A lo largo de la década de 2010 y principios de la presente, la CF cinematográfica ha venido explotando generosamente las historias sobre Inteligencia Artificial, con películas tan destacadas como “Her” (2013), de Spike Jonze, y “Ex Machina” (2015), de Alex Garland, además de otras propuestas como “The Machine” (2013), “Automata” (2014), “Chappie” (2015), “Morgan” (2016), “Westworld” (2016-2022), “Tau” (2018), “Zoe” (2018), “Archive” (2020), "Despidiendo a Yang" (2021), Outside the Wire (2021), "The Artifice Girl (2022), “M3gan” (2022), “The Creator” (2023), “La Acompañante” (2025) o “Estado Eléctrico” (2025), entre otras. De entre este largo catálogo, “Finch” fue uno de los títulos más entrañables y humanistas.
El
guion de “Finch” corre a cargo de Ivor Powell, un profesional con una
larguísima trayectoria en la industria cinematográfica. Ahora tiene 82 años,
edad suf
iciente para haber trabajado como asistente de dirección en varias
películas de la legendaria serie de comedias británicas “Carry On” en la década
de 1960 y haber aparecido -sin ser acreditado- como uno de los rusos en “2001:Odisea del Espacio” (1968). En la década de 1970, se asoció con Ridley Scott
durante su etapa de director publicitario y ejerció de productor en las tres
primeras películas de ese director: “Los Duelistas” (1977), “Alien” (1979) y “Blade Runner” (1982). El guion que ahora nos ocupa, firmado junto a otro asistente de
producción, Craig Luck, aparentemente fue objeto de una dura puja por parte de
varios estudios en 2017, llevándose el gato al agua Amblin Entertainment (la
compañía de Steven Spielberg) e ImageMovers (la compañía de Robert Zemeckis,
quien también fue productor ejecutivo de la película).
ImageMovers
ya había realizado varios trabajos pioneros con animación por captura de
movimiento, como “Polar Express” (2004), “Beowulf” (2007), “Cuento de Navidad”
(2009), “Bienvenidos a Marwen” (2018) o “Pinocho” (2022). Dentro de la CF,
produjo otra película animada por captura de movimiento, "Marte Necesita
Madres" (2011); y otra de acción real pero con robots animados con esa
técnica: "Acero Puro" (2011).
Como
director del proyecto se contrató al británico Miguel Sapochnik, quien
previamente se había aventurado -de forma no muy brillante- en la ciencia
ficción con "Repo Men" (2010), una sátira de la industria
estadounidense de seguros médicos. El resto de la década la pasó transitando
por diversas series televisivas, incluyendo el episodio de “Juego de Tronos”,
"La Batalla de los Bastardos" (2016), que le valió un Emmy a Mejor
Director.
En
un futuro cercano, el mundo sufrió una erupción solar apocalíptica que abrió
grandes agujeros en la capa de ozono, haciendo la vida imposible en el exterior
al menos durante el día so pena de morir literalmente achicharrado. La
radiación exterminó la fauna y la flora y violentas tormentas terminaron de
devastar la superficie convirtiendo gran parte de Estados Unidos en una desierto
polvoriento.
Finch
Weinberg (Tom Hanks) es un ingeniero especializado en robótica que ha
sobrevivido en el interior de las instalaciones de su empresa, en S
an Luis.
Tiene un perro, Goodyear, y un pequeño robot al que llama Dewey. Tras años de
trabajo, termina de fabricar un robot humanoide más sofisticado en cuyo cerebro
carga la información de todos los libros que ha podido conseguir en sus
esporádicas salidas al exterior. El robot (Caleb Landry Jones) empieza a hablar
y aprende a caminar con dificultad, pero no hay tiempo para perfeccionar esas
habilidades: se acerca una tormenta letal que durará semanas y a la que ni
siquiera en el refugio en el que se guarecen podrán sobrevivir, así que Finch
se ve obligado a abandonar el refugio e interrumpir la transferencia de
información al robot.
