Las películas originales de “El Planeta de los Simios” constituyen una de las grandes sagas de la CF cinematográfica. La primera de la serie y la que le dio título (1968) fue un enorme éxito de público y crítica y se ha convertido en un auténtico clásico y pilar de la cultura popular moderna. Por eso no es de extrañar que ya entonces 20th Century Fox quisiera aprovechar la gallina de huevos de oro y financiara una serie de films que, primero, continuaron lo narrado en esa entrega inicial (“Regreso al Planeta de los Simios, 1970) y luego retrocedieron en el tiempo para ir mostrando cómo se había llegado a un mundo dominado por monos a partir de una civilización humana (“Huida del Planeta de los Simios”, 1971; “La Rebelión de los Simios”, 1972); y “La Batalla por el Planeta de los Simios”, 1973). Se produjeron también dos series televisivas que narraban acontecimientos ajenos a la continuidad ya expuesta en las películas, una de acción real (1974) y otra de dibujos animados (1975).
Tim Burton dirigió un remake de la original en 2001 que ha
sido denostado por prácticamente todo el mundo que lo ha visto. Diez años
después, Fox decide revitalizar la franquicia empezando por “El Origen del Planeta de los Simios” (2011), un éxito quizá inesperado dado que poca gente
esperaba gran cosa del proyecto y que motivó una segunda parte, “Amanecer del Planeta de los Simios” (2014). El enfoque elegido fue el de seguir de manera
bastante libre la línea cronológica de la saga inicial, narrando cómo empezaron
los simios a obtener inteligencia humana y los acontecimientos que fueron
sucediéndose para que acabaran siendo los amos del futuro. La trilogía culminó
con “La Guerra del Planeta de los Simios”, dirigida por el mismo realizador que
la inmediatamente anterior, Matt Reeves.
César (Andy Serkis) y sus simios están siendo perseguidos y cazados por soldados humanos dirigidos por el Coronel (Woody Harrelson) y ayudados por varios de sus congéneres que voluntariamente se han convertido en sus siervos. Después de una escaramuza en los bosques en los que refugia el grupo de César, éste decide perdonarle la vida a los prisioneros humanos supervivientes y enviarlos de vuelta con el mensaje de que no desea ninguna guerra. Pero poco después, otro grupo de militares guiados por un simio traidor, penetra en el escondrijo de César y el propio Coronel asesina a su esposa e hijo.
Tras enviar lejos a su pueblo para ponerlo a salvo, un
César más amargado y resuelto que nunca emprende un viaje con la intención de
matar al Coronel. Maurice (Karin Konoval), Luca (Michael Adamthwaite) y Rocket
(Terry Notary), sus viejos amigos, le acompañan. Por el camino, encuentran un
poblado abandonado en la que, tras matar al humano que les ataca, sólo queda
una superviviente, su hija, una niña muda a la que llaman Nova (Amiah Miller).
César está dispuesto a abandonarla a su suerte, pero Maurice lo convence para
llevarla con ellos.
Cuando llegan a su destino, una antigua base militar, descubren que los soldados atraparon al pueblo de César y los han esclavizado para que construyan un gran muro que les proteja de la inminente llegada de otro contingente de tropas humanas contra el que el Coronel se ha rebelado. César es capturado tras intentar encender entre los suyos la llama de la rebelión y no tarda en averiguar que el Coronel está asesinando sin contemplaciones a todos aquellos infectados con un virus que provoca en los humanos primero la pérdida del habla y luego una regresión mental.
El guión de “La Guerra del Planeta de los Simios” ya no está
firmado por la misma pareja –y también compañeros sentimentales en la vida
real- que los anteriores films de la saga, Rick Jaffa y Amanda Silver,
responsables también de, por ejemplo, The Relic” (1997), “Jurassic World”
(2015) o “En el Corazón del Mar” (2015). En esta ocasión, ambos dieron un paso
atrás para figurar como productores y dejaron paso al propio Matt Reeves junto
a Mark Bomback, cuya no muy estelar filmografía contaba con títulos como “La
Jungla 4.0”, 2007; “La Montaña Embrujada”, 2009”; “Desafío Total”, 2012; o
“Lobezno”, 2013.
