La década de 1990 fue quizás la más rica en la historia del capitalismo estadounidense, un periodo marcado por la caída de los déficits presupuestarios gubernamentales y un auge bursátil sin precedentes que se prolongó durante la mayor parte del decenio. Con esta prosperidad de fondo y la Guerra Fría finiquitada, podría haberse esperado un acompañamiento acorde en la Ciencia Ficción, con su largo historial como reflejo del sentir de cada época. Sin embargo, curiosamente, la CF de esa década vino marcada por un desvío de las proyecciones optimistas. Las novelas, películas y series de televisión del género que aparecieron en los 90, o bien decían poco o nada sobre el futuro (como “Expediente X”) o bien anticipaban un porvenir problemático, significativamente más oscuro que el retratado en obras anteriores, como las series familiares norteamericanas y británicas de los 60.
Pero a comienzos de la década, el optimismo y la
confianza en el ser humano todavía era la nota dominante en el formato
televisivo, tal y como demostraron el éxito tanto de “Star Trek: La Nueva Generación” (1987-1994) como de “A Través del Tiempo”, que enseguida se
convirtió en uno de los programas de televisión de CF más vistos de su época,
quizá porque en ella había menos de ciencia que de drama humano.
“A Través del Tiempo”, que se estrenó en la NBC en 1989, incluía
elementos ya tocados por varias teleseries anteriores, en especial, “El Túnel
del Tiempo” (1966-67), también protagonizada por científicos atrapados en
bucles temporales; y “Viajeros” (1982-83), en el que un adulto y un niño
viajaban al pasado para enmendar errores que podrían alterar la corriente
temporal. La originalidad de “A Través del Tiempo” residía en que, en esencia,
era una antología de historias semanales protagonizadas por el mismo actor
encarnando diferentes personajes… más o menos. Creada por Donald P.Bellisario
(el hombre tras “Magnum”, “Airwolf”, “JAG” y “NCIS”), la serie no sólo se saltó
las convenciones habituales de las ficciones de viajes en el Tiempo sino que
hizo de ello una virtud. "Todos los
programas de viajes en el Tiempo se preocupan por las ramificaciones de cambiar
la historia", dijo Bellisario. "Pero nosotros no".
Unos años antes, la NBC ya había fracasado con una serie de viajes en
el Tiempo mencionada antes, “Viajeros”, que no consiguió impresionar al
público. Fue el éxito de las películas de “Regreso al Futuro” (1985-1990) lo
que llevó a la cadena a volver a intentarlo. Cuando su presidente, Warren
Littlefield, escuchó la propuesta de Bellisario, tuvo que admitir que era una
idea muy extraña, pero vio potencial en ella.
Scott Bakula encarnaba al doctor Sam Beckett, un físico involucrado en un proyecto secreto de viajes en el Tiempo en 1999. Ante la posibilidad de que la financiación se paralice si no consigue probar sus teorías, se somete él mismo al Acelerador de Salto Cuántico y desaparece, despertándose en algún momento del pasado con la memoria borrosa y el reflejo de un extraño en el espejo.
Sam acaba enterándose a través de su mejor amigo, Al Calavicci (Dean
Stockwell) –o, más bien, su holograma proyectado hacia el pasado, invisible e
inaudible para todos excepto para él- que ha quedado atrapado en el Tiempo. Continuará
saltando de época, hacia atrás y hacia delante dentro del periodo de su propia
vida, ocupando el cuerpo de otras personas, experimentando brevemente sus vidas
y, subvirtiendo esa máxima del subgénero de viajes temporales en virtud de la
cual debe evitarse a toda costa alterar el curso de los acontecimientos,
tratando de enmendar algún error que sus huéspedes han cometido o están a punto
de hacerlo. Al cambiar para bien la trayectoria vital de esa persona, por
alguna razón, dispara un nuevo salto en el Tiempo. Así terminaban casi todos
los episodios, con Sam desmaterializándose en una luz azulada y apareciendo en
otro cuerpo en otro año, rodeado de extraños y en una situación desc
oncertante.
