(Viene de la entrada anterior)
Sorprende particularmente la falta de interés del guion en explorar todo lo relacionado con la ciudad marciana. “Con Destino a la Luna” comenzó el boom de la cf optimista en cuanto al futuro de la aventura espacial, una llamada a la conquista de la Luna. Pero justo cuando el género parecía listo para dar el salto y conquistar otros mundos, los viajeros espaciales se encontraban en ellos con el espectro de la guerra atómica y civilizaciones que se habían autodestruido víctimas de sus pasiones y una tecnología que no podían controlar. Este pesimismo se convirtió en una sombra que planeó durante toda la década en muchos títulos importantes empañando los logros de su imaginación, como en “Regreso a la Tierra” (1955), “Planeta Prohibido” (1956) o “Destino Espacial: Venus” (1959).
Hoy,
las advertencias contra la guerra nuclear parecen algo evidente, hasta
inevitable, porque tras tragedias como las de Hiroshima, Nagasaki o Chernobyl,
sabemos lo que puede hacer la radiación. Pero esto no estaba tan claro a
finales de los años 40, cuando se escribió la película. Por entonces, se veía a
la radiación más como una molestia que como una amenaza letal. Esto se debía en
parte a que ni siquiera los científicos tenían del todo claro cómo operaba la
radiación. El gobierno estadounidense aún realizaba pruebas secretas sobre
soldados y criminales y, aunque sabía que la radiación tenía efectos
potencialmente devastadores y duraderos sobre el cuerpo humano, tal información se ocultaba para no asustar a la
población, que ya vivía con temor la situación de Guerra Fría con la Unión
Soviética y que, de saberlo, podría oponerse a las intenciones del gobierno de
continuar aumentando el arsenal nuclear. Esta fue también la postura de muchos
thrillers y películas de CF. Por ejemplo, “Con las Horas Contadas”, en la que
un hombre es envenenado con una bebida en la que se ha vertido algún tipo de
sustancia radiaoactiva; sin embargo, se evita cuidosamente cualquier mención a
la radioactividad, llamándolo “envenenamiento luminoso”. En “Con Destino a la
Luna”, los científicos niegan repetidamente las advertencias de radiación
calificándolas de propaganda comunista.
Pero
“Cohete K-1” es uno de los pocos films de la época que se molesta en abordar el tema con crudeza. El doctor Eckstrom le dice a la tripulacón que no fue tanto
la guerra lo que aniquiló a los marcianos como la radiación, aún presente allí
tras miles de años; y les avisa de no aventurarse en los edificios so pena de
sufrir sus efectos. Resulta que la “propaganda comunista” tenía razón. Hasta
que fue prohibido en 1954, el Partido Comunista de los Estados Unidos fue el
único que se opuso frontalmente al rearme, la bomba nuclear y la actitud
beligerante que podía desembocar en una guerra contra la Unión Soviética. Esa
fue, precisamente, una de las razones por las que Trumbo se afilió a esa
formación política.
Y eso iba en contra de la línea seguida por Hollywood, que se limitaba a repetir como un loro los eslóganes de la Comisión de Energía Atómica. La radiación en el cine de CF se convirtió en una especie de “genio de la botella” más fantástico que científico, una “navaja suiza” que igual servía para hacer crecer hormigas a tamaños gigantescos que reducir a humanos al tamaño de insectos. No fue hasta 1959 que la película “La Hora Final” expuso con toda crudeza el muy real peligro de la radiación. Asimismo y a diferencia del entusiasmo capitalista que transmitía orgullosamente “Con Destino a la Luna”, Trumbo supo ver que quien debía llevar al hombre al espacio no era el sector privado –al menos en aquella etapa de la aventura espacial-, sino el gobierno.
Y luego
tenemos el asunto de la mujer a bordo. Los años 50 fueron una especie de
inestable punto de inflexión. El feminismo comenzaba a levantar cabeza pero a
los comportamientos, opiniones y actitudes les cuesta mucho cambiar. Por una
parte, el doctor Eckstrom explica al principio que su colega femenina forma
parte de la misión exclusivamente en base a sus méritos científicos, subrayando
así que las mujeres pueden ser tan buenas científicas como los hombres. Pero
luego, a través de las conversaciones con sus compañeros a bordo de la nave,
queda claro que ella es una excepción y se repite varias veces que, para ser
una científica, una mujer tiene que dejar atrás su parte femenina, como si ambas
vertientes no fueran compatibles.
