Parte de la CF inglesa de los cincuenta bebe, al menos en parte, de los futuros más apocalípticos imaginados por H.G.Wells. Las novelas británicas de catástrofes de los años cincuenta continuaron la destrucción que Wells sólo había comenzado a apuntar en “La Guerra de los Mundos”, “La Guerra en el Aire” o “La Liberación Mundial” y aunque la Nueva Ola de la siguiente década iba a romper muchas de estas tradiciones temáticas, la fascinación por el Wells más entrópico no se diluyó del todo.
En esas ficciones, Inglaterra fue bombardeada hasta llevarla a la edad de piedra o devastada por catástrofes ecológicas tan diversas como sequías, glaciaciones o hambrunas vía destrucción de los cultivos, es amenazada por criaturas submarinas, repulsivos niños alienígenas, monos gigantes o, como es el caso que nos ocupa, plantas homicidas. Y es que uno de los autores que inauguró esa línea temática fue John Wyndham Parkes Lucas Beynon Harris con la novela que ahora nos ocupa, “El Día de los Trífidos”.
Aunque es una burda simplificación, muchos críticos insisten en calificar la carrera literaria de John Wyndham como una sucesión de suaves novelas apocalípticas destinadas a un público de clase media que todavía trataba de recuperarse de los efectos de la Segunda Guerra Mundial.
Es cierto que gran parte de los trabajos que Wyndham publicó bajo seudónimo desde


Los únicos que se salvaron de perder la vista fueron aquellos que estaban dormidos en el momento del evento astronómico (no muchos, dado que su espectacularidad hizo que pocos quisieron perdérselo) o quienes, por cualquier otro motivo (enfermedad, cautividad…), no miraron al cielo aquella noche. Uno de ellos fue el protagonista, Bill Masen, que debido a un accidente permaneció toda la noche en un hospital con los ojos vendados. No tarda en encontrar a Joselle, una atractiva joven que también ha conservado la vista al permanecer dormida recuperándose de una resaca. Juntos y por separado, estos nuevos Adán y Eva, corren diversas peripecias en el nuevo mundo postapocalítpico, viéndose obligados a tomar difíciles decisiones éticas mientras tratan de sobrevivir y retirándose a las zonas rurales

El germen –o, más apropiadamente dado el tema, la semilla- de la idea proviene de un antiguo relato firmado por el propio Wyndham, “The Puff-Ball Menace”, y publicado en la revista “Wonder Stories” en 1933. En él, un país enemigo introduce en Gran Bretaña un hongo letal para los humanos y que se reproduce con rapidez. Retomando esa idea, el escritor le dio una forma más elaborada y completa y el resultado, “La Rebelión de los Trífidos”, consiguió verse publicado entre enero y febrero de 1951 en la revista “Collier´s Weekly”. Se trataba de una versión más reducida de lo que luego sería el libro y en la que las plantas no eran producto de un experimento, sino que germinaban de forma natural en Venus.

“El Día de los Trífidos” inauguró una suerte de subgénero de la CF del que Wyndham fue su mejor representante y que David Pringle denominó “cataclismos domesticados” y Brian Aldiss “catástrofes acogedoras”, binomios de palabras cuya convivencia en la misma frase parece imposible. No es fácil encontrar comienzos menos esperanzadores: un individuo que se despierta en un hospital para encontrar muertos y ciegos por doquier, ciudades desiertas por las que deambulan desgraciados que, si no se suicidan, no tardarán en morir de inanición o caer presas de los trífidos que llegan atraídos por el alimento. La civilización ha quedado destruida, nada funciona y no cabe esperar consuelo en que, como tras una guerra, el tiempo pueda cerrar las heridas físicas y espirituales.
Y, sin embargo, de forma sutil, Wyndham hace que esa catástrofe no resulte tan horrenda. En

En primer lugar, la ceguera provocada por los meteoritos que, obviamente, provoca el caos, pero de un modo que Wyndham imagina como silencioso: todo deja de funcionar, las ciudades se sumergen en un angustioso letargo y las calles están o bien desiertas o bien llenas de individuos que se agrupan en total silencio para intentar escuchar algo y que reaccionan con desesperación ante el sonido de alguien que parezca haber conservado la vista. Muchos se suicidan, otros se las arreglan para llegar a algún bar y emborracharse hasta la inconsciencia, otros capturan a alguien aún con vista y le obligan por la fuerza a buscar comida para ellos, muchos permanecen en sus casas esperando que lleguen los americanos y solucionen las cosas. Pero en cualquier caso no hay escenas de histeria colectiva o muertes en masa.

Aún hay una tercera catástrofe de la que no se cuenta demasiado pero que puede resultar

Pero, como hemos dicho, Wyndham no se recrea en los aspectos más morbosos de la tragedia e incluso –y de aquí viene la expresión “catástrofe cómoda”- da la impresión de que aquélla ha servido para hacer limpieza, borrón y cuenta nueva, dando la oportunidad a los supervivientes de comenzar una vida más pura, auténtica y sencilla en la que no tengan cabida las injusticias y mezquindades que lastran el mundo moderno.
Tanto en esta novela como en las dos siguientes escritas por Wyndham (“El Kraken Acecha” y “Las Crisálidas”) y también en las firmadas por otros autores, como “La Tierra Permanece” (1949) de George Stewart, todas ellas clasificables en el subgénero de “catástrofes cómodas”, las calamidades se describen a través de la experiencia de un puñado de supervivientes que interpretan y asimilan la situación desde sus propios puntos de vista, pero siempre con conformismo. En una especie de versión populista del

“Pero lo que me había parecido a veces una vida bastante vacía, resultaba ahora una suerte. Mi padre y mí madre habían muerto, mi única tentativa matrimonial había fracasado años atrás, y nadie en particular dependía de mí. Y me descubrí sintiendo —consciente de que no era eso lo que debía sentir— cierto alivio… (…) Pienso que quizá se debió al hecho de tener que enfrentarme con algo totalmente nuevo. Todos los viejos problemas —los ya rancios—, tanto los personales como los generales, habían sido borrados de un solo plumazo. Sólo el cielo sabía cuáles surgirían ahora —y parecía que iban ser muchos—, pero serían nuevos. Yo era ahora dueño de mí mismo, y ya no más el diente de un engranaje. Era posible que tuviese que enfrentarme con un mundo lleno de horrores y peligros, pero los enfrentaría a mi modo. Nunca más sería llevado de aquí para allá por fuerzas e intereses que ni me importaban ni podía entender.”
En ese intento de recobrar el individualismo perdido, el protagonista, su amada y el resto de

Aunque algunos aspectos de la novela pueden parecer ya caducos, especialmente la paranoia de los personajes tan característica de la Guerra Fría y que aquí está ejemplificada por los trífidos, éstos no constituyen el verdadero núcleo de la historia. El auténtico acierto de Wyndham reside en utilizar la catástrofe y las plantas asesinas como meras excusas para desarrollar lo verdaderamente relevante del argumento: ¿Cómo sobrevivir? Y no se trata de una pregunta meramente pragmática (cómo obtener alimento, evitar a los trífidos, dónde encontrar cobijo…) sino ética. Dado que el número de los que ven es mucho menor que el de los ciegos ¿deberían ser estos últimos salvados por los primeros? Al fin y al cabo, desde un punto de vista estrictamente lógico, no harán sino consumir recursos y esfuerzos de quienes ven sin aportar a cambio nada productivo al nuevo mundo. Serán, en

Son preguntas que tratan de responder las diferentes comunidades que van surgiendo tras el desastre y con las que entran en contacto Masen y Josella. Así, el protagonista recibe una lección de eugenesia por parte de un grupo de intelectuales atrincherados tras las puertas de la Universidad de Londres, que insisten en que toda moralidad debe dejarse atrás con el pretexto de que lo más importante es preservar la especie; Coker, un obrero ilustrado con el que saquea las abandonadas tiendas y almacenes de Londres, exhibe unas ideas sobre el socialismo y la lucha de clases que escandalizan la mentalidad burguesa de Masen; la comunidad de las afueras de Tynham bien podría ser el college de Tolkien en Oxford: un refugio para cristianos convencidos que se niegan a atenuar la intensidad de sus creencias para poder sobrevivir. Masen no puede entender su rechazo a adaptarse a la nueva situación ni su decisión de esperar pasivamente “hasta que lleguen los americanos y restauren el orden”. Al final, Masen y Josella abandonan cualquier intento de integrarse en una comunidad, prefiriendo limitarse a la familia, alejándose de las ciudades e instalándose en una granja.
Desgraciadamente, al final, nos dice Wyndham, incluso en mitad de una catástrofe de ámbito

De hecho, el auténtico temor que transmite la novela no es tanto la aparición de un nuevo predador ni la tragedia de millones de personas condenadas por haber quedado ciegas, sino la potencial pérdida del conocimiento colectivo acumulado tras siglos y siglos de vida en sociedad. La desaparición de la ciencia y la industria puede condenarnos a regresar a la edad de piedra, no importa lo paternalista y organizada que sea la nueva sociedad que surga del desastre. El discurso que Wyndham articula sobre la evolución social es tan claro como poco halagüeño: la ciencia y la adquisición de conocimiento son lujos que están fuera del alcance de una sociedad desintegrada que debe obtener todo lo necesario para sobrevivir a base de puro esfuerzo físico.
El éxito de Wyndham se debió también a su distanciamiento respecto a los esquemas

El final de la Segunda Guerra Mundial había sido un momento de triunfo para las fuerzas aliadas y las poblaciones de los países liberados, bien de la ocupación alemana, bien de la amenaza de la misma. Pero conforme fue pasando el tiempo, la gente empezó a darse cuenta del profundo efecto que la guerra había tenido en sus vidas y a comprender la devastación que había causado en muchísimos países. La década de los cincuenta fue un tiempo de recuperación y consolidación de la paz mientras el mundo hacía inventario de lo perdido y las familias se resignaban a

De ahí, como comentaba más arriba, la sustitución del héroe autosuficiente por hombres más corrientes (la liberación de la mujer vía el movimiento feminista de los sesenta aún debía aguardar unos cuantos años) que se asemejaban más al lector medio de ciencia ficción, quien, lejos de ser un intrépido aventurero capaz de reaccionar adecuadamente ante cualquier situación, quedaba asombrado y confuso ante los cambios que se operaban a su alrededor en el mundo real. En ese nuevo marco, las tramas se focalizaron en el mundo de la clase media. Ahora, cuando los alienígenas invadían, lo hacían ocupando sigilosamente pequeñas ciudades indefensas, o se apoderaban de las mentes de gente ordinaria para que nadie se diese cuenta de la amenaza hasta que fuera demasiado tarde.
De este modo, en “El Día de los Trífidos”, Bill Masen no pretende salvar al mundo (aunque, al

Esos valores no sobrevivirían a la década siguiente. Los años sesenta contemplaron otro cambio de ritmo, la contracultura tomaría las riendas despreciando los valores tradicionales de la burguesía y los escritores de ciencia ficción, aunque siguieron imaginando escenarios postapocalípticos, se mostraron bastante más pesimistas respecto a lo que se podía esperar de los supervivientes.
En definitiva, “El Día de los Trífidos” es una novela de fácil lectura, emocionante, sin pretensiones pero con poderosas imágenes, que mezcla el terror y la ciencia ficción para narrar con sólido ritmo una de las mejores historias de catástrofes que se hayan escrito. El mundo se acaba y ya nunca volverá a ser lo que conocimos. Pero a pesar de todo, los protagonistas mantienen y transmiten un rescoldo de esperanza de que seguiremos siendo humanos si perseveramos en no renegar de los logros inmateriales que nuestra especie ha conseguido: el esfuerzo, la disciplina, la adaptabilidad, la compasión, la familia y el amor.
Parece chula...
ResponderEliminarGran novela. Aparte de los temas que apuntas, lo que siempre me ha fascinado de ella es cómo Wyndham logra unir dos conceptos de ciencia ficción sin relación aparente entre ellas, como la ceguera mundial y la invasión de trifidos, para que sean creibles y no chirríen como artificio. Naturalmente cuando se advierte que las dos catástrofes son causadas por el ser humano, entonces hay un hilo conductor común. Pero eso no es evidente y sin embargo no se echa de menos. Tiene un pulso narrativo envidiable que hace que no veamos las tramoyas.
ResponderEliminarAparte de eso, decir que ese comienzo del protagonista despertando sin saber qué ha pasado alrededor creo que ha sido homenajeada decenas de veces en el género, desde The Walking Dead a 28 Days Later o incluso los juegos de ordenador tipo Resident Evil y descendientes.
Muy recomendable, siempre.
hola, me parecio un libro muy raro, no me termino de gustar, pero me dejo un sentimiento ambivalente, a ver, la premisa me parece muy inverosimil aun para scifi, pero despues de eso el escritor hacer un muy buen trabajo de contar que pasa socialmente en la crisis, eso si esta muy bien y como dice el comentario de arriba han tomado hasta el hartazgo en cantidad de obras varios de sus estrategias, me parece a mi o el libro de saramago toma mucho de este libro? es muy interesante como se desarrolla psicologicamente la nueva estructura social, cosa que parece rara por el año en que fue escrito. muy buena la ubicacion historica y de temas del momento que haces para entender las obras y como fueron construidas. muchos saludos.
ResponderEliminarMe parece curioso que no dediques algunas líneas a analizar la forma en que el escritor trata a las mujeres, algo usual en el blog. Después de leer algunos de sus cuentos, Wyndham me pareció un escritor muy machista, como Asimov en sus primeras obras, sin embargo en El día de los trifidos da un giro completamente diferente al de sus cuentos. La chica de la novela no es una damisela en peligro ni anda buscando un hombre que cuide de ella, se defiende por sí misma con su astucia y tiene ideas sobre como salvar a la especie. También hay un momento muy interesante donde un hombre tiene una discusión con una mujer que se ha quedado sentada a oscuras porque no sabe manejar un generador eléctrico; ella está esperando que un hombre llegué a hacer ese trabajo en lugar de aprender a valerse por sí misma. Todo el diálogo entre ambos es una crítica muy certera a la idea de que las mujeres son débiles por naturaleza e incapaces de aprender conceptos complejos, algo que, lamentablemente, muchas mujeres aceptan por comodidad, como esa misma chica. Me pareció bastante interesante ese aspecto del libro.
ResponderEliminarme gustaría ver a las féminas de el juego del hambre y divergente en la saga de resident evil o la de soy leyenda sin el will smith,SERIA PADRE NO CREEN(DESCENDIENTES DE EVA VENGANDOSE Y DESQUITANDOSE DE TODOS LOS HIJOS DE ESA LILLY) Y por el desprecio que le hizo a Adán y como destruye a la serpiente y su demonio que la engaño ,POR FIN
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