El nuevo dúo de guionistas, de todas formas, opta por seguir
la misma línea de las entregas precedentes en lo que se refiere a reformular
elementos de la saga de los 60 y 70. La guerra a la que hace referencia el
título recupera el conflicto entre humanos, mutantes y simios que había podido
verse en “Batalla por el Planeta de los Simios”. En esa misma película aparecía
un personaje, el Gobernador Kolp (Severn Darden), que probablemente sea la
inspiración del calvo Coronel que aquí interpreta Woody Harrelson. Y la
relación de éste con César y el mantenimiento de una población simia esclava
recuerda al Gobernador Breck de “Rebelión en el Planeta de los Simios”. Se
presentan también personajes que habían intervenido en los antiguos films, como
Cornelius, que ahora es hijo de César; y Nova, la niña humana que adopta Maurice
y que es la versión infantil de la atractiva mujer que encontraba el astronauta
Taylor en la primera película.
El principal elemento original del argumento es la introducción de un virus que priva a los humanos del habla y las capacidades intelectuales superiores, dejando expedito el camino al futuro de prevalencia simia que habíamos visto en la película de 1968. Podría incluso establecerse una comparación entre los túneles subterráneos cubiertos de graffiti que vemos en esta entrega y las ruinas sepultadas de “Regreso”. El viaje que acometen los simios a través de una extensa franja desértica puede identificarse con la Zona Prohibida de las películas originales.
La imagen más evocadora de “La Guerra del Planeta de los
Simios” es la de la bandera estadounidense con los símbolos del alfa y el omega
garabateados sobre ella. Esta yuxtaposición aparece una y otra vez a lo largo
de la película. Las tropas humanas utilizan esos símbolos como emblema y cuando
“reclutan” simios para sus filas se lo marcan a hierro candente. Cuando la
trama llega por fin a la base militar, puede verse un camión cisterna con la
leyenda “el final y el comienzo”.
Hasta cierto punto, esas referencias simbolizan la posición
de la propia película como final de una trilogía. Pero también subrayan uno de
los temas principales de la historia. Y es que en su núcleo anida la idea de
que no deberíamos temer al apocalipsis sólo porque signifique el final de algo.
En este caso, la especie humana se ve abocada a su extinción sin terminar de asumir
que, en el fondo, no son más que animales cuyos peores instintos acechan tras
una delgada capa de civilización. En cuanto ésta se disuelve, todos nuestros
logros se pierden rápidamente y los humanos regresan al lugar de donde procedían.
Lo verdaderamente terrorífico de “La Guerra del Planeta de los Simios” es que
la constatación de que la civilización es un constructo transitorio, frágil e
incluso ilusorio.
En muchos aspectos, esta aproximación es la culminación de
una línea que había ido tomando forma desde la primera de las películas de la
trilogía. Los personajes centrales de la misma, siempre simios, se conservan de
una entrega a la siguiente pero los humanos cambian, muertos y sustituidos por
otros de sus congéneres. Es una estrategia inteligente y eficaz de facilitar la
empatía, de invitar al espectador a contemplar e interpretar esta evolución
histórica desde el punto de vista de sus personajes permanentes y no humanos.
Película tras película, se fue narrando el crecimiento y desarrollo de una
cultura simia primitiva, desde la rebelión de “Origen” al cisma político de
“Amanecer” culminando con el éxodo a la Tierra Prometida de “Guerra”. En cada
entrega, los simios han ido ganando en sofisticación y capacidad de
comunicación.
Este ascenso simio se yuxtapone al declive humano. La trilogía
conforma una serie de instantáneas que documentan la degeneración moral, social
y política de la civilización humana ante el mundo resultante de la revolución
simia y la pandemia que trajo consigo. Conforme los simios registran avances en
su sociedad, la humana va retrocediendo hacia el primitivismo. Los simios se
hacen más humanos y los humanos más bestiales. El declive de estos últimos se
representa de diferentes formas. Para empezar, se reformula el concepto de la
gripe pandémica introducido en las dos películas anteriores, sugiriendo que el
virus ha mutado en una forma no letal sino degenerativa que afecta a las
funciones superiores del cerebro. Cuando el Coronel describe esta regresión evolutiva
utiliza palabras como “retrasado” o “primitivo” para referirse a los
infectados.