El
momento más vergonzantemente sexista es aquél en el que la doctora Lisa van
Horn se entrega a un pequeño estallido emocional y el doctor Eckstrom le dice:
“No va a meter la emoción en esto,
¿verdad?” Cuando ella se disculpa, él responde amablemente: “¿Por qué? ¿Por ser momentáneamente una
mujer? Es perfectamente comprensible”. En defensa de la película, no
obstante, hay que reconocer que van Horn, en general y salvo esas molestas
observaciones, como una verdadera colega científica y no se la reduce a servir
te y hacer las camas, como les ocurriría a otras “científicas” femeninas en
películas posteriores de CF. Tampoco la dejan atrás cuando empiezan a explorar
la superficie de Marte argumentando que es “demasiado peligroso”.
Dejando
aparte el alivio cómico, la película tiene una intencionalidad seria. La “mala
ciencia” diluye un poco esa sensación, pero no del todo y eso es gracias sobre
todo a los personajes. Aun cuando sean estereotipos y estén toscamente
caracterizados, tienen personalidades bien diferenciadas y es posible
simpatizar con ellos. Cuando llega el trágico final, es fácil compadecer su
funesto destino. Y esto es mérito de los actores, especialmente Lloyd Bridges,
aquí en un registro muy distinto a aquél cómico con el que fue conocido en los
80 (¿quién no lo recuerda como el controlador aéreo adicto de “Aterriza como
Puedas”?). Bridges, por cierto, fue también colocado en una lista negra en los
50 por su trabajo con una compañía teatral de carácter político.
La
actriz danesa Osa Massen, ya lo he apuntado, hace un buen trabajo como Lisa van
Horn pese a los estúpidos diálogos que le endosaron, especialmente en las
escenas románticas con Bridges y Beery. Es quizá el miembro del reparto que
aporta mayor humanidad a su personaje. Aunque nunca llegó a dar el salto al
estrellato y tras “Cohete K-1” se dedicó a la televisión hasta su retiro a
comienzos de los 60, a punto estuvo de conseguirlo cuando en 1941 interpretó a
una infiel esposa en “Un Rostro de Mujer”, de Melvyn Douglas.
John
Emery es meramente eficaz en su papel de doctor Eckstrom, pero su personaje es
demasiado tópico como para ser memorable. Actor de carácter, es más conocido
por sus papeles secundarios en “Recuerda” (1945) y “Juana de Arco” (1948),
ambas con Ingrid Bergman. Del resto, sólo creo merecedor de mención al jefe de
misión en Tierra, Morris Ankrum, y ello porque su rostro adusto e intimidante
le convirtió en un actor de culto en la ciencia ficción de serie B,
especialmente interpretando a figuras de autoridad y cuando Marte estaba
involucrado. “Cohete K-1” fue su primera incursión en la CF y a partir de ahí participaría
en “Vuelo a Marte” (1951), “Red Planet Mars” (1952), “Invasores de Marte”
(1953), “La Tierra contra los Platillos Volantes” (1956), “Kronos” (1957),
“Cómo Hacer un Monstruo” (1958), “De la Tierra a la Luna” (1958), “Most
Dangerous Man Alive” (1961) o “El Hombre con Rayos X en los Ojos” (1963).
El
elemento diferencial que sitúa a “Cohete K-1” por encima de muchas otras
producciones de serie B de los 50 –e incluso de otras de primera línea como la
propia “Con Destino a la Luna”- es su dirección y su fotografía. Hasta este
momento, Kurt Neumann, un inmigrante alemán que había estado dirigiendo
películas desde los años 30, tenía en su haber una serie de westerns y
thrillers muy rutinarios, películas de Tarzán y musicales. En el futuro, de
hecho, sería recordado sobre todo por otra de sus aportaciones a la CF, “La Mosca” (1958).
En “Cohete K-1”, ofrece un trabajo sólido habida cuenta de las limitaciones de tiempo y dinero a las que tuvo que ajustarse y aunque la película, como he dicho, se realizó en tan sólo 18 días, no da la sensación de producto apresurado o descuidado. La cámara incluso ofrece algunos ángulos y planos particularmente bien conseguidos. Esto no es ninguna sorpresa dado que el responsable de fotografía es el compatriota de Neumann, Karl Struss, que había ganado un Oscar por su trabajo en la obra maestra del cine mudo “Amanecer” (1927) y había colaborado con Charlie Chaplin en “El Gran Dictador” (1940) y “Candilejas” (1952).