Al comienzo del siguiente capítulo, debía hacerse rápidamente cargo de la
situación y optar por el curso de acción más conveniente para su involuntario
receptor.
El único apoyo de Sam a lo largo de las cinco temporadas de las que
constó el programa (técnicamente fueron cuatro y media, dado que debutó como
una serie de mitad de temporada con menos episodios), sería Al, un individuo
mujeriego, fumador y con escaso gusto en el vestir. Si Sam era una especie de
“Llanero Solitario” temporal, Al representaría a su compañero Tonto, compartiendo
con él su sarcástica sabiduría y datos de probabilidad estadística sobre el
próximo salto proporcionados por el ordenador del proyecto, Ziggy, a través de
un cutre artefacto manual que parecía una linterna con baterías a punto de
agotarse.
Los espectadores sólo veían a Sam con su propio aspecto (de lo
contrario, el papel de Scott Bakula habría sido insignificante). Sólo cuando
Sam contemplaba su reflejo en los espejos, teníamos la oportunidad de ver qué
tipo de rostro y cuerpo veían todos los que le rodeaban (la persona a la que
Sam estaba sustituyendo acababa en una sala del Proyecto Quantum hasta que
aquél terminaba su misión). Al principio, esos rostros eran blancos y
masculinos, pero una vez la serie cuajó, los guionistas reunieron valor y
confianza para hacer que Sam ocupara los cuerpos de mujeres, negros (lo que,
por ejemplo, le generaría un problema al no darse cuenta inmediatamente de la
raza que había adoptado y contravenir, en 1955, las leyes de segregación
racial), niños, un hombre con síndrome de Down, individuos que desprecia (como
un asesino) e incluso un chimpancé astronauta.
Los espectadores jamás podían prever dónde y cómo acabaría Beckett al
final de cada episodio: un convicto en 1956 condenado a trabajos forzados, un
policía neoyorquino de 1960 en su luna de miel, un novelista de terror, un
discapacitado, una adolescente embarazada, una mujer víctima de violación, un
nativo americano, un concertista de piano ciego, un piloto de pruebas, un
padrino de la Mafia, un boxeador, un empollón de instituto, un pinchadiscos
radiofónico, el chófer de Marilyn Monroe, un trapecista circense, una estrella
de la televisión... Los saltos temporales de Beckett solían estar confinados al
territorio de Estados Unidos, pero de vez en cuando acababa en otro país:
conoció a un vampiro en Inglaterra, una momia en Egipto y se arrastró por las
selvas de Vietnam. Por otra parte, como la
cadena quería mejorar los índices de
audiencia, forzó la inclusión de algunos personajes históricos, desde Lee
Harvey Oswald a Elvis Presley pasando por un joven Buddy Holly; incluso
llegaron a intervenir personalidades conocidas y vivas aún por entonces haciendo
de “estrella invitada”, como Stephen King o la muy popular doctora Ruth
Westheimer, psicóloga y terapeuta sexual que tenía un programa televisivo con
millones de espectadores.
El éxito que registró “A Través del Tiempo” puede quizá explicarse en
base a dos factores. En primer lugar, uno de nostalgia. Como he dicho, Beckett
sólo saltaba en el Tiempo durante el periodo que comprendía su propia vida.
Dado que había nacido en 1953, esto le colocaba en sintonía con muchos
telespectadores de edades comprendidas entre diez y cincuenta años, que podían
identificar en las recreaciones de época de cada episodio multitud de elementos
familiares extraídos de sus propias vidas, revisitar el periodo que habían
conocido personalmente y revivir sus principales hitos. (Bellisario sólo se
saltó su propia regla dos veces: una visita a 1945, durante la Segunda Guerra
Mundial; y otra a 1862, donde Sam acababa en el cuerpo de su bisabuelo combatiendo
en la Guerra de Secesión).
