Las historias de Inteligencia Artificial siempre han sido fuente de inspiración y maravilla entre autores y aficionados. No en vano, mezcla la tecnología futurista con la filosofía para reflexionar sobre la fascinante idea del humano creando vida, con sus problemas morales y la puerta que ello abriría a un universo completamente nuevo. ¿Cómo sería un ser semejante? ¿De qué forma interpretaría el mundo? ¿Qué tipo de relación mantendríamos con él… y éste con nosotros?
Por eso no es extraño que el cine haya caido también presa de esa fascinación y, a partir de guiones originales o adaptaciones de obras literarias o comics, nos haya ofrecido títulos como “Blade Runner” (1982), “Ghost in the Shell” (1995), “Matrix” (1999), “A.I. Inteligencia Artificial” (2001) o “Yo, Robot” (2004), todas ellas ahondando en el terreno psicológico e incluso filosófico, separándose por tanto del sencillo arquetipo de ordenador/robot perverso en la línea de “Terminator”.
A
partir de los 2010, la CF cinematográfica vio consolidarse y expandirse este
subgénero de Inteligencias Artificiales con peliculas que iban desde el drama
al thriller pasando por la comedia, como “Her” (2013), “Automata” (2014),
“Chappie” (2015), “Ex Machina” (2015), “Morgan” (2016), “Tau” (2018), “Zoe”
(2018), “Jexi” (2019),
“Superintelligence” (2020)… o la que ahora nos ocupa, “Archive”, una
coproducción de Estados Unidos, Reino Unido y Hungría que supuso el debut en la
dirección de Gavin Rothery, quien previamente había trabajado como responsable
de efectos especiales y diseñador gráfico en varios cortos y videojuegos así
como realizando el corto de 21 minutos “El Último Hombre” (2014).
En 2038,
el ingeniero George Almore (Theo James) trabaja para una empresa fabricante de
robots en un aislado y vetusto laboratorio en Japón, donde, completamente solo,
lleva a cabo un proyecto para desarrollar un prototipo de robot con
inteligencia artificial fabricado por la empresa. Tras morir su esposa, Jules
(Stacy Martin), en un accidente de coche, George contrató los servicios de Archive
Systems Incorporated, que ofrece el almacenamiento postmortem de la consciencia
del difunto en una unidad portátil doméstica, desde donde, durante un plazo de
tiempo determinado y hasta que se deterioren los datos, puede comunicarse ocasional
y brevemente con “ella”.
Pero
sabedor de que esa es una “solución” temporal y atormentado por la muerte de
Jules, dedica su tiempo y las instalaciones a su disposición para fabricar un ginoide
al que pueda transferir las pautas mentales de ella ahora almacenadas en la
mencionada unidad Archive. Sus dos primeros prototipos no han sido más que
máquinas voluminosas, torpes y con la mente de niños pequeños, que ahora
utiliza como ayudantes de laboratorio y alivio de su soledad. Su tercer intento,
el 03, está siendo mucho más prometedor.
Pero surgen dos problemas. El primero es que la empresa para la que trabaja no sabe nada de esta obsesión y empieza a impacientarse por la falta de resultados; además, le avisan de que tienen información de posibles espías industriales que podrían estar intentando entrar en el complejo y robar tecnología. En segundo lugar y ante los evidentes avances que está consiguiendo George, su robot 02, el que cuenta con una inteligencia más avanzada de los dos que fabricó meses atrás, empieza a mostrarse errático ante el temor a ser reemplazado por otro modelo más sofisticado. Las decisiones que toma George jugando a ser Dios, cegado por la obsesión por recuperar una ilusión de su esposa, le dirigen directamente al desastre.
Más
que en el debate sobre la Inteligencia Artificial, “Archive” se acerca más a la
fascinación creciente que ejerce el concepto de Descarga Mental, el proceso de
transferencia de una mente humana a una forma digital, ya sea en internet o en
un cuerpo mecánico. Esta idea había aparecido ya en películas como “El Chip
Asesino” (1993), “El Cortador de Cesped 2” (1996), “Transcendence” (2014) o
“Amelia 2.0” (2017), ninguna de las cuales era particularmente notable. El
mejor precedente que podemos encontrar de “Archive” es “The Machine” (2013), en
la que un científico trataba de implantar la mente escaneada de una colega en
un cuerpo ginoide que sus superiores militares querían utilizar con fines
bélicos.
“Archive”
puede contarse entre los más rescatables títulos sobre Descarga Mental. Tiene
un comienzo intrigante en una localización muy pintoresca en mitad de la
naturaleza. En este aspecto, Gavin Rothery está en su elemento, asumiendo el
rol de codiseñador de producción. El funcional laboratorio de George está a mitad
de camino entre el futuro cercano y el ciberpunk. Sus dos entrañables ayudantes
robóticos, a los que el ingeniero trata como niños quisquillosos, recuerdan a
los de “Naves Misteriosas” (1972). También se descubre pronto que está
trabajando en un cuerpo mecánico del que sólo ha terminado la parte superior y
que termina gritando de dolor cada vez que trata de activarlo.
Las
cosas se tornan aún más extrañas con la llegada al laboratorio de Vincent (Toby
Jones) y Melvin (Richard Glover), dos técnicos acompañados de seguridad armada
que realizan una revisión del dispositivo donde George ha almacenado la
consciencia de su esposa. Cuando se dan cuenta de que el científico ha estado
manipulando el aparato contraviniendo las normas de la empresa, amenazan con
revocar el servicio pero George los echa invocando la soberanía de Archive
sobre esas instalaciones. Este incidente no hace sino aumentar las sospechas de
su jefa, Simone (Rhona Mitra), que ya había amenazado antes con cerrar el
proyecto. Ahora, le envía al correoso jefe de seguridad de Archive, Tagg (Peter
Ferdinando) para que le entregue un maletín con órdenes de abrirlo sólo si su
vida corre peligro.
Dicho
esto –y al margen del giro final, que luego comentaré-, la pelicula tiene cierto
problema con su ritmo. Con un metraje de 109 minutos, “Archive” quizá debería
darse algo más de prisa en exponer todo lo mollar de su historia, pero en lugar
de eso se toma su tiempo para arrancar y presentar los elementos relevantes.
Todo se va cociendo lentamente hasta que las cosas se aceleran un tanto
desordenadamente en el último tercio, asi que es posible que los espectadores
más impacientes o aquellos que esperaran ver un thriller vibrante, se sientan
decepcionados.
Especialmente destacable es la aproximación que hace el guion (firmado por el propio Rothery) de la relación entre el protagonista y los robots y cómo elije presentarla de forma gradual hasta que queda claro para el espectador que sus robots ayudantes fueron sus primeros intentos para transferir la consciencia de su esposa.
Hacia
la mitad de película, cuando George activa completamente esa consciencia en el
ginoide, la forma en que sus sentidos despiertan al mundo no tiene nada de
original. Lo que sí hace funcionar el siguiente tramo de la historia es lo
acertadamente que se muestra el sentimiento de abandono, tristeza y rabia del
robot 02, programado con una sensibilidad especial –herencia de su origen
“humano”- y capaz de interpretar los sentimientos de su creador hacia el nuevo
modelo. Cuando éste se activa, no puede sino tomar conciencia de la vida que
podría haber llevado y que ya nunca tendrá. Lo vemos solo, al fondo, mirando la
felicidad de su amo en la compañía de su nueva creación. Es 02 quien protagoniza
las escenas más conmovedoras de la película, como cuando “despierta” y se da
cuenta de que George le ha quitado sus piernas mecánicas para utilizar las
piezas en las de su sucesora; o cuando, deprimido, mira el gris paisaje que
rodea el laboratorio y camina torpemente hasta el lago para sumergirse en él.
Es una
lástima que lo que le impida a la película afianzarse en una categoría de
calidad superior sea el giro conceptual que acontece al final. (ATENCIÓN:
SPOILER). Tras haber sustentado toda la historia en los esfuerzos de George por,
enfrentándose a las sospechas de su propia empresa y las intrusiones de espías
corporativos, hackear el dispositivo de almacenamiento comercial y transferir
desde allí la consciencia de Jules a un ginoide, de repente nos enteramos de
que es él, y no ella, quien está en un dispositivo tal; y que Jules y la hija
de ambos son quienes acuden regularmente a las instalaciones de Archive para
comunicarse con él. Es un giro tan sorprendente como frustante porque deja al
drama de George reducido a la irrelevancia. Es el equivalente al tan sobado
“Todo ha sido un sueño”, una “Ilusión de Realidad Virtual” o una “Alucinación”
inducida por las drogas o alguna herida grave. No es una conclusión ingeniosa
que, por ejemplo, explique y dote de sentido a alguna anomalía desconcertante
introducida previamente en la trama. Parece más bien una idea peregrina
encajada por un guionista que no sabía cómo resolver su historia y con el solo
propósito de epatar al espectador. (FIN SPOILER).
Visualmente,
“Archive” mezcla lo actual con lo claramente futurista pero sin avanzar
demasiado en nuestra época, dejando un pie en lo práctico y otro en lo todavía
fantástico pero aún así razonablemente plausible. Rothery -que como ya dije
tenía experiencia en labores de diseño y efectos- y su equipo (diseño de
producción, dirección artística, fotografía y decorados) saben sacar buen partido
del ajustado presupuesto con el que evidentemente cuentan y evitar las formas
suaves y elegantes y la iluminación omnipresente que a menudo se asocian con la
tecnología y la arquitectura del futuro para optar por una estética algo más
sucia que asienta los personajes en lo verosímil, tal y como había hecho
Rothery en su participación en “Moon” como parte del departamento artístico.
El
reparto, habida cuenta de la historia que se trata, es pequeño y descansa sobre
todo en las espaldas de Theo James. El primero, conocido por sus papeles en la
serie de “Divergente” (2011-2013), “Underworld: Guerras de Sangre” (2016) o las
series “Castlevania” (2018-2021) y “Sanditon” (2019-2022), fue uno de esos
actores adolescentes a los que Hollywood trató de promocionar como gran
estrella en ciernes, pero que, a la postre y como sucedió con otros como Taylor
Kitsch, Jai Courtney o Taylor Lautner, su muy justo talento no le permitió
destacar lo suficiente como para dar el gran paso. Sin embargo, no ha dejado
nunca de trabajar en películas y series, como es el caso de “Archive”, donde se
involucró además como productor.
James
no lo tenía fácil dado que toda la carga dramática recaía sobre sus espaldas.
Al fin y al cabo, la historia sólo tenía un protagonista, él, que vivía solo y
se relacionaba únicamente con robots. Pero el suyo era un personaje que tenía
gran potencial, un caramelo para un actor a la búsqueda de un desafío: un buen
hombre atormentado por la culpa, melancólico por la muerte de su amor y
obsesionado por recuperarlo, cuyo mundo, por segunda vez y debido a sus
decisiones, se viene abajo con desconcertante rapidez. El registro
interpretativo de James, sin embargo, no está a la altura, como demuestra que
sea más fácil para el espectador simpatizar con el robot 02 que con él. No
obstante, menciono también que hay quien ha querido ver en el estatismo
expresivo del actor algo deliberado y producto del guion: George, presa de sus
fantasmas y su obsesión, se ha convertido en una especie de máquina, ciega a
las implicaciones éticas e incluso psicológicas de la tarea en la que se ha
volcado. Dejo a cada cual que elija cual la valoración que más le convenza.
Rothery consigue con “Archive” un producto destacable para ser su primer largometraje, dándole cierta atmósfera de cine indie y captando el interés del espectador con el misterio que rodea a una historia que, en el fondo, es tan vieja como la de “Frankenstein” (1818). Su forzado desenlace, quizá movido por el deseo de sorprender y dejar huella, le impide subir de división. De todas formas, aunque sus virtudes y su ambiciosa meta conceptual a punto estén de acabar enredados en su propio argumento, perdiendo el foco sobre lo que trata de transmitir, “Archive” es una película entretenida, intrigante y bien presentada visualmente que merece un visionado. Sin ser una historia revolucionaria, sí es una aportación interesante a los subgéneros de “Descarga Mental” y “Robots”.
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