improvisaciones del protagonista como “imprudencia de mierda” (“cowboy shit”). Cuando le preguntan si su existencia significa que necesariamente acabarán deteniendo a Sator, Neil responde: “Siendo optimista, tienes razón”, para luego reconocer que en realidad ignora la respuesta. “En la teoría de mundos paralelos, no podemos saber qué relación guardan la conciencia y las múltiples realidades. ¿Ya te duele la cabeza?”.
“Tenet” vuelve repetidamente sobre el tema de la importancia de la fe, ya abordado en otros títulos de la filmografía de Nolan. Al fin y al cabo, eso es lo que significa en inglés “tenet”: “dogma”, “principio moral”. El director extrae gran parte de la película de un elemento arqueológico hallado en diferentes partes de Europa: el “Cuadrado Sator”, una estructura con forma de cuadrado mágico compuesto por cinco palabras latinas: SATOR, AREPO, TENET, OPERA y ROTAS, que, consideradas en conjunto (de izquierda a derecha o de arriba abajo), dan lugar a un multipalíndromo. La presencia de este símbolo en muchas iglesias medievales induce a considerarlo —aun cuando es probable que tenga un origen más antiguo— como un símbolo que se ha introducido en la cultura cristiana de aquel período.
Los significados de esas palabras se incorporan a la trama para recontextualizar las fuerzas que operan en el corazón de la película: SATOR, significa sembrador, plantador, fundador, progenitor y, en este caso, designa al villano; OPERA sería trabajo, cuidado, ayuda, problema…y designa en la película la localización de la primera escena; AREPO, de significado desconocido, es el apellido del falsificador del cuadro que el Agente presenta a Katherine; ROTAS, “ruedas” o “girar”, es la corporación de Sator; y TENET, “comprender”, “conservar”, es el nombre de la operación final, que, además, se desarrolla en diez minutos (“ten” significa diez en inglés).
Nolan, por tanto, enmarca sus misterios existenciales en términos que sugieren agnosticismo. El pariente más cercano de “Tenet” en su filmografía probablemente sea “Interstellar”. En esa película, una familia de granjeros se ve atormentada por perturbaciones que violan las leyes de la Física. La joven Murph (Mackenzie Foy) describe estos efectos como su "fantasma". Cuando la encuentra examinando devotamente los patrones de polvo que se forman en el piso de su dormitorio debido a esa distorsión, su abuelo Donald (John Lithgow) le pregunta: "¿Quieres limpiar eso cuando hayas terminado de rezarle?".
“Interstellar” nos dice que existe una explicación racional para esas perturbaciones. El deseo de precisión científica del equipo de producción fue tal que llevó a Kip Thorne a profundizar en sus estudios y descubrir nuevos detalles sobre los agujeros negros. Sin embargo, lo cierto es que la Física en “Interstellar” está más allá de la comprensión humana actual, por lo que adquiere un matiz casi religioso. Eso fue lo que motivó que Nolan convenciera a Hans Zimmer para utilizar como parte esencial de la banda sonora un gran órgano de iglesia.
Esta tensión entre la Física y la Fe, entre lo tangible y lo espiritual también se refleja en la manera de rodar la película. Los films de Nolan descansan en buena medida en los efectos físicos más que en la “magia” digital, algo que él pueda palpar y brinde a sus historias una sensación de realidad, de certeza. El énfasis de Nolan en estas pequeñas certezas contrasta con las mucho mayores ambigüedades que están relacionadas con el mundo moderno. Nuestro cerebro vive hoy constantemente bombardeado (e incluso sobrecargado) por estimulaciones visuales y sonoras. Existen indicios de que la exposición a Internet afecta a la cognición humana. Sucede tanto y tan rápido que es imposible procesarlo todo por completo o dotarle de sentido en tiempo real. La realidad ha pasado a ser, no pocas veces, algo fungible y distorsionado.