En segundo lugar, aunque claramente es una serie de CF, el énfasis se
ponía no en la acción física, la aventura o los efectos especiales, sino en el
drama humano. No eran tanto historias de héroe y villano como de personajes
atrapados en situaciones complicadas (laborales, sentimentales, familiares,
incluso delictivas) que debían encontrar –vía la intervención de Beckett- una
solución para mejorar sus vidas. Este planteamiento humanista y de exploración
de diferentes personalidades apelaba a un público muy amplio que incluía
también a quienes habitualmente no se sentían atraídos por la Ciencia Ficción
más convencional. De hecho, los aspectos de CF de las tramas eran casi
inexistentes y la premisa que las f
acilitaba, una simple racionalización de un
fenómeno, el del viaje temporal y el dispositivo que lo origina, tenía más de
fantástica que de científica.
Estos dos factores, la nostalgia y el foco sobre el drama y los personajes, hicieron de “A Través del Tiempo” uno de los programas de CF familiar más entrañables y recordados de toda la historia de la televisión.
Las aventuras de Sam tenían a menudo un tono ligero y cómico, a veces
eran espeluznantes, otras veces emocionantes y otras sentimentales. En ellas se
abordaban de forma especial todo tipo de prejuicios: raciales, religiosos, de
género… “Recibimos llamadas de escuelas
de todo el país pidiéndonos permiso para utilizar nuestros episodios para
enseñar a los alumnos temas como los prejuicios, la violencia y los derechos de
los animales”, dijo Bellisario. “La
serie, literalmente, cambió vidas”.
Algunas escenas fueron muy conmovedoras, como aquella en la que Sam,
intentando advertir a su propia familia de una tragedia inminente, le toca el
tema "Imagine" a su hermana dos años antes de que Lennon la
escribiera. Un claro homenaje a "Ghost" fue el momento en el que el
holograma de Al "bailaba" con la mujer que lo creía muerto -un error
que fue perfectamente corregido en el episodio final de la serie. Ésta también incorporó
subtextos pseudoreligiosos: dado que el Proyecto Quantum Leap no controlaba lo
que estaba pasando y la pauta que seguían sus saltos temporales era muy clara
(se producían cada vez que ayudaba a alguien) Sam llegó a convencerse de que quien
estaba controlando sus desplazamientos era Dios. En otro episodio, “Sálvanos
del Mal”, aparece una viajera temporal equivalente al demonio, Alia (Renee
Coleman), con su propia compañera holográfica, Zoey (Abby Grant) con la
aparente misión de sembrar el caos y contrarrestar todo el bien que hacía Sam.
La productora ejecutiva del programa (antigua bailarina y actriz y
también esposa de Bellisario), Deborah Pratt, sonreía al recordar cómo un
irritado crítico y fan de la CF, atacó la premisa de la serie diciendo que “desafiaba todas las reglas del viaje en el
Tiempo”, a lo que Pratt respondió “¿Qué
reglas del viaje en el Tiempo?” A ella le interesaba mucho más abordar
temas reales de la actualidad. Por ejemplo, en su guion “El Incendio Blanco y Negro”,
Sam es un hombre negro enamorado de una mujer blanca durante las revueltas
raciales de Los Ángeles de 1965. El episodio causó polémica: todos los
patrocinadores retiraron su contribución financiera y varios estados
prohibieron su emisión. Y esto, en 1990 en un país que se ufana de su libertad
y democracia. La NBC, y en esto hay que felicitarla, emitió el episodio
igualmente.
