Adam (John Cusak) y Nick (Craig Robinson) visitan en el hospital a su amigo Lou (Rob Corddry) tras enterarse de que ha intentado suicidarse con el monóxido de carbono de su coche en su garaje, aunque él insiste en que fue sólo un accidente. Los tres fueron grandes amigos y camaradas de juergas durante su adolescencia, pero con el tiempo fueron distanciándose y ya apenas mantienen contacto. Es más, ninguno está satisfecho con su vida. Los tres se sienten infelices y fracasados tanto en el plano profesional como sentimental.
El doctor da de alta a Lou dejándole al
cuidado de sus amigos y éstos, en un intento de levantarle el ánimo, deciden
pasar un fin de semana en el Silver Peaks Lodge, en la estación de esquí del (ficticio)
valle de Kodiak, que visitaron por ultima vez en 1986, cuando eran
adolescentes. Nick se ve obligado a llevar a su sobrino Jacob (Clark Duke), a
su cuidado desde que su madre –que también lleva una vida de lo más
desordenada- se ha instalado con un nuevo novio. Pero al llegar, se encuentran
el pueblo en un estado de profunda decadencia; tanto como el hotel, maloliente
y descuidado. Se instalan en la misma habitación que ocuparon por última vez y
se dan un baño en el jacuzzi de la terraza. Mientras están borrachos, derraman
accidentalmente una bebida energética rusa ilegal sobre los controles del
jacuzzi y empiezan a ocurrir cosas extrañas.
Cuando se despiertan por la mañana, descubren
que están en 1986, en el mismo fin de semana que fue el último que pasaron
allí. Todavía más sorprendente: están ocupando sus cuerpos adolescentes. Un
enigmático reparador de jacuzzis (Chevy Chase) les advierte de las nefastas
consecuencias que tendría alterar el pasado, así que deciden hacer las mismas
cosas que veinticinco años atrás, cosas que, aún no lo saben, alteraron el
curso de sus vidas para siempre: Adam rompió con quien creía era la chica de
sus sueños y ella le apuñaló en el ojo con un tenedor; Nick fracasó
estrepitosamente en su debut musical al frente de su banda y abandonó el sueño
de dedicarse a ese arte; y Lou fue apalizado por un grupo de matones sin que
sus amigos acudieran a auxiliarle. Al fin y al cabo, la época gloriosa que
ellos atesoraban en su memoria, no lo fue tanto. No es que se convirtieran en
unos perdedores al madurar. Siempre lo fueron.
Sin embargo, ahora la perspectiva de todos
ellos ha cambiado y ven esos acontecimientos de otra manera. Cuando comienzan a
recrearlos, no pueden sofocar su deseo de hacerlo mejor en lugar de reincidir
en sus respectivos fracasos. Sin embargo, cambiar el pasado puede alterar de
formas imprededibles el futuro y, sobre todo, borrar de la existencia a un
comprensiblemente nervioso Jacob.
En alguna parte leí alguna vez que la cultura
popular acabaría devorándose a sí misma. Quizá quien lo escribió tenía una
máquina del Tiempo, porque parece que, efectivamente, algo de esto sucede. En
el caso del cine, cada vez son más las películas que se construyen a partir de
títulos anteriores (precuelas, secuelas, derivados) o sobre un encadenamiento
de ideas, homenajes, parodias, referencias y guiños a pasadas cintas que,
independientemente de su calidad, fueron un éxito y dejaron su impronta en una
generación.
Así, la premisa de “Jacuzzi al Pasado” parece
una alocada colisión conceptual entre “Las Alucinantes Aventuras de Bill y Ted”
(1989) y alguna de las vulgares películas para adolescentes que surgieron a
raíz del éxito de “Porky´s” (1982). Por otra parte, la idea de unos viajeros del
Tiempo que regresan a una parodia de la cultura pop de una época en particular
ya se había visto anteriormente en “Verano del 76” (1990), cuyo protagonista
acababa en la década de 1970; o en “Peggy Sue Se Casó” (1986), de Francis Ford
Coppola, en la que una cuarentona moderna regresa a su adolescencia en los 50,
ocupando su antiguo y joven cuerpo para tratar de tomar mejores decisiones que
las que le llevaron a su mediocre vida.
Y, por supuesto, está la película por
excelencia sobre viajes en el Tiempo cuya sombra se ha proyectado en todo este
subgénero cinematográfico desde entonces: “Regreso al Futuro” (1985). “Jacuzzi
al Pasado” no la referencia directamente, pero sus paralelismos son
completamente deliberados, desde el uso accidental de una máquina del Tiempo a
la participación del actor Crispin Glover (que interpretó a George McFly en
“Regreso al Futuro” y que aquí da vida al botones manco) pasando por el pueblo
con una torre del reloj.
(Aclaración: en realidad, el jacuzzi del
título no es, estrictamente hablando, una máquina del tiempo, sino algún tipo
de dispositivo que proyecta astralmente a sus usuarios hacia el pasado, de tal
modo que pasan a ocupar los cuerpos de sus yoes más jóvenes. Sin embargo, en el
caso de Jacob, que no había nacido en 1986, sí funciona como una máquina del
tiempo “convencional” y lo transporta en cuerpo y alma. Mejor no darle
demasiadas vueltas y asumir condescendientemente este tipo de incoherencias. Al
fin y al cabo, se trata de una comedia).
Pero es que, además, “Jacuzzi al Pasado” sigue
el mismo arco argumental que “Regreso al Futuro”: ambas películas son una
similar fantasía acerca de unos perdedores apocados que consiguen enderezar sus
vidas viajando en el Tiempo, regresando a su época adulta para encontrarse con
las realidades que siempre soñaron. Las dos juegan con la cultura popular de
sus respectivas épocas y hacen comentarios irónicos sobre el pasado: si en “Regreso
al Futuro”, Michael J. Fox inspiró a Chuck Berry, en “Jacuzzi al Pasado”, Craig
Robinson canta como propia una canción de “Black Eyed Peas”.
Mientras que la cinta de Robert Zemeckis
contaba las divertidas complicaciones que generaba la atracción sexual de la
madre del protagonista por él mismo y éste descubría que las imágenes de sus
hermanos iban desvaneciéndose de una foto conforme sus acciones en el pasado
alejaban a sus padres, “Jacuzzi al Pasado”, de forma mucho más soez, hace que
Jacob acompañe a Lou mientras éste tiene relaciones sexuales con su madre aún
adolescente para que así él pueda ser concebido esa noche y no deje de existir.
El departamento de publicidad de MGM comparó
“Jacuzzi al Pasado” con “Resacón en las Vegas” (2009), que había cosechado un
gran éxito el año anterior contando con obscena hilaridad las desventuras de cuatro
amigos maduros que decidían pasar un último fin de semana de juerga y
desenfreno. Por una vez, no se trató de la típica hipérbole publicitaria para
aprovecharse de un éxito anterior, sino una comparación razonablemente precisa.
De hecho, es fácil suponer que la película no habría entrado en producción tan
fácilmente de no haber sido por la repercusión de la otra cinta. Ambas
películas, a su vez, bebían de la entonces nueva moda del “bromance”: historias
sobre la amistad varonil con el mensaje subyacente –pero nada sutil- de que la
vida adulta y las responsabilidades que la acompañan (matrimonio, profesiones
aburridas) nunca brindan la misma felicidad que los gloriosos días de
adolescencia y fiesta continua; películas que reafirmaban el amor entre amigos
al tiempo que incluían el grado necesario de humor homofóbico para asegurarse
de que nadie entendiera que se trataba de “ese otro tipo de amor”.
“Jacuzzi al Pasado” es una película estridente
y vulgar. Sus chistes derivan de cosas como vómitos a chorro, insultos
sarcásticos, chistes políticamente incorrectos, manipulación de caca de perro o
pacientes sacándose un catéter y rociando de orina a todos los presentes. Que
esto resulte hilarante dependerá de la tolerancia que cada cual tenga hacia ese
tipo material. Los chistes de los guionistas Sean Anders, Josh Heald y John
Morris son a menudo irregulares, muchos de ellos quizá innecesariamente soeces…
pero de vez en cuando, llega alguno genial, como ese en el que Nick busca un
teléfono y llama al número de su esposa adúltera para decirle lo que piensa e
ella… sin caer en la cuenta de que en 1986 ella sólo es una niña de nueve años.
Otro momento hilarante es aquel en el que Lou hace una apuesta sobre un partido
televisado de rugby (cuyo resultado conoce de antemano), comprometiéndose a
hacerle una felación a Nick si pierde… cosa que sucede. De alguna forma, la
película comparte el mismo estilo que el personaje de Lou, un fiestero grosero
y bocazas que, por más que intentes odiar u ofenderte, tiene el torpe encanto
de un perro grande y maloliente que solo quiere acercarse y lamerte la cara.