Sin embargo, la regresión de los humanos no es de una
naturaleza puramente biológica. La película sugiere que ese Estados Unidos postapocalíptico
ha involucionado también a un estadio más incivilizado, algo que Matt Reeves
recalca en la forma en que presenta y desarrolla la primera hora de metraje.
Porque, aunque el título remite de forma explícita al género bélico, su primera
parte se asemeja mucho más a un western. César pasa la mayor parte del tiempo a
caballo, encabezando un grupo de compañeros que han asumido una misión probablemente
sin esperanza; siguen el rastro de su presa buscando restos de hogueras; y en
un momento determinado incluso entran cabalgando en las ruinas de un antiguo
poblado cuya presencia se anuncia con un letrero de madera balancéandose al
viento y en el que tiene lugar un tiroteo.
Esta primera parte empuja a César a seguir su propio
Destino Manifiesto. “La Guerra del Planeta de los Simios” nos viene a decir que
la historia del continente norteamericano está repitiéndose, con una nueva
época de salvajismo y violencia en tierras sin ley. Es significativo que las
dos fuerzas imparables dirigidas la una contra la otra, simios y humanos, se
encuentren en California, como si tanto César como el Coronel se hubieran
quedado literalmente sin más Oeste al que dirigirse. El final y el comienzo se
solapan cuando el empuje hacia poniente debe abandonarse ante la barrera del
océano.
Estos toques de western salpican la trama hasta su segunda
mitad, en la que se nos muestra cómo el Coronel ha caído en el gran pecado
original de los Estados Unidos: la reinstauración de la esclavitud. El
paranoico militar contempla desde su balcón elevado cómo sus guardias arrastran
a sus simios esclavos a trabajar, con la bandera americana ondeando tras él y
el himno patriótico sonando por los altavoces. Los humanos tratan patéticamente
de demostrar su superioridad denigrando a los claramente inteligentes simios,
tratándolos como si su mera existencia fuera una afrenta. Incluso los simios
colaboracionistas, que ayudan a perpetuar la opresión y los abusos sobre sus
semejantes, son tratados como seres despreciables. Los humanos, para sentirse
más seguros, se engañan a sí mismos obligando por la fuerza de las armas a los
simios a permanecer un escalón por debajo de ellos en la línea evolutiva.
Esta transición de la épica western al drama esclavista no
carece de precedentes. Muchos westerns modernos, sobre todo “Django
Desencadenado” (2012) o “Los Odiosos Ocho” (2015), ya habían realizado esa conexión
temática entre el núcleo de la mitología norteamericana y los horrores sobre
los que se construyó esa nación. “La Guerra del Planeta de los Simios” es una
intensa aventura apocalíptica porque deja ver que el auténtico horror del
colapso de la civilización no será un futuro incognoscible sino un pasado
resurrecto.
Como suele suceder con toda la CF, “La Batalla del Planeta
de los Simios” es una película muy anclada en su tiempo. Hay obvios paralelismos
con la política contemporánea, como la obsesión por las fronteras en un mundo
caótico; y la fijación monomaniaca del Coronel por un muro levantado por la
misma gente a la que tiene esclavizada. Que sean apuntes poco sutiles no les
resta efectividad como crítica a ciertas posturas políticas del momento. Al fin
y al cabo, se presenta al Coronel como el representante de cierto pensamiento
político y social que ha tenido un gran impacto en nuestro mundo. Es un
individuo atemorizado por la perspectiva de un futuro en el que quienes son
como él queden superados en número por aquellos que considera inferiores y cuyo
asumido lugar en el orden de las cosas se verá amenazado. Con su cráneo
completamente afeitado al estilo skinhead y su crucifijo presidiendo su
despacho, el Coronel es, en definitiva, la encarnación de un sentimiento
nacionalista estrecho de miras y paranoide.
