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sábado, 25 de abril de 2020
2016- PASSENGERS – Morten Tyldum
La criogenización o hibernación artificial se han utilizado en bastantes películas de CF, pero normalmente como simple recurso con el que sortear las realidades científicas del viaje espacial sin tener que hacer uso de los motores hiperlumínicos o de curvatura. Ejemplos ilustres los encontramos en “El Planeta de los Simios” (1968), “2001: Una Odisea del Espacio” (1968), “Alien” (1979), “Pitch Black” (2000) o “Interstellar” (2014). En algunos films, como en “El Planeta de los Simios”, “Buck Rogers en el Siglo XXV” (1979) o “Demolition Man” (1993), servía para trasladar a los protagonistas a un futuro en el que correr aventuras; en otros, como “El Dormilón” (1973), “Hibernados” (1991), “Eternamente Joven” (1992) o “Idiocracia” (2006), tenía el mismo propósito, solo que con fines dramáticos o satíricos que juegan con el contraste entre el futuro y el presente. En casi todos los casos, por tanto, la hibernación no es más que una herramienta narrativa. Las excepciones en las que ese proceso juega un papel muy importante en la trama son pocas, pudiendo citar por ejemplo “Air” (2015) o este “Passengers”.
“Passengers” –no confundir con el thriller fantástico del mismo título dirigido en 2008 por Rodrigo García- fue la quinta película del director noruego Morten Tyldum. Éste había rodado varios títulos en su lengua natal antes de saltar a la arena internacional con “Headhunters” (2011). Cambiando al inglés, debutó con el biopic de Alan Turing “The Imitation Game” (2014), que le valió una nominación al Oscar al mejor director (y otra a su actor, Benedict Cumberbatch). Su siguiente film fue este que comento ahora.
La nave interestelar Avalon se encuentra en un viaje de 120 años con destino al planeta Homestead II. A bordo hay 5000 colonos y una tripulación de 255 personas, todos ellos en un sueño criogénico en el interior de unas cápsulas individuales diseñadas a tal fin. El control de la nave es totalmente automático. Sin embargo, cuando es golpeada por rocas de gran tamaño mientras atraviesa un campo de asteroides, el sistema informático empieza a fallar y el mecánico Jim Preston (Chris Pratt) es despertado accidentalmente de su criosueño.
Jim no comprende lo que ocurre: la nave está desierta y todo el mundo parece dormir menos él. Cuando descubre que sólo han pasado treinta años desde que partieron y que aún quedan noventa más hasta el punto de destino, entra en shock. Manda un mensaje de auxilio a la Tierra pero dada la distancia y la velocidad de la nave, sólo obtendrá respuesta al cabo de muchos años. Intenta despertar a la tripulación, pero ésta se halla en un compartimiento sellado que no puede abrir. Tampoco puede reactivar su cápsula y volver a dormirse.
Con solo el androide camarero del bar, Arthur (Michael Sheen), como única compañía, la cordura de Jim empieza a desintegrarse conforme pasan los meses, llegando al punto de considerar seriamente el suicidio. Pero entonces, queda cautivado por la hermosa Aurora Lane (Jennifer Lawrence), una de las pasajeras durmientes, y comienza a plantearse si debería despertarla para que le sirva de compañía, aunque sabe que, si lo hace, ella quedará tan atrapada como él y jamás podrá completar su viaje. Finalmente, decide revivirla haciéndola creer que ha sido algo tan accidental como lo que le ocurrió a él. No tarda en surgir el romance… hasta que Arthur le descubre involuntariamente la verdad a Aurora, separándolos a ambos. Al mismo tiempo, los desperfectos en la nave han ido acumulándose y cuando los sistemas cruciales fallan, se hace necesario tomar medidas so pena de perecer de forma inminente.
“Passengers” fue la oportunidad del guionista Jon Spaihts para consolidarse –o redimirse, según el punto de vista de cada cual- tras sus libretos para “La Hora Más Oscura” (2011), “Prometheus” (2012) y “Doctor Extraño” (2016). Este proyecto, de hecho, llevaba en el limbo de Hollywood desde 2007 y por alguna razón nunca consiguó despegar antes a pesar de haber atraído a nombres como los del director David Fincher o los actores Keanu Reeves, Emily Blunt, Rachel McAdams y Reese Witherspoon.
