Basada en una novela del escritor polaco Jacek Dukaj, “La vejez de Axolotl” (2015), la mejor manera de describir la serie de Netflix “Into the Night” (la primera de origen belga para esa plataforma) es la de thriller trepidante que tiene lugar en un avión de pasajeros que trata de escapar del apocalipsis. Seis episodios intensos que aplican a una premisa de CF los mecanismos tradicionales del drama y el suspense.
A
medianoche, en Bruselas, Sylvie (Pauline Etienne) despierta de un sueño que la
atormenta solo para darse cuenta de que ha perdido su vuelo. Con la urna que
contiene las cenizas de su pareja en su mochila, compra otro billete para
Moscú. Mientras tanto, en el aeropuerto tienen lugar otros dramas. Terenzio
(Stefano Cassetti), que dice ser un oficial de la OTAN y que se encuentra en un
visible estado de nerviosismo, compra en el mostrador un billete que lleve a
cualquier lugar al oeste. Un cretino de primera clase (Jan Bijvoet) se queja de
que un anciano en silla de ruedas embarque antes que él. A una famosa
influencer (Alba Gaia Bellugi) se le corta súbitamente una llamada con su movil
cuando su amiga emite un extraño sonido y cuelga; está preocupada, pero, como
le admite a un desconocido cercano de rasgos turcos (Mehmet Kurtulus), la amiga
tiene un retorcido sentido del humor así que quizá no sea nada.
Mientras
espera impaciente la salida de su vuelo en un bar, Terenzio ve por la
televisión imágenes de cadáveres en otras partes del mundo y sus nervios
sucumben. Noquea a un guardia, se hace con su fusil y toma como rehenes al
escaso pasaje que ya ha entrado en el avión a Moscú. Tratando de hacerse con el
control de la cabina, le dispara en la mano al copiloto, Mathieu (Laurent
Capelluto), dejándolo incapacitado para manejar el aparato. Sin embargo, Sylvie
había sido piloto de helicópteros en el ejército e interviene para evitar más
violencia, aviniéndose a despegar siguiendo las instrucciones de Mathieu.
Entre
los pasajeros se encuentran el indeseable de primera clase, la influencer, el
turco, un policía, el anciano y su enfermera, un joven enfermizo que solo habla
árabe, un técnico aeronáutico que sí comprende ese idioma, una madre rusa que
viaja con su hijo pequeño aquejado de una enfermedad respiratoria y una azafata
que trata de mantener la calma en el grupo.
Terenzio
obliga a Sylvie y Mathieu a poner rumbo a Nueva York y les informa de que el
sol, de alguna forma, está matando a la gente así que la única forma de
sobrevivir es viajar siempre hacia el oeste, manteniéndose en la mitad oscura
del planeta y lejos de la línea del amanecer. Pero claro, el avión tiene combustible
limitado, por no mencionar que no puede volar más rápido de lo que rota el
planeta. Convenientemente para la trama, el internet del avión y el sistema de
comunicaciones están fuera de servicio, por lo que todos a bordo quedan aislados
del exterior. Sylvie y Mathieu son escépticos ante las declaraciones
apocalípticas de Terenzio, pero dado que éste es quien posee el arma, nada
pueden hacer sin ponerles en peligro a todos. Terenzio, por su parte, es
consciente también de su precaria situación: si les dispara, el avión se
estrellará.
En
cualquier caso, no disponen de combustible para llegar a Nueva York (el vuelo
estaba programado para Moscú) y Mathieu asegura que no tienen más remedio que repostar
en Islandia. Los pasajeros son informados de lo que ocurre, aunque no pueden creer
que sea el fin del mundo. Hay discusiones y disputas, Terenzio es desarmado y
encerrado en el baño, luego liberado y armado otra vez…. Y es que Islandia
resulta ser la confirmación del desastre. A partir de ese momento, los
pasajeros se verán obligados a superar sus prejuicios y emociones y cooperar
para sobrevivir, si bien algunos de ellos estarán dispuestos a hacerlo
sacrificando la vida de quien sea necesario.
“Into
The Night” viene avalada por Jason George, quien había trabajado anteriormente
como productor y guionista en otras series (“Narcos”, “Ingobernable”, “Alice in
Borderland”) y que aquí se acredita como creador aunque los guiones vengan
firmados por terceros. No estamos ante un producto de una originalidad
desbordante (algo parecido ya se había planteado en el cuento “Los Langoliers”
de Stephen King y la miniserie televisiva que lo adaptaba) pero su suspense, la
eficaz sencillez de su planteamiento y su corta duración (seis episodios de
entre 35 y 40 minutos) permiten sumergirse fácilmente en la aventura y verla de
tirón sin pararse a pensar en lo canónicamente que se ajusta al molde de “sociedad
en miniatura ante el apocalipsis”.
El
argumento se centra sobre todo en el suspense de un viaje que no debe
interrumpirse y el drama resultante de la interacción de unos personajes muy
diversos, no bien avenidos y varios de los cuales esconden oscuros secretos. El
cómo y el por qué de ese apocalipsis queda en un plano secundario. No hay
explicaciones científicas demasiado sólidas, pero eso no debería molestar a
nadie. Al fin y al cabo, ninguno de los pasajeros es científico ni estaba al
corriente de la situación (Terenzio se enteró por casualidad como miembro del
staff de la OTAN, pero incluso la cúpula de los militares ignoraba por qué
ocurría un fenómeno que, por otra parte, no dejaba a nadie vivo a su paso para
poder estudiarlo).
“Into
the Night” es una serie emocionante que sabe mantener el suspense de principio
a fin. Cada vez que parece que los personajes vayan a tener un cierto respiro,
sucede algo para empeorar su situación. Con el peso del reloj corriendo tras
ellos, cada problema exige una solución a corto plazo que, a su vez, genera
otro desafío. Estos giros están colocados en la trama de acuerdo a la fórmula propia
del thriller, en los momentos lógicos y precisos para que ni el espectador
pierda el interés ni aquéllos parezcan forzados o inverosímiles: la aparición
de algún superviviente inesperado en un aeropuerto, la muerte de algún pasjajero,
un efecto secundario del fenómeno sobre el combustible o los alimentos, la
revelación de alguna información preocupante sobre alguno de los personajes…
Tanto
los pasajeros como el copiloto parecen ser al principio meros estereotipos,
peones planos al servicio tanto de la obligada diversidad racial y sexual como de
una historia impulsada exclusivamente por la premisa inicial. Sin embargo,
gracias a los rápidos y reveladores flashbacks con los que se abre cada
episodio, se nos proporciona información sobre ellos que explican sus actos,
comportamiento y motivaciones. Están lo suficientemente perfilados para que, a
pesar de ser una miniserie de extensión muy ajustada, el espectador pueda desarrollar
hacia ellos simpatía o aversión.
Aunque
la única amenaza inmediata y letal sea el sol, como es de esperar en este tipo
de ficciones el grupo de supervivientes se las arregla para complicarse las
cosas con sus conflictos y fricciones, lo que da lugar a algunas escenas
bastante intensas. Algunos actúan con sentido común, otros son líderes natos,
hay quien aspira al poder sin saber cómo ejercerlo, también los hay inseguros y
veletas… y para todos ellos llega algún momento en el que tienen que elegir
entre el puro egoísmo o la solidaridad. Han de afrontar dilemas complicados en
una situación en la que todos dependen del resto aun cuando entre ellos los
haya poco fiables. Los actores son –al menos para quien esto escribe-
desconocidos, pero todos ellos transmiten una buena quimica y hacen un trabajo
que va de lo eficaz a lo notable, aportando verosimilitud, diversidad y
emotividad a sus personajes.
Al
final, me resulta difícil llegar a una recomendación clara. La primera temporada
es un thriller que ofrece una premisa inquietante, un ritmo trepidante,
suspense a raudales, giros sorpresa y unos personajes interesantes. Pero claro,
la historia no termina (no puede hacerlo habida cuenta de la enormidad del
trasfondo y en solo seis capítulos) y su continuación en la segunda temporada
supone claramente una decepción.
Todo
lo que en la primera funcionaba bien, se deja de lado. Al final de aquélla,
conseguían aterrizar y acceder a un antiguo bunker soviético en Bulgaria en el
que se refugiaban otros supervivientes. Pero el respiro dura poco porque un
accidente estropea parte de la comida y la única opción para asegurar su
supervivencia parece ser viajar hasta el Banco Mundial de Semillas de Svalbard,
en Noruega. Pero no son los únicos que tienen esa idea y en nombre del bien
común el grupo deberá dividirse, avenirse con los militares que administran el
bunker y hacer sacrificios en una nueva carrera contra el tiempo.
Ciertamente,
la premisa de esos seis episodios iniciales no podía mantenerse indefinidamente
sin perder intensidad y verosimilitud, pero este cambio de escenario y
dirección perjudica a los personajes y el ritmo. Las nuevas incorporaciones no
son interesantes y aportan poco, e incluso los personajes veteranos pierden
carisma y empiezan a comportarse de forma estúpida. Todo tiene un saborcillo
desagradable a culebrón de los mediocres.
A pesar de que la mayor parte del reparto original vuelve a participar en esta segunda temporada (aquellos cuyos personajes habían sobrevivido, claro), que como creador sigue figurando Jason George y que, sobre el papel, la historia podría haber seguido manteniendo el intéres explorando ese mundo postapocalíptico, lo cierto es que se tomaron tantas malas decisiones en el guion que parece una serie completamente diferente.
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