miércoles, 4 de septiembre de 2013

1968-EL PLANETA DE LOS SIMIOS (1)



Los años centrales de la década de los sesenta supusieron una travesía del desierto para los aficionados a la ciencia ficción cinematográfica. Tras diez años de éxito, las adaptaciones de obras de Julio Verne y H.G.Wells que comenzaran con “20.000 Leguas de Viaje Submarino” (1954) ya habían completado su recorrido y los estudios volvían a mostrarse reacios hacia un género que, en el fondo, seguían considerando propio de la serie B. El único que seguía apostando ocasionalmente por proyectos atrevidos en ese campo fue la 20th Century Fox, ofreciendo ocasionalmente pequeñas joyas, como “Viaje Alucinante” (1966), una cinta tan ampliamente aclamada y premiada como económicamente rentable.

Y entonces llegó 1968, el año dorado del cine de CF. Y ello no sólo gracias a “2001: Una Odisea del Espacio” y, en menor medida, “Barbarella” (dos películas que no tienen absolutamente nada que ver entre sí), sino también por otro film que, a su vez, era completamente diferente de los anteriores. Se trató de “El Planeta de los Simios” (de nuevo financiado por la Fox), el primero de los tres pesimistas films de ciencia ficción que Charlton Heston protagonizara en estos años de transición (Los otros fueron “Cuando el Destino nos Alcance” y “El Último Hombre…Vivo”).





“El Planeta de los Simios” fue uno de los mayores éxitos registrados por el género en el cine antes del estreno de “Star Wars” (1977). En un fenómeno sin precedentes hasta entonces, dio pie a una franquicia multimedia de extraordinaria rentabilidad y penetración cultural que sirvió de modelo a otras posteriores, desde “Star Trek” y “Star Wars” a “Alien” o “Terminator”.

“El Planeta de los Simios” fue la adaptación de la novela homónima escrita por el francés Pierre
Boulle, si bien se introdujeron bastantes cambios respecto de aquélla. Los exploradores franceses comandados por el galo Merou son sustituidos por tres astronautas norteamericanos liderados por un cínico Taylor (Heston). Su nave, que abandonó la Tierra en 1972, tiene como objetivo alcanzar la lejana Alfa Centauri, pero se estrella en lo que parece ser un planeta alienígena. El resto de los miembros de la expedición ha muerto mientras se hallaban en animación suspendida, por lo que los tres abandonan el vehículo y se adentran en el desierto rocoso que les rodea tratando de hallar signos de vida.

Durante varios minutos, los astronautas caminan por un paisaje desértico y rocoso. Taylor no tiene esperanzas ni interés en regresar a la Tierra y no muestra consternación alguna cuando comprueba que el reloj de la nave marca el año 3978, una jugarreta de la relatividad espacio-temporal. Aunque todos aquellos que dejaron atrás hace mucho que han muerto, el mordaz y desengañado Taylor aún alberga esperanzas de encontrar algo mejor que la especie humana.

Sus esperanzas no se cumplen. Como sucede en el libro, los astronautas hallan una sociedad en la que
los simios han alcanzado la cúspide de la pirámide evolutiva mientras que los humanos han quedado reducidos a un estado animal, cazados por los simios y utilizados como cochinillas de indias. Taylor es capturado junto a la que se convertirá en su pareja, Nova (Linda Harrison). Habiendo perdido el habla a causa de una herida, es considerado al principio como un mero animal, pero consigue demostrar su inteligencia a una pareja de chimpancés científicos Zira (Kim Hunter) y Cornelius (Roddy McDowall). Esa misma inteligencia, sin embargo, despierta la animadversión del anciano sabio Zaius (Maurice Evans), quien por alguna razón que solo se revela al final de la película, lo considera una peligrosa amenaza.

