A comienzos de 1964, Stanley Kubrick, director de films como “Espartaco” (1960) o “Lolita” (1962), estaba interesado en la posibilidad de realizar lo que describió como “la proverbial buena película de CF”. Se le aconsejó que revisara la obra del novelista británico Arthur C.Clarke, una de las autoridades señeras en el género y, ni corto ni perezoso, Kubrick le escribió describiéndole sus planes para un film de “grandeza mítica” que abordara temas como “las razones para creer en la existencia de vida inteligente extraterrestre” y “el impacto global (y quizás la falta del mismo en algunos aspectos) que supondría tal descubrimiento en un futuro cercano”. Clarke y Kubrick, impresionados mutuamente con la obra y el carisma del otro, acordaron reunirse en Nueva York y, de forma harto apropiada, lo hicieron durante la celebración de la Feria Mundial de 1964, donde las exhibiciones y debates versaban el futuro de la humanidad. Clarke más tarde recordaría: “Kubrick quería hacer una película sobre la relación del Hombre y el Universo, algo que nunca se había intentando antes. Estaba decidido a crear una obra de arte que despertara el sentido de lo maravilloso…y el terror”.
Kubrick se sintió especialmente cautivado con el tema de la novela de Clarke “El Fin de la Infancia” (1953), en la que los humanos descubren que la evolución de la especie humana ha

“El Fin de la Infancia”, mientras tanto, continuó atrayendo el interés de Hollywood, aunque tanto por los temas que abordaba como por su escala épica superaba con creces las posibilidades de los efectos especiales de esa época y posteriores. El proyecto, cuya opción había

Sin embargo, el ambiente no era propicio. En 1968 se había estrenado la última película de CF popular verdaderamente rentable, “El Planeta de los Simios” y desde entonces el género había estado de capa caída, al menos en lo que a recaudación se refiere. En 1975 faltaban todavía dos años para que “Star Wars” demostrara que la CF cinematográfica podía dar dinero a espuertas. Así que en ese hiato, Kearney no pudo convencer a nadie para sacar adelante la película. Cuando en 1977 dejó Universal, el proyecto cayó en manos del productor Philip DeGuere. Éste sabía que “El Fin de la Infancia” era una historia que podría fascinar incluso al público no particularmente afín a la ciencia ficción. Por desgracia, como él mismo admitió, la industria es reacia a innovar.
De hecho, no fue hasta que “Star Wars” reescribió las reglas de la ciencia ficción que Universal tomó la decisión de desarrollar de verdad la novela de Clarke, inicialmente como una miniserie de seis episodios para la CBS y más tarde como un telefilm de dos o tres horas para la ABC. Esto sucedió en 1978, justo antes de que Universal descubriera que sus contratos con Arthur C.Clarke –algunos de los cuales databan de 1957- habían quedado desactualizados, a consecuencia de lo cual el estudio había perdido ciertos derechos relativos a la historia. Pasaron otros nueve meses hasta que se resolvieron las diferencias entre los abogados de Universal y los del escritor,
Durante ese periodo, DeGuere aprovechó para escribir un tratamiento de guión de setenta páginas que, según pensó, resolvía muchos de los problemas que suponía adaptar la novela a la pantalla, especialmente en lo relativo a Jan Rodericks, el joven negro al que los Superseñores elegían como único humano que contemplaría el salto evolutivo de la humanidad y al que en el guión se otorgaba un papel más extenso con el fin de que sirviera de enlace con el público. Se

Cuando las dificultades legales se solventaron en enero de 1979, DeGuere empezó a pulir su tratamiento inicial para convertirlo en un auténtico guión y para ello se hizo con los servicios del legendario dibujante de comics Neal Adams con el fin de crear una guía visual que acompañara al guión no sólo en su presentación a los ejecutivos sino como valiosa ayuda a los diseñadores y técnicos que, eventualmente, deberían dar forma a las imágenes. Adams leyó la novela y, trabajando a partir de las pocas referencias visuales presentes en ella y aplicando una aproximación lógica, entregó a Deguere una serie de

