Malorie Hayes (Sandra Bullock) y dos niños, Chico (Julian Edwards) y Chica (Vivien Lyra Blair), inician una peligrosa travesía río abajo para encontrar un santuario en el que refugiarse de una amenaza no revelada. Los tres viajan en una canoa, con los ojos vendados, y Malorie les da severas instrucciones a los pequeños advirtiéndoles de que morirán si se quitan las vendas.
La acción salta entonces cinco años en el pasado, cuando
vemos a Malorie como una mujer soltera y embarazada que prefiere sumergirse en
su pintura antes que relacionarse con sus amigos o familiares. Tampoco desea al
bebé. Está tan encerrada en su burbuja, de hecho, que ni siquiera se entera por
las noticias de que en otros países se ha desatado un terrorífico fenómeno de
suicidios masivos. Al abandonar la consulta del ginecólogo con su hermana
Jessica (Sarah Paulson), les alcanza ese fenómeno en plena calle y se ven
rodeadas por un estallido de locura en el que la gente tiene algún tipo de
visión y luego se suicida. Mientras Malorie contempla horrorizada lo que ocurre
a su alrededor, Jessica estrella el coche en el que ambas viajan, sale del
mismo y se pone en el camino de un camión en marcha. Aturdida en medio de una
multitud que huye despavorida, Malorie encuentra refugio junto a otras personas
en la casa de Douglas (John Malkovich), cuya esposa acaba de morir
horriblemente por tratar de ayudarla.
El grupo está compuesto por un conjunto variopinto de
personas que deben dejar a un lado sus diferencias y trabajar juntos para
sobrevivir. No tardan en deducir que hay algún tipo de criaturas acechando en
el exterior y que si uno las ve, aunque sea a través de una ventana o una cámara
de televisión, cae víctima de una furia suicida. Por tanto, mantienen bajas las
persianas e incluso consiguen ir a un supermercado en un vehículo con los
cristales oscurecidos y guiándose por el navegador del mismo. Las únicas
criaturas que parecen detectar la presencia de esos nuevos seres son los
pájaros.
Sin embargo, casi todo el grupo sucumbe ante un nuevo
peligro que no ve venir: hay gente deambulando por el exterior que han
sobrevivido pero cuya mente está completamente trastornada y que tratan de
exponer a los pocos que quedan cuerdos a la visión de las criaturas. Uno de
ellos es aceptado en el interior del hogar y se desata el caos.
“A Ciegas” resultó ser un gran éxito para Netflix cuando la
estrenó en su plataforma, tanto que la cadena tuvo que emitir advertencias para
aquellos cretinos que, inspirados por la película, trataban de llevar a cabo
desafíos con los ojos vendados para subir los vídeos a YouTube. La película es
una adaptación de “Bird Box” (2014), la aclamada novela debut de Josh Malerman,
cantante de la banda de rock indie The High Strung. El guion fue escrito por
Eric Heisserer, que también firmó “Pesadilla en Elm Street: El Origen” (2010),
“Destino Final 5” (2011), “La Cosa” (2011), “Nunca Apagues la Luz” (2016) y,
sobre todo, “La Llegada” (2016), con la que ganó el Oscar al Mejor Guion
Adaptado. Por su parte, la dirección recae en la danesa Susanne Bier, que había
ganado el Oscar a la Mejor Película Extranjera con “En Un Mundo Mejor” (2010),
aunque su elección probablemente responda al buen resultado de crítica que
obtuvo con la miniserie televisiva “El Infiltrado” (2016) basado en la novela
homónima de John Le Carré.
Público y crítica se apresuraron a comparar “A Ciegas” con
“Un Lugar Tranquilo” (2018), otra película que tan solo siete meses antes
también había obtenido un gran éxito. Las comparaciones son odiosas pero en
este caso inevitables; y no solo porque se hubieran estrenado muy próximas
entre sí sino por las innegables similitudes entre ambas. La segunda estaba
protagonizada por una familia obligada a guardar silencio so pena de atraer a
unos letales alienígenas con un oído ultrasensible, mientras que la primera
propone una situación en la que la gente debe permanecer con los ojos vendados
cuando están en el exterior si quieren sobrevivir al ataque de unas criaturas
misteriosas. Más que “Un Lugar Tranquilo”, una posible inspiración para “A
Ciegas” podría ser la novela clásica “El Día de los Trífidos” (1951), de John
Wyndham, en la que casi toda la población mundial pierde la vista debido a un
fenómeno no totalmente explicado y todos, videntes e invidentes, deben hacer
frente a la amenaza de unas peligrosas plantas móviles que atacan todo lo que
queda a su alcance (novela que, a su vez, ha sido adaptada a la pantalla varias
veces, tanto la grande como la pequeña).
Además, “Un Lugar Tranquilo” no había sido sino la
propuesta más exitosa de una corriente de películas apocalípticas que desde
hacía algunos años imaginaban catástrofes en las que los humanos perdían uno o
varios de sus sentidos o quedaban afectados por alguna anomalía psicológica.
Ahí están, por ejemplo, “A Ciegas” (mismo título, pero esta del año 2008),
“Perfect Sense” (2011), “Los Últimos Días” (2013) o “Embers” (2015). Tan solo
un año después de “A Ciegas”, Netflix quiso aprovecharse del éxito de su propia
producción con otro film con similar premisa: “The Silence” (2019), en la que
unas criaturas mataban a cualquier humano que hiciera algún ruido o emitiera un
sonido.
“A Ciegas” narra la ordalía de Malorie intercalando escenas
del cada vez más turbulento descenso por el río y lo que ocurrió en el pasado a
partir de la llegada de las criaturas. Es una opción que contribuye a aumentar
el suspense al tiempo que revela el destino de los personajes refugiados en la
casa, porque desde el principio se ve que ninguno de ellos está con Malorie
cinco años después, por lo que claramente han muerto y sólo queda saber cuándo
y de qué manera. En un punto determinado, la historia coral termina y se
produce un salto de varios años que nos muestra cómo Malorie, los niños y un
tercer personaje se han adaptado a la situación y qué es lo que llevará a la
desesperada mujer a emprender el viaje por el río.
La historia de “A Ciegas” atrapa sin duda al espectador
desde la angustiosa secuencia de apertura, en la que Malorie advierte a los
niños de lo que les pasará si se retiran la venda de los ojos y los guía hasta
la canoa para iniciar el descenso del río. El misterio y desasosiego que rodea
esa apertura aumenta varios enteros en el flashback inmediatamente posterior,
en el que vemos el comienzo del apocalipsis unos años atrás, en un crescendo
que va desde el incidente aparentemente aislado pero ominoso de una mujer que
se golpea la cabeza contra la ventana del hospital a la sobrecogedora histeria
general y la autoincineración de una mujer en un coche ardiendo antes de obtener
un respiro cuando Malorie alcanza la casa de Douglas.
Pero también es cierto que la película desaprovecha su
potencial para contar algo verdaderamente interesante. A pesar de que los
diferentes elementos que conforman la historia funcionan bien, el espectador
veterano no podrá evitar ver demasiados guiños, homenajes o plagios a otros
títulos apocalípticos anteriores y de mayor calidad. La variopinta galería de
supervivientes atrapados en un lugar cerrado parece sacada de “El Amanecer de
los Muertos” (2004) de Zack Snyder. La misteriosa fuerza invisible que obliga a
la gente a suicidarse ya la habíamos visto en “El Incidente” (2008), de M.Night
Shyamalan. Y la escena de la expedición al supermercado está casi calcada de la
de “La Niebla” (2007), de Frank Darabont.
“A Ciegas” funciona mejor cuando exprime la baza del
terror. Mientras que la dirección de Bier en los momentos de cotidianidad
carece de lustre (utiliza demasiados primeros y medios planos acercándose al
perfil de una producción televisiva), su manejo de los resortes terroríficos es
notable. Varias escenas de la película son, como he dicho, verdaderamente
angustiosas, colaborando en ello la lúgubre banda sonora de Trent Reznor y
Atticus Ross y el diseño de sonido de Ben Barker.
Hay que decir, no obstante, que excepto en el arranque de
la historia, “A Ciegas” no llega a mantener la misma tensión insoportable que
ofrecía “Un Lugar Tranquilo” en todo su metraje. No es que la trama quede
totalmente plana, pero ya no resulta tan angustiosa ni sobresalta de la misma
manera. La única escena que llega al mismo nivel de terror es aquella en la que
Gary se revela como un demente y empieza a abrir las persianas y obligar a los
refugiados de la casa a mirar al exterior. Pero, por ejemplo, la escena en la
que Malorie ha de salvar los rápidos en la canoa sin mirar al exterior carece
de la intensidad que podría haber tenido de estar al frente John Kraskinsi,
director de “Un Lugar Tranquilo”.
Quizá la razón resida en que Susanne Bier, manejándose relativamente
bien con el suspense, a la hora de la verdad tiene mejor ojo para las películas
centradas en los personajes. De hecho, tras toda la tensión y el horror,
guionista y directora dejan bien claro que de lo que verdaderamente va la
historia es de cómo una mujer se ve obligada por el acontecimiento más
escalofriante que imaginarse pueda a descubrir quién es y de qué es capaz,
aceptando finalmente el rol y la responsabilidad que siempre se había mostrado
remisa a asumir: el de madre. Hay algunos momentos de gran carga emocional que
están manejados con cercanía y honestidad, como aquella en la que
Malorie
conversa con otra mujer embarazada, interpretada con sobresaliente dulzura y
humanidad por Danielle Macdonald.
Pero conforme Malorie y los niños se aproximan al fin de su peripecia, aparece una cierta desconexión emocional con el espectador. Las dos mitades de la película (la peligrosa aventura río abajo y la experiencia de los supervivientes atrapados en la casa) nunca llegan a fusionarse satisfactoriamente en un todo armónico y siempre se tiene la sensación de que pertenecen a películas diferentes.
La idea de que las criaturas de “A Ciegas” no puedan verse
si no se quiere morir es original, pero problemática desde el punto de vista
narrativo. Esta aproximación lovecraftiana a la amenaza (los seres que
imaginaba H.P.Lovecraft eran indescriptibles porque la mente humana no los
podía asimilar) por una parte, le permite al director jugar con ciertos momentos
para poner en tensión al espectador: cualquier sonido o sombra pueden anunciar
la presencia de una de esas criaturas, o algo tan cotidiano como levantar una
persiana pasa a ser un movimiento potencialmente letal en este nuevo mundo. En
esas circunstancias extremas, incluso las cosas más inocuas adoptan un perfil
ominoso. Asimismo, es muy interesante ver cómo los personajes se adaptan a una
vida en la que no pueden salir de casa con los ojos abiertos.
Pero claro, dado que las criaturas no pueden aparecer en
pantalla, el espectador se ve obligado a imaginarlas. Y sí, hay quien pensará
que la imaginación puede crear horrores mucho más sobrecogedores que cualquier
departamento de efectos especiales y agradecerá que jamás llegue a materializarse
la amenaza, pero muchos otros lo encontrarán frustrante. Se supone que esos
seres muestran a sus víctimas sus peores temores pero como no se nos enseña
nada, ni las criaturas ni lo que ocurre en la mente de los humanos que las ven,
resulta difícil imaginar qué podría ser tan malo como para empujarlos al
suicidio. Bier utiliza los diálogos y el sonido para tratar de sugerir la
maldad sin mostrarla, pero al menos en mi opinión, no termina de conseguirlo.
Igualmente y relacionado con lo anterior, habrá no pocos
espectadores que encuentren insatisfactoria la absoluta falta de explicaciones
acerca de lo que ésta ocurriendo. De hecho, hay menos información sobre los
seres que en “Un Lugar Tranquilo”, donde al menos aparecían al final las
criaturas. En “A Ciegas” lo único que se ve son hojas empujadas por una
presencia invisible, movimientos imprecisos en el exterior de los edificios o
entre los árboles y gente que experimenta visiones de algo, aunque nunca dicen
de qué se trata exactamente o de dónde proceden. Así que nadie espere que en
algún momento la película ofrezca la menor explicación acerca de lo que causó
la catástrofe, la naturaleza de las supuestas criaturas y cómo éstas afectan
exactamente a quien las ve.
Sandra Bullock hace un trabajo dramático muy notable que saca
provecho del amplio espectro de emociones y situaciones que ha de atravesar su
personaje. Le da a Malorie un carácter taciturno y amargado pero su fuerza y
determinación ante la horrible situación en la que se ve inmersa hace que el
espectador valore el realismo de esta mujer heroica en su justa medida y se
ponga de su lado. El resto del reparto tiene mucho menos que hacer y sus
personajes nunca llegan a estar bien definidos ni desarrollados. Destaca, por
supuesto, John Malkovich, que interpreta con su habitual carisma a un hombre
cínico cuyas intenciones siempre están poco claras. Travente Rhodes, que
encarna a Tom, acaba siendo una suerte de coprotagonista durante parte de la
película y aunque su sólida presencia y templado carácter combina bien con el de
Malorie, siempre al borde del abismo, tampoco resulta particularmente
memorable.
Quizá el principal problema de “A Ciegas”, como se habrá podido ya deducir de mis anteriores comentarios, resida no tanto en la propia película como en el momento de su aparición. Al haberse estrenado poco tiempo después de “Un Lugar Tranquilo”, una cinta más directa, visceral y comercial, es inevitable hacer comparaciones. Para entonces y como he apuntado, ni siquiera la premisa resultaba original. Y, sin embargo, “A Ciegas”, la novela, se escribió años antes de “Un Lugar Tranquilo”. Sin duda, si se hubiera estrenado antes, habría obtenido mayor reconocimiento e impacto.
Al final, “A Ciegas” no es “Un Lugar Tranquilo”, pero no porque falle al tratar de imitarlo sino porque ofrece una aproximación más introspectiva y matizada a una premisa similar. La película nos ofrece una historia intensa, evocativa, con buenas interpretaciones y escenas impactantes que mezclan thriller, terror y drama.
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