miércoles, 24 de abril de 2019

2011- LA COSA – Matthijs van Heijningen Jr


La Cosa”, dirigida por John Carpenter en 1982, es una de las películas clásicas por excelencia de la ciencia ficción. En su momento, sin embargo, no se supo ver su calidad y la importancia que tendría en el género. Su estreno quedó oscurecido por el masivo éxito de “E.T. El Extraterrestre” (1982) y los espectadores la ignoraron mientras que los críticos se mostraron divididos en su opinión. Con el paso de los años, no obstante, su reputación mejoró sobre todo gracias a sus impactantes efectos especiales, el culmen de lo que en pantalla se había logrado en cuanto a espectaculares transformaciones físicas. Se convirtió en un film de culto y pasó a ser considerado como una de los mejores títulos de la filmografía de John Carpenter.



La idea de hacer una secuela de “La Cosa” había venido anunciándose periódicamente durante décadas y llegó a rumorearse la participación como director de Rob Bottin, el legendario creador de los efectos de maquillaje de la película original. Con el comienzo del nuevo siglo, los estudios de Hollywood empiezan a revisitar y exprimir todos los éxitos que el género del terror había disfrutado en los setenta y ochenta de la centuria anterior. Ahí tenemos títulos como “La Matanza de Texas” (2003), “Willard” (2003), “La Masacre de Toolbox” (2004), “El Amanecer de los Muertos” (2004), “El Terror de Amityville” (2005), “Asalto al Distrito 13” (2005), “La Niebla” (2005), “Las Colinas Tienen Ojos” (2006), “La Profecía” (2006), “Halloween” (2007), “Abril Sangriento” (2008), “It´s Alive” (2009), “Viernes 13” (2009), “Pesadilla en Elm Street” (2010), “Piraña” (2010), “Noche de Miedo” (2011), “Carrie” (2013), “Posesión Infernal” (2013), “Poltergeist” (2015), “Cementerio de Animales” (2019)… y muchos otros. Es dentro de esa corriente donde cabe inscribirse esta nueva “La Cosa”, que ya antes de estrenarse fue recibida con una mezcla de frialdad y escepticismo por parte de los rendidos fans de John Carpenter.

En 1982, la paleontóloga Kate Lloyd (Mary Elizabeth Winstead) es reclutada a toda prisa y en
secreto por un equipo de científicos noruegos que la trasladan a su base de investigación en la Antártida. Resulta que han descubierto una nave alienígena que lleva enterrada en el hielo cien mil años; en sus cercanías han encontrado una criatura congelada. Con ayuda de los conocimientos de Kate, cortan el bloque de hielo donde está el ser y lo transportan hasta la base. Esa noche, el extraterrestre vuelve a la vida, sale del hielo y mata a varios miembros del equipo antes de que puedan acabar con él.

Por la mañana, se disponen a trasladar por helicóptero a uno de los heridos a una base mayor para que reciba tratamiento cuando Kate se da cuenta de que ocurre algo raro. Cuando hace
señales al helicóptero para que vuelva a aterrizar, uno de los hombres en su interior se transforma en la criatura y provoca que la aeronave se estrelle. Kate explica a sus colegas que se enfrentan a un alienígena capaz de cambiar de forma y cuyas células tienen la capacidad de absorber y replicar las de otro ser y transformarlas en un duplicado del original. En ese punto, cualquiera de los que conforman el grupo podría haber sido infectado y reemplazado por La Cosa. Rodeados de una feroz tormenta que los aísla del exterior, deben averiguar quién de ellos es humano y quién no.

La diferencia entre los remakes de películas anteriores como las que he indicado y el de “La Cosa” es que, aunque conserva el mismo título que el original, la de 2011 fue vendida como una
precuela y no un remake estricto, narrándonos la aventura de los noruegos que ocupaban la base que visitaba al comienzo el protagonista de la película de 1982. Dicho esto, el film de 2011 copia con más o menos variaciones las principales escenas del original, por lo que puede considerársele un remake en todos los aspectos excepto en el nombre. Así, hay secuencias en la que los científicos corren por la base persiguiendo al extraterrestre con lanzallamas; encierran a algunos de sus compañeros en un cobertizo por desconfiar de su auténtica naturaleza; los perros sufren el ataque de la criatura; vemos una variante a mayor escala de la cabeza-araña… Se llega a copiar incluso la famosa y tensa escena de la prueba de muestras de sangre, pero en esta ocasión examinando los empastes de los implicados (se nos explica que la criatura tiene la vulnerabilidad de no poder replicar implantes no orgánicos).

El resultado no se diferencia mucho de lo que ocurrió con la primera película del relanzamiento de “Star Trek” (2009) para la gran pantalla, cuyos responsables parecían querer ofrecer un remake/reboot del original pero no se atrevieron a prescindir del todo de la continuidad ya
establecida en la franquicia. Su solución fue bifurcar la línea temporal para crear un nuevo universo alternativo en el que todo lo que vemos nos resulta familiar pero donde los guionistas se libraron de la esclavitud de la continuidad y la coherencia con todo lo hecho previamente. En lo que se refiere a “La Cosa”, este remake explica bien cómo se encontró la nave, muestra la extracción del bloque de hielo con la criatura y detalla meticulosamente a lo largo de la película cómo y por qué la base y sus ocupantes quedaron tal y como los encontraron los americanos al comienzo de la cinta de Carpenter. Intercaladas con los créditos finales, varias escenas terminan de unir las dos películas.

A priori, no estoy por sistema en contra del concepto de precuela. Existe en mi opinión una
tendencia generalizada a considerar este tipo de películas como una pérdida de tiempo y de dinero. Es una postura no exenta de lógica. Después de todo, ya sabemos cómo va a acabar la historia así que es difícil mantener el suspense. Por otra parte, ¿cuántas precuelas van a estar a la altura de su predecesor? Siendo consciente de la validez de estos argumentos, también es cierto que lo que se pierde en suspense puede ganarse en sentido trágico. Y en cuanto a la proporción de films de calidad, uno puede preguntarse también cuántos títulos verdaderamente maravillosos vemos al año en comparación con los miles que se estrenan. No hay un método probado para realizar una película de calidad, nunca se sabe cuál va a triunfar y cuál no y por ello no es justo emitir una crítica negativa apoyándose solo en su condición de precuela de otro título ya existente y de éxito.

El director y el guionista demuestran su entusiasmo y cariño por la película de Carpenter explicando con detalle y lógica cómo se llegó al caótico escenario que Kurt Russell encuentra al
comienzo de “La Cosa 1982”. Los primeros veinte minutos de la película ofrecen una muy competente historia de terror, con la rápida presentación del misterio y los personajes y la sensación de amenaza inminente. No es nada atrevido ni innovador, pero sí una película a la vieja usanza que utiliza correctamente todos los ingredientes clásicos de la serie B de terror. Pero cuando la criatura despierta y comienza a sembrar muerte y destrucción a su paso, la historia pierde enteros, entre otras cosas, debido a lo acostumbrados que estamos ya a los efectos digitales y al poco impacto que nos causan.

Los efectos especiales de “La Cosa 2011” tienen más animatrones, cables y látex de lo que
podría parecer a primera vista y, en general, están bien fusionados con los más modernos recursos digitales. Éstos ofrecen unos mayores dinamismo y flexibilidad de movimientos a la criatura pero pierden por el camino ese terror fantasmagórico, irreal y grotesco que desprendían los modelos de Rob Bottin en la cinta de 1982. La conmoción que éstos causaron en su momento, ya lo he dicho, fue fenomenal, algo que no pueden decir los técnicos de los diferentes estudios de efectos visuales que han intervenido aquí y por mucho que entre ellos se hallen nombres tan importantes como Alec Gillis (“Tropas del Espacio”, “El Hombre sin Sombra”) o Tom Woodruff Jr (“Terminator”, “Aliens”). Los efectos digitales ofrecen algunas creaciones indudablemente pesadillescas –como la criatura lovecraftiana del interior de la astronave-, pero la mayoría carecen de esa extravagancia y personalidad con que Carpenter supo imbuir a cada encarnación de la criatura y se limitan a ser variaciones de los tópicos tentáculos perforapechos.

Hay un par de momentos en los que el director consigue la mezcla idónea: la transformación de
Juliette (Kim Bubbs) en unas fauces alienígenas y su torso tratando de devorar a un compañero; y la variación de la cabeza-araña, esta vez un cuerpo completo que se desplaza velozmente y que se adhiere a otro ser para fundir sus carnes. Tanto en estos momentos como en la escena en la que Kate revisa los empastes de los compañeros, Matthijs van Heijningen demuestra ser capaz de imitar el talento con el que John Carpenter dirigió la original.

De todas formas, hubo un par de nombres de peso que terminaron bastante molestos por el desarrollo que tuvo el proyecto en diferentes fases. El primer borrador de guión lo realizó
Ronald D.Moore (“Star Trek: La Nueva Generación”; “Battlestar Galáctica”) pero al final Universal optó por contratar a Eric Heisserer (“Pesadilla en Elm Street: El Origen”, “Destino Final 5”), de perfil muy inferior. En 2013, Moore coprodujo y escribió la serie “Helix” , en la que un equipo de científicos descubre en la Antártida un virus alienígena tremendamente letal que muta a los humanos. Y en cuanto a Alec Gillis, encargado del maquillaje, se sintió traicionado por el estudio cuando, tras ver las pruebas ya rodadas, exigió que la mayoría de los animatrones se reemplazasen por CGI. Sus diseños seguían ahí, pero todo el minucioso trabajo de fabricación y modelaje había sido en vano: bien hubiera podido hacer tan sólo los dibujos y enviarlos por email. De hecho, se enfadó tanto que abandonó y luego escribió y dirigió su propio homenaje a “La Cosa”, “Harbinger Down” (2015), en la que todos los efectos se realizaron con técnicas tradicionales. En cuanto a Matthijs van Heijningen Jr., no ha vuelto a dirigir ninguna película desde entonces (quizá tuvo algo que ver el decepcionante resultado en taquilla, que no recuperó siquiera el modesto presupuesto de 38 millones de dólares).

Dejando aparte el capítulo visual, “La Cosa 2011” funciona bien como lo que es: una película de suspense y terror con un monstruo que va liquidando uno a uno a un grupo de personas aisladas en un lugar remoto. No son una premisa ni un desarrollo particularmente originales pero tiene emoción, ritmo y reserva algún que otro susto. El problema está en que el monstruo, aunque no sea una criatura que podamos comprender, sí ha de ser coherente en sus motivaciones; y aquí eso no ocurre. En el cuento de Campbell, el alienígena intentaba construir una nave espacial, supuestamente para continuar su misión invasora por el sistema solar; en la película de Carpenter, la Cosa sólo
quería replicarse, como si fuera un virus. En esta versión, primero parece que busca matar y copiarse huyendo de la base al mundo exterior. Pero luego empieza a torturar a algunos humanos de formas bastante desagradables, como esa escena en la que se medio fusiona con uno de los científicos, un método violento e innecesario para infectar a su víctima. Y entonces, cuando uno piensa que después de todo no es más que una bestia vengativa, nos enteramos de repente de que lo que en realidad pretendía era regresar a su nave. Por tanto, ¿ante qué clase de alienígena estamos? ¿Alien? ¿Predator? ¿E.T.? Cualquiera hubiera valido, pero no los tres consecutivamente.

Hay otro momento hacia el final de la película en la que guionista y director se equivocan al apartarse de la sombra de su antecesora. Lo verdaderamente aterrador de ésta era lo extraño y alienígena que resultaba la criatura. No sólo es que proviniera de otro mundo sino lo
inexplicable e inhumano de su biología, aspecto y comportamiento. Aunque en el film de Carpenter se indicaba la existencia de una nave, se hacía de pasada, sin detenerse en ello. El monstruo había llegado a la Tierra, pero el espectador carecía de contexto, origen claro o propósito para él. Todo lo que sabía era que el monstruo podría acabar con la especie humana. Por desgracia, “La Cosa 2011” no asimila ese cariz de horror existencial y se siente en la obligación de explicar más de lo necesario situando todo el acto final en la nave enterrada en el hielo. Hay mucho CGI, lucecitas que brillan y parpadean, sonidos raros y una especie de Tetris luminoso tridimensional de función desconocida absolutamente incongruente con lo que le rodea y con la propia criatura. De repente y al alejarse de la paranoia y claustrofobia que reinaban en la base, el monstruo parece menos amenazador (parece ser que inicialmente el guión profundizaba más en los orígenes del alien, sugiriendo que se trataba de un experimento biológico fallido).

Otro molesto detalle de esta cinta es el esfuerzo que la productora hace por situar artificialmente a dos americanos en el centro de la acción. A pesar de que la peripecia
transcurre en una base noruega, los dos protagonistas, la científica Kate Lloyd y el piloto Braxton Carter (Joel Edgerton) son de nacionalidad americana y el idioma que se habla es el inglés, concesiones sin duda destinadas a facilitar la comercialización de la película en la América profunda pero que resultan absurdas e inverosímiles. Al menos, el director (de nacionalidad holandesa y debutante en largometrajes) pudo inexplicablemente convencer al estudio para que contrataran a actores escandinavos que, además, hablan entre ellos noruego durante una parte razonablemente extensa de la trama.

No puede decirse demasiado de los personajes dado que esta es una película que los utiliza
básicamente como carnaza desechable. Son poco profundos y están escritos con un enfoque absolutamente funcional aunque, en honor a la verdad, tampoco es que los de Carpenter estuvieran muy trabajados y ninguno de ellos superaba el nivel de insulso. El guión los presenta rápidamente y no necesita de grandes sutilezas para que el espectador comprenda enseguida quiénes son los “buenos” y quiénes van a causar problemas (reservándose, eso sí, un margen para la sorpresa).

Por lo demás y dejando aparte que resulta refrescante ver rostros poco conocidos y no anglosajones actuando en una película americana, cabe destacar de entre todo el reparto a
Mary Elizabeth Winstead, que cumple bastante bien con lo poco que se le da y resulta moderadamente convincente como científica transformada por las circunstancias en heroica guerrera (su personaje se modeló siguiendo las líneas de Ellen Ripley). Tiene una mirada muy expresiva que le permite transmitir tanto o más que con palabras, como cuando desaprueba los métodos de su patrón al manipular a la criatura congelada o su enfado y sentimiento de aislamiento posterior. Eso sí, tampoco se libra de implausibilidades varias, como la de abandonarlo todo de un día para otro y aceptar sin preguntas participar en una sospechosa y urgente misión en un sitio tan hostil como la Antártida. Por su parte, Joel Edgerton interpreta básicamente el mismo personaje que Kurt Russell en la de Carpenter: un piloto desaliñado y algo ceñudo que no consigue redondear el arquetipo de “tipo duro”, entre otras cosas porque éste es compartido con su compañera de reparto y él sale desfavorecido en la comparación..

“La Cosa 2011” adolece de los mismos problemas que lastran a muchos remakes modernos:
actualiza a los nuevos tiempos la trama original pero ni consigue la significancia de su antecesora ni mejorarla en aspectos relevantes. Entiendo que es injusto valorar a una película a la sombra de otra anterior. Estoy seguro de que si Carpenter no hubiera dirigido en los ochenta “La Cosa”, el intento de Matthijs van Heijningen Jr habría sido mucho mejor recibido. Pero claro, cuando tanto él como el guionista Eric Heisserer optan por hacer una precuela de un film ya existente –por mucho que luego sea un remake-, la comparación es inevitable ya que la pretensión es que ambas cintas formen una especie de unidad.

Por otra parte, aunque la mayoría de los aficionados a la CF conocen el film de 1982, no debería olvidarse que éste había sido en realidad un remake de una película anterior, “El Enigma de Otro Mundo” (1951), otro clásico por derecho propio y pionero de esa moda cinematográfica de los años cincuenta sobre invasiones alienígenas. A su vez, las dos películas estaban basadas en un cuento escrito por John W.Campbell Jr en 1938, “¿Quién Anda Ahí?”. Así que “La Cosa” quizá se esté convirtiendo en un relato clásico como, por ejemplo, “Frankenstein” o “Robin Hood” que es reformulado y vuelto a contar para cada nueva generación. Al fin y al cabo, la historia que plantea siempre ha estado vigente: el aislamiento, la paranoia, el peligro de muerte inminente y cómo reaccionamos ante esa situación extrema. De la misma manera que no tiene mucho sentido comparar las versiones literarias o cinematográficas de los años treinta, cincuenta y ochenta, quizá lo mejor sea no quejarse porque Hollywood haya revisitado la misma historia y verla como lo que es: una película de monstruos y sustos que funciona razonablemente bien. No tiene el diseño de criaturas ni el genial pulso narrativo a la hora de ir creando suspense y paranoia de la de Carpenter, pero sí es disfrutable como entretenimiento de calidad mediana y consumo masivo para audiencias generalistas poco inclinadas a revisar películas “antiguas”. De hecho, lo más probable es que quien vea “La Cosa 2011” sin conocer en absoluto su antecesor ochentero, quede como mínimo moderadamente impresionado.



2 comentarios:

  1. A mi también me gusto este remake, mejor que muchos otros que se han hecho en los últimos tiempos
    Un saludo

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  2. wena critica, de acuerdo en muchisimos argumentos del autor del blog,

    de todas formas,,, es interesantes estos remakes o precuelas,, para futuras generaciones,,

    ojalan hagan mas,,

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