“Passengers” es una obra de ciencia ficción conceptual más sólida de lo que podría esperarse. Con “conceptual” me refiero a que, en lugar de utilizar los elementos del género como simples adornos para narrar un film de acción o un thriller, plantea un escenario hipotético y luego explora sus consecuencias lógicas. En este caso, el concepto de base es ¿qué ocurriría si un hombre se despertara a mitad de un larguísimo viaje interestelar? El resto del argumento deriva enteramente de ahí.
“Passengers” es una película que se apoya totalmente en sus dos personajes y en la que el elemento romántico está mejor y más convincentemente tratado que en otras muchas historias de CF. El núcleo del argumento es un dilema moral: ¿Tiene Jim, dada su situación extrema, derecho a despertar a Aurora? Al fin y al cabo, para ella y una vez descubre el engaño, lo que ha hecho Jim es tan malo como asesinarla puesto que ha eliminado de un plumazo cualquier posibilidad de futuro en el planeta al que ella soñaba con ir. A partir de aquí, se van desarrollando los acontecimientos de forma lógica y coherente sin que el guionista escurra el bulto al final con algún truco con el que remediar la situación de ambos y concluir de forma feliz y esperanzadora en el planeta Homestead II. Habiendo triplicado la recaudación al presupuesto invertido, resulta gratificante que en una época en la que parece confirmarse una y otra vez que lo simplón y lo fácil es lo que vende, todavía haya público para propuestas diferentes.
Hay que destacar el esfuerzo que hace el equipo de producción por hacer de la nave un entorno convincente (aunque, como ampliaré más adelante, tenga mucho de ilusorio). Hay maravillosos detalles de diseño, como ese corredor en el que el nivel del suelo se curva hacia arriba (lo que efectivamente sería el caso en cualquier nave que tenga un sistema de gravedad por rotación). Una de las escenas más impresionanes es aquella en la que Aurora está nadando en la piscina y, de repente, la gravedad desaparece quedando ella atrapada en una gran burbuja de agua flotante de la que no puede salir. Además, el equipo de diseño y efectos especiales hicieron un trabajo excelente a la hora de hacer creíble la tecnología, como si realmente pudiera funcionar, ya sean los holomanuales, los robots de mantenimiento, los paneles interactivos de guía o el sistema expendedor de desayunos, del que Jim se ve obligado durante un año a tomar solo bloques de sustancias procesadas porque carece de la acreditación de pasajero de primera clase.
La película es el sueño de un diseñador: elegantes corredores, centros sociales y comerciales, una cafetería pensada para acoger a cientos de clientes, muelles de almacenaje, un sistema panorámico para salir al exterior, la piscina que termina en una cristalera que da al vacío espacial, suites de ensueño, restaurantes atendidos por robots… Una de las mejores invenciones es ese bar de estilo retro atendido por el androide Arthur. Gran parte de la película consiste en ver a Jim vagabundeando por la nave, tratando de matar el tiempo mientras su mente se deteriora; y, más adelante, como evoluciona la relación que surge entre él y Aurora. La belleza del film consiste en ver esa interacción entre dos personajes rodeados de un impresionante despliegue de tecnología y cómo sus vidas parecen diminutas e insignificantes ante tal magnitud y la del espacio que les rodea.
Así pues, hay varias razones por las que recomendar “Passengers”: toca un tema habitualmente ausente de las películas de ciencia ficción, a saber, cómo podría la especie humana colonizar la galaxia sin la “magia” de los motores hiperlumínicos; la nave está llena de detalles imaginativos; y la historia es, al menos durante buena parte de su extensión, poco predecible y consigue mantener el interés a pesar de un reparto minúsculo y un número limitado de sets.
Y, sin embargo, hay algo sutilmente incongruente en “Passengers”, como si su dispar mezcla de elementos hiciera de esta una película en continuo conflicto consigo misma. Veamos algunos ejemplos.