A la vista del éxito cosechado por la franquicia, éxito que continúa aún hoy, puede sorprender que “El Planeta de los Simios” estuviera a punto de no existir nunca como película. El que llegara a buen puerto debe atribuírsele al esfuerzo y perseverancia de dos personas: Arthur P.Jacobs y Charlton Heston.

Jacobs había comenzado en el mundo del cine como humilde mensajero para la MGM. Ascendido al departamento de publicidad, enseguida demostró su capacidad para la promoción y las relaciones públicas. No tardó en independizarse como representante y al cabo de dos años ya figuraban entre sus clientes nombres como Gregory Peck, Marilyn Monroe o James Stewart. En 1963, fundó su propia productora, con una trayectoria irregular en la que se alternaron los grandes éxitos (“Ella y sus Maridos”, 1964) y los estrepitosos fracasos (“El extravagante Doctor Doolitle”, 1967).

Jacobs había comprado los derechos de la novela de Pierre Boulle en 1963. A diferencia del novelista, que consideraba aquélla uno de sus trabajos menos interesantes, Jacobs pensaba que el relato podía servir de base a un film visualmente llamativo. Contactó con ilustradores y diseñadores y elaboró un dossier de 130 páginas con ideas, bocetos y pinturas. Durante un año entero, con el dossier y un guión escrito por el legendario Rod Serling bajo el brazo, Jacobs trató de vender su proyecto a los principales estudios de Hollywood. No tuvo el menor éxito.

No es difícil imaginar por qué. Naves espaciales, simios parlantes… eran ideas un tanto extravagantes y si a ello se unía que hasta la fecha los actores enfundados en trajes de mono habían resultado absolutamente patéticos, no puede extrañar que a los ejecutivos les pareciera que todo aquello era material propio de los antiguos seriales por entregas, películas de serie B o episodios televisivos, pero en ningún caso digno de figurar en una película “seria”.

Decepcionado pero no rendido, regresó a su actividad como publicista, pero no abandonó su idea.
Sabía que sus oportunidades de sacar adelante el proyecto mejorarían sustancialmente si contaba con el compromiso de una gran estrella. Contactó con Marlon Brando y Burt Lancaster, que no mostraron interés. Y entonces lo intentó con Charlton Heston, quien había interpretado con enorme éxito a gigantes fílmicos como Moisés o Ben-Hur. Nada en la carrera de Heston hasta la fecha apuntaba a que este actor de rasgos duros y voz profunda pudiera acabar en un film de CF. Y es que en 1968, la ciencia ficción no era un género que atrajera a estrellas "respetables". Podías participar en CF si estabas en el comienzo de tu carrera o en el crepúsculo de la misma; o bien podías ser una estrella del género, pero sólo del género, como Boris Karloff o Bela Lugosi.

Heston era un hombre que a pesar de su atractivo para el gran público era también conocido por apoyar proyectos difíciles que no contaban con el beneplácito de los grandes estudios. Así, por ejemplo, bendijo con su presencia a “Sed de Mal” de Orson Welles; o a “Mayor Dundee” de Sam Peckinpah. También contaba con una aguda percepción de lo que necesitaba hacer para mantener su posición de icono cinematográfico. Así, Heston prestó a “El Planeta de los Simios” (y, por extensión, a todo el género de CF cinematográfica) su credibilidad como estrella de cine. En retrospectiva, la jugada del actor fue genial porque, a cambio, la película le regaló un éxito gigantesco y el propio género le ayudó a extender su carrera en los setenta con títulos como los antes mencionados “El Último Hombre…Vivo” o "Cuando el Destino nos alcance". .

Fue el decidido apoyo de Heston el que obtuvo la luz verde a un proyecto, el de “El Planeta de los
Simios”, que ya empezaba a tener fama de maldito. El actor, para empezar, reclutó a un director de su confianza, Franklin J.Schaffner. Éste había acumulado experiencia como realizador en la televisión, medio en el que ganó varios premios Emmy. Su paso al cine vino de la mano de “Rosas Perdidas” (1963), adaptación de una obra teatral. Heston lo conoció gracias a su participación en su siguiente película, “El Señor de la Guerra” (1965). Más adelante, este realizador se responsabilizaría de dramas épicos como “Patton” (1970), “Nicolas y Alejandra” (1971), “Papillon” (1973) y una cinta más de ciencia ficción, “Los Niños del Brasil” (1978). Jacobs ya tenía una idea sólida, unos bocetos prometedores, un actor de renombre y un director. Con todo ello consiguió interesar a Richard Zanuck, quien acababa de heredar de su padre el sillón de presidente de la Fox.

Había ciertos reparos respecto al guión, pero todos parecían estar de acuerdo en que la clave de la película sería la caracterización de los actores como simios. Richard Zanuck entregó cinco mil dólares para una prueba de maquillaje que demostraría si vestir a un montón de extras con disfraces peludos y toscas máscaras tornaría el film en una farsa. Se realizó una prueba utilizando maquillaje diseñado por el jefe de dicho departamento en la Fox, Ben Nye. Aunque primitivo, convenció a Zanuck de que la película podría ser creíble visualmente. Decidió financiar el film, dando un plazo de siete meses para la producción, que comenzaría a principios de 1967.

Sin embargo, se hizo evidente que el maquillaje iba a necesitar de técnicas más avanzadas de las que
Nye podía aportar, concretamente prótesis faciales de látex –un material nuevo por aquel entonces- que pudieran ser llevadas por los actores durante prolongados periodos de tiempo y que no ocultaran la expresividad y la gestualidad facial de sus rostros. Fue entonces cuando se recurrió a John Chambers. Éste había ejercido como médico en la Segunda Guerra Mundial y trabajado en un hospital de veteranos, donde desarrolló prótesis y miembros artificiales para los mutilados. Consciente de su talento en ese campo, se trasladó a Hollywood, donde no tardó en convertirse en un cotizado profesional, diseñando prótesis para “Los Munsters”, “Perdidos en el Espacio” e incluso “Star Trek” (fue él quien diseñó las hoy legendarias orejas de Mr.Spock).

Chambers no sólo era bueno e innovador, sino rápido. Todas sus virtudes hubieron de ser puestas a prueba en “El Planeta de los Simios”. Creó una mascara compuesta de dos piezas de látex que permitía conservar la mirada y la expresividad facial de los actores que las vestían –si bien éstos debían forzar los gestos-, pero es que además hubo de “vestir” facialmente a 200 extras, hacerlo en cuatro meses y no sobrepasar el presupuesto de un millón de dólares. Por si fuera poco, diseñó tres modelos diferentes de máscaras: los amigables orangutanes tenían un aspecto más cercano al del hombre; los gorilas, todos dedicados a la carrera militar, expresaban incluso mayor fiereza que sus contrapartidas reales; y los orangutanes, que reflejaban en su rostro su carácter elitista y aristocrático. Por su trabajo en “El Planeta de los Simios”, John Chambers, ganó justificadamente un Oscar especial (el Oscar al mejor Maquillaje como categoría independiente no se creó hasta la década de los ochenta).

El maquillaje fue uno de los principales dolores de cabeza del productor, y no sólo en la etapa de
preproducción. Hubo de buscarse bajo cada piedra de cada estudio de Hollywood el talento requerido para un trabajo en absoluto fácil. Algunos días hubo trabajando en el rodaje hasta 80 profesionales entre maquilladores, peluqueros y personal de guardarropía; tantos profesionales absorbió “El Planeta de los Simios”, que otras películas de Hollywood sufrieron retrasos al no poder contar con estos expertos. A pesar de que el estudio recortaría el presupuesto inicial asignado a la película, la partida de maquillaje permaneció inalterada. Los esfuerzos de todo el equipo en este aspecto salieron a cuenta, puesto que una parte no pequeña del éxito de la película es sin duda achacable a la extraordinaria caracterización.

