“Parque Jurásico” (1993) fue una de las películas más importantes de los años 90, no sólo por su éxito comercial, su papel revitalizador de la decadente carrera de Michael Crichton o incluso por la plétora de títulos con monstruo que inspiraría (de “Carnosaurio” a “Deep Blue Sea” pasando por “Godzilla” o “Joe”), sino por el impulso que dio a los efectos generados por ordenador. No fue la primera película que los utilizaba, pero si la que con mayor éxito los integró con la acción real, creando imágenes de un poder hasta entonces imposible de concebir. Siguiendo su ejemplo, vendrían incontables películas que no sólo utilizaron el ordenador para generar monstruos sino para recuperar y vigorizar otros géneros fílmicos: las películas de desastres (“Twister”, “Un Pueblo Llamado Dante´s Peak”, “Titanic”, “La Tormenta Perfecta”), las de fantasmas (“La Maldición”), las bélicas (“Pearl Harbor”), las de momias (“La Momia”) e incluso la traslación de dibujos animados a la acción real (“Babe, el Cerdito Valiente”, “Como Perros y Gatos”). Gracias al espíritu pionero de los responsables de “Parque Jurásico”, la utilización del CGI para llevar a la pantalla lo imposible es hoy “mera” rutina.
Steven Spielberg
dirigió también la secuela de su propia película, “El Mundo Perdido” (1997),
que en general es considerada un producto decepcionante si bien tiene momentos
muy conseguidos. Para la tercera entrega de lo que ya se convertiría en una
serie, Spielberg cedió las responsabilidades de dirección a Joe Johnston, que
había trabajado como director artístico de Industrial Light & Magic en, por
ejemplo, las secuelas de “Star Wars” (1977) y que debutó como realizador con
“Cariño, He Encogido a los Niños” (1989). Desde entonces, se ha especializado
en el género fantacientífico con títulos como “Rocketeer” (1991), “El Guardián
de las Palabras” (1994), “Jumanji” (1995) o, ya después de la película que nos
ocupa, “El Hombre Lobo” (2010) o “Capitán América: El Primer Vengador” (2011).
El doctor Alan Grant
(Sam Neill), tras las experiencias en el Parque Jurásico, ha vuelto a sus
excavaciones paleontológicas, pero tiene dificultades para conseguir la
financiación que le permita mantener vivo su proyecto. Los posibles donantes
están más interesados en los dinosaurios diseñados genéticamente que todavía
viven en las islas Nublar y Sorna que en viejos huesos fosilizados. Cuando el
acaudalado Paul Kirby (William H.Macy) y su esposa Amanda (Tea Leoni) le
visitan para pedirle que les sirva de guía durante un vuelo sobre Isla Sorna,
Grant, desesperado, acepta a cambio de una sustanciosa cantidad de dinero y
suponiendo que desde el aire ni habrá peligro ni en realidad serán capaces de
distinguir nada.
Pero una vez llegados
a su destino, resulta que la intención de Kirby, su esposa y los hombres de
aspecto militar que le acompañan no es otra que la de aterrizar y emprender la
búsqueda del hijo de la pareja, Eric (Trevor Morgan), que dos meses atrás acabó
allí tras un accidente de parapente. No pasa mucho tiempo antes de que la
partida de rescate se encuentre acechada y perseguida por los dinosaurios
carnívoros del lugar y Grant y su estudiante, Billy (Alessandro Nivola) son los
únicos con los conocimientos que podrían salvarles la vida.
Un par de meses antes
de su estreno, las perspectivas de “Parque Jurásico 3” no parecían en absoluto
halagüeñas. En un gesto poco habitual que quizá denotó el descontento e incluso
vergüenza del actor William H. Macy al respecto de la película, éste declaró a
la prensa que todo se rodó sobre la marcha sin un guion completo (atribuido a Peter
Buchman, Alexander Payne y Jim Taylor) y que Steven Spielberg, a pesar de aparecer
acreditado como productor ejecutivo, jamás hizo acto de presencia. Esto disparó
las alarmas en los Estudios Universal que, oliendo el desastre, intentaron
limitar los daños enviando a Joe Johnston a conceder entrevistas para varias revistas
de cine importantes en las que se defendió asegurando que las películas se
suelen rodar sin guiones terminados y que el resultado no era tan malo como
algunos aseguraban.