Otra
baza del productor fue conseguir al compositor Ferde Grofé Sr. para la banda
sonora, uno de los más destacados arreglistas de jazz de Nueva York durante los
años 20 y 30 así como compositor de música más clásica y para el cine. A
diferencia de lo que sería la costumbre en muchos films de CF, la música de
Grofé nunca resulta abrumadora y prefiere subrayar las emociones de forma
sutil, acentuando el dramatismo en los momentos precisos y colaborando a la
construcción de suspense sin llamar demasiado la atención. Su mayor aportación
a la película, no obstante, fue la utilización del theremin (interpretado por
Samuel Hoffman), uno de los primeros instrumentos electrónicos, en las escenas
de Marte. Fue la primera vez que se incluía ese sonido en una película de CF o
terror y pronto sería adoptado por muchos otros compositores –a menudo no de
forma tan acertada como Grofé-. En cuestión de pocos años, el theremin quedaría
tan asociado a las películas de género de serie B que se convertiría en un
chiste y no habría forma de volver a utilizarlo si no era como guiño o parte de
un pastiche nostálgico (caso de “Ed Wood”, 1994, de Tim Burton).
El
diseño de producción es sorprendentemente bueno para una película con un
presupuesto de 94.000 dólares. El interior de la nave no tiene de que avergonzarse
al lado de la de “Con Destino a la Luna” y dado que la mayor parte de la acción
transcurre allí o en el desierto de Marte, el film consigue esquivar el
saborcillo a serie B a menudo asociado con este tipo de producciones. La
iluminación de Struss ayuda al resultado final, aunque la maqueta del exterior
del cohete recuerda demasiado a los seriales de Flash Gordon de diez años atrás
como para resultar creíble.
Aunque el
maquillaje de los mutantes marcianos sea solo regular, lo que peor luce en la
película y que más revela sus raíces de serie B son los efectos visuales, tanto
en su escasez como en su calidad. Tampoco podía exigirse mucho con el dinero
que manejaba ese departamento. Así y todo y a pesar de que el presupuesto de la
película era reducido comparado con el de “Con Destino a la Luna” (recordemos,
éste seis veces mayor) y otras películas de CF de primera división que se
estrenarían en la misma década, fue suficiente como para ofrecer unos valores
de producción correctos, un reparto fiable y un director veterano que pudo traer
consigo a su amigo, paisano y excelente director de fotografía. Por lo demás,
el equipo técnico estaba formado mayormente por gente joven que se enfrentaba
por primera vez a una película de CF.
Hoy,
“Cohete K-1” tiene reputación de ser una producción mediocre de serie B con
pocos puntos de interés. Como he desgranado en este análisis, esta apreciación
es injusta. Aunque “Con Destino a la Luna” se cita en casi todas las
enciclopedias y estudios del género como la película que lo resucitó tras una
larga sequía, en muchos sentidos “Cohete K-1” es mejor película, menos
pretenciosa e incluso más emocionante, por no hablar de que se atrevió a
incluir un final trágico. La producción de George Pal tenía la ventaja del color
y unos efectos especiales de última generación, pero la de Neumann tenía
personajes y drama. Demostrando que la brutal transgresión del “happy end” no
tiene por qué traducirse en descalabro de taquilla, "Cohete K-1" tuvo
una carrera comercial excelente, conectando mucho más con el espíritu de la
época mediante sus licencias narrativas derivadas del pulp de lo que lo hiciera
la producción de Pal con su frío afán documental.
En
último término, “Cohete K-1” es una película modesta, con el grado de ingenuidad
esperable de aquella época, que hay que ver en su contexto y teniendo en cuenta
sus orígenes y limitaciones, pero que sin duda figura entre las de obligado
visionado para todo aquel interesado en la historia de la CF gracias a su
valiente desenlace y al mensaje subyacente, más subversivo de lo que podría
pensarse en aquel tiempo y clima político.
(Para aquellos que pudieran estar interesados en hacerse con una copia de la película, conviene saber que cuando se estrenó, las escenas de Marte se rodaron con un filtro rojo, pero las ediciones más modernas las han revertido a blanco y negro. En 1978, el distribuidor y coleccionista Wade Williams compró los derechos de la película y rodó varias secuencias nuevas de efectos especiales así como escenas en la superficie marciana. Esta versión, denostada por la mayoría de los expertos, es la que pudo verse durante mucho tiempo en las ediciones en vídeo, aunque las más modernas han optado por eliminar esas adiciones).
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