miércoles, 19 de noviembre de 2025

2025- MICKEY 17 –Bong Joon Ho

 

La idea de alcanzar la inmortalidad “imprimiendo” o clonando cuerpos no es precisamente nueva. La ciencia ficción lleva décadas jugando con ella y planteando al respecto preguntas intrigantes que van de lo práctico a lo metafísico. Richard K. Morgan, por ejemplo, nos describió en “Carbono Alterado” (2002) un futuro ciberpunk en el que la mente de los ricos podía almacenarse en microchips e insertarse en clones de ellos mismos en un proceso infinito que les garantizaba la inmortalidad. “La Vieja Guardia” (2005), de John Scalzi, reinventó el servicio militar con cuerpos clonados y mejorados que podían albergar otras mentes. En “Gente de Barro” (2003), David Brin imaginaba una tecnología que permitía imprimir duplicados temporales de uno mismo. Y Greg Egan fue aún más allá en “Diáspora” (1997), donde las consciencias posthumanas saltaban entre formas físicas y digitales.

 

Los cómics tampoco se han quedado atrás: los X-Men que escribió Jonathan Hickman (2019-2021) contaban con un protocolo de resurrección mutante que les permitía generar cuerpos nuevos a demanda; y en “Los Invisibles” (1994-2000), Grant Morrison, exploró el intercambio de cuerpos y la evolución posthumana mucho antes de que en Hollywood se pusiera de moda.

 

El cine y la televisión también han abordado el tema de los clones y la tecnología y la sociedad que les hace posibles a través de una diversidad de géneros: “Los Niños del Brasil” (1978),Mis Dobles, Mi Esposa y Yo” (1996), “La Isla” (2005), “Moon” (2009), “Splice” (2009), “Nunca Me Abandones” (2010), “Womb” (2010), “Elizabeth Harvest” (2018), “Géminis” (2019), “001LithiumX” (2020) o la serie de televisión “Orphan Black” (2013-2017). Que el género ofrece una enorme gama de posibilidades por explorar sin necesidad de recurrir a “clonar” obras anteriores lo demuestra “Mickey 17”, adaptación de la novela “Mickey7” (2022) de Edward Ashton, quien también escribió una secuela.

 

El realizador surcoreano Bong Joon Ho se consolidó en la escena cinematográfica internacional durante la década de 2010, si bien su nombre ya había comenzado a sonar con fuerza diez años antes. Sus dos primeras películas, “Perro Ladrador, Poco Mordedor” (2000) y “Crónica de un Asesino en Serie” (2003), basadas en la investigación de un criminal coreano de ese perfil, y el episodio “Shaking Tokyo” de la antología “Tokyo!” (2008), cosecharon atención y elogios en festivales internacionales. Su siguiente película, “The Host” (2006), fue un éxito rotundo y los elogios continuaron con “Mother” (2009), “Snowpiercer” (2013) y “Okja” (2017), culminando con “Parásitos” (2019), ganadora de cuatro Oscar, entre ellos el de Mejor Película y Mejor Director. Volvió a la CF por cuarta vez con “Mickey 17”, coproducida por Plan B, la productora de Brad Pitt, que también respaldó “Okja” (sobre la relación de una niña con un enorme cerdo transgénico).

 

En el año 2050, existe una innovadora tecnología de clonación. Este término es en este contexto equívoco dado que no se trata de un procedimiento que tenga que ver con la manipulación del ADN, sino que consiste en la “impresión” (utilizando material orgánico como materia prima) de cuerpos nuevos e idénticos a los de cualquier persona; cuerpos a los que pueden transferirse a continuación sus memorias y personalidad previamente escaneados y almacenados en un dispositivo externo. Como es de suponer, semejante desarrollo desata todo tipo de controversias éticas, legales y religiosas. De hecho, una serie de polémicos casos criminales en los que esa tecnología había jugado un papel clave, hace que se prohíba en la Tierra.

 

Para escapar de un despiadado y asesino prestamista que los persigue por deudas contraídas en un negocio ruinoso, Mickey Barnes (Robert Pattinson) y su amigo Timo (Steven Yuen) se unen a una expedición para colonizar el planeta Niflheim, organizada y liderada por el exsenador Kenneth Marshall (Mark Ruffalo), quien, tras perder dos elecciones presidenciales, había abogado por utilizar la tecnología de impresión de cuerpos exclusivamente en el espacio y solamente en casos muy concretos. Y así, dado que carece de habilidades que le garanticen un puesto en la expedición, lo único a lo que puede aspirar Mickey es a ser el Prescindible de la tripulación: recurrirán a él para las misiones más peligrosas, incluyendo la exposición a radiación o venenos letales. Cada vez que muera, su cuerpo se reimprimirá según el archivo guardado al inicio del viaje. Se le implantarán también los últimos recuerdos actualizados que han sido almacenados en una unidad de memoria externa.