El guión, como ya hemos mencionado, había sido escrito originalmente por Rod Serling, una leyenda de la ciencia ficción gracias a su creación televisiva “La Dimensión Desconocida” (1959-63). Tras la cancelación de ese programa, Serling se dedicó a escribir guiones cinematográficos con un fuerte componente político (como “Siete Días de Mayo”, 1964). Las escenas iniciales, con un Charlton Heston profiriendo amargados comentarios sobre la condición humana, son característicos del cinismo que Serling desplegó tanto en “La Dimensión Desconocida” como en la más tardía “Night Gallery” (1969-72).

Serling parecía ser la elección idónea para la tarea de adaptar el libro de Boulle. Al fin y al cabo, él
había introducido una idea similar a la de la novela en un episodio de “La Dimensión Desconocida” emitido en marzo de 1960. Titulada “La Gente es la Misma en Todos Sitios”, presentaba a un astronauta interpretado –qué casualidad- por Roddy McDowall cuya nave se estrella en Marte. En el accidente, su compañero muere y él contacta con unos marcianos telépatas de aspecto humano y civilización muy avanzada. Su talante es aparentemente hospitalario, pero al final lo encierran en un zoo como curiosidad exhibida públicamente. La moraleja era clara: no importa lo avanzada que sea una sociedad, hay cosas, como la crueldad y la incomprensión con lo que le es extraño, que no cambian.

Dado que Pierre Boulle publicó su libro tres años después, ¿estamos ante un caso de plagio? En realidad, tampoco Serling fue el padre de la idea. Ésta proviene de un relato pulp escrito por Paul W Fairman en 1952. Serling modificó bastante aquel cuento para afilar el comentario satírico y rematarlo con un final impactante tal y como era la norma en sus guiones.

Serling se esforzó de veras en mantenerse fiel a la novela de Boulle, como lo demuestra el que en un año escribiera una treintena de borradores del guión. Sin embargo, su lealtad al original, con los simios viviendo en una sociedad tecnológica análoga a la nuestra, resultó ser imposible de filmar, tanto desde un punto de vista técnico como financiero, y el guión hubo de ser reescrito por Michael Wilson, un profesional vetado en Hollywood durante los cincuenta y entre cuyos créditos figuraban clásicos como “Que Bello es Vivir” (1946), “Un Lugar en el Sol” (1951), “El Puente sobre el río Kwai” (1957) o “Lawrence de Arabia” (1962), si bien su labor en estos dos últimos no apareció acreditada en su momento a causa del “exilio” oficial al que se hallaba sometido debido a su negativa a colaborar con el Comité de Actividades Antiamericanas.

Su principal aportación consistió en convertir la sociedad futurista de los simios en una civilización
tecnológicamente primitiva que fue excelentemente visualizada por el diseñador de producción William Creber. Éste extrajo su inspiración para la ciudad simia de las peculiares formaciones rocosas de la Capadocia turca. Pero, además, Wilson disfrazó bajo el aspecto de una película de aventuras, un mensaje indudablemente político, una crítica a determinadas actitudes muy humanas fruto de su experiencia como autor “maldito” en Hollywood. Ejemplo de ello es la escena del juicio, una réplica de las audiencias que el guionista hubo de sufrir ante el mencionado Comité. 



(Continúa en la siguiente entrada)

3 comentarios:

  1. ¡Menuda joya de blog me acabo de encontrar!

    Excelente entrada, cuando tenga un momento leeré atentamente tus entradas sobre Babylon 5 (y algunas más que he visto por aquí) y prometo comentarlas.

    Nada, que gracias por tu blog!

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  2. Hola girotix. Bienvenido a mi blog y espero tenerte por aquí a menudo. He estado un par de semanas preparando -aun sigo en ello- una serie de entradas sobre la saga de los simios de los setenta que iré colgando en los próximos días. Espero que te guste.

    Un saludo

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  3. Por descontado, estaré atento a tus siguientes entradas sobre esta saga.

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