Gran parte de lo que ocurre en la historia le
resultará familiar a cualquiera que haya visto unas cuantas películas sobre
viajes en el Tiempo. Todos los clichés se sirven sin acompañamiento ni
originalidad, haciendo énfasis sólo en la comicidad más cruda y estridente. Cuando
mejor funciona la película es cuando Rob Borddry entra en alguna escena,
desplegando un nivel de energía, ruido y grosería que parece arrastrarlo todo
en su caótica estela. Llega incluso a eclipsar a la estrella titular y productor
de la cinta, John Cusack, quien, aunque nunca ha sido un cómico de alto nivel (siempre
ha sido más del tipo de humor sofisticado, que aquí brilla por su ausencia), en
este papel parece inusualmente apacible. A destacar también Lizzy Caplan, aun
cuando su personaje, la periodista April, pida a gritos más tiempo en pantalla
del que tiene. Por su parte, Craig Robinson, como de costumbre, está
sobresaliente, clavando cada línea de sus diálogos.
La sátira de los años 80 resulta algo
irregular, y eso que hay muchísimas referencias a la cultura popular de esa
época: Ronald Regan y “Alf” (1986-90) en la televisión, un concierto de Poison,
camisetas de “Corrupción en Miami” (1984-9), calentadores de piernas, chándals
de táctel, colores pastel, la Unión Soviética aún dando guerra, un cameo de
Chevy Chase… por no hablar del soundtrack, abundante en temas de aquellos años.
Diseminados por el argumento hay referencias a “El Resplandor” (1980), “Amanecer
Rojo” (1984) o “Terminator” (1984).
Sin embargo y curiosamente, la película no
apoya demasiado su humor en el contraste de unos personajes provenientes del
siglo XXI con ese periodo. Hay algunos chistes sobre chicas que se sorprenden
al oir la palabra “email”, los protagonistas pensando que deberían alterar el
futuro para impedir el estrellato de Miley Cyrus… quizá el más divertido sea
ese gag en el que un todavía confuso Nick le pregunta a una chica que pasa por
ahí: “¿De qué color es Michael Jackson?” para determinar de una vez por todas
en qué época se encuentran. Otros gags, como ese hacia el final en el que Nick
agita frente a sí una lata de refresco diciendo que es una bomba y que él es un
espía sovético, no consiguen el efecto buscado. Y dado que John Cusak fue uno
de los iconos de los 80 y uno de los actores que mejor funcionaron en la taquilla
de la época, resulta sorprendente que no se hagan más bromas y chistes a partir
de ello.
Podría argumentarse que la película hubiera
necesitado de unos cuantos gags adicionales que aprovecharan el choque cultural
derivado de un viaje en el Tiempo. Pero, si se piensa bien, tal choque no
existe. A diferencia de Marty McFly, que fue transportado a una época que nunca
conoció, los protagonistas de “Jacuzzi al Pasado” regresan a una que sí
vivieron (es más, a un fin de semana que recuerdan muy bien) y, tras el shock
inicial, no tardan en moverse como peces en el agua.
Quizá los fallos de la película vengan dados por la relativa bisoñez de su director, Steve Pink, por entonces todavía un recién llegado tras una sola película “Admitido” (2006). Pink, no obstante, ya llevaba tiempo colaborando con John Cusak, escribiendo y produciendo tanto “Un Asesino Algo Especial” (1997) como “Alta Fidelidad” (2000), así como figurando en la producción de un western televisivo protagonizado por el actor, “Sin Piedad”.
Al final, encontramos muy poca originalidad en
“Jacuzzi al Pasado”. Da la sensación de que la película trata de llegar al
corazón del espectador mediante la inserción de todo tipo de referencias a la
cultura pop de los 80. No es que esto sea necesariamente malo y, después de
todo, la historia proporciona no pocos momentos cómicos. No es una comedia para
todo el mundo y, como digo, no ofrece conceptos nuevos o reformulaciones
interesantes de otros ya clásicos. Pero como entretenimiento –y siempre y
cuando se sintonice con el tipo de humor que ofrece-, es eficaz, razonablemente
divertida y honesta en el sentido de que no engaña al espectador y ofrece
exactamente lo que promete.
El director y casi todo el reparto (excepto John Cusak) regresarían para una segunda parte en 2015.
Eso es dedicación, invertir tiempo no solo de visionado sino encima de análisis para una película así. La clave principal es la que comentas, que es autoreferencial y, mientras que Regreso al Futuro estaba dirigida a los jóvenes que se preguntaban cómo habían sido sus padres, esta es un enorme ejercicio de nostalgia para los padres que anhelan volver a ser jóvenes. Solo logro recordar el chiste de “¿De qué color es Michael Jackson?” y el tono amargo que tiene la película en algunos momentos. Pero, sinceramente, para ver una comedia sobre adultos amargados ante la falta de los éxitos que se esperaban de jóvenes, prefiero la propia Regreso al Futuro o Bienvenidos al fin del mundo (The World's End).
ResponderEliminar