F
inch
tiene un plan para viajar a San Francisco y los cuatro, el hombre, el perro y
los dos robots, emprenden la marcha en una autocaravana especialmente adaptada.
Por el camino, le enseña al robot –que decide adoptar el nombre de Jeff- los
fundamentos y reglas de la supervivencia. Finch sabe que se está muriendo del
cáncer contraido tras años de bombardeo ultravioleta y su intención al crear a
Jeff fue la de, una vez él no esté, asegurar que Goodyear esté bien atendido. Y
no será un viaje fácil porque deberán afrontar fenómenos meteorológicos, los
letales rayos solares y la amenaza de otros supervivientes desesperados.
“Finch”
es un regreso al subgénero de cine postapocalíptico que alcanzó su m
áximo
esplendor en la década de los 70, con títulos como “El Último Hombre…Vivo”
(1971) o “Apocalipsis Nuclear (Un Chico y su Perro)” (1975). Llegada la década
de los 80, este tipo de ficciones se habían distanciado de los mensajes
existencialistas para derivar hacia la pura acción, como “Callejón Infernal”
(1977) llegando a su más perfecta forma en “Mad Max 2” (1981). Sin embargo, la
película que ahora nos ocupa tiene un tono y un mensaje que nada tiene que ver
con esas ilustres antecesoras.
Cuando
se trata de historias conmovedoras sobre la relación de un hombre y su robot,
pocos lugares mejores para desarrollarlas que Amblin, la productora de
Spielberg. De hecho, “Finch” es una películ
a mucho más “spielberg” que la
propia incursión que hizo el célebre director en el subgénero robótico, “I.A.Inteligencia Artificial” (2001). Por no mencionar que es Tom Hanks quien interpreta
al único ser humano en pantalla durante toda la película (salvo tres siluetas
entrevistas durante un flashback). Es natural asociar este papel del actor con
el que interpretó dos décadas antes en “Náufrago” (2000), también dirigida por
Robert Zemeckis, aunque Wilson, el balón, es aquí reemplazado por un desgarbado
robot sin expresión facial pero con una gestualidad innegablemente humana.
Por
todo eso no son pocos los que han descrito esta película como una mezcla de
“Náufrago” y “Wall-E” (2008). Sin embargo, más allá de la superficie, “Finc
h”
tiene poco que ver con “Náufrago”. A diferencia del Chuck Nolan abandonado en
una isla, Finch ya era un individuo antisocial (producto del trauma con su
padre, como se explica en el curso de la historia) antes del apocalipsis. Además,
lo que hace que esta película funcione es la interacción del protagonista no
con un objeto inanimado al que utiliza para salvaguardar su cordura y aliviar
la soledad, sino con otro ser inteligente.
“Finch”
también rinde homenaje a otras películas con y sobre robots. El pequeño robot
improvisado que inicialmente ayuda al p
rotagonista se llama Dewey, como su
colega mecánico de “Naves Misteriosas” (1972), otro film sobre un hombre solo
al que acompañan tres robustos robotitos llamados Huey, Dewey y Louie (los
nombres de los tres sobrinos del Pato Donald, en españo, Jorgito, Jaimito y
Juanito). Además, cuando Finch “despierta” a Jeff, le programa una serie de
directrices que cualquier aficionado reconocerá inmediatamente como las Tres
Leyes de la Robótica de Isaac Asimov, aunque luego añade una cuarta acorde con
su situación.
Inesperadamente
dado el descorazonador y pesimista contexto apocalíptico, “Finc
h“ resulta ser
desde el principio una historia con un gran encanto y emotividad. Tom Hanks es
un actor todoterreno que ya no tiene que demostrar su talento, pero que sigue
haciéndolo una y otra vez en cada proyecto en el que participa. Aquí está
simplemente perfecto –una vez más- en el papel de hombre común y corriente que
lucha por mantener su integridad y salvar la vida del único ser que tiene cerca
y que le ha dispensando un cariño incondicional.
