David Bowie fue un artista en el pleno sentido del término, pero primero y sobre todo fue un artista de la autoimagen. Pocas figuras hay en el siglo pasado que se citen con mayor frecuencia en relación a su estilo personal y el efecto que tuvo sobre multitud de aspectos de la cultura popular, desde el vestuario masculino a la imagen de los héroes y villanos de CF y Fantasía.
Y todavía
hay menos nombres que surjan cuando se discuten temas relacionados con el
género fluido o la expresión de la identidad tanto a través del trabajo
artístico como de la propia personalidad. En una época caracterizada por la masculinidad
tóxica como reacción instintiva a la revolución sexual en marcha, David Bowie
sigue siendo un recordatorio de que hay más de una manera de ser hombre.
La
mayoría de comentaristas se contentan con presentar la archiconocida galería de
los más icónicos looks de Bowie, como la agresiva feminidad de sus años como
Ziggy Stardust o su etapa de pirata espacial queer bajo su identidad de Aladdin
Sane. Los años 80, cuando vistió ropa masculina como si fuera una lesbiana empoderada
fueron seguidos sin solución de continuidad por sus ensayos pictóricos de los 90,
cuando actuó como complemento ideal de su extraordinariamente bella esposa, la
modelo y actriz Iman. Pero hubo mucho más, porque no sólo era un músico
innovador, sino también un gran amante de la moda que trabajó con diseñadores
como Willie Brown, Kansai Yamamoto y Freddie Burretti para crear el vestuario
de sus personajes sobre el escenario, como Ziggy Stardust o El Delgado Duque
Blanco. “Una de mis grandes pasiones es
la ropa”, dijo en 1974. “Estoy
realmente loco por ella”. Para Bowie, la moda era una parte esencial de la
actuación. “Cuando salgo a un escenario,
trato de hacer que la actuación sea lo mejor y más interesante posible, y no me
refiero sólo a cantar mis canciones y moverme. Creo que, si realmente quieres
entretener al público, entonces también tienes que lucir como corresponde”.
Examinemos brevemente el trabajo que Bowie vertió en su imagen como icono futurista, su influencia y legado.
En el
mundo de la moda, Bowie desempeñó un papel tanto directo como indirecto. Hedi
Slimane, ex director creativo de la formidable casa de Yves Saint Laurent,
vistió a Bowie en múltiples giras y, más tarde, aportó la influencia allí
destilada a las tendencias reinantes en la moda masculina, actualizando sus
obsoletas siluetas con un aire más estilizado y atrevido que nunca, bebiendo de
la delicadeza inherente a la personalidad de Bowie y sus descaradas
presentaciones sobre el escenario
Del
mismo modo, el difunto Alexander McQueen trabajó con el rockero glam y volcó en
su propio sello las nuevas ideas que esa colaboración le había aportado. La
dirección de McQueen para Bowie fue la opuesta a Slimane, como puede verse en
su diseño más famoso para el cantante: el abrigo ancho y atrevidamente
masculino confeccionado de vinilo con la bandera británica y que puede verse en
la portada de su álbum "Earthling". Desde entonces, esa prenda ha
figurado como pieza fundamental en diferentes exposiciones de grandes museos
del mundo. Bowie y McQueen se hicieron amigos y éste siguió confeccionando para
él más trajes, como el abrigo desgastado de seda dorada, con ribetes rococó y
botones de latón que el cantante llevó en el concierto de su quincuagésimo
aniversario.
En el
mundo de la música, ha habido artistas que siguieron de cerca el ejemplo de Bowie
y crearon una imagen de sí mismos que impactó a propios y extraños y
transgredió las normas: KISS, Marilyn Manson o Lady Gaga, por nombrar algunos.
Con Bowie como su santo patrón y pionero, estos artistas pudieron seguir una
senda de desafío a las normas de género (hombres con maquillaje y tacones altos,
prótesis mamarias y corsés en el caso de los dos primeros) y participar en la
reinvención del artista como marca (la trayectoria de Lady Gaga desde
"Poker Face" hasta "Alejandro" es una clase magistral de reinvención,
sin duda inspirada por Bowie). El ejemplo de Bowie proviene de una época en la
que un cantante podía cambiar de nombre alegremente sin con ello torpedear la
marca de los productos que patrocinaba ni confundir a patrocinadores y redes
sociales. Sus descendientes espirituales tienen un nivel diferente de
compromiso con su marca personal, pero aún así no pueden evitar seguir el
ejemplo de Bowie cuando se trata de reiniciar visualmente su imagen pública.
En la
ciencia ficción, la influencia de Bowie es más sutil y difícil de rastrear ya
que se ramifica en varios planos. Muchas de las canciones de Bowie incluyen
tropos claramente adscritos al género (“Space Oddity”, “Scary Monsters (And
Super Creeps)”, “Life on Mars”) y otras abordan el viaje en el tiempo o la
especulación futurista (“Drive-in Saturday”, “Cygnet Committee”). Bowie era un
voraz lector de CF y entre sus influencias ha citado a Michael Moorcock, Robert
Heinlein, Arthur C Clarke, Stanley Kubrick, Anthony Burgess o George Orwell por
nombrar sólo algunos.
En toda
esta polinización cruzada, la estética queer de Bowie está muy presente en un
género que se había definido en las décadas anteriores por una especie de
masculinidad a lo James T. Kirk, que fantaseaba con la idea de que el futuro en
el espacio sería para hombres con uniformes militares acompañados por raritos
circunspectos que resolvían los problemas científicos. Mientras Samuel R.
Delany y Joanna Russ escribían novelas que cambiaban esa orientación, Bowie trabajaba
en ello a través de su imagen. El vestuario que Jean Paul Gaultier diseñó para “El Quinto Elemento" (1997), lleva el sello de Bowie. Y su personaje del Rey
Goblin Jareth en “Laberinto” (1986) contribuyó a diluir la identidad sexual –y,
al mismo tiempo, potenciar el erotismo- del villano en el género fantástico. Jareth
no era simplemente otro malvado que servía para codificar la homosexualidad como
amenaza, sino que construyó una aterradora presencia sexual de magia y engaño
que hizo que incontables jóvenes espectadores comenzaran a comprender una
inquietud interior para la que no tenían todavía nombre.
En la
actualidad, el adjetivo icónico se utiliza con insultante liberalidad, pero lo
que realmente define a un icono es su perdurabilidad. Hay fotografías de unos
leotardos gastados con ribetes de plumas que David Bowie vistió en 1974 como
Ziggy Stardust que no solo han seguido presentes en la conciencia pública, sino
que, incluso ahora, medio siglo después, continúan apareciendo en pasarelas de
moda y vestuarios de ciencia ficción. No hay ningún otro artista del que se
pueda decir que haya transmitido una estética tan glamurosa y ambigua a
herederos tan dispares como la NASA, Yves Saint Laurent y Lady Gaga. A ningún
otro cantante se le puede atribuir una aportación tan sustancial a un género
popular como el de la CF, cuya androginia futurista fue tomada de la imagen de
aquél. Ninguna otra persona es un icono en la forma en que David Bowie siempre
lo será. La autoconstrucción que hizo de su propia imagen es su obra de arte
más duradera.
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