Otro episodio que también causó cierta controversia fue uno doble
titulado “Lee Harvey Oswald”, en el que Sam ocupaba el cuerpo del famoso
magnicida. Intenta evitar el asesinato, pero conforme va acercándose la
fatídica fecha del 22 de noviembre de 1963, su identidad se diluye en la de
Oswald. Justo cuando está a punto de disparar, Sam salta de Oswald a un agente
del Servicio Secreto, que salva a Jackie Kennedy del fuego del francotirador. A
pesar de las teorías de la conspiración que desde el principio planearon sobre
el caso, el guion optó por la hipótesis de que Oswald fue el único tirador
(casualmente, Bellisario y Oswald habían servido juntos como marines en Santa
Ana a mediados de la década de 1950). Pero a muchos espectadores no les gustó
el episodio, considerando su trama morbosa y confusa.
Otras ideas nunca llegaron a materializarse, como que Sam entrara en los cuerpos de Robert F.Kennedy, un bebé, un perro e incluso un personaje de dibujos animados. Se trazaron también planes para que Sam “saltara” a otro programa creado y supervisado por Bellisario, “Magnum”.
La serie tuvo unos inicios complicados en Estados Unidos, donde no
consiguió superar el puesto 88 de los ratings de audiencia en su primera
temporada (que, como dije, constó de sólo 9 episodios, emitidos entre marzo y
mayo de 1989). En ello tuvo que ver el horario de emisión, el cementerio de los
viernes a las 8 de la tarde, cuando mucha gente sale de casa a celebrar el
comienzo del fin de semana. Esto bien podría haber desembocado en su
cancelación, pero un aluvión de 50.000 cartas de protesta enviadas por los
espectadores llamó la atención del presidente de la NBC, Warren Littlefield,
que ordenó salvarla de la trituradora.
Se la reprogramó para las tardes de los miércoles, lo cual mejoró sus
índices considerablemente. La cadena, al menos, demostró sentido del humor
cuando emitió una serie de anuncios televisivos que mostraban a un ejecutivo de
la NBC enterrado bajo pilas de correo de los fans mientras intentaba anunciar
el nuevo horario de “A través del Tiempo”. En su segunda temporada (1989-1990) finalizó
en el puesto 58 de 96. Y, más adelante y cuanto ya había demostrado su
fortaleza (aunque nunca estuvo entre los más vistos de la cadena), pasó a los
viernes. La industria también reconoció los méritos de la serie, nominándola a
los Emmy al mejor programa dramático y a Bakula y Stockwell por sus respectivos
trabajos en ella.
Los recortes presupuestarios y una nueva reprogramación a los martes por la noche, condenaron a la serie, cuyos índices se desplomaron tanto que la única decisión lógica era la cancelación. Más adelante, Warren Littlefield admitió que la cadena debería haber protegido más a una serie que él consideraba sobresaliente.
Al final de la quinta temporada, se le pidió a Bellisario que
escribiera un episodio que pudiera servir como final de temporada o final de
serie, ya que no estaba claro si sería renovada. El episodio incluía algunas
respuestas a las preguntas que habían ido planteándose durante los años
anteriores, pero también era lo suficientemente ambiguo como para dar pie a una
sexta temporada. En ese capítulo, "Imagen de espejo", Beckett se
materializa en un pueblo minero de Pensilvania en 1953, precisamente el día de
su cumpleaños (una localización elegida específicamente por Bellisario que
había crecido en un pueblo minero de ese Estado donde su padre tenía un bar. De
hecho, incluso hizo un cameo en este capítulo).
Allí, Sam conoce a un misterioso barman que bien podría ser la
inteligencia suprema tras su calvario y conversaba con él sobre su destino. Por
primera vez, Sam puede ver su propio reflejo en un espejo y se encuentra con
una serie de personas de su pasado, todas con diferentes nombres. El
significado de todo esto se dejó a expensas de la interpretación de cada cual,
porque este episodio estaba originalmente pensado como cliffhanger para un
sexto año. Cuando se anunció la cancelación, fue editado para ofrecer un final,
pero no todas las respuestas que se esperaba.
Aún peor, al final, una voz femenina en off dice: "El Dr. Sam Beckett nunca regresó a casa".