En términos generales, existen dos tipos de películas sobre viajes espaciales. Por una parte, aquellas en las que los astronautas nunca tienen muy lejos los trajes presurizados, historias que reconocen y retratan los peligros de desplazarse por el vacío interestelar o evolucionar por planetas hostiles. Por otra, está la categoría más numerosa e implausible: aquella en la que se presenta el viaje espacial a bordo de naves seguras y cómodas y en dirección a mundos semejantes a la Tierra. Los astronautas no requieren aquí de incómodos trajes, como sucede en los universos de Star Trek o Star Wars. Pues bien, “Passengers” toma elementos de ambas categorías y las fusiona en una propia.
Por una parte, los dos protagonistas sí necesitan sus trajes espaciales para aventurarse fuera de la nave; también se presenta uno de los grandes riesgos del viaje espacial: una brecha en el casco que puede extraer todo el oxígeno de una estancia; buena parte de la Avalon se parece a una nave estándar, con paredes metálicas de color gris repletas de mecanismos; y dos de los incidentes de la trama son clásicos del subgénero: un personaje que sale al exterior para efectuar reparaciones y otro que pierde agarre y empieza a alejarse flotando necesitando de un valiente rescate. Encontramos también otros estereotipos relacionados con el género, como el que los hombres salgan al espacio buscando la aventura y las mujeres lo hagan buscando el amor verdadero. Y aunque Aurora argumenta que sus razones para efectuar un viaje semejante son otras, las últimas palabras que le dirige una de sus amigas son: “Espero que encuentres a alguien que llene tu corazón, y espero que le dejes entrar en él”.
Hay dos escenas muy interesantes por el contraste en su tono y que exploran el impacto emocional que supone estar en el espacio. Cuando aún es el único pasajero despierto, Jim se pone el traje espacial, se ancla con un cable a la nave y se deja arrastrar a la deriva por ella; la soledad, impotencia e insignificancia que siente entonces ante la frialdad y enormidad del espacio le sitúa al borde del suicidio. Pero más adelante, cuando se lleva a Aurora con él en la misma actividad y ambos flotan sobre un fondo de estrellas, celebran las maravillas de ese mismo espacio de una forma que recuerda la escena de “Wall-E” (2008) en la que el pequeño robot y su compañera EVA surcaban eufóricos el vacío. Visiblemente emocionada, Aurora le da las gracias a Jim por haberla llevado a vivir esa experiencia que, además, le hace enamorarse de él –en una escena que culmina cómicamente cuando sus abultados trajes coartan sus esfuerzos por besarse-.
Por otra parte, cuando no están dando paseos espaciales, Jim y Aurora viven en una nave fantástica e innecesariamente amplia. Intercalados con las secciones de servicio, más espartanas, hay islas de lujo, como la piscina, el bar o los restaurantes. El aspecto general del Avalon bebe de películas como la checa “Ikarie XB-1” (1963) y contiene aspectos quizá inspirados en “Star Trek” (la holocubierta de juegos) y “Wall-E” (los atentos robots, las voces artificiales, la nave enorme que protege a los ciudadanos alienados de la Tierra). Todo ello sugiere que viajar por el espacio es como hacerlo a bordo de un crucero de lujo, aunque de vez en cuando los personajes tengan que arrostrar el más austero mundo en el que viven los astronautas reales.
La ciencia que sustenta la historia es también una extraña mezcla de lógica e insensatez. El Avalon está propulsado por un motor de fusión, una tecnología que ha sido propuesta seriamente y que con el tiempo podría, como menciona el capitán Gus Mancuso (Laurence Fishburne), acelerar una nave a la mitad de la velocidad de la luz. Situar a humanos en hibernación para viajes entre estrellas que duran décadas, si no siglos, también parece razonable y alcanzable en un futuro más o menos lejano.