 

Para Mickey, podemos suponerlo, no es un viaje agradable y su único consuelo y aliciente es la relación que entabla con una oficial de seguridad, Nasha Barridge (Naomi Ackie), a pesar de que Marshall y su esposa Ylfa (Toni Collette) prohíben mantener relaciones sexuales durante los más de cuatro años que dura el viaje hasta el destino con el fin de que la tripulación ahorre calorías y se le tenga que dar menos alimento. Mickey y Nasha proceden a ignorar ese mandato con entusiasmo, creatividad y hasta con diagramas de posición dibujados en una tablet, utilizando la exploración sexual como una forma de rebelión y protesta contra la autoridad.

 

En el tiempo previsto, la nave llega a su destino, que resulta ser un planeta gélido y hostil, y aterriza en la superficie. En el subsuelo helado mora una especie de criaturas alienígenas a las que Marshall bautiza como Gusanos. Precisamente, durante una salida exploratoria, Mickey 17 (el número indica que ya ha muerto y resucitado 16 veces antes en el curso de la expedición, varias de ellas sirviendo como cobaya para descubrir la vacuna para un virus letal que hay en el aire del planeta) cae por una grieta y su amigo Timo lo abandona (total, lo reimprimirán en breve), pero los gusanos lo rescatan y devuelven a la superficie.

 

El auténtico problema llega cuando Mickey, al regresar a la nave, descubre que le han dado por muerto e impreso una nueva copia, Mickey 18. En la Tierra, la existencia simultánea de múltiples copias de un individuo se considera un delito grave dados los problemas que plantea tal posibilidad. Nasha y los Mickeys intentan ocultarlo, pero surgen problemas cuando Marshall declara la guerra a los Gusanos, decidido a exterminarlos. Para colmo, Mickey 18 tiene una personalidad agresiva, arrogante e inclinada a la acción que choca continuamente con la de su antecesor, pasiva, conformista y amable.

 

Aparentemente, la trama de Mickey 17 -un clon atrapado en una situación de confusión de identidad al aparecer un doble- no difiere mucho de la de tantas otras películas sobre este tema, como “The Clones” (1973), “El Sexto Día” (2000), “The Reconstruction of William Zero” (2004) o “Dual” (2022), así como las primeras temporadas de la mencionada “Orphan Black”. Incluso el concepto de “clon prescindible” aparece en otras cintas como “Nunca Me abandones” o “Desechos Humanos” (1979).

 

Sin embargo, los personajes Mickey 17 y 18 son no sólo originales sino muy propios de la ciencia ficción. Mickey es el eje central de la película, y es difícil no sentir compasión por él durante las primeras escenas, donde lo vemos sometido a diversos procedimientos experimentales u obligado a actividades que lo llevan a la muerte; le dicen con desdén que ha sido resucitado a partir de carne desechada; o es olvidado durante su reimpresión por unos técnicos negligentes y desconsiderados. Se diría que todos esos momentos tenían una intencionalidad siniestramente cómica, aunque tengo que decir que a mí no me provocó gracia alguna. Más bien me aterrorizó la despreciable inhumanidad de todos esos individuos que, supuestamente, aspiraban a crear una utopía en otro planeta.

 

Los tráileres promocionales podrían haber hecho creer al público que la historia iba a centrarse sobre la cuestión de los clones múltiples, la confusión de sus identidades y quién se convierte al final en el único y verdadero Mickey. Pero ese no es en absoluto el objetivo de la historia, planteando en cambio nuevas y más interesantes preguntas: Mickey 18 está furioso; no está dispuesto a permitir que continúen maltratándolos como hasta ese momento y tiene claro que va a hacer algo al respecto. En cualquier otra historia de ciencia ficción, esta trama se centraría en que algo andaba mal en la cabeza del nuevo Mickey, pero tampoco van las cosas por ese camino. Mickey 17 informa al espectador (su voz en off es la que nos guía a través de la película) de que Nasha ya había observado cambios de temperamento en otras reimpresiones anteriores. La cuestión no es que haya algo malo con el número 18 en particular; todos son Mickey y Nasha lo entiende y asume. Entonces, surge lo que podríamos suponer es la pregunta derivada de todo esto: ¿qué efectos está teniendo sobre Mickey el continuo proceso de reimpresión, o bien el trauma repetido de múltiples muertes? Tampoco de esto trata la historia. Porque la cuestión fundamental parece ser: ¿Qué pasaría si existiera una versión de ti mismo dispuesta a luchar por ti?

 

Y es que el político/predicador Kenneth Marshall y su esposa son auténticos monstruos sin rasgo redentor, neurosis comprensible ni pasado trágico que los justifique. Quieren controlar a sus seguidores/súbditos y apropiarse de todo lo que ven. Se creen superiores y que todos los demás, humanos o no, están a su servicio. Retirando capa tras capa temática, en última instancia “Mickey 17” trata sobre el sentimiento de soledad cuando se lucha contra la injusticia, pero también sobre la sensación de mirar más atentamente a nuestro alrededor y descubrir que otros nos acompañan. Trata sobre sentirnos aplastados bajo el peso de autoridades aborrecibles e insensibles, y desear que llegue la oportunidad catártica de gritarles en la cara su ineptitud. Trata sobre cómo quienes nos aman de verdad nos defenderán y cuidarán durante las experiencias más horribles de nuestra vida, incluso hasta en la muerte. Trata sobre cómo no nos creemos lo suficientemente importantes, fuertes o inteligentes como para merecer la felicidad, hasta que aflora una versión de nosotros mismos (¿reimpresa? ¿encerrada en nuestra propia mente?) que sabe que merecemos mucho más.

 

Independientemente del género que explore, Bong Joon Ho siempre crea películas fascinantes y originales que son un deleite para la vista. Su director de fotografía habitual, Darius Khondji, consigue que Nilfheim se sienta a la vez alienígena e inquietantemente familiar, una sombría distopía corporativa salpicada de destellos de gélida belleza. El diseño de producción, a cargo de Fiona Crombie y con reminiscencias de Syd Mead, nos ofrece desde pasillos y estancias tenuemente iluminadas que parecen extraídos de una planta industrial o un búnker subterráneo a las grotescamente recargadas habitaciones de Marshall e Ylfa, con un mal gusto lujoso que no habría desentonado en la Torre Trump.

 

Sobre ese escenario al tiempo exótico y familiar, evolucionan unos personajes escritos con el característico tono sarcástico del director. En películas como “Snowpiercer” o “Parásitos”, Bong satirizaba las perversas jerarquías sociales que se establecen entre ricos y pobres, uno de sus temas más recurrentes. En muchos sentidos, “Mickey 17” también puede verse como una repetición de “Snowpiercer”: un grupo de personas atrapadas en un vehículo atrapado, a su vez, en un planeta congelado, con recursos limitados y una sociedad encabezada por dos líderes enloquecidos que entran abiertamente en el terreno de lo caricaturesco. Los continuos abusos y atropellos contra los más desfavorecidos acaban atizando una revolución contra el poder al término de la cual liberan su pequeño mundo. En las escenas que comparten Mickey 17 y 18 y Nasha podemos ver algo del concepto de “sociedad oculta” tras las paredes de un hogar que ya se presentaba en “Parásitos”. La obsesión de Ylfa por convertir a los Gusanos en salsa y la tortura a una de sus crías recuerdan mucho a los horrores caníbales de la segunda mitad de “Okja”.

 

En cuanto a la sátira, Bong no se anda con rodeos. La película ataca sin contemplaciones el turbocapitalismo, los regímenes autoritarios y la explotación corporativa. La lucha de los dos Mickeys por evitar su destino y conseguir ser vistos como algo más que un simple pedazo de carne reciclada y prescindible está impregnada de un humor negro que quizá no sea del gusto de todo el mundo. El subtexto religioso de la película (los Marshall son, a todos los efectos, líderes de una secta de sicofantes que los adora y aspiran a crear una sociedad genéticamente pura) añade una capa adicional de crítica mordaz a la obediencia ciega a las estructuras de poder sea cual sea su naturaleza.

