martes, 4 de diciembre de 2018

2004- ¡OLVÍDATE DE MÍ! – Michel Gondry


Si se les pregunta a los especialistas en Philip K.Dick cuál es el cineasta cuya sensibilidad mejor sintoniza con la del famoso escritor, es muy posible que piensen en Charlie Kaufman, uno de los más brillantes y originales guionistas de los últimos veinte años. Empezó a llamar la atención ya desde su primer guión cinematográfico filmado, la divertida y surrealista “Cómo Ser John Malkovich” (1999), dirigida por Spike Jonze. Después, escribió el debut como realizador de George Clooney, “Confesiones de una Mente Peligrosa” (2002) antes de volver a asociarse con Jonze en la igualmente original “Adaptation” (2002), que empezó como una traslación literal del libro “El Ladrón de Orquídeas” (2002) antes de metamorfosearse a mitad de metraje en un maravilloso ejercicio de metaficción sobre los problemas de bloqueo del propio guionista y su relación con su hermano (ambos interpretados fantásticamente por Nicolas Cage).



En todos estos trabajos, Kaufman traspasa los límites de lo convencional gracias a su exploración de la naturaleza de la realidad. Pero sería la siguiente película la más cercana a las ficciones de Dick, una cinta dirigida por otro iconoclasta, el director de videos francés Michel Gondry: “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” (verso del poema “Eloísa a Abelardo”, de Paul Pope, pero que en España fue eliminado por el infame título que encabeza esta reseña). Ganador de un Oscar al Mejor Guión Original, se trata de un drama romántico con toques de CF, pletórico de imaginación y melancolía que no deja lugar a la indiferencia. Las películas de Kaufman están muy lejos de las franquicias Terminator o Star Wars, pero cualquiera que busque algo diferente dentro de la ciencia ficción, no debe dudar en elegir este título.

Tras la dolorosa ruptura con su novia Clementine Kruczynski (Kate Winslet), Joel Barish (Jim Carrey) recibe un nