Si se hace un recuento de novelas y cuentos de CF escritos en los años sesenta y posteriores, una parte importante de los mismos, probablemente la mayoría, puedan adscribirse a lo que se conoce como “Ciencia Ficción Dura”. Muchos lectores consideran esta modalidad como la más auténtica, la más representativa del género y aquélla con la que más disfrutan. No se puede discutir sobre los gustos de la gente, pero sí puede argüirse que los principales logros del género en los sesenta tenían poco que ver con los escenarios y protocolos propios de la Ciencia Ficción dura de la Edad de Oro. Esas obras destacadas, en cambio, proyectan una fascinación por los temas de la trascendencia y el mesías y aunque estudian el tema de diferente manera y con distinto grado de acierto, las novelas de CF “blanda” más importantes de los sesenta y comienzos de los setenta han mantenido su popularidad, dejando atrás a no pocas aventuras espaciales. Ahí tenemos el “Dune” (1965), de Frank Herbert; la saga de Jerry Cornelius (1968), de Michael Moorcock; “Los Tres Estigmas de Palmer Eldritch” (1965), “¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?” (1968) o “Ubik” (1969), de Philip K.Dick; y la que a continuación comentaré, “Forastero en Tierra Extraña”, de Robert Anson Heinlein.
Fueron todos estos trabajos seminales de la CF que, además, disfrutaron de proyección más allá de los límites del género. Una obra en la misma línea, publicada años antes y fuera del ámbito de este blog pero que alcanzó su éxito masivo en los sesenta, fue “El Señor de los Anillos” (1951-53), de J.R.R.Tolkien, una aventura sacramental que aborda cuestiones teológicas como

Probablemente existen muchas explicaciones para esta persistente obsesión por la figura del mesías. Después de todo, los sesenta fueron la época en la que los Beatles se declararon iguales a Jesus en importancia o influencia; en la que florecieron religiones alternativas y cultos de lo más extravagantes; en la que muchos anunciaron el fin de los tiempos o la llegada de la Era de Acuario. Había cierto sentimiento de que la tecnología humana había alcanzado ya la imaginación apocalíptica de generaciones anteriores que habían profetizado el fin del mundo. Es cierto también que mucha de la CF de aquellos años absorbió y reflejó –en no pocas ocasiones de forma torpe y exageradamente angustiada- el temor a la aniquilación nuclear. Pero igualmente lo es que esa

Es un error pensar que la Nueva Ola de la CF y su obsesión por los conceptos sofisticados y profundos y el énfasis que ponía en la prosa y la estructura narrativa, fuera un movimiento minoritario acogido sólo por una pequeña vanguardia. En los sesenta, la ciencia ficción ya no era una literatura para una minoría de aficionados muy fieles sino que se había expandido más allá gracias a un puñado de obras señeras como las antedichas. Sea como fuere, ya al término de la década de los sesenta ese impulso febril por la búsqueda de trascendencia empezó a perder fuerza y, en lo que se refiere a la CF, se llegó a una especie de reconciliación entre los defensores más radicales del concepto y

La primera expedición al planeta Marte desapareció sin dejar rastro. Cuando un cuarto de

Debido a su filiación familiar y a su origen, Smith no sólo se convierte en una celebridad sino que resulta ser dueño de una auténtica fortuna que le pone en el punto de mira de múltiples facciones. Él es ajeno a esa red de intrigas. No puede comprenderlas porque su mente es marciana y todo en la Tierra le resulta extraño y confuso aun cuando aprende con rapidez
Un periodista especializado en escándalos, Ben Caxton, y una enfermera del hospital donde tienen retenido a Smith, Jill, le ayudan a escapar cuando comprenden que el gobierno está

Jubal, entrado en años y kilos y pagado de sí mismo, presume de tener un profundo conocimiento del mismo mundo al que ha renunciado para vivir aislado en una lujosa burbuja. Cínico y misántropo, encamina involuntariamente a su protegido Smith por el camino de la religión, lo que supondrá eventualmente su trágico final. El deseo de Smith es el de unir a toda la Humanidad en una sola comunidad en armonía con el universo, pero comprende que la única forma de conseguirlo es utilizar los trucos y métodos de la religión populista. Así que crea una nueva moral regida por principios marcianos y funda una religión cuyo éxito le atraerá la animadversión de los poderosos.

No fue, sin embargo, un éxito inmediato y, de hecho, cuando se publicó, las ventas no fueron particularmente buenas. Sin embargo, poco a poco fue cogiendo fuerza en los ambientes universitarios junto a otras obras como “El Señor de las Moscas”, “Sidartha” o “El Señor de los Anillos”. Estudiantes y militantes de la contracultura la acogieron como auténtica “Biblia” de pensamiento al entender que estaba en completa sintonía con su propia visión del mundo gracias a su extravagante iconoclastia y su prédica de los placeres de la vida comunal, el amor libre, el anarquismo y el individualismo feroz frente a las contradicciones y alienación de la vida moderna, la búsqueda

Sin duda parte del éxito que obtuvo y la razón por la que llegó a un público generalista es porque excepto por su protagonista, un humano criado y educado por marcianos, “Forastero en Tierra Extraña” no es tanto ciencia ficción como una fantasía satírica con un claro interés en el comentario social, la religión y la filosofía política. Aunque comienza como un relato bastante convencional, con una premisa y un desarrollo cautivadores tal y como Heinlein sabia hacer, no tarda en apartarse de lo esperable para convertirse casi en un ensayo en el que se exponen a través de profusos diálogos los puntos de vista del autor sobre diversos temas. Lo que hace Heinlein es actualizar el estereotipo del “Niño Salvaje” (cuyo máximo exponente en la ficción es Tarzán) convirtiéndolo en un extraterrestre y utilizarlo para analizar al ser humano a través de sus ojos, esto es, con distancia y perplejidad, llamando la atención sobre las contradicciones e injusticias de nuestra naturaleza y vida social que nosotros damos por sentadas por carecer de perspectiva.
Pero al mismo tiempo, Mike es, al menos en parte, humano, lo que le permite acabar comprendiéndonos, simpatizando con nuestra (su) especie, fundirse entre nosotros para luego tratar de cambiarnos pulsando los resortes precisos. Como dice enfáticamente Ben Caxton: “En realidad no necesitamos a Mike. Oh, no estoy intentando desprestigiarle; no me interprete mal. Pero usted podría haber sido el Hombre de Marte. O incluso yo. Mike es como el primer hombre que descubrió el fuego. El fuego estaba allí durante todo el tiempo… y una vez que él demostró que podía usarse, todo el mundo pudo utilizarlo… Al menos, cualquiera con el suficiente sentido común como para no quemarse los dedos (…) Mike es nuestro Prometeo… pero recuérdelo, Prometeo no era Dios. Mike no deja de subrayar eso. Usted es Dios, yo soy Dios, él es Dios… todo eso se asimila. Mike es un hombre, igual que todos nosotros, aunque sabe más cosas. Un hombre muy superior, de acuerdo; un hombre inferior, instruido en las cosas que saben los marcianos, podría haberse erigido en un dios de pacotilla. Mike está por encima de esa tentación. Es un Prometeo… pero eso es todo”.

No hay que ver en esto, en mi opinión, una interpretación literal. “Forastero…” es una novela,


Por desgracia, ninguno de estos temas tiene un desarrollo muy sólido a pesar de la excesiva verbosidad que los acompaña. Quizá fuera que en 1962, varios de esos temas ya se habían

“—Jubal, se lo repito… no es ningún muchacho, es un hombre.
—¿Es un hombre? Me lo pregunto. Ese pobre sucedáneo marciano está diciendo, según su informe, que el sexo es una forma de ser felices juntos. Hasta aquí estoy de acuerdo con Mike: el sexo debería ser un medio hacia la felicidad. Lo peor acerca del sexo es que lo utilizamos para hacernos daño los unos a los otros. Jamás debería hacer daño; sólo debería traer felicidad o, por lo menos, placer. No hay ninguna buena razón por la cual debería ser menos que eso.
»El código dice: No desearás la mujer de tu prójimo. ¿Y el resultado? Castidad reluctante, adulterio, celos, amargas peleas familiares, golpes y a veces asesinatos, hogares deshechos y niños traumatizados… pequeñas insinuaciones furtivas en los bailes de los clubes de campo y lugares así, que degradan tanto a la mujer como al hombre, se consumen o no. ¿Se obedeció alguna vez esa prohibición? Me refiero al mandamiento de «no desear». Me lo pregunto. Si un hombre me jurara sobre un montón de sus propias Biblias que se había abstenido de desear la mujer de su prójimo porque el código se lo prohibía, me atrevería a suponer que es un tipo que se engaña a sí mismo, o un subnormal sexual. Cualquier hombre lo bastante viril como para procrear ha codiciado muchas, muchas mujeres, tanto si ha hecho algún avance al respecto como si no.
»Y ahora llega Mike y dice: No es necesario que desees a mi mujer. ¡Ámala! Su amor no conoce límites, todos lo tenemos todo por ganar, y nada que perder excepto el miedo y el pecado, el odio y los celos. Esta proposición es tan ingenua que resulta increíble”

“Forastero en Tierra Extraña” es un libro complejo y denso al que no se puede negar su

Dado el impacto que tuvo en su momento y su aura de clásico imprescindible incluso dentro de la literatura generalista, “Forastero…” es la única novela que mucha gente ha leído de Heinlein, formándose, por tanto, una idea del autor equivocada: Heinlein es aburrido, pretencioso, un sabelotodo, sus personajes femeninos son cuestionables, estaba obsesionado por el sexo grupal… Sin embargo, estas críticas pueden aplicarse o bien solamente a este libro o bien es en él donde más chirriantes resultan.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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