Caleb
Landry Jones también ofrece una actuación sobresaliente, aunque su cuerpo es reemplazado
para la pantalla por un cuerpo robótico generado por ordenador. No es el primer
robot “
infantil” de la Historia del cine, pero hay algo inefable en este
personaje, fruto del excelente trabajo tanto del actor como del equipo técnico que
lo complementa. No hay un solo momento en el que se dude de que el compañero de
escena de Hanks sea un robot real. Hay algo profundamente entrañable en los
torpes movimientos de Jeff y sus intentos de aprender a conducir, jugar a la
pelota con el perro, tomar la iniciativa o cuidar con cariño a un Finch progresivamente
más enfermo. Su ingenuidad, curiosidad y entusiasmo contrasta maravillosamente
con el cinismo, desilusión y carácter cada vez más huraño de Finch.
De
hecho, ambos establecen una clara relación paterno-filial: Finch le enseña a a
Jeff a caminar, le regaña cuando hace algo mal, le inculca el valor de la
c
onfianza y le enseña a conducir, todo con el objetivo de que cuide del que
bien podría ser el único animal vivo del planeta, su perro Goodyear. Jeff es
robótico sin ser inexpresivo, e infantil sin ser empalagoso. Dado que carece de
expresividad facial, son sus gestos, movimientos corporales y posturas los que
transmiten sutilmente la atención que le presta a su padre-maestro, su alegría
ante el descubrimiento incluso de cosas tan nimias como las palomitas de maíz y
su creciente autoconfianza.
Más
allá de los efectos del robot, “Finch” es una película sorprendentemente
sobria. Su producción finalizó antes de la pa
ndemia (de hecho, el Covid-19 hizo
retirarse a Universal de su distribución, siendo vendida a Apple para su
plataforma), pero parece el tipo de película más modesta que se haría después
de la crisis). Aunque Sapochnik tenía experiencia en el rodaje de escenas
épicas (ya comenté su participación en “Juego de Tronos”), a pesar de la
ambientación postapocalíptica de esta historia no vamos a encontrar hordas de
zombis o mutantes o salvajes desarrapados. Tan sólo tres personajes que viajan
por un territorio medioambientalmente hostil.
Para
ser una película en la que sólo uno de los tres unicos personajes es humano, “Finch”
nos ofrece una conmovedora exploración de lo que significa serlo. La idea de un
robot que aprende sobre la humanidad y lo hace tan bien que lue
go puede dar
lecciones de ello no es nada nuevo (véanse, por ejemplo, “I.A. Inteligencia
Artificial”; “El Gigante de Hierro”, 1999; “Wall-E”, “El Hombre Bicentenario”,
1999; etc). Tampoco el guion reinventa la receta del subgénero
postapocalíptico, sino que se limita a alterar las cantidades de sus
ingredientes tradicionales para potenciar los sabores que le interesan y
recordarnos que, incluso tras el apocalipsis, podrían encontrarse sentimientos
positivos. “Finch” aporta un aire de frescura y honestidad a lo que podríamos
llamar “apocalipsis para todos los públicos”. En lugar de entregarse a la
violencia, el suspense y el peligro continuo tan comunes en el subgénero, opta
por narrar una fábula predecible y tranquila al estilo de “Pinocho”, pero no
por ello menos entrañable.
Puede
q
ue “Finch” nos muestre el fin del mundo para la especie humana, pero lo hace
de una forma que dista de ser pesimista, lúgubre o derrotista porque, a pesar
de las circunstancias, Finch pelea hasta el final no sólo por mantener su
humanidad y redimir sus errores del pasado, sino por transmitir nuestros
mejores valores a la siguiente generación de vida inteligente, ganándose en el
proceso el cariño y admiración del espectador.

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