Mientras un ilusionado DeGuere empezó a mostrar en la Universal las ilustraciones –complementadas con otras realizadas por Anthony Scott Thom-, Adams continuó involucrándose en el proyecto, reuniéndose con los técnicos en efectos especiales y diseñando unas alas funcionales de murciélago como las que tenían Karellen y sus congéneres. Animado por todos estos avances, DeGuere contactó a título particular con el propio Clarke y sus breves conversaciones telefónicas –limitadas por la diferencia horaria de once horas entre Los Ángeles y Sri Lanka, donde vivía el autor- le dieron a entender que las modificaciones que había realizado sobre la historia original contaban con la aprobación de aquél.
Por desgracia Universal hizo las cuentas y consideró que los efectos especiales necesarios para

Pero probablemente, tal y como comentó DeGuere en 1981, el presupuesto no fue lo único que

Hoy, podríamos suponer que el público ha madurado lo suficiente (o, al menos, una parte de él)

El guión de “El Fin de la Infancia” permaneció archivado hasta que a comienzos de 2002 se informó de que podría estar interesado en él Kimberly Peirce, directora de “Boys Don´t Cry” (1999). Los productores serían Armyan Bernstein y Rudy Langlais, de Beacon Pictures, la compañía tras títulos como “Airforce One” (1997), “El Fin de los Días” (1997), “Entre el Amor y el Juego” (1999), “Family Man” (2000) o “Trece Días” (2000). Seis años después, Peirce aún parecía seguir al frente del proyecto porque habló

Desde la iniciativa de DeGuere, ciertos elementos de la historia de Clarke –sobre todo la llegada de grandes naves sobre las principales ciudades del mundo- fueron adoptados por otras producciones de ciencia ficción, como “V” (1983), “Independence Day” (1996) o “La Llegada” (2016). Pero la historia en sí continúa siendo una de las grandes obras de la ciencia ficción sin adaptación fílmica, una carencia que no parece vaya a modificarse próximamente.
El problema con la adaptación siempre fue el mismo. Por una parte, los efectos especiales requeridos (las grandes naves, el planeta de los alienígenas, la destrucción de la Tierra, el diseño de un mundo utópico...) sólo fueron accesibles a un coste razonable con la llegada del

Pero he aquí que los años pasan y la televisión se convierte en uno de los formatos más

En un futuro lejano, Milo Rodericks, afirmando ser el último humano, graba un mensaje entre las ruinas de una Tierra postapocalíptica. La narración retrocede entonces hasta 2016, cuando

Otros personajes entran en liza en esta etapa. Milo, un adolescente confinado a una silla de

Quince años después, con Milo convertido en un astrofísico y la sociedad global completamente transformada, Karellen se revela públicamente por primera vez, descubriéndose entonces que su aspecto es igual que el de los demonios de las antiguas religiones. Y aunque los Superseñores

Los cambios respecto a la novela de Clarke son abundantes, algunos más justificables y otros no tanto. Stormberg ya no es el maduro secretario general de las Naciones Unidas que nos presentaba el libro sino un honrado granjero de Missouri con don de gentes. Es un cambio comprensible que apunta al signo de los tiempos. En 1953, la ONU todavía era una institución nueva sobre la que se tenían puestas grandes esperanzas como peldaño hacia un auténtico gobierno mundial. El desprestigio que ha ido acumulando a lo largo de las décadas y su escaso peso en la política internacional

Por otra parte, Rupert Boyce, en la novela un extravagante famoso interesado en el ocultismo, pasa aquí a ser un científico y mecenas, una mezcla de Elon Musk y Richard Branson con un cariz algo grimoso e intrigante para conseguir su fin: ser el primero en visitar el planeta de los Superseñores. Son cambios, en fin, que no deforman la esencia de la novela.
Clarke no fue muy diestro caracterizando personajes para sus novelas, un punto flaco que debía subsanarse en una adaptación en imagen real si se deseaba conectar con el espectador a

Me parece un acierto otorgar más protagonismo a humanos concretos, aunque por alguna

La miniserie no entra en detalles acerca de cómo se alcanza la utopía. Tenemos a la figura de Wainright (aquí un magnate de los medios de comunicación, figura más acorde con los tiempos) y se apuntan algunos problemas y tensiones con los saudíes y su petróleo, pero más allá de eso, quedan un montón de problemas por resolver en todos los ámbitos: económico, político, legal, social, psicológico.... Dado que en realidad nadie, ni los guionistas ni los políticos, saben cómo resolver los problemas del mundo, los primeros optan por pasar por alto la cuestión (algo que también hizo Clarke en el libro).
En cambio, sí se explica algo mejor que en la novela el abandono de las religiones: mucha gente pierde la fe al llegar los Superseñores por considerarlos seres muy superiores al Hombre (que


Es más, tal y como está narrado, da la impresión de que han sido los Superseñores los que han desatado el salto evolutivo de una forma un tanto anti-natural en lugar de, como en la novela, crear las condiciones para que surjan los niños con poderes, esperar pacientemente, vigilar,

Tampoco la estancia de Milo en el planeta natal de los Superseñores tiene demasiado sentido. En el libro permanece allí durante semanas o meses y a través de sus ojos se nos ofrece una semblanza de ese mundo. Pero en la miniserie, Milo llega, lo sobrevuela rápidamente, tiene una extraña y poco clara entrevista con esa especie de entidad cósmica, y le entran unas ansias locas por volver a la Tierra. Todo resulta muy apresurado y confuso.
Tampoco se aclara por qué los Superseñores tienen aspecto de demonios. En la novela, se daba

Nueva Atenas se aleja también del concepto del libro. En éste, era una comunidad idílica en el Pacífico dedicada al arte en todas sus formas. Aquí es más bien una gran ciudad, reducto de defensores de la libertad respecto a los alienígenas y donde sus habitantes han optado por conservar muchos de los problemas ya eliminados del resto del mundo: apiñamiento, enfermedad, polución... considerándolo el precio a pagar por la libertad y símbolos de su rebeldía e independencia.
La novela de Clarke, ya lo dijimos, apenas tiene acción, al menos tal y como la entendemos hoy día (ya que no dejan de suceder cosas). Y esto es un problema a la hora de trasladarla a la pantalla, porque la historia ha de sostenerse durante cuatro horas a base a diálogos entre los personajes. Para aportar algo de dinamismo, el guion introduce subtramas destinadas a introducir suspense e inquietud respecto a las verdaderas intenciones de los Superseñores. A pesar de este inconveniente, en general, “El Fin de la Infancia” está competentemente filmado, logra despertar el sentido de lo maravilloso y en su mayoría resulta entretenido, aunque sí hay momentos en los que el ritmo decae y roza lo tedioso (especialmente las idas y venidas de Stormgren a la nave de Karellen y sus espejismos-ensoñaciones con su esposa fallecida, todo lo cual está tratado de forma absolutamente convencional). Por otra parte y a pesar del metraje disponible, ya lo he apuntado más arriba, hay bastantes aspectos que o no se explican o quedan expuestos de forma confusa.
Y otro inconveniente es que lo que fuera novedoso en 1953 (las naves alienígenas sobre las ciudades, los extraterrestres afirmando que son nuestros amigos pero con un plan oculto) ha pasado al inconsciente cultural colectivo de tal manera que el espectador moderno no se va a sorprender demasiado. Incluso el asunto de los niños conectados con una presencia alienígena y actuando todos al unísono y como poseídos, pudo verse en la tercera temporada de Torchwood, "Los Niños de la Tierra". Peor cuando el guion se desvía del relato de Clarke -como hemos visto, no mucho- lo hace para caer en lo más convencional.
A pesar de todo, el relato de base es tan potente que incluso con esos agujeros de guión, ritmo algo irregular y la falta de carisma de los actores, la miniserie puede disfrutarse como producto ligero -aunque en absoluto, y no podía ser de otra forma, reconfortante-. Eso sí, jamás tendrá la relevancia, empaque e influencia en su campo de lo que la novela aún conserva en el literario.
También me pareció que la adaptación se quedaba a mitad de camino. Y sí, es cierto que lo novedoso de 1953 es lo normal del 2015, tal vez por eso no llamó tanto la atención.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Hola, hacia mucho que no veia tu blog y como siempre impecables los analisis, no solo analizas desde el producto artistico, sino desde lo comercial, la relacion entre los autores, el contexto historico, etc. ojala los periodistas y analistas de todas las areas hicieran esto en todos los niveles. La verdad muy bueno, Saludos.
ResponderEliminarHola Anónimo y gracias por volver. Yo no hago sino tratar de escribir el tipo de artículos que a mí me gusta leer... Un saludo
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