Sam siempre había expresado su frustración y deseo de regresar a su propio
tiempo, pero una de las cosas que revelaba esta conclusión era que siempre
había tenido el poder de reunirse con su cuerpo en el presente; había sido su
subconsciente lo que le había hecho elegir continuar viajando por el Tiempo
ayudando a otras personas. Así que nunca se reunió con sus amigos, su esposa
Donna (presentada en un episodio anterior) o la hija que engendró en otro de
sus saltos. En cambio y en línea con el subtexto religioso que apuntaba antes,
se sugiere que sacrificará su propia vida para mejorar las de los demás, la de
toda la especie en su conjunto, de hecho. Beckett se convierte de esta forma en
un Mesías invisible.
Muchos seguidores de la serie se sintieron decepcionados. Querían un
final feliz para su protagonista, un regreso a casa bien merecido. “A la mitad de los fans les encantó. La otra
mitad lo odiaron”, admitió Bellisario. De todas formas, tampoco hubo
consenso entre el equipo creativo respecto a la conclusión. Deborah Pratt
quería que Beckett siguiera perdido en el Tiempo porque se estaba hablando de
la posibilidad de hacer una secuela en forma de película. Pero Bellisario
quería llevarlo a casa. Al final, su entonces mujer lo convenció y, con la
esperanza de mantener el suspense y resolverlo en una película, terminó la
serie como he comentado.
Por desgracia, esa película nunca se hizo, aunque la serie fue
comprada y reemitida en el mercado sindicado por USA Network y, más tarde,
Sci-Fi Channel. La popular revista “TV Guide” situó a Sam Beckett en el puesto
número 12 de su ranking de “25 Leyendas de la Ciencia Ficción”.
“A Través del Tiempo” impulsó las carreras de sus dos protagonistas. Scott Bakula dijo de la serie que era “el mejor trabajo de actor en la televisión”, puesto que cada semana suponía un desafío encarnar a un personaje completamente diferente de los anteriores. Él y Stockwell se hicieron amigos rápidamente y su química encajó perfectamente en lo que era un programa para toda la familia. Bakula participaría luego en varios episodios de la exitosa “Murphy Brown” y en 2001, empezaría a encarnar al capitán Archer en 98 episodios de “Star Trek: Enterprise”, aunque el programa en donde ha permanecido durante más tiempo ha sido “NCIS: Nueva Orleans” (2014-2021), donde intervino nada menos que en 155 episodios.
Por su parte, Dean Stockwell, que había sido un niño actor ya en los
años 40, estaba a punto de dejar la interpretación cuando una serie de
participaciones suyas en películas de éxito como “Terciopelo Azul” (1986),
“Superdetective en Hollywood II” (1987) o “Casada con Todos” (1988) remontaron
su carrera. De hecho, fue esta última cinta la que le abrió las puertas de la
serie. Bellisario quería un personaje que le diera ingeniosas réplicas a Sam
Beckett y cuando vio a Stockwell haciendo de mafioso en esa comedia de Jonathan
Demme, decidió que era el actor perfecto para ejercer simultáneamente de “ángel
guardián” y “travieso diablo” del protagonista. Una vez finalizada “Atrapado en
el Tiempo”, su carrera volvería a tornarse algo irregular, apareciendo en
películas y episodios sueltos de distintas teleseries hasta su muerte en 2021,
aunque los aficionados a la CF lo recordarían también por su excelente papel de
John Cavill en “Battlestar Galactica” (2006-2009).
