El director Edgar Wright y los actores Simon Pegg y Nick Frost unieron sus talentos por primera vez en la comedia televisiva “Spaced” (1999-2001), sobre las vivencias de una pareja de compañeros de piso y en las que el trío disfrutaba homenajeando las películas clásicas de CF y Terror y los iconos de la cultura popular. El trío saltó a la primera división con “Zombis Party” (2004), dirigida por Wright, coescrita por él y Pegg y protagonizada por éste y Frost. Este afectuoso tributo paródico a la película de George Romero fue un éxito internacional y abrió todo un subgénero, la comedia de zombis, por el que transitarían en los siguientes años otros films. Edgar Wright y Simon Pegg se convirtieron en estrellas gracias a esta película (Nick Frost quedó algo más en segundo plano).
Volvieron a reunirse para otro film paródico, en esta ocasión del género de acción policiaca: “Arma Fatal” (2007), que era además un ácido comentario sobre las comunidades rurales plagadas de prejuicios e hipocresía. Después Wright se embarcó en solitario en la adaptación de un comic: “Scott Pilgrim contra el Mundo” (2010), además de escribir “Las Aventuras de Tintin” (2011) para Spielberg y producir “Attack the Block” (2011) y la comedia “Turistas” (2012). Simon Pegg, por su parte, se hizo un rostro todavía más conocido gracias a su participación en entregas de grandes franquicias como “Star Trek” (2009) y “Star Trek: En La Oscuridad” (2013) o “Misión Imposible: Protocolo Fantasma” (2011).
Y, por fin, en 2013, Wright, Pegg y Frost se juntan por última vez para cerrar la trilogía iniciada por “Zombis Party” y “Arma Fatal”. Cuando un periodista le preguntó sobre la presencia en todas las películas de un helado, Wright se refirió a ellas como la Trilogía del Corneto. Pero más allá de eso, los verdaderos nexos entre las tres son, primero, la colaboración del director y los actores mencionados; segundo, ciertos gags, situaciones y temas comunes, como la dificultad para madurar y encontrar un sentido a la vida o la importancia de la amistad aun cuando ésta se haya vuelto improductiva o incluso tóxica; y, tercero, un planteamiento inicial propio de la comedia que va derivando, según sea el caso, hacia el terror puro, la acción desenfrenada o el suspense.
Gary King (Simon Pegg) cree firmemente que el 22 de junio de 1991 fue el día más perfecto de su vida. Fue entonces cuando él y sus cuatro amigos, en la recta final de su adolescencia, recorrieron la Milla Dorada, un circuito de doce pubs en su pueblo natal de Newton Haven. Pero su progresivamente más acusado estado de embriaguez les impidió completar su etílico recorrido y Gary está convencido de que esa fue la causa de que, desde entonces, su vida no haya sido más que una larga cuesta abajo. Ahora, decide reunir a sus antiguos colegas, Andy Knightley (Nick Frost), Oliver Chamberlain (Martin Freeman), Steven Prince (Paddy Considine) y Peter Page (Eddie Marsan), regresar a Newton Haven y revivir sus días de gloria completando la Milla Dorada.
Pero cuando visita uno tras otro a sus viejos amigos, con los que siempre pensó que podía contar, se encuentra con que, a diferencia de él, que lleva años sumido en un pozo de alcohol, drogas, deudas y melancolía, se han establecido, tienen familia y respetables carreras profesionales. Al final, con súplicas, engaños, trucos sucios e insistencia, se sale con la suya y todos viajan hasta Newton Haven sólo para encontrarse con que el pueblo es una cáscara vacía de vida, los pubs han cambiado y nadie allí les recuerda ya. Gary es el único que no se da cuenta de lo drásticamente diferente que es el ambiente. Está obsesionado con recordar y revivir sus días de instituto.
En el baño de uno de los establecimientos, Gary se enzarza en una pelea con un joven local y se queda de piedra cuando la cabeza de su adversario se separa del torso entre chorros de sangre azul. Al continuar su visita por los pubs, se dan cuenta de que los lugareños han sido reemplazados por robots alienígenas. Éstos les explican que su intención es que la especie humana se integre en un pacífico congreso galáctico y no han tenido más remedio que alterar a algunos de los nativos para que su comportamiento sea más “aceptable”. Perseguidos por los robots, tratan de escapar del pueblo antes de ser ellos también asimilados, pero Gary se empeña en no hacerlo sin antes finalizar su Milla Dorada.