“Tenet” trata sobre cómo vivir en un mundo arbitrario y caótico, gobernado por fuerzas que superan nuestra facultad para controlarlas: la posible irreversibilidad del cambio climático; la incapacidad de reparar la brecha de riqueza que desestabiliza el mundo… En películas anteriores de Nolan, como “Memento” u “Origen”, los protagonistas optaban por el solipsismo, abrazando sin cuestionarla la realidad de su elección. En “El Caballero Oscuro”, el Joker va más allá e intenta imponer su realidad al mundo que lo rodea. Esto es lo que hace Sator, el villano de “Tenet”, un hombre tan incapaz de concebir un mundo sin él que prefiere destruirlo antes que permitir que éste siga adelante, aunque ello signifique sacrificar a su propio hijo. “No crees en Dios, en un futuro o en nada ajeno a tu propia experiencia”, le acusa el Agente, a lo que Sator responde: “Eso es la fe, y yo no la tengo”. El Agente rechaza esa visión nihilista del mundo: “Sin ella, no eres humano”.
“Tenet” vuelve una y otra vez al tema de la predestinación y la cuestión de si la elección individual importa en un universo en el que el Tiempo fluye en ambas direcciones. La respuesta a esa pregunta la da la propia película y es positiva: sí, importa aun cuando su impacto en el resultado no siga una causalidad lineal. Cuando el protagonista intenta atrapar una bala invertida, Barbara (Clémence Poésy) le dice: “Tienes que dejarla caer”. Incluso cuando el efecto precede a la causa, es la decisión lo que cuenta.
Neil repite el mantra “Lo que ha pasado, ha pasado”. En su escena final con el protagonista, explica que esta actitud no supone una aceptación del nihilismo, sino todo lo contrario. “Lo que pasó, pasó. Lo cual es una expresión de fe en la mecánica del mundo. No es una excusa para no hacer nada”. Cuando el protagonista le pregunta a Neil si está describiendo el “destino”, Neil responde: “Llámalo como quieras”. Él, por su parte, lo llama “realidad”.
Nolan ha declarado que sus películas “tratan sobre experiencias individuales que entran en contradicción con la realidad objetiva”. “Tenet” explora una cuestión relevante en estos tiempos tan convulsos, a saber, cuál es la mejor solución cuando la realidad objetiva parece casi imposible de comprender. Para el cineasta, la opción más tranquilizadora es tomar una decisión, hacer lo correcto y creer en que ello afectará positivamente a su realidad. En definitiva, tener fe.
Pero “Tenet” no sólo tiene una lectura filosófica. También es una película que nos recuerda que no podemos escapar del tiempo y que el futuro podría no sólo juzgarnos sino condenarnos; que nos habla de la importancia de la moral incluso en un mundo caótico y despiadado; y también una reflexión sobre los excesos del capitalismo, sobre cómo las cosas aíslan a quienes las poseen. La idea de que el poder protege a los ricos de las leyes de los hombres y de las consecuencias de sus acciones, es ya un cliché, y “Tenet” lo lleva a su corolario final, describiendo un mundo en el que las propias leyes de la Física se doblegan ante quienes tienen suficiente influencia. En este sentido, la película contiene una crítica social a un mundo éticamente corrompido.
“Tenet” es una película densa, compleja, emocionalmente fría y exigente que con toda probabilidad dividirá a los espectadores. Mezcla el cine de autor y el cine comercial en la forma de un thriller de acción al estilo James Bond sobre un soporte conceptual insólito. Ofrece una experiencia visual abrumadora que transcurre a un ritmo de vértigo. La lógica de los desplazamientos temporales es tan endeble que varios de los personajes tienen que decirle al protagonista que no piense y se deje llevar, pero todo está al servicio de las escenas de acción y la película cumple con creces en ese aspecto. Al igual que con las entregas de “Misión: Imposible”, el atractivo principal de esta película es disfrutar de una puesta en escena salvaje y original.
Pero “Tenet” es también es un film aparentemente menos pulido de lo que cabría esperar de Nolan en el sentido de que hay demasiados momentos en los que resulta muy difícil entender qué es lo que está ocurriendo en la pantalla y en los que la única salida para el espectador es, como el protagonista, dejarse llevar por la experiencia y no tratar de comprender la trama, al menos en un primer visionado. De hecho, el propio Nolan así lo recomendó en una entrevista, asegurando que “no se supone que deba comprenderse” toda la película. “No es toda ella comprensible. Es como preguntarme si sé lo que sucede con el trompo girando al final de “Origen”. Mis historias no son un puzzle que haya que resolver”. Pero claro, puede que esta visión no coincida con la de un espectador que espere algo más convencional, lineal, cerrado y, sobre todo, comprensible..
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