Se habló también de resolver la premisa de "A Través del
Tiempo" y crear una nueva serie que presentaría a la hija de Sam y a Al
viajando a través del Tiempo. "Quantum Leap: A Bold Leap Home" se
rodaría en Australia para el Sci-Fi Channel y Trey Callaway ejercería de productor
ejecutivo del episodio piloto: "Yo
era un gran fan de la serie original. La premisa del nuevo programa era que la
hija de Sam se unía a Dean Stockwell, no solo para continuar el trabajo en el
Proyecto Quantum Leap, sino también para averiguar dónde fue su padre. Se
suponía que comenzaría con una aparición de Scott Bakula. Hubiera hecho
justicia a la serie original y llevado el material a un nuevo lugar para una
nueva audiencia. Todo el mundo estaba listo y emocionado. Por razones que no
entiendo, se estancó".
Pratt no participó en ese proyecto, pero declaró: "Oí que el canal Sci-Fi quería que esa versión tuviera más efectos especiales y fuera más fantástica. Pero lo maravilloso de “A Través del Tiempo” era precisamente que trataba de personas reales y que Sam podía marcar una diferencia en sus vidas. Ese era el verdadero corazón del programa".
En enero de 2022, la NBC dio luz verde al episodio piloto de una sexta
temporada de “A Través del Tiempo”, ahora con Bellisario formando parte del
proyecto, figurando como showrunners Steven Lilien y Bryan Wynbrandt y Deborah
Pratt y Martin Gero como productores ejecutivos. La acción tendría lugar
treinta años después de la conclusión de la serie original, con un nuevo equipo
resucitando el Proyecto Quantum Leap para comprender lo que se había estado
haciendo allí y descubrir el destino de Sam Beckett. Se contrató a Raymond Lee para
encarnar al protagonista, el doctor Ben Song, quien termina viajando en el Tiempo.
Ernie Hudson daba vida a Herbert "Magic" Williams, el responsable del
proyecto y un veterano de la guerra de Vietnam cuyo cuerpo ocupó Sam en un
episodio de la tercera temporada. Scott Bakula declinó participar encarnando de
nuevo a Sam Beckett.
NBC dio luz verde a la serie completa y ésta se estrenó el 19 de septiembre de 2022, manteniéndola en antena dos temporadas antes de cancelarla en 2024. Como no he tenido ocasión de verla, me abstengo de valorarla y dar más detalles.
“A Través del Tiempo” acumuló en el curso de su trayectoria (que
totalizó 95 episodios de 50 minutos más un piloto de 90 minutos) una notable
cantidad de seguidores que siempre guardaron un entrañable recuerdo de ella. En
su momento, “The Hollywood Reporter” la consideró un hito en la CF: “Su concepto es algo que los espectadores no
han visto nunca. Ha ampliado las fronteras de la ciencia ficción televisiva tradicional”.
Ciertamente, el concepto del forastero que llega a un lugar y resuelve una
situación conflictiva, no era ni mucho menos nueva. Sólo en la misma época,
aunque con registros distintos, eso era lo que presentaban, por ejemplo,
“Autopista hacia el Cielo” (1984-89) o “El Coche Fantástico” (1982-86). Sin
embargo, “A Través del Tiempo”, aparte de llevar esa premisa al campo de la CF,
hacía que el protagonista no sólo ayudara a las personas en problemas, sino que
experimentaba éstos en sus propias carnes, debiendo además asumir una identidad
que no era la suya (una idea ya presente en el comic, en concreto en “El Blanco
Humano”, personaje de DC creado por Len Wein y Carmine Infantino en 1972).
Revisitar la serie hoy puede ser menos satisfactorio que en su época habida cuenta de la gran evolución que ha experimentado el género en la televisión, no sólo en su forma, fondo y tono sino en la manera de disfrutarlo. Desde luego, hay que reconocer el esfuerzo que suponía crear para cada episodio una identidad diferente, unos personajes secundarios distintos y una crisis nueva. Pero es posible que los espectadores actuales estimen que 22 episodios por temporada son excesivos y que la inalterable fórmula que siguen todos ellos no sólo acaba pareciendo repetitiva y previsible (sobre todo si se consumen varios seguidos en lugar de respetar la original cadencia semanal) sino que encorseta cualquier intento de probar algo diferente.
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