Si se desconoce el argumento de “Bienvenidos al Fin del Mundo” antes de verla por primera vez, es fácil que los primeros cuarenta minutos resulten un poco decepcionantes. La película comienza como una agridulce comedia sobre un grupo de antiguos amigos que a regañadientes se reúnen para recordar y revivir lo que no para todos fueron tiempos felices. Nada demasiado especial pese a contar con escenas con diálogos divertidos y sarcásticos, duras con los personajes (todos son cuarentones insatisfechos con sus vidas) y lideradas por un Simon Pegg hiperactivo que oscila entre lo cargante y lo patético. Pero
Aunque a menudo se las ha etiquetado como celebraciones de la cultura popular más querida por los adolescentes británicos en los 80 y 90, en realidad las películas de Wright y Pegg son melancólicos guiños a aquellos de sus compañeros de generación insatisfechos con sus vidas adultas y que han pasado demasiado tiempo bebiendo cerveza en los pubs, jugando a videojuegos y viendo películas rancias hasta que ha despertado en su interior una vaga sensación de que en la vida debe haber algo más que todo eso. Han terminado en trabajos aburridos que no les llenan ni les dirigen a parte alguna, las relaciones sentimentales que más recuerdan son las de su adolescencia –idealizando las relaciones sexuales en los baños de los bares con chicas tan ebrias como ellos-, y la gente de su entorno les recuerda constantemente que deben crecer y asumir que la juventud es cosa del pasado.
Pero alrededor de los 40 minutos de metraje, “Bienvenidos al Fin del Mundo” efectúa un brusco giro que lo vuelve todo del revés y la transforma en una película de invasiones alienígenas en su modalidad silenciosa y que bebe abiertamente –aunque pasándolo por el filtro de la comedia- de “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos” (1956) y, sobre todo, “Las Mujeres de Stepford” (1975). Eso sí, en aras de mantener el suspense, la acción y el humor, el guion obliga a los protagonistas a seguir el más irracional curso de acción, a saber, quedarse en el pueblo pese a todo y terminar el circuito de pubs, lo que acabará acarreando graves consecuencias para varios de ellos.
Simon Pegg y Edgar Wright son ambos fans de la ficción de género y disfrutan insertando homenajes al cine de este tipo (Pegg, de hecho, escribió y protagonizó “Paul” (2011), una película tributo a todos los fans de la CF en la que aparecían muchos de sus iconos y clichés). “Bienvenidos al Fin del Mundo” incluye algunas de esas referencias en tono humorístico, como cuando se detienen a explicar que el origen de la palabra “robot” proviene del checo (no el polaco, como afirma el personaje) y que se utilizó por primera vez en un contexto futurista en la obra teatral “R.U.R” (1921), de Karel Capek. Más allá de esos detalles puntuales, de la misma forma que “Zombis Party” era una especie de reformulación afectuosa y desmitificadora de la película “Zombi” (1978) de George Romero, “Bienvenidos al Fin del Mundo” toma las líneas generales de las películas de invasiones alienígenas o robóticas que, como he indicado, eran el núcleo de “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos” o “Las Mujeres de Stepford”. Si en estos films los secuestradores de humanos encarnaban una siniestra amenaza sin emociones ni rostro definido que intentaba conquistar el planeta reemplazando a la especie humana, el giro paródico de Wright y Pegg consiste en que los invasores sean seres amistosos, sonrientes y bienintencionados que sólo quieren efectuar algunos “ajustes” sobre los humanos para prepararlos antes de su presentación ante el equivalente galáctico de las Naciones Unidas.
El divertido clímax llega cuando Gary y Andy, en avanzado estado de intoxicación etílica, se alzan orgullosos ante los aliens reunidos, defendiendo el derecho de la humanidad a ser desagradable, irritante e imperfecta. El final de la película es casi idéntico al de “Zombis Party”, con una voz en off que narra lo sucedido tras la catástrofe y mostrando en breves escenas cómo las desconcertadas y desvalidas criaturas extraterrestres supervivientes tratan de adaptarse y desempeñar actividades mundanas.