 

Mark Ruffalo está en su salsa interpretando al hipócrita y grimoso Marshall, ofreciendo una retórica y gestualidad deliberadamente exageradas de cara a que la cámara que siempre le sigue lo inmortalice. Bong Joon-ho se apresuró a aclarar que no está basado en ningún político contemporáneo, pero es imposible pasar por alto ciertos tics y el hecho de que sus más fervientes seguidores luzcan unas gorras rojas a las que solo falta la leyenda “MAGA”. Pero tampoco es casual que fuera a Ruffalo a quien seleccionara para dar vida a este villano, dado que el actor se ha opuesto pública y abiertamente a la ideología política que defiende su personaje en nuestro mundo. Ruffalo sabe bien qué es lo que más le irrita de ese tipo de demagogos y los imita, amplifica y caricaturiza para lograr el mayor impacto. Toni Collette, por su parte, ofrece una interpretación igualmente grotesca y chirriante como consorte del líder. Hay una escena particularmente extraña y retorcidamente divertida en la que Marshall invita a cenar a Mickey 17 sólo para que pruebe una carne impresa que resulta ser tóxica. Toda la situación se descontrola rápidamente rebosando humor negro.

 

Sin embargo, son los actores más jóvenes quienes más destacan. Robert Pattinson se confirma como un intérprete de talento y versatilidad. Desde que saltara a la fama como ídolo juvenil en “Crepúsculo” (2008) y sus secuelas, se ha negado a seguir el camino que muchos habían trazado para él y cumplir las expectativas comerciales esforzándose, en cambio, por trabajar con directores muy personales como David Cronenberg, Claire Denis, Robert Eggers, Christopher Nolan, Anton Corbijn y Werner Herzog. En muchos sentidos, “Mickey 17” puede verse como la versión “Pattinson” de “Inseparables” (1988), aquel thriller de Cronenberg protagonizado por Jeremy Irons, sólo que ahora los efectos digitales que permiten interactuar en el mismo plano a “los dos Pattinson” son impecables. Ya sea como el abatido y perpetuamente agotado Mickey 17 o como el más agresivo y rebelde Mickey 18, Pattinson transmite ternura y patetismo a partes iguales. Su interpretación posee una innegable plasticidad que recuerda a la de Jim Carrey, alternando entre la comicidad física y la resignación impasible. El otro nombre joven y de talento que pasa más desapercibido de lo que merece es el de Naomie Ackie, que lleva ya varios años realizando un excelente trabajo con papeles muy diversos y que aquí resulta perfectamente creíble y entrañable como mujer de acción profundamente enamorada de un perdedor.

 

Si hay que señalar un defecto en “Mickey 17”, es que la ambición de Bong a veces lo hace descarrilar. El clímax, que comienza cuando los gusanos rodean la nave, no sólo se alarga demasiado (casi media hora) sino que se desliza hacia el caos, lanzando ideas a diestro y siniestro a una velocidad vertiginosa sin conseguir que todas funcionen. Además, una historia que comienza como una subtrama va cobrando cada vez más importancia, creando un desequilibrio narrativo y tonal que impide que la película alcance su máximo potencial. Marshall y su esposa Gwen tienen un papel secundario al principio, centrándose más la historia en la amistad de Mickey con el egoísta Timo y su romance con Nasha. Estas relaciones tienen un aire humano y creíble, y, al entrelazarse con el tema de la clonación, funcionan perfectamente. Pero, a medida que avanza la misión, el plan de los Marshall para repoblar un nuevo planeta con una raza humana superior cobra cada vez más importancia y, poco a poco, se apodera de la película. Lo que al principio era algo ligero e impredecible se torna más serio y anticipable.

 

Cuando el tema de la clonación de Mickey y el plan de Marshall convergen, todo vuelve a cambiar. Lo que empezó siendo una exploración de las consecuencias que sobre una persona podría tener un determinado desarrollo científico para convertirse luego en una sátira política, termina siendo algo completamente distinto al introducir el tema del “Primer Contacto”. La incongruencia entre el tono, los temas y las fuerzas que operan en la historia perjudica al conjunto de la película.

 

“Mickey 17” es una propuesta peculiar y algo irregular. Es una comedia negra con un punto absurdo que edifica una pesadilla distópica sobre la avaricia corporativa para luego destrozarla sin contemplaciones. En el curso de sus casi 140 minutos suceden muchas cosas repulsivamente inhumanas, pero también otras reconfortantes y esperanzadoras. Es el tipo de historia que, con los defectos apuntados, eleva la ciencia ficción recuperando sus mejores virtudes: es extraña, ingeniosa y viene aderezada con las dosis adecuadas de sátira y angustia existencial como para hacernos reflexionar sobre nuestra propia mortalidad mientras nos mantiene entretenidos.

 


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