martes, 25 de noviembre de 2025

2021- FINCH - Miguel Sapochnik



A lo largo de la década de 2010 y principios de la presente, la CF cinematográfica ha venido explotando generosamente las historias sobre Inteligencia Artificial, con películas tan destacadas como “Her” (2013), de Spike Jonze, y “Ex Machina” (2015), de Alex Garland, además de otras propuestas como “The Machine” (2013), “Automata” (2014), “Chappie” (2015), “Morgan” (2016), “Westworld” (2016-2022), “Tau” (2018), “Zoe” (2018), “Archive” (2020), "Despidiendo a Yang" (2021), Outside the Wire (2021), "The Artifice Girl (2022), “M3gan” (2022), “The Creator” (2023), “La Acompañante” (2025) o “Estado Eléctrico” (2025), entre otras. De entre este largo catálogo, “Finch” fue uno de los títulos más entrañables y humanistas.

 

El guion de “Finch” corre a cargo de Ivor Powell, un profesional con una larguísima trayectoria en la industria cinematográfica. Ahora tiene 82 años, edad suficiente para haber trabajado como asistente de dirección en varias películas de la legendaria serie de comedias británicas “Carry On” en la década de 1960 y haber aparecido -sin ser acreditado- como uno de los rusos en “2001:Odisea del Espacio” (1968). En la década de 1970, se asoció con Ridley Scott durante su etapa de director publicitario y ejerció de productor en las tres primeras películas de ese director: “Los Duelistas” (1977), “Alien” (1979) y “Blade Runner” (1982). El guion que ahora nos ocupa, firmado junto a otro asistente de producción, Craig Luck, aparentemente fue objeto de una dura puja por parte de varios estudios en 2017, llevándose el gato al agua Amblin Entertainment (la compañía de Steven Spielberg) e ImageMovers (la compañía de Robert Zemeckis, quien también fue productor ejecutivo de la película).

 

ImageMovers ya había realizado varios trabajos pioneros con animación por captura de movimiento, como “Polar Express” (2004), “Beowulf” (2007), “Cuento de Navidad” (2009), “Bienvenidos a Marwen” (2018) o “Pinocho” (2022). Dentro de la CF, produjo otra película animada por captura de movimiento, "Marte Necesita Madres" (2011); y otra de acción real pero con robots animados con esa técnica: "Acero Puro" (2011).

 

Como director del proyecto se contrató al británico Miguel Sapochnik, quien previamente se había aventurado -de forma no muy brillante- en la ciencia ficción con "Repo Men" (2010), una sátira de la industria estadounidense de seguros médicos. El resto de la década la pasó transitando por diversas series televisivas, incluyendo el episodio de “Juego de Tronos”, "La Batalla de los Bastardos" (2016), que le valió un Emmy a Mejor Director.

 

En un futuro cercano, el mundo sufrió una erupción solar apocalíptica que abrió grandes agujeros en la capa de ozono, haciendo la vida imposible en el exterior al menos durante el día so pena de morir literalmente achicharrado. La radiación exterminó la fauna y la flora y violentas tormentas terminaron de devastar la superficie convirtiendo gran parte de Estados Unidos en una desierto polvoriento.

 

Finch Weinberg (Tom Hanks) es un ingeniero especializado en robótica que ha sobrevivido en el interior de las instalaciones de su empresa, en San Luis. Tiene un perro, Goodyear, y un pequeño robot al que llama Dewey. Tras años de trabajo, termina de fabricar un robot humanoide más sofisticado en cuyo cerebro carga la información de todos los libros que ha podido conseguir en sus esporádicas salidas al exterior. El robot (Caleb Landry Jones) empieza a hablar y aprende a caminar con dificultad, pero no hay tiempo para perfeccionar esas habilidades: se acerca una tormenta letal que durará semanas y a la que ni siquiera en el refugio en el que se guarecen podrán sobrevivir, así que Finch se ve obligado a abandonar el refugio e interrumpir la transferencia de información al robot.

 

Finch tiene un plan para viajar a San Francisco y los cuatro, el hombre, el perro y los dos robots, emprenden la marcha en una autocaravana especialmente adaptada. Por el camino, le enseña al robot –que decide adoptar el nombre de Jeff- los fundamentos y reglas de la supervivencia. Finch sabe que se está muriendo del cáncer contraido tras años de bombardeo ultravioleta y su intención al crear a Jeff fue la de, una vez él no esté, asegurar que Goodyear esté bien atendido. Y no será un viaje fácil porque deberán afrontar fenómenos meteorológicos, los letales rayos solares y la amenaza de otros supervivientes desesperados.

 

“Finch” es un regreso al subgénero de cine postapocalíptico que alcanzó su máximo esplendor en la década de los 70, con títulos como “El Último Hombre…Vivo” (1971) o “Apocalipsis Nuclear (Un Chico y su Perro)” (1975). Llegada la década de los 80, este tipo de ficciones se habían distanciado de los mensajes existencialistas para derivar hacia la pura acción, como “Callejón Infernal” (1977) llegando a su más perfecta forma en “Mad Max 2” (1981). Sin embargo, la película que ahora nos ocupa tiene un tono y un mensaje que nada tiene que ver con esas ilustres antecesoras.

 

Cuando se trata de historias conmovedoras sobre la relación de un hombre y su robot, pocos lugares mejores para desarrollarlas que Amblin, la productora de Spielberg. De hecho, “Finch” es una película mucho más “spielberg” que la propia incursión que hizo el célebre director en el subgénero robótico, “I.A.Inteligencia Artificial” (2001). Por no mencionar que es Tom Hanks quien interpreta al único ser humano en pantalla durante toda la película (salvo tres siluetas entrevistas durante un flashback). Es natural asociar este papel del actor con el que interpretó dos décadas antes en “Náufrago” (2000), también dirigida por Robert Zemeckis, aunque Wilson, el balón, es aquí reemplazado por un desgarbado robot sin expresión facial pero con una gestualidad innegablemente humana.

 

Por todo eso no son pocos los que han descrito esta película como una mezcla de “Náufrago” y “Wall-E” (2008). Sin embargo, más allá de la superficie, “Finch” tiene poco que ver con “Náufrago”. A diferencia del Chuck Nolan abandonado en una isla, Finch ya era un individuo antisocial (producto del trauma con su padre, como se explica en el curso de la historia) antes del apocalipsis. Además, lo que hace que esta película funcione es la interacción del protagonista no con un objeto inanimado al que utiliza para salvaguardar su cordura y aliviar la soledad, sino con otro ser inteligente.

 

“Finch” también rinde homenaje a otras películas con y sobre robots. El pequeño robot improvisado que inicialmente ayuda al protagonista se llama Dewey, como su colega mecánico de “Naves Misteriosas” (1972), otro film sobre un hombre solo al que acompañan tres robustos robotitos llamados Huey, Dewey y Louie (los nombres de los tres sobrinos del Pato Donald, en españo, Jorgito, Jaimito y Juanito). Además, cuando Finch “despierta” a Jeff, le programa una serie de directrices que cualquier aficionado reconocerá inmediatamente como las Tres Leyes de la Robótica de Isaac Asimov, aunque luego añade una cuarta acorde con su situación.

 

Inesperadamente dado el descorazonador y pesimista contexto apocalíptico, “Finch“ resulta ser desde el principio una historia con un gran encanto y emotividad. Tom Hanks es un actor todoterreno que ya no tiene que demostrar su talento, pero que sigue haciéndolo una y otra vez en cada proyecto en el que participa. Aquí está simplemente perfecto –una vez más- en el papel de hombre común y corriente que lucha por mantener su integridad y salvar la vida del único ser que tiene cerca y que le ha dispensando un cariño incondicional.

 

Caleb Landry Jones también ofrece una actuación sobresaliente, aunque su cuerpo es reemplazado para la pantalla por un cuerpo robótico generado por ordenador. No es el primer robot “infantil” de la Historia del cine, pero hay algo inefable en este personaje, fruto del excelente trabajo tanto del actor como del equipo técnico que lo complementa. No hay un solo momento en el que se dude de que el compañero de escena de Hanks sea un robot real. Hay algo profundamente entrañable en los torpes movimientos de Jeff y sus intentos de aprender a conducir, jugar a la pelota con el perro, tomar la iniciativa o cuidar con cariño a un Finch progresivamente más enfermo. Su ingenuidad, curiosidad y entusiasmo contrasta maravillosamente con el cinismo, desilusión y carácter cada vez más huraño de Finch.

 

De hecho, ambos establecen una clara relación paterno-filial: Finch le enseña a a Jeff a caminar, le regaña cuando hace algo mal, le inculca el valor de la confianza y le enseña a conducir, todo con el objetivo de que cuide del que bien podría ser el único animal vivo del planeta, su perro Goodyear. Jeff es robótico sin ser inexpresivo, e infantil sin ser empalagoso. Dado que carece de expresividad facial, son sus gestos, movimientos corporales y posturas los que transmiten sutilmente la atención que le presta a su padre-maestro, su alegría ante el descubrimiento incluso de cosas tan nimias como las palomitas de maíz y su creciente autoconfianza.

 

Más allá de los efectos del robot, “Finch” es una película sorprendentemente sobria. Su producción finalizó antes de la pandemia (de hecho, el Covid-19 hizo retirarse a Universal de su distribución, siendo vendida a Apple para su plataforma), pero parece el tipo de película más modesta que se haría después de la crisis). Aunque Sapochnik tenía experiencia en el rodaje de escenas épicas (ya comenté su participación en “Juego de Tronos”), a pesar de la ambientación postapocalíptica de esta historia no vamos a encontrar hordas de zombis o mutantes o salvajes desarrapados. Tan sólo tres personajes que viajan por un territorio medioambientalmente hostil.  

 

Para ser una película en la que sólo uno de los tres unicos personajes es humano, “Finch” nos ofrece una conmovedora exploración de lo que significa serlo. La idea de un robot que aprende sobre la humanidad y lo hace tan bien que luego puede dar lecciones de ello no es nada nuevo (véanse, por ejemplo, “I.A. Inteligencia Artificial”; “El Gigante de Hierro”, 1999; “Wall-E”, “El Hombre Bicentenario”, 1999; etc). Tampoco el guion reinventa la receta del subgénero postapocalíptico, sino que se limita a alterar las cantidades de sus ingredientes tradicionales para potenciar los sabores que le interesan y recordarnos que, incluso tras el apocalipsis, podrían encontrarse sentimientos positivos. “Finch” aporta un aire de frescura y honestidad a lo que podríamos llamar “apocalipsis para todos los públicos”. En lugar de entregarse a la violencia, el suspense y el peligro continuo tan comunes en el subgénero, opta por narrar una fábula predecible y tranquila al estilo de “Pinocho”, pero no por ello menos entrañable.

 

Puede que “Finch” nos muestre el fin del mundo para la especie humana, pero lo hace de una forma que dista de ser pesimista, lúgubre o derrotista porque, a pesar de las circunstancias, Finch pelea hasta el final no sólo por mantener su humanidad y redimir sus errores del pasado, sino por transmitir nuestros mejores valores a la siguiente generación de vida inteligente, ganándose en el proceso el cariño y admiración del espectador.

 


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