Sin embargo y a diferencia de otros films “espaciales” de la misma época como “Gravity” (2013) o “El Marciano” (2015), “Passengers” no acredita a ningún experto como “asesor científico”…y eso se nota aquí y allá. Por ejemplo, difícilmente podría nadie sobrevivir ni un segundo, mucho menos varios minutos, tan cerca de un reactor de fusión defectuoso. Asimismo, en otros viajes interestelares a velocidades sublumínicas en obras de ciencia ficción, como “Cánticos de la Lejana Tierra” (1986), la nave tiene la capacidad de despertar y volver a dormir a sus tripulantes y algunos de ellos, de hecho, están despiertos por turnos con el fin de que poder tomar decisiones en casos de crisis no previstas. Por el contrario, en el Avalon todo el mundo está dormido y si alguien accidentalmente sale de la hibernación, no hay forma de que regrese a ella. Además, si una astronave como esta funcionara de verdad en modo permanentemente automático, seguramente y como obvia medida de seguridad, existiría algún tipo de inteligencia artificial supervisora, como HAL 9000 en “2001: Una Odisea del Espacio”. En la Avalon, todas las inteligencias robóticas parecen funcionar independientemente las unas de las otras.
Más allá de sus inconsistencias científico-lógicas, “Passengers” también parece curiosamente indiferente por no decir cínica hacia la épica y el inmenso logro que supone la colonización de otros mundos de la galaxia. Aurora, que es periodista, la define como “la mayor historia que existe”. Pero al mismo tiempo que la peripecia se centra en dos individuos anónimos que, como mucho, serán solo una nota al pie en las crónicas de la aventura espacial, la propia Aurora sugiere que la gente es incapaz de grandes logros: “No somos capitanes de nuestro destino…somos pasajeros…vamos allá donde el destino nos lleve”. Una reflexión que niega la capacidad del ser humano para conseguir gestas que van más allá de lo que nuestros antepasados hubieran podido soñar y que subordina tales hazañas al mero destino.
En esa línea y de acuerdo con una tendencia común a muchas otras obras de CF modernas desde “Alien” (1979), la película minimiza el sentido de lo maravilloso y la excepcionalidad del viaje espacial exponiendo que la colonización de otros mundos la llevan a cabo rutinariamente no los gobiernos de la Tierra sino corporaciones privadas a las que solo les interesan los beneficios. Desde el cínico punto de vista de Aurora, a decir de Jim, el Avalon sólo transporta “5000 ilusos” que han sido engañados para ir a otro planeta y hacer ricos a terceros. La desconsideración de las grandes compañías hacia los individuos que supuestamente son sus clientes se pone de manifiesto en “detalles” como el exorbitante precio que le adeudan a Jim por mandar un mensaje de auxilio; o que no pueda tener acceso a los planos de las cámaras de hibernación porque son un secreto industrial.
Podría pensarse a tenor de lo expuesto que “Passengers”, a pesar de su excelente factura visual y su interesante premisa, carece del rigor científico y el aliento épico que muchos asocian con la ciencia ficción de calidad. Pero contra esto puede argumentarse que esas pegas son accesorias. Porque la película es sobre todo un estudio de personajes, una mirada a cómo se establece y evoluciona una relación entre dos individuos a priori muy diferentes bajo circunstancias extremas.
Hasta cierto punto, la historia de “Passengers” recuerda la de “Titanic” (1997) y no sólo porque Aurora diga que “estamos atrapados en un barco que se hunde”. En ambas películas, un hombre de clase baja y una mujer de alto estatus social, se conocen y enamoran en el curso de un viaje condenado, estando el primero dispuesto a sacrificar su propia vida para salvar la de su amada. Para articular esta dinámica, claro, el film debe ajustar su terminología. Así, Preston es inicialmente identificado como “ingeniero mecánico” –alguien que puede diseñar fábricas o maquinaria-, pero luego se le describe como “mecánico” –alguien que arregla radios y tostadoras-. De hecho, él mismo explica que quiere emigrar porque se siente inútil en una Tierra en la que los objetos averiados no se reparan sino que se reemplazan; en cambio, en un planeta colonia, más primitivo, apreciarán a alguien capaz de arreglar cosas. Además, Preston proviene de Denver, Colorado, próximo a las Rocosas y al mundo natural, mientras que Aurora vive en los círculos más sofisticados de Nueva York, escribiendo mientras contempla desde su ventana el Edificio Chrysler. Aurora, a diferencia de Jim, es un pasajero “Gold Star”, primera clase, que le da derecho a mejores comidas y estancias. Y aunque es de suponer que su famoso padre le dejó una buena herencia, ella se gana la vida con su cerebro –dice ser periodista y escritora- y no con sus manos, como Jim.