Más allá de estos temas políticos, “La Guerra del Planeta
de los Simios” es una película muy notable desde el punto de vista narrativo,
técnico y emocional. Dada la velocidad con la que evolucionan los efectos
especiales en el cine, es tentador e injusto dar por sentados los logros
técnicos de la franquicia porque la vida que consiguen insuflar en los simios
es sencillamente impresionante. Pero el auténtico acierto del director Matt
Reeves se encuentra en la forma en que utiliza las tecnologías más
vanguardistas de captura de movimiento y CGI para contar una historia que evoca
el cine clásico de Hollywood (“El Puente sobre el Río Kwai”, “Espartaco”, “La
Gran Evasión”, “La Túnica Sagrada”, “Los Diez Mandamientos”, “Apocalipsis Now”)
y que, sobre todo, es valiente en su decisión de adoptar un tono poco
complaciente y muy pesimista para ser, como se pretendía, un blockbuster
veraniego.
Los guiños y referencias a películas clásicas no sólo encajan con el tema principal del film, la regresión, sino que le aportan una cualidad prestigiosa poco común en las grandes producciones modernas. Ninguna de esas referencias es irónica ni grita llamando la atención sobre sí misma, sino que existen para proporcionar un marco claro y cierto peso a una película cuyos principales personajes están generados por ordenador. “La Batalla por el Planeta de los Simios” es un film muy moderno en términos de sus temas y efectos visuales pero clásico en su estilo.
Antes de unirse a la saga simia en su segunda entrega, Matt Reeves había empezado a llamar la atención como director gracias a “Monstruoso” (2008), una película de criatura gigante producida por J.J.Abrams; y la versión americana de la cinta sueca de vampiros “Déjame Entrar” (2010). Puede que este tipo de cine sea habitualmente marginado por los premios más importantes de la industria, pero lo cierto es que tanto en “Amanecer” como en “Guerra”, Reeves consigue momentos verdaderamente conmovedores entrelazados con otros espectaculares. Estamos ante uno de los mejores ejemplos de como sacarle el máximo partido a la tecnología de captura de movimiento.
De hecho, sin esa tecnología esta película ni habría sido posible
ni tendría sentido. Más aún que en las entregas anteriores, los simios exhiben
tanto un extraordinario grado de detalle como una conmovedora expresividad de inmensa
sutileza. Cada simio tiene una personalidad diferenciada en su aspecto, forma
de moverse y gesticulación facial y corporal. Al menos tres cuartas partes de
la película consisten exclusivamente en simios y casi no hay escenas donde no
aparezcan de una u otra forma; y, sin embargo, apenas se echa de menos a los
humanos; lo cual, por otra parte, es natural dado que la trilogía es, en el
fondo, la historia de César, su origen, el liderato de su pueblo y su muerte.
No poco de todo ese mérito hay que atribuírselo a Andy
Serkis, que ha dado vida a César desde la primera película de la nueva trilogía.
Serkis no sólo es un buen actor per se sino un pionero y maestro en esta nueva
especialidad interpretativa que es la captura de movimientos. La síntesis y
compenetración del talento de aquél a la hora de estudiar, interiorizar y
reproducir el movimiento y gestualidad propios de los simios; y el de los
especialistas en animación CGI que “visten” a su personaje, lo dotan de
verosimilitud e incrementan su intensidad emocional, es casi perfecta.
De hecho, desde el punto de vista del espectador es imposible
diferenciar quién es el máximo responsable de la eficacia de tal o cual plano,
si el actor o los artistas digitales. La gama de expresiones que cruzan por el
rostro de César cuando descubre que el Coronel ha asesinado a su mujer e hijo
es estremecedora, un prodigio de interpretación independientemente de quién y
qué haya aportado a la escena. Lo mismo puede decirse para cualquiera de los
otros simios y gracias a esa extraordinaria labor, es con ellos con quienes el
espectador simpatiza inmediatamente, quedando los personajes humanos en un muy
segundo plano, casi como si fueran extraterrestres invasores y no nuestros
propios congéneres.