La película no mantiene al espectador en vilo hasta el final en lo que se refiere al secreto oculto del pueblo y, en general, tiene una estructura y un montaje muy dinámicos, punteados por momentos cómicos más o menos logrados pero con la virtud de no alargarse más de lo necesario. Gracias a la base de la trama –personajes atrapados en un pueblo lleno de robots que los persiguen- hay también mucho slapstick alocado, a menudo incluso más gracioso que el humor verbal articulado en rápidos diálogos.
Ese ritmo a veces frenético puede hacer difícil detectar en un primer visionado que, bajo el armazón de thriller de CF, se imbrican temas bastante más profundos, algunos de los cuales ya habían abordado Wright y Pegg en las otras dos películas de la trilogía: las dificultades y rechazo a madurar; la importancia de la amistad; la monotonía e insatisfacción de la vida adulta a la que una sociedad hipócrita arrastra a sus miembros; y la sustitución de los negocios tradicionales por grandes firmas internacionales sin personalidad. No es que “Bienvenidos al Fin del Mundo” esté explorando conceptos nuevos y estimulantes, pero sí cuenta una historia de CF con personajes muy humanos con los que no resulta difícil identificarse o, como mínimo, comprender.
Sin dejar de ser nunca una película de CF, “Bienvenidos al Fin del Mundo” utiliza los clichés propios del subgénero de invasiones silenciosas como metáfora para la historia de Gary King y sus amigos, que averiguan dolorosamente que no se puede regresar a casa y pretender revivir la juventud perdida. Se sienten extraños, “alienígenas”, en el pueblo de su infancia y juventud. La muerte de la madre de Shaun en “Zombis Party” era un recurso fácil para remover las emociones del espectador, pero aquí Wright y Pegg demuestran su evolución como guionistas al presentar la adicción y la nostalgia como palas con las que sepultar las responsabilidades propias de un adulto. Sin sacrificar el humor y la energía que son marca de la casa de Wright, “Bienvenidos al Fin del Mundo” es una representación devastadora del daño que puede hacer la idealización de un pasado que nunca existió en realidad. Los conceptos de CF de la historia ayudan a explicar no sólo por qué Gary no puede recuperar su sueño perdido sino por qué aquel sueño fue siempre un error.
Y hablando de Gary King, éste es un “héroe” verdaderamente atípico en el género de la CF, a mitad de camino entre el perdedor sin esperanza y el rebelde carismático. La mayoría de los guionistas habrían optado por uno de los dos caminos más cómodos, previsibles y asimilables por el público generalista: o revelar que, efectivamente, es un individuo patético; o utilizar la premisa de la película para mostrar su anticonformismo como una virtud admirable. Pero “Bienvenidos al Fin del Mundo” elige permanecer en una delgada y ambigua línea al presentarlo simultáneamente como un auténtico gilipollas egoísta y héroe valiente y rebelde.
Hacia el final de la película, cuando el resto de sus amigos han caído víctimas de los robots, Gary y Andy se quedan solos por primera vez. La discusión en la que se enzarzan es una de las escenas más brutales y honestas que hayan escrito Wright y Pegg. No exonera a Gary de su comportamiento egoísta y malicioso pero sí revela la gravedad de su tormento cuando se derrumba y confiesa a Andy su intento de suicidio. Llorando, admite que completar la Milla Dorada es lo único que aspira a lograr en la vida. En el epílogo post-apocalíptico de la película, encontramos a Gary convertido en un superviviente. Su camino de curación sólo acaba de empezar, pero en la escena final, narrada por Andy, ha dejado de beber y reclamado su apodo juvenil, “El Rey”. Es un final perfecto: ambiguo, emotivo y arrollador para la película más conseguida y personal de Wright hasta ese momento.
“Bienvenidos al Fin del Mundo” no es la película más hilarante del cine de CF, pero sí ofrece pasajes muy divertidos, buenos personajes y es un buen ejemplo de cómo hacer una comedia de CF que es auténtica CF y no una comedia convencional adornada con clichés del género.
Con esta película me lo paso como un enano. Es sin duda la mejor de las corneto, y a mi parecer acierta en todos sus aspectos: comedia costumbrista, comedia de CF, reflexión agridulce sobre el crecimiento, película de colegas, slapstick...
ResponderEliminar