Voltaire, pseudónimo de François-Marie Arouet (1694-1778), es, para muchos, el epítome del espíritu de la Ilustración. Liberal frente al conservadurismo de Swift, Voltaire rechazó la noción de "Providencia" como principio de validez social y defendió en cambio conceptos como el humanismo y la moral. En parte, expresó su filosofía política a través de comentarios escritos, historias y discusiones retóricas, pero hoy es más conocido por su aportación a lo que se conocía como "Contes Philosophiques", básicamente cuentos morales que ridiculizaban y cuestionaban actitudes y costumbres contemporáneas. El primero que escribió fue "Zadig" (1747), de sabor oriental, pero el más famoso en la actualidad es "Cándido o El optimismo" (1759), en el que hace observaciones tanto serias como humorísticas acerca de la brecha que se abre entre la visión optimista que del mundo tiene el protagonista (cuyo nombre refleja también su naturaleza) y las duras realidades de la vida en la Europa del siglo XVIII.
Desde
luego, “Micromégas” (escrito en 1730 y publicado en 1750) es también un cuento
filosófico que incluye numerosos tropos propios de la CF. Micromégas, el
protagonista, es un alienígena gigante que mide cinco kilómetros de altura y
proviene de la estrella Sirio. Viaja por la galaxia y hace amistad con un
nativo del planeta Saturno que “sólo” mide 1.000 brazas (que vendría a ser un
kilómetro y medio), un pigmeo al lado del protagonista. Juntos, llegan a la
Tierra, donde encuentran a un grupo de filósofos que están regresando de un
viaje de exploración al Círculo Ártico. Micromégas coge el navío y examina a
sus pasajeros. Una vez los dos extraterrestres se han sobrespuesto a la
sorpresa de que esos “insectos invisibles” pudieran poseer inteligencia y alma,
empiezan a conversar con ellos.
Los
alienígenas preguntan a los filósofos cuestiones relacionadas con la Física –la
distancia de la Tierra a la Luna, el peso de la atmósfera terrestre- y quedan
impresionados por el conocimiento que los humanos tienen de tales materias. Pero
cuando Micromégas amplia las preguntas a temas más metafísicos (“cuéntame sobre la naturaleza de tu alma y
cómo formas tus ideas”), los filósofos enuncian una multitud de teorías
incompatibles enunciadas por diversos sabios como Descartes, Malebranche, Leibnitz,
Locke…
Ulteriores preguntas confirman la ignorancia esencial del hombre: “¿Qué entendéis por espíritu?”, a lo que le responden: “¿Por qué me preguntas eso? No tengo ni idea”. Otro de esos pensadores promete que todo lo que tiene que ver con las almas se encuentra expuesto en las “Summa” de Tomas de Aquino, asegurando además que ellos, los visitantes, sus mundos y estrellas, fueron todos ellos creados “tan sólo para el beneficio del hombre”. Ante semejante afirmación, Micromégas y el saturnino “cayeron el uno sobre el otro desternillándose con una inextinguible risa”.
Antes
de marcharse, Micromégas le regala a la Humanidad un libro de filosofía en el
que, promete, está contenida toda la verdad sobre las cosas. El volumen es
donado a la Academia de París, pero cuando allí lo abren, se encuentran con que
sus páginas estan en blanco. Las simpatías de Voltaire hacia el pensamiento de
John Locke son evidentes en toda la obra, sobre todo en este regalo final de
una tabula rasa, un libro blanco (Locke postuló que, al nacer, la mente es una
pizarra en blanco o tabula rasa. Al contrario que la filosofía cartesiana
—basada en conceptos preexistentes—, sostuvo que nacemos sin ideas innatas, y
que, en cambio, el conocimiento solamente lo determina la experiencia derivada
de la percepción sensorial).
Los
críticos han resaltado a menudo cómo esta fábula de Voltaire reutiliza el tropo
de los gigantes y enanos ya presente en los “Viajes de Gulliver” de Swift. Lo
que no suele citarse tan a menudo es la forma en que invierte la premisa
dominante en la CF del siglo XVII: en lugar de viajeros de la Tierra que
encuentran alienígenas y les interrogan acerca de sus creencias cristianas, él
imagina extraterrestres viniendo a la Tierra. De hecho, es la primera historia
de este tipo en la Literatura. Los terrícolas actúan según solían hacer en
aquella protoCF e intentan convencer a los alienígenas de la validez universal
de la revelación cristiana, pero Micromégas demuestra la estupidez de tales certezas.
La obra
es Ciencia Fficción no sólo por presentar la idea de unos visitantes
extraterrestres, sino por su conexión con los discursos científicos de la época
y la ficcionalización de los mismos. Los viajes espaciales de Micromégas y los
de éste y el saturnino a la tierra están basados en los conocimientos
cosmológicos de aquel siglo. Además de los “Principia” de Newton, se apoya en la
obra de Christiaan Huygens -especialmente su “Systema saturnium” (1659), pero
también “Cosmotheoros” (1698)-, así como los trabajos de otros astrónomos
contemporáneos. No hay nada intrínsecamente fantástico en estos viajes porque Micromégas
tiene un conocimiento tan completo de “las
leyes de la gravitación y todas las fuerzas atractivas y repulsivas” que
puede servirse de ellas para desplazarse sin necesidad de esperar a que pase un
cometa para subirse encima.
La premisa de Voltaire le permite extrapolar la revolución copernicana a los asuntos humanos. De la misma manera que la Tierra ya no era el centro del cosmos, la Humanidad no puede seguir considerándose el foco filosófico o teológico del universo. Micromégas se maravilla ante la insignificancia física de los habitantes de nuestro planeta (en su escala, microscópicos) y su perspectiva es lo suficientemente ampia como para poner de manifiesto lo absurdo de las aspiraciones y certezas humanas, tal y como sucede cuando uno de los filósofos explica: “En este mismo momento, hay 100.000 idiotas de nuestra especie llevando sombrero que están matando a otros 100.000 que llevan turbante”, y todo por hacerse con una diminuta porción de, a ojos de Micromégas, una esfera insignificante.
La
clave del texto puede encontrarse en su rechazo a la noción de la comparativa.
Micromégas y el saturnino, antes de llegar a la Tierra, discuten sobre la
Naturaleza:
- Sí -dijo el saturnino-, la Naturaleza es como un parterre cuyas flores...
- Ah -dijo el otro-, deja ahí tu arriate.
- Es -continuó el Secretario- como una reunión de rubias y morenas, cuyas galas...
- ¿Qué tengo yo que ver con tus morenas?, dijo el otro.
- Es como una galería de cuadros cuyos rasgos...
-¡No! -dijo el viajero-; Lo diré otra vez, la Naturaleza es como la Naturaleza. ¿Para qué buscar comparaciones?
- Para complacerte –respondió el Secretario.
- No quiero que me complazcan -replicó el viajero-, quiero que me instruyan.
Esta hostilidad
a la idea del símil es fundamental en la aproximación de Micromégas al
Universo. Como los despistados filófosos humanos al final del cuento, nos damos
cuenta de que es un error tratar de traducir el Universo a términos
metafóricos. Esto, a su vez, explica las enormidades presentes en la narración.
Voltaire no utiliza los cambios de escala con fines metafóricos, sino que
subraya con ellos la enormidad real del cosmos, la inmensidad del Universo que
la astronomía del siglo XVIII empezaba a revelar. Micromégas y el saturnino son
así de altos porque ésas -dice Voltaire- son las escalas del universo en el que
vivimos. “Micromégas”, en este sentido, no es un texto metafórico sino,
precisamente, instructivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario