Luc Besson se dio a conocer en los años 80 gracias películas con un estilo muy personal, como “Subway” (1986) o “El Gran Azul” (1988). Su nombre se convirtió en sinónimo de éxito dentro del género de acción con dos títulos de gran éxito: “Nikita, Dura de Matar” (1990) y “León el Profesional” (1994). Poco después, empezó a manejar efectos especiales de última generación y grandes presupuestos con “El Quinto Elemento” (1997), film que anticipó la nueva e irregular dirección que seguiría su carrera en los siguientes veinte años. Sus incursiones en el cine con gran apoyo de efectos especiales oscilaron entre lo mediocre y lo olvidable, como “Juana de Arco” (1999) o “Arthur y los Minimoys” (2006), y productos algo más disfrutables como “Adele y el Misterio de la Momia” (2010) o “Lucy” (2014). Sin embargo, la mayoría de sus éxitos de este periodo vinieron de la mano de películas que no dirigió sino en las que intervino como productor, como “Distrito 13” (2004), “Transporter” (2002) y sus secuelas, “Venganza” (2008) y sus secuelas o “Colombiana” (2011) entre otras.
“El Quinto Elemento” (1997), en concreto, es una de esas
películas que polarizan al público: o se ama o se odia, y normalmente por las
mismas razones. Sobre ella ya hablé con cierto detalle en su respectiva entrada
así que no me repetiré ahora. Baste decir aquí que es un espectáculo extraño
que parece una barroca ensoñación febril al tiempo surreal e inolvidable. Su
mayor atractivo reside en su espectacularidad. Es exuberante, a veces grotesca,
un pastiche bullicioso, ruidoso, divertido, torpe pero lleno de detalles
hipnóticos y cuidadosamente diseñados. Es el equivalente cinematográfico de las
obras de arte rococó o los fuegos artificiales de Nochevieja. Nada que ver, en
definitiva, con prácticamente ninguna de las producciones de CF que salían de
las factorías de Hollywood.
Luc Besson contrató al prestigioso diseñador de moda Jean
Paul Gaultier para que creara el extravagante vestuario de esa película.
También reunió a varios artistas de inmenso talento para que le ayudaran en el
diseño general. Uno de ellos fue Jean Giraud, el famoso artista de comics, diseñador
conceptual e ilustrador que también es mundialmente conocido por su alias de “Moebius”.
El otro fue Jean-Claude Méziéres, cocreador del veterano cómic “Valerian y Laureline”.
La participación de Méziéres en “El Quinto Elemento” no fue en absoluto una coincidencia. Besson siempre había soñado con llevar a la pantalla grande las aventuras de esos agentes espacio-temporales a los cuales había seguido desde que era un niño (la serie empezó a publicarse en 1967, cuando él tenía ocho años). En 2016, declaró ante los asistentes a una charla en la Comic Con de San Diego que comenzó a leer los cómics de Valerian cuando tenía diez años. "Quería ser Valerian", dijo, "pero me enamoré de Laureline". A pesar de ser un fan de toda la vida, Besson nunca vio una forma plausible de hacer esa película de sus sueños. Cualquiera que haya leído los comics de Valerian se habrá percatado de que las suyas no son el tipo de historias que puedan llevarse fácilmente a la pantalla (al menos, claro, sin perder su espíritu). Hasta que el rápido desarrollo de la tecnología CGI cambió las reglas del juego.
Besson reconoció que Avatar (2009), de James Cameron, le insufló
el coraje necesario para dar el paso y abordar seriamente el proyecto, el sueño
de toda su vida. "Pensé que, tal
vez, la tecnología para hacerlo realidad estaba finalmente ahí. Unos años
antes, ya había escrito varios borradores de una adaptación, pero fue “Avatar”
lo que lo hizo posible". Sin el respaldo de ningún gran estudio,
Besson reunió la financiación él mismo, alrededor de 200 millones de dólares de
productoras francesas, chinas, alemanas, belgas y de los Emiratos, para, por
fin, llevar Valerian a la pantalla en la forma de la película más cara jamás
realizada por un estudio no estadounidense. “Valerian y la Ciudad de los Mil
Planetas” llegó a los cines en el verano de 2017. Los amantes de “El Quinto
Elemento” estaban eufóricos, listos para disfrutar una vez más de una space
opera extravagante salida de la imaginación de Luc Besson.
En el siglo XXVIII, la Humanidad es sólo una más de entre
los millones de especies alienígenas que pueblan la galaxia. El mayor Valerian
(Dane DeHaan) y su compañera, la sargento Laureline (Cara Delevingne), agentes
especiales de las fuerzas de seguridad intergalácticas, forman un equipo para
afrontar misiones peligrosas al tiempo que mantienen una relación de flirteo y
tira y afloja sentimental.
Al comenzar la película, son enviados al planeta que
alberga el Gran Mercado, un inmenso bazar que existe en múltiples dimensiones,
para recuperar una rara criatura conocida como Transmutador, capaz de
reproducir en su cuerpo y luego expulsar grandes cantidades de todo aquello que
ingiere. Tras el éxito de su misión, viajan a Alfa, la antigua Estación
Espacial Internacional, empujada al espacio profundo después de que su tamaño
la convirtiera en un peligro para la Tierra si continuaba en órbita. Ahora, a
base de innumerables añadidos aportados por multitud de especies y
civilizaciones, se ha convertido en una inmensa y desordenada estructura que
alberga numerosos entornos que sirven de hogar a miles de especies alienígenas.
Nada más llegar, se presentan ante el comandante Arun
Filitt (Clive Owen), que les informa de que en el corazón de Alfa ha aparecido
una misteriosa fuerza en forma de zona radioactiva e impenetrable que pone en
riesgo toda la estación. Como Filitt, un militar agresivo y con un secreto que
ocultar, no goza de la absoluta confianza de sus superiores, éstos ordenan que
Valerian y Laureline ejerzan de sus guardaespaldas contra sus propios deseos,
obviamente para asegurarse de que todo se haga conforme a las normas y evitar
que los millones de habitantes de Alfa no acaben siendo víctimas colaterales de
los actos de Filitt. Cuando éste se encuentra informando al Consejo de gobierno
de Alfa de la situación y su propósito de afrontarla utilizando su propio
destacamento de androides de batalla, unos alienígenas no identificados
irrumpen en la sala y lo secuestran. Valerian les persigue, pero su nave se
estrella en una de las zonas de la estación. Laureline, que no sabe si su
compañero está vivo o muerto, desafía las órdenes de sus superiores y sale a
rescatarlo.
Lo que sigue es un viaje por algunos de los fascinantes
entornos de Alfa, primero por separado y luego ya juntos, donde se verán
obligados a poner a prueba sus habilidades e intelecto con el fin de encontrar
a Fillit y resolver el misterio que rodea esa “zona fantasma”. Al final, toda
la crisis resultará ser obra de los alienígenas Pearl, supervivientes del
planeta Mül y víctimas de una atrocidad que Fillit deseaba mantener oculta a
toda costa.
En primer lugar, al tratarse de una adaptación, habría que
poner algo de contexto. Como ya he apuntado, “Valerian y Laureline” fue una
creación en viñetas del guionista Pierre Christin y el dibujante Jean-Claude
Mezieres que empezó a publicarse en la revista “Pilote” en 1967, editada por
Dargaud, que también se encargaría de publicar los 23 álbumes de que constó la
serie antes de llegar a su término en 2013. El comic narra las aventuras de
Valerian, agente del Servicio Espacio-Temporal con sede en Galaxity, y su
compañera –profesional al principio, sentimental también más tarde- Laureline.
Lo que la película, que es una space opera pura, no ha heredado del comic es
que la mayoría de las aventuras del dúo protagonista no sólo tenían que ver con
los viajes por el Espacio sino por el Tiempo. De hecho, Laureline era una
campesina del siglo XI que Valerian llevó consigo al futuro (un origen que,
desafortunadamente, es sustituido en el film por referencias a que ella
pertenece a alguna familia acaudalada).
Los comics ya tuvieron una adaptación audiovisual en forma
de teleserie animada entre 2007 y 2008, producida por Europacorp, la compañía
de Luc Besson que también está detrás de la película que ahora nos ocupa. Ésta,
por otro lado, toma su nombre de la tercera aventura de Valerian en el comic,
“El Imperio de los Mil Planetas” (1970), si bien la historia sigue muy
libremente lo narrado en la octava, “El Embajador de las Sombras” (1975), quizá
el inicio de la plena madurez de la colección y en la que se presentaba la
superestación Punto Central, un lugar que volvería a aparecer más veces en la
serie de comic, así como personajes también recurrentes como el Transmutador de
Bluxte o los Shingouz.
Entrando ya en la película, “Valerian y la Ciudad de los
Mil Planetas” tuvo un presupuesto de 185 millones de dólares recaudados en su
totalidad fuera de los estudios de Besson, lo que la convirtió, como dije, en la
cinta más cara jamás rodada en Francia. Besson, que abordó el proyecto con una
pasión especial por las razones que ya comenté, puso todo su empeño en él,
renunciando a sus honorarios como director y, posiblemente, colocando a su productora
en camino a la quiebra tras los pésimos resultados de la película en taquilla (lo
cual, junto a las acusaciones de agresión sexual dirigidas contra Besson,
desplomaron el precio de la acción, obligando a vender parte de la empresa,
ponerse en manos de un supervisor judicial, solicitar la quiebra en Estados
Unidos y ser vendida a precio de derribo a un par de fondos de inversión
norteamericanos).
En su estreno en Estados Unidos, la película sólo recaudó 17 millones de dólares, lo que la llevó a ser inmediatamente tachada de estrepitoso fracaso financiero, aunque el color de la situación cambia si se tienen en cuenta los 174 millones de dólares recaudados internacionalmente, una cantidad que, al menos, permitió cubrir el presupuesto.
Como dijo el presidente Kennedy, “el éxito tiene muchos
padres, pero el fracaso es huérfano”, aunque en este caso sí pueden
identificarse algunos responsables. Desde luego, no ayudó precisamente la
quiebra de la distribuidora original, Relativity Media; ni tampoco los problemas
que surgieron cuando, en enero de 2017, con muy poca antelación al estreno de
la película (menos de seis meses), STX Films firmó un acuerdo de marketing y
distribución con EuropaCorp Films USA, propiedad de Luc Besson, para estrenar
su próxima lista de películas en Estados Unidos, siendo “Valerian”, la primera
de ellas. Era un encargo difícil, en primer lugar, porque Valerian no era un
personaje conocido ni mucho menos querido por el público norteamericano; y, por
otra, porque el estreno tuvo lugar en un mes en el que hubo que competir con
otros pesos pesados: “Dunkerque”, de Christopher Nolan; “Spider-Man: Homecoming”
y “La Guerra del Planeta de los Simios”.
Con “Valerian”, Besson se propuso sentar las bases para un universo
similar al que George Lucas construyó con las películas de Star Wars. Sin
embargo, la adopción de un CGI de primera división, el uso de un refinado
sistema de captura de movimiento para dar vida a creaciones digitales y el
diseño de mundos y criaturas, sobrepasa ampliamente todo lo que Lucas consiguió
en las precuelas de la trilogía original, de la misma forma que “Star Wars”
(1977) superó con mucho a su modelo, los seriales de “Flash Gordon” de treinta
años antes.
De principio a fin, la película es un festín visual de
primer orden. La variedad de formas de vida, la riqueza del vestuario, el
diseño de los decorados… son extraordinarios. Solamente las dos escenas de
apertura, la de la progresiva ampliación de la Estación Espacial Internacional
acompañada del sonido de “Space Odyssey” de David Bowie; y la del mundo
paradisiaco de los Pearl, ya valen el precio de la entrada y colocan a la
película al mismo nivel de fascinación que “Avatar”. Por mencionar sólo otra
escena deslumbrante, la del Gran Mercado es no sólo maravillosa sino
inmensamente original. Los visitantes e
stán aparentemente deambulando dispersos
por una explanada desértica, pero basta ponerse unas gafas especiales para
descubrir la apabullante riqueza y bullicio de un mundo edificado en niveles
verticales que se aloja en otra dimensión. Es difícil, por no decir imposible,
encontrar nada semejante en el cine de CF previo o posterior.
Además, esos ricos escenarios sirven para ofrecer algunas
espectaculares secuencias de acción, desde combates y persecuciones aéreas a
tiroteos masivos pasando por peleas cuerpo a cuerpo o enfrentamientos con
alienígenas hostiles. En este aspecto, hay que resaltar el trabajo del montador
Julien Rey y el compositor de la banda sonora, Alexandre Desplat, que consiguen
que todo lo que tenga que ver con la acción y la emoción en esta película
funcione perfectamente.
El problema con todo este derroche visual es que tiende a
asfixiar a los personajes. Y con esto, sí que tengo problemas insalvables. Para
empezar, los dos actores protagonistas me parecen un error de casting
incomprensible. No sólo no se parecen en nada al Valerian y Laureline de los
comics (ni en su aspecto, ni en su edad ni en la relación que mantienen), sino
que, incluso contemplándolos independientemente de la fuente original, no
funcionan como pareja.
En primer lugar, no hay forma de creerse que estos dos
jovencitos (aunque Dane DeHaan tenía 31 años por entonces y Clara Delevingne
25, aparentan incluso menos) sean agentes de élite experimentados capaces de
ganarse el respeto de los militares veteranos con los que interactúan. Podría
pensarse que se escogió a ambos actores por aparentar la edad del público al
que se pretendía atraer y por creer entonces que tendrían una exitosa
proyección profesional (DeHaan había participado en “Chronicle”, “The Amazing
Spider-Man 2: El Poder de Electro” y “La Cura del Bienestar”; y Delevingne en ”Ciudades
de Papel” y “Escuadrón Suicida”). No ocurrió ninguna de las dos cosas.
Los lectores del comic aprendieron a amar a los dos
protagonistas gracias a la dinámica que mantenían. Valerian era un operativo ya
maduro, quizá en la treintena, más valiente que inteligente, algo torpe en
ocasiones pero con recursos para llevar a cabo sus misiones y con una fidelidad
al cuerpo al que sirve superior al de la Laureline, encantadora, lista,
empática y arrojada, pero con criterio propio y espíritu independiente. Como
empezaron su andadura en una publicación destinada mayoritariamente a un
público juvenil, su relación se presentaba como de amistad y camaradería, pero
conforme la serie avanzó y los tiempos cambiaron, las historias y quienes las
leían fueron madurando, permitiéndose los autores, ahora ya sí, mostrar que
ambos mantenían una relación sentimental, si bien siempre lo mostraron con
extremo cariño y elegancia.
Por alguna razón, Besson decidió en la película dar a
Valerian y Laureline una orientación muy diferente. Valerian empieza como un
muchachito arrogante y donjuanesco que trata de seducir a Laureline con sus
encantos; ésta, obviamente, lo rechaza (uno incluso se pregunta cómo puede
soportarlo misión tras misión), pero parece que, en el fondo y a pesar del
reaccionario machismo de él, alberga algún sentimiento dentro de sí. Tanto los
personajes como su dinámica son arquetipos mil veces vistos en el cine (ahí
están Han Solo y la Princesa Leia) e, incluso, pasados de moda. Si en muchas
otras películas esta interacción funcionaba era solamente gracias al carisma de
los actores. Pero esto es algo de lo que carecen tanto DeHaan como Delevingne,
por lo que la fórmula no tiene posibilidad de funcionar, especialmente si, para
colmo de males, los diálogos de ambos están escritos de forma tosca y carente
de ingenio.
Si la Laureline del comic era vivaz, sociable, alegre y
hambrienta de vida, la que encarna Clara Delevingne es eficaz como agente (de
hecho y como sucedía en el comic, tanto o más que Valerian), pero también
ceñuda, cortante, sin sentido del humor, sarcástica y, en general, una compañía
poco reconfortante. Es el clásico ejemplo de pensar erróneamente que una
personalidad equivale al simple mal genio. Con semejantes mimbres, no es de
extrañar que ni los personajes tengan química ni los actores consigan extraerla
de la nada. Hay una escena hacia el final, en la que una conmovida Laureline
trata de apelar al auténtico sentimiento de amor de Valerian para que éste haga
lo correcto, en el que sí puede verse la esencia de los personajes del comic y,
durante un instante, la química funciona. Pero es demasiado breve y llega
demasiado tarde.
Dado que la película es un escaparate para que los
protagonistas demuestren sus habilidades y la relación que los une, tener a un
actor principal incapaz de transmitir algo parecido a una emoción genuina y a una
actriz perpetuamente enfurruñada, es una catástrofe. La supuesta tensión sexual
que quieren representar acaba siendo tan incómoda e inverosímil que en lugar de
enriquecer la película termina lastrándola. Resulta chocante que en los extras
del DVD se vea a ambos actores divirtiéndose juntos durante los ensayos y entre
tomas. La razón por la que no pudieron aprovechar esa energía en la pantalla es
algo que se me escapa.
En cualquier caso, la elección de los actores terminó
siendo un torpedo en toda la línea de flotación de la película. Dejando aparte
lo mal escritos que están y el mínimo carisma que despliegan, los suyos no eran
nombres lo suficientemente conocidos como para que su presencia en los carteles
ayudara a promocionar la película internacionalmente.
En el reparto figuran otras caras conocidas, como Ethan Hawke haciendo de chapero en un registro poco habitual en él, sobreactuado pero muy divertido; o Alain Chabat, casi irreconocible bajo el maquillaje de Bob el Pirata; Clive Owen hace de predecible villano siendo fiel a su ya más que ensayado perfil de individuo duro y temperamental. Brilla especialmente la cantante Rihanna, cuyo debut en el cine con “Battleship” (2012) fue justificadamente denostado, pero que aquí domina las escenas en las que aparece como el alien metamorfo que ayuda a Valerian a rescatar a Laureline. Todos ellos son personajes secundarios con mayor presencia y carisma que la pareja protagonista, pero no con el suficiente peso en el guion como para compensar otros problemas más serios.
Dejando aparte los personajes y actores que los
interpretan, “Valerian” es una película demasiado genérica, desordenada y
larga. Al igual que había hecho en “El Quinto Elemento”, Besson impregna varias
escenas de “Valerian” con su propio sentido de la extravagancia. A veces, este
recurso funciona bien, pero otras resulta en algo demasiado extraño e
innecesario. En este sentido, Besson también tiene inclinación a desviarse de
la trama principal y llevar a sus protagonistas por un camino adyacente. Aunque
estas distracciones dan pie a exhibir la inmensa imaginación de los creadores y
explorar algo más de ese fascinante lugar que es Alfa, esos desvíos son, en su
mayor parte, irrelevantes para el núcleo narrativo de la película.
Besson tiene muchas cosas interesantes que mostrar al espectador
y quiere mostrarlas todas. Pero esto hace que cada secuencia parezca más el
episodio de una serie que una parte cohesionada y bien integrada de una sola película.
Así que, para cuando la trama principal vuelve al primer plano, ha pasado tanto
tiempo que el director-guionista se ve obligado a explicarlo todo en un largo
pasaje expositivo que visualmente sólo puede resolver con un montón de
personajes de pie en una estancia. Después de haber atravesado un entorno
cambiante, exuberante, dinámico y repleto de alienígenas, este final
aparentemente estático y austero parece casi insignificante, muy alejado de la
majestuosidad de que había presumido la película hasta ese momento.
Todo esto, además, afecta al ritmo general y al metraje,
que asciende nada menos que a dos horas y dieciséis minutos y que pierde el
foco durante la mayoría de su segunda mitad. Un ejemplo de esto es la extensa
secuencia de presentación de Valerian y Laureline en Gran Mercado. Todo ese
segmento está bien narrado, es interesante y visualmente asombroso, pero
también excesivamente largo (casi veinte minutos). Sólo cuando el primer acto
finaliza, pasados unos cuarenta minutos del inicio de la película, es cuando
ambos protagonistas llegan a Alfa y empieza su verdadera aventura.
Esto nos lleva al otro problema principal de la película. La misma obsesión de Luc Besson por la creación del mundo en el que transcurre su ficción no sólo le hizo descuidar a los personajes sino a la propia historia que en ella se cuenta.
Para quien no esté familiarizado con los comics de
Valerian, éstos fueron pioneros en el género en tanto en cuanto supieron
mezclar de forma tan novedosa como inteligente ciertos tropos clásicos de la CF
con comentarios sociopolíticos sobre cuestiones bien de la época bien
atemporales. La película, por su parte, recurre para su base argumental a un
tema frecuente en la ficción de género: la crueldad del ser humano con todo
aquello que es diferente o se interpone en su camino. Esto, normalmente, se
articula en la CF a través de alguna especie alienígena que tiene una
perspectiva diferente a la nuest
ra (forma de vida, sociedad, creencias, etc.).
En “Valerian”, este enfoque funciona, pero sólo hasta cierto punto. El problema
aquí es que esta dinámica y el mensaje moral que la acompaña ha sido presentada
infinidad de veces (por ejemplo, en otra fuente declarada de inspiración para Besson,
“Avatar”, cuyos Na´vi parecen precursores de los Pearl) y la película aporta
poco o nada a este respecto.
Además, debido a los múltiples desvíos y altos en el camino
que, a ojos del espectador, convierten a Valerian y Laureline en una especie de
guías no oficiales de Alfa, el hilo principal de la historia se pierde por el
camino (cuando no se olvida por completo) y, en última instancia, queda sin
desarrollar. En definitiva, las misiones secundarias de la película (obtener el
Transmutador, rescatar a Valerian, rescatar a Laureline) le quitan peso a la historia
principal, que, además, carece del peso emocional necesario pese a habérsele
dedicado un metraje considerable al comienzo de la película. Por último, el
final resulta algo precipitado y abrupto.
“Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas”, a pesar de su
ambiciosa escala, su atractivo visual y la calidad del material del que bebía,
fue en no poca medida una decepción. Es una aventura espacial desordenada y
demasiado larga que no acaba de cuajar. Es una delicia visual, pero también una
historia superficial y a medio cocinar protagonizada por personajes exentos de
carisma. Es una auténtica lástima que, siendo Valerian un clásico esencial del
comic, su adaptación no pueda calificarse sino como caramelo sensorial y
aspirante fallido a blockbuster. Personalmente, esperaba algo más estructurado
y convincente habida cuenta de los recursos volcados en el proyecto y la gran
visión que para él tenía Besson. Queda el magro consuelo de que la película
consiguiera llamar la atención de muchos espectadores, antes y después del
estreno, sobre la existencia del comic en el que se inspiró, lo que quizá les
abrió la puerta a una obra, esta sí, fundamental dentro del género.
Los fans del cómic original y/o “El Quinto Elemento“ (de la que “Valerian” es, en cierto sentido, una continuación espiritual y estética) podrían darle una oportunidad a “Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas”. El resto pueden acercarse a ella sobre todo en base a sus méritos visuales y el indiscutible derroche de imaginación y talento volcados en ese campo.
Totalmente de acuerdo en tu apreciación. Pocas veces he tenido tantas ganas de que llegase un estreno, teniendo en cuenta su origen. Pero cuando empezaron a gotear las elecciones de casting mis esperanzas comenzaron a desinflarse. Increíblemente encontré a Cara Delevingne mucho mejor de lo que me temía, pero eso no fue suficiente para compensar el cero carisma de su compañero y la química glaciar que desprenden. Y de Rihanna, pues que su segmento es espectacular y podría mirarlo en bucle, pero que es excesivo para un personaje totalmente intrascendente aunque intenten arrancarnos una lagrimita. Dejemos además de lado la desviación de la base en el cómic de la relación entre Valerian y Laureline, que no funciona para nada.
ResponderEliminarA pesar de ello es una película que se puede disfrutar y, de hecho, cuando se la puse a mi sobrino de 11 años le encantó. Quién sabe si pasados los años no gane un seguimiento de culto como lo tiene Flash Gordon (1978) o la propia El Quinto Elemento. Mi mayor lamento es que se cortó en seco la posibilidad de nuevas películas en este universo tan querido, así como un reforzamiento de la industria cinematográfica europea. Pero siempre podemos volver a ver la intro con David Bowie, magistral y que aún me pone los pelos de punta, para quitarnos el mal sabor de boca.
Hala, que no todo va a ser comentar en el canal de los Retronautas 😜
Coincido contigo en muchos puntos. Aún así, le tengo un especial cariño a esta película. Me parece divertida, fascinante a nivel visual y, la verdad, me animó a adentrarme en los cómics de los que sabía que existían, pero nada más. Una pena que no madurase una continuación
ResponderEliminarCuriosamente Clive Owen se parece más físicamente al Valerian de los cómics, por ser un hombre maduro pero eligieron un Valerian casi adolescente.
ResponderEliminarPero Delevigne está muy bien como Laureline (aunque deberían haberla teñido de pelirroja ¡Nunca les perdonaré eso, nuestra Laurie sin cabello pelirrojo!).
A todos nos hubiese gustado una mejor adaptación, tal vez con un prólogo donde Valerian saca a Laureline de la Edad Media y se presente a Xombul como futuro Villano de otras partes de una saga.
También se podría haber profundizado más en el Servicio Espacio Temporal y en Astro City.
Ahora que están de moda los multiversos y las ambientaciones en otras décadas (Wonder Woman 84 o el Joker setentero) se podría adaptar la que para mí es una cuatrilogía jubilada en la época de la guerra fría y lo mejor de la serie: Metro Chalet dirección Casiopea, Brooklyn Station Término Cosmos, Los Espectros de Inverloch y Los rayos de Hypsis.
La capital de La Tierra en los cómics de Valerian es Galaxity y no Astro City, jejeje perdón por el despiste.
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