En lo que respecta a los personajes, hay que hablar de los actores que los encarnan y la valentía de la película al reducir al mínimo el reparto, incluyendo solo cuatro papeles con diálogo –Andy García aparece en la escena final, pero sólo muy brevemente y en silencio-. Chris Pratt y Jennifer Lawrence hacen buena pareja en pantalla. Él se dio a conocer al gran público con papeles de héroe de acción en “Guardianes de la Galaxia” (2014) y “Jurassic World” (2015), donde dio forma a su carisma como tipo “normal” con el que resulta fácil simpatizar, un punto torpe y vulnerable y con un socarrón sentido del humor. Otro actor podría fácilmente haber convertido la decisión trascendental que debe tomar –despertar o no a Aurora- en algo turbio que le atormentara continuamente, así que es mérito de Pratt el que consiga mantener al espectador de su parte hasta el final y alejar la sombra de su criminal decisión.
Por su parte, Jennifer Lawrence hacía ya algunos años que se había convertido en una gran estrella por méritos propios. Hay que decir, no obstante, que el personaje de Aurora no es uno que requiera de una actriz de su talla, pero es indudable que el contar con ella hace ganar puntos a la película. Eso sí, aunque Lawrence destaca cuando su personaje ha de estar triste, enfadada o irritable, resulta menos convincente a la hora de mostrar alegría. Probablemente, si conecta con el espectador no sea tanto porque a éste le atraiga su personalidad como porque sienta lástima por ella.
Como androide perfectamente educado, Michael Sheen es un actor con presencia que roba todas las escenas en las que participa, aunque su personaje aquí no deja de ser tan solo divertidamente superficial y necesario solo para desencadenar el drama personal entre los dos protagonistas. Algo parecido le ocurre a Laurence Fishburne, cuyo personaje solo es un recurso para que la trama pueda avanzar y los protagonistas obtener recursos con los que evitar su destrucción.
Puede que haya quien no se sienta inclinado a ver “Passengers” en la creencia de que no es más que un edulcorado romance entre dos personas atractivas viajando cómodamente a bordo de una lujosa nave. Desde luego, eso da a entender el tráiler. Pero en realidad y como comentaba más arriba, la historia se apoya sobre el acto egoísta de un hombre que condena a la muerte en vida a una mujer inocente solo porque cree estar enamorado de ella y porque se siente solo. Es, sin duda, un campo abierto al debate: ¿Qué hubiera hecho cada cual en semejantes circunstancias? ¿Podrían perdonarse ese crimen? ¿Podemos entender su situación?
El escenario es como el de un siniestro cuento de “La Bella Durmiente” trasladado al espacio en el que el príncipe se beneficia de la dama. Y es que Jim elige meticulosamente a su víctima en la forma de una hermosa mujer. No considera siquiera despertar a un pasajero varón o la posibilidad de sortear quien será el desgraciado que le acompañará el resto de su vida.
Éticamente y tomando distancia emocional, la respuesta parece clara, pero también puede entenderse fácilmente la psicología humana que ha llevado a Jim a cometer ese acto vil. Nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que, de haber estado en esa circunstancia, no hubiéramos dudado en tomar la decisión moralmente correcta.
Ahora bien, aunque la película no perdona expresamente a Jim, sí lo hace implícitamente. Su disposición al sacrificio no solo para salvar a Aurora sino a los miles de pasajeros dormidos, lo redime hasta cierto punto. Y Aurora, en el trance de perderlo y ante la perspectiva de vivir completamente sola durante décadas, comprende lo que él estuvo sintiendo durante todo un año y por qué la despertó (claro, a lo mejor no vería las cosas igual si su compañero tuviera que ser Woody Allen o Steve Buscemi en vez del atractivo Chris Pratt). Quizá sea por eso por lo que el guionista decidió perdonar al protagonista y recompensarle con un final razonablemente feliz.
“Passengers” podría haber sido mejor film de lo que resultó siendo de haber prestado un poco más de atención al rigor científico y a la historia, pero hay que reconocerle que tratándose de un producto con aspiraciones de blockbuster (abultado presupuesto, impecable apartado técnico, actores populares en su reparto y amplia promoción) proponga una premisa interesante y polémica que a priori más parecería encajar en una producción independiente. Una película, en resumen, que contiene espacio para el debate y muchas ideas interesantes aunque su último tercio resulte predecible en su desarrollo –no tanto el remate final-.
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Antes de verla pensé que era una simple comedia romántica, pero en realidad me encontré con una buena película de sci fi. Lo que más me gusta es la ambientación de esa nave espacial, las caminatas espaciales de los protagonistas,la pasada por la estrella Arturo y el mensaje humano que conlleva la trama. Y si, tiene sus detalles de congruencia científica, pero eso no le quita su gran valía.
ResponderEliminarConcuerdo que muchos no le han dado una oportunidad a la película por creer que se sustenta sólo en el romance. Y a mi me sorprendió gratamente quizás porque no tenía grandes espectativaa. Y tenía algunas propuestas interesantes del viaje de una nave generacional. Así como algunas irónicamente divertidas como el desayuno eternamente soso por ser pasajero de segunda clase.
ResponderEliminarEl final. Es el gran problema. Y ya que el reportaje ahonda en esto no es spoiler de mi parte.
Tienes razón que la pelicula usa como recurso el sacrificio del protagonista para ser perdonado por la accion egoista (pero a la vez llevado por la desesperación) que cometió. Pero asi con todo me parece una salida fácil.
Un final digno de peliculas más antiguas y oscuras. Sería que el protagonista se sacrificara y pereciera. Y la chica lo valorara póstumamente y se lamentara en soledad. Luego que, al cabo de varios meses, la pelicula terminara con ella acercándose a una capsula con la clara intencion de despertar a su ocupante.... Comprendiendo , a la fuerza, las razones de jim.
Eso me habria golpeado y la encontraria una obra digna de mayores elogios.
Oye, pues tienes razón. Es un final potente. Pero también es un final que mucha gente no habría digerido bien. No es que lo defienda creativamente, pero los finales chungos son propios de producciones independientes, más arriesgadas y que se juegan menos. Pero cuando pones un montón de millones encima de la mesa, contratas a actores de relumbrón, quieres que la gente salga feliz, que incluso revisite la película. Y claro, si concluyes con un bajón, puede que satisfagas al espectador más exigente pero al común... no lo tengo claro. En los setenta, por otra parte, este tipo de finales estaban en sintonía con la propia sensibilidad del momento, no chocaban tanto... y en cualquier caso, la mayor parte de las producciones de CF de entonces, por mucho que se alaben como clásicos, no eran de primera línea ni aspiraban a ser blockbusters. Gracias por tu aportación y un saludo
EliminarLa vi ayer, con curiosidad pero sin esperarme mucho, y me ha sorprendido muy agradablemente. Esas bajas expectativas eran en parte porque, erróneamente, creía recordar wue tu crítica no era muy clemente. Al releerla, veo que co8ncidimos en la mayoría de los pros y contras. Mis principales contras son dos, uno al principio y que mencionas y otro al final. Hemos de hacer, como dices, que la suspensión de credulidad acepte que una nave sideral no tenga sistemas para afrontar la ley de Murphy y los imprevistos. Al final (SPOILER ALERT) se me hace difícil aceptar que una pareja joven decida no tener hijos o, al reves, tenerlos y condenarlos a una vida sin futuro. Pero así y todo, una auténtica película de ciencia ficción, de las que no hay tantas
ResponderEliminarGracias por tu aportación Radar. Como mínimo, a mí me hizo pensar qué hubiera hecho yo de encontrarme en la situación de él. No qué es lo que debería hacer sino lo que verdaderamente haría. Y oye, en una situación así no es tan fácil hacerse el virtuoso. Sólo por eso yo salvo a la película, pero para gustos.... Un saludo
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