Teniendo en cuenta
las nefastas expectativas que se generaron, hay que decir que “Parque Jurásico
3” tampoco es la catástrofe que muchos esperaban. De hecho y en cierto sentido,
es más honesta que su predecesora, “El Mundo Perdido”, que desilusionó a
quienes de ella esperaban algo nuevo. La película de Johnston no engaña. No
expande significativamente la mitología de la serie ni añade nada relevante. Se
limita a ofrecer lo que razonablemente puede esperarse de una secuela, esto es,
recupera la amenaza principal del film original y añade una serie de
variaciones (el espinosaurio y los pterodáctilos), explorando otras
posibilidades de las criaturas ya conocidas (la posible inteligencia de los
velocirraptores).
Es obvio que los
guionistas no contaban en esta ocasión con algún libro del que extraer
conceptos o argumentos de interés. Michael Crichton se reunió con el equipo,
pero acabó marchándose incapaz de aportar buenas ideas. Así que, desde el
principio, no había más razón para hacer una tercera película que tratar de
engañar al respetable haciéndolo acudir al cine con el anzuelo del título.
A la hora de la
verdad, que hubiera o no un guion terminado no es relevante, porque esta es una
película en la que eso no importa demasiado. Las amargas quejas de William
H.Macy parecen más producto de la insatisfacción de sentirse poco más que un
engranaje intercambiable de una maquinaria inmensa. Los personajes humanos no
son más que figurines de cartón cuyos intercambios verbales y cuitas personales
sirven únicamente como excusa para exhibir la pericia de los animadores CGI.
Así que tanto da que existiera un guion como un mero storyboard.
“Parque Jurásico 3”
es una película construida enteramente como una sucesión de escenas de acción
que, al menos, Joe Johnston sabe presentar con oficio e incluso emoción: el
ataque del espinosaurio contra los restos del avión estrellado en los que se
encuentran los personajes; el ataque del velocirraptor en los laboratorios
abandonados; el del pterodáctilo y el improbable rescate que efectúa Billy con
un parapente; la embestida del espinosaurio contra la balsa sobre la que los
supervivientes tratan de escapar… El director va dosificando estas escenas cada
pocos minutos para mantener la atención del espectador. Al fin y al cabo, dada
la absoluta sosería de todo el reparto de personajes humanos, son los
dinosaurios los que aportan la auténtica vida y emoción a la película. El
problema es que no hay un hilo conductor que conecte esas escenas y todo da la
impresión de haberse rodado y montado con bastante prisa, sin contar con un esquema
general sólido y con el único fin de cumplir el calendario previsto y recaudar
lo máximo y más rápido posible.
De vez en cuando,
Johnston introduce un poco de humor negro, como esa escena que alterna el
ataque del feroz espinosaurio en Isla Sorna con el programa televisivo del
dinosaurio rosa Barney que está viendo en su casa el hijo de Ellie (Laura
Dern); o la pesadilla que Grant tiene durante el vuelo y en la que ve en el
asiento de al lado a un velocirraptor llamándole por su nombre. Pero la mayoría
de los aspectos de la historia (la inteligencia de los raptores, sus huevos, la
importancia del parapente, el teléfono satelital…) están tan toscamente
encajados en la trama que todo el mundo puede anticipar la importancia que
tendrán más adelante. (ATENCIÓN: SPOILER) Y, para colmo, el final es un
ridículo e inverosímil deux es machina: en tan solo unas horas, Ellie –que de
alguna forma ha conseguido averiguar el paradero de su antiguo amante-, envía
al rescate nada menos que dos portaaviones y una división de marines que
desembarcan en una isla que es territorio de Costa Rica.
Otro problema evidente de la película es la ausencia de un verdadero antagonista. Generalmente, en este tipo de aventuras suele haber algún personaje con agenda oculta y cuya avaricia o mezquindad pondrán en peligro a todos los demás. Lo más cercano que podemos encontrar en este caso es el ayudante de Grant, Billy, que coge varios huevos de velocirraptor de un nido para luego venderlos a un alto precio y poder así darle un respiro financiero a las excavaciones paleontológicas de su mentor. Aunque Grant se indigna con él cuando se entera, no puede decirse que Billy sea un auténtico villano y sus actos no afectan a la trama más allá de aportar una excusa a los velocirraptores para que los persigan (como si servir de alimento no fuera suficiente).
La auténtica némesis
en “Parque Jurásico 3” es el Espinosaurio que acecha y ataca varias veces a los
protagonistas en el curso de la trama. La saga jurásica ha recurrido a esta
fórmula varias veces: presentar en cada entrega un dinosaurio mayor o más feroz
que los anteriores, aunque en esta ocasión se tomaron amplias libertades respecto
a lo que la ciencia ha averiguado sobre esa especie en particular. El auténtico
espinosaurio era un piscívoro que no habría tenido interés en perseguir a los
humanos o enfrentarse a un tiranosaurio. En esta última escena en concreto, los
guionistas tomaron la inesperada decisión de colocar como perdedor al T-Rex,
que a esas alturas se había convertido en un icono de la franquicia y un animal
al que parecía imposible matar.
El regreso de Sam
Neill para interpretar al doctor Alan Grant tras su decepcionante ausencia en
la segunda parte, fue sin duda uno de los ganchos de la película de cara a los
aficionados de la franquicia. El problema es que aquí el personaje actúa como
un hipócrita unas veces y como un secundario sin peso en otras. En “Parque
Jurásico”, Grant amaba apasionadamente a los dinosaurios. Ahora, en cambio,
quizá sea excesivo decir que los odia, pero, desde luego, no siente interés ni
simpatía algunos por los saurios “fabricados” por John Hammond en las dos islas
costarricenses. Llega incluso a llamarlos monstruos de parque temático.
Aun cuando puede
entenderse que los dinosaurios “modernos” son productos de laboratorio que
difieren de sus referentes prehistóricos, esta nueva actitud de Grant
contradice todo lo que habíamos visto de él en la primera película. En ésta,
amaba tanto a esos animales que llegaba a recostarse sobre el vientre de un
Triceraptos enfermo. Claramente, se sentía abrumado por la maravilla de
contemplar en carne y hueso aquello que solo había conocido como huesos
fosilizados. Pero ahora, no quiere ni acercarse a las islas de Hammond ni
hablar de sus dinosaurios, llegando a asegurar que no habría fuerza en la
Tierra capaz de hacerle regresar allí. Eso sí, en cuanto le ofrecen dinero, no
se lo piensa a pesar de saber que visitar la isla, incluso sobrevolarla, está
prohibido por las autoridades.
Por otra parte, nunca llega a aclararse si él y Ellie Sattler llegaron a casarse, un paso hacia el que apuntaba el final de “Parque Jurásico”. En esta tercera entrega, vemos a Ellie casada con otro hombre e incluso con dos hijos, lo que supone tirar por la ventana todo lo que sabíamos de la pareja hasta ese momento y desaprovechar la química entre ambos. Además, las escenas de Ellie no sólo son muy breves, sino que transmiten la impresión de que los guionistas no sabían qué hacer con ella, así que, quizá sintiéndose obligados a recuperarla, se limitaron a convertirla en una mujer felizmente casada a la que no vemos salir de casa, cuando en “Parque Jurásico” había demostrado no sólo ser una científica competente sino una persona valiente y con las ideas muy claras.
Poco hay que decir
del resto del reparto. William H.Macy y Téa Leoni interpretan a dos cónyuges
divorciados al rescate de su hijo, pero una vez muestran sus auténticas cartas,
se limitan a ser unos irritantes estúpidos que insisten en ignorar los consejos
de Grant poniendo en peligro la vida de todos y haciendo que el espectador
desee que aparezca cualquier dinosaurio y los elimine sangrientamente de la
historia.
“Parque Jurásico 3” es una película claramente inferior a las dos anteriores –aunque tiene sus defensores, que la anteponen a “El Mundo Perdido”-. El objetivo último de la película, recaudar dinero lo más económica y rápidamente posible, lo evidencia la falta de ambición, cariño y elaboración en todos sus aspectos: la premisa de partida, el argumento, la construcción de personajes, la interpretación de los actores e incluso los efectos especiales. Esta tercera entrega de la franquicia demostró que la fuente de las ideas se había secado y que lo mejor era dejar descansar a los dinosaurios jurásicos y que el público se recuperara del empacho. En 2015, “Jurassic World” revitalizaría el interés por el dinosaurio sin siquiera necesidad de aportar ideas nuevas y apoyándose exclusivamente en el carisma de sus nuevos protagonistas y la sofisticación alcanzada en el ínterin por los efectos digitales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario