Más de ciento veinte años pasaron desde que apareciera por primera vez “La Guerra de los Mundos” (1898) de H.G.Wells hasta que la BBC realizara su propia adaptación televisiva, ya en un siglo y en un momento en el que este medio ha alcanzado estándares de calidad nunca soñados antes en el género. Y el formato elegido fue el de una miniserie de tres episodios largamente anunciada y esperada por los fans de la ciencia ficción.
Uno de los rasgos que caracterizan a las historias clásicas es su capacidad de adaptación a los tiempos. Sus personajes, sus temas, sus tramas… pueden extrapolarse a otros lugares, a otras

Así que la decisión de la BBC1 de realizar una adaptación de la novela que respetara el marco geográfico y temporal de aquélla recuperando el espíritu inglés que había quedado anulado en

Para empezar, hay que admitir que “La Guerra de los Mundos” no es una novela fácil de adaptar al medio audiovisual sin efectuar cambios. Tiene un narrador en primera persona cuyo papel es básicamente pasivo y que se limita a ejercer de testigo del desastre; y un desenlace

Uno de los problemas a los que se tiene que enfrentar el guionista de ficciones cinematográficas o televisivas en el subgénero de desastres -y una invasión alienígena ciertamente supondría una para la especie humana- es hasta qué punto acercar el foco a los personajes. Limitarse a

El situar la historia en la Inglaterra eduardiana (no la victoriana, como en la novela), esto es, una década después de que el libro fuera publicado, permite al productor y guionista Peter

Los créditos de apertura son muy del estilo de las series americanas “de prestigio”, con

Para colmo, George es un periodista de principios progresistas al que su conservador editor no tiene en demasiada estima. Él y Amy tienen una conversación en la que se preocupan por su supervivencia financiera si George pierde su empleo en el periódico. Amy dice que aún tienen el dinero de su padre, algo que George considera “no muy

Y mientras tanto, ¿qué hay de los extraterrestres? Aparte de algunas imágenes ominosas de la superficie de Marte y la salida de ese planeta de objetos con destino a la Tierra, aquéllos se

En lo que no se ha invertido demasiado dinero del presupuesto es en crear grandes escenas de devastación. Además, la localización muy específica del periplo del protagonista y los trípodes que Wells describía en su novela se pierde aquí a favor de una serie de pueblos genéricos;

Con todo, el director Craig Viveiros consigue poner en pantalla unos efectos razonablemente más elaborados de lo que uno podría esperar para una producción televisiva y a pesar de una renderización cuestionable en algunos pasajes, sí hay momentos bastante impresionantes por su violencia. Los trípodes transmiten sensación de peligro y la desgracia que siembran a su paso está retratada de forma convincente dentro de sus limitaciones y de lo sobado que está ya este subgénero de invasiones violentas. Mención especial merece el inquietante sonido que acompaña a los

Por desgracia, “La Guerra de los Mundos” tampoco alcanza grandes cotas en otros aspectos importantes. Los viandantes anónimos que asisten a la invasión carecen de sustancia y sus muertes están escenificadas de una manera tan mecánica que fracasa a la hora de causar el impacto debido. La novela de Wells incluía escenas de pánico colectivo en las que quedaba tristemente patente lo delgada que era la capa de civilización de la que tanto nos enorgullecemos. Describía a sus ciudadanos como

Por otra parte, la novela carecía de personajes potentes y era más bien un recorrido algo frío por el infernal panorama de desolación y pánico que dejaban tras de sí los trípodes marcianos. Tanto la película de los cincuenta como la de los dos mil trataron de introducir un mayor

A ello se añaden evidentes problemas de estructura y ritmo. El arranque es demasiado lento, una circunstancia que no habría importado en una serie con seis u ocho episodios pero que, constando solo de tres, lo hace excesivamente moroso. Además, la continua inserción de escenas que tienen lugar en el miserable futuro post-invasión, mucho más lentas y oscuras, puede obedecer al deseo de ir encajando cliffhangers que mantengan el suspense del

Y todas estas carencias son una lástima porque “La Guerra de los Mundos” tiene sus aciertos. En lugar de emular adaptaciones previas o seguir escrupulosamente un libro que, como decía, tiene imágenes potentes pero personajes desdibujados, introduce algunos cambios importantes que mejoran la historia original.
Por ejemplo, Wells marginó completamente a la mujer del protagonista, incluyéndola tan solo en un par de páginas y privándola de papel activo alguno en la trama. Pensando que esa decisión narrativa, aunque acorde a su época, era tremendamente injusta, Harness convierte a

Hay otra referencia a la modernidad en las escenas ambientadas en el futuro, años después de que los marcianos fueran derrotados. Inglaterra ha sido devastada (al igual que, se nos da a entender, el resto del planeta). El cielo está permanentemente cubierto de unas nubes rojizas y el suelo ha quedado estéril -a excepción de los cementerios, quizá por la materia orgánica en descomposición-, creciendo sólo en él vegetación marciana. Podemos suponer que la expedición alienígena no era tanto de invasión y conquista como de diseminación de catalizadores

Se incluye también una crítica a la cerrazón religiosa: ante una situación extrema y sin que los pocos científicos supervivientes sepan aportar soluciones urgentes, la gente se vuelca en la religión para poder dar sentido y esperanza a la ruina en la que se han convertido sus vidas y su mundo. Así, el sacerdote, quien parece haberse erigido en líder de la comunidad, quizá para preservar su nueva situación de poder y prestigio, se niega a ver que Ogilvy puede haber encontrado una solución para la infestación de flora marciana. Si la fe religiosa ha contribuido a sostener los jirones espirituales de los supervivientes y que éstos, aunque tambaleantes, sigan adelante, su desconfianza hacia la Ciencia como medio de revertir a medio plazo una situación letal, puede acabar abocando a la especie a la extinción. Es, de todas formas, una crítica algo tosca, como también la verbalización gratuita por parte de George de la alegoría intrínseca de la obra de Wells: un ataque a la mentalidad colonialista y arrogante del Imperio Británico.
Esta diatriba se complementa con los momentos de humillación de la vieja guardia, encarnada ésta tanto en los soldados enviados a eliminar a las esferas marcianas con cañones como en los rancios políticos cuya jactancia, orgullo y ciega fe en su supremacía tecnológica y racial hace que su inevitable destrucción sea más satisfactoria que trágica. Las imágenes de los muros cubiertos de fotografías de los desaparecidos dejadas por sus desesperados parientes ansiosos de noticias, resultan tristemente familiares y reminiscentes de otras tragedias muy reales de nuestro mundo.
Aunque se han realizado cambios importantes en la historia, no se puede decir que Harness traicione el espíritu de la obra de Wells. Si bien se incorporan modificaciones y actualizaciones, el guionista no ha destrozado la historia original con el fin de ofrecer algo nuevo y rompedor; en este sentido, se puede decir que es una versión respetuosa. Pero aunque sea digno de elogio el tratar de modernizar el subtexto del libro, da la impresión de que quiere decir demasiado al mismo tiempo, prescindiendo además de sutileza y, a la postre, sin llegar a concretar nada en absoluto.
Esta versión de “La Guerra de los Mundos” es, en resumen, una oportunidad desperdiciada, con un plantel de actores desaprovechado y una calidad propia de un episodio del “Doctor Who”. En la era de Netflix, Amazon y HBO, los fans tenían derecho a esperar más y a sentirse decepcionados por el resultado.
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