La interpretación de los simios es tan intensa que “La Guerra del Planeta de los Simios” bien puede verse como una película estructurada alrededor de momentos conmovedores que apelan directamente al corazón del espectador y que constituyen la principal fortaleza de la misma por encima de las secuencias de batallas y explosiones, quizá emocionantes en otra película pero aquí casi irrelevantes. Por ejemplo, el tierno acercamiento de Maurice a la temerosa Nova y la amable sabiduría con la que persuade a César de que necesitan llevarla con ellos; imágenes como aquélla en la que Luca estira el brazo y coloca una flor en el cabello de la niña; o cuando ésta lleva agua y comida al enjaulado y medio muerto César; la rebeldía de Red Donkey contra sus amos humanos; o la escena final, con la que es difícil mantener los ojos secos. La madurez y perfección de la tecnología digital unida a la interpretación del reparto, la sensibilidad del guión y el buen ojo del director a la hora de fusionar todo ello, consigue una película muy por encima de lo que habitualmente puede verse en el género.
A pesar de que son los simios los que se llevan la parte
del león en lo que a interpretación se refiere y que los personajes humanos son
mucho más marginales, merece la pena destacar a la niña Amiah Miller como Nova.
A sus doce años de edad, no era exactamente una recién llegada al mundo audiovisual
dado que desde hacía dos años había intervenido en varios productos
televisivos, pero aquí, en su debut para la gran pantalla y en una
superproducción, hace un papel perfecto con un personaje que, al ser mudo, lo
transmite todo a través de su mirada. Su presencia ilumina la pantalla y ofrece
un perfecto contraste con los simios que la protegen y, en general, el opresivo
tono que permea toda la película, temática y visualmente.
En esta trilogía es imposible pasar por alto su deprimente
cinismo. En el caso de la película que nos ocupa, vemos una y otra vez la
incapacidad de quienes están al mando para compartir su poder; que la compasión
y el pacifismo son contestados con agresión y prejuicios; y que el perdón es
interpretado como debilidad. Es, también, una historia de la humanidad luchando
sin esperanza contra la naturaleza en todas sus formas: contra la propia de
nuestra especie, contra las fuerzas evolutivas e incluso contra la hostilidad
del clima. Y una y otra vez, se nos recuerda que el Hombre está destinado a
perder esas batallas y a descubrir que todo lo que ha construido no es nada
ante la fuerza de la Naturaleza y nuestros instintos más primarios.
“La Guerra del Planeta de los Simios” no tiene un argumento muy complejo, pero consigue lo que toda gran película debería: cada personaje tiene su propio e importante papel y personalidad y atraviesa un arco claramente diferenciado; las relaciones entre ellos son importantes; y los momentos de acción tienen consecuencias más allá de ofrecer un espectáculo visual; los personajes dirigen la historia y no a la inversa.
“La Guerra del Planeta de los Simios” es un ejemplo de cómo el cine puede generar empatía en el espectador hacia seres no humanos. Después de todo, quizá exista una chispa de optimismo enterrada bajo la espesa capa exterior de cinismo. Los simios son los auténticos protagonistas de la trilogía y las películas invitan al público a simpatizar con estas creaciones generadas por ordenador. Si los espectadores pueden sentir compasión e identificarse con las tragedias y alegrías por las que pasan personajes como César, quizá todavía haya esperanza para nuestra especie.
Pero ojo, porque ésta no es la típica producción costosa para confortar al gran público. No es divertida en el sentido que normalmente se otorga al término. Para empezar, porque la invitación a empatizar con César viene acompañada por una visión mucho más pesimista de los personajes humanos. La película presenta como inevitable el colapso de la civilización humana y lo hace haciéndonos pensar que, después de todo y, como ya apunté antes, quizá no se pierda tanto. Aquí son exclusivamente los simios (dejando aparte a Nova) quienes demuestran virtudes que en otro tiempo hicieron grande al Hombre: esperanza, generosidad, heroísmo, solidaridad, nobleza… Además, los personajes más entrañables mueren violentamente, sufren, son torturados, esclavizados… y en el centro de todos ellos está César, que aquí muestra su peor y más oscura faceta.
Pero todo esto está bien. No se supone que tiene que ser divertido. “La Guerra del Planeta de los Simios” quiere hacernos sentir. Y eso lo consigue con creces. Sin duda, una muy recomendable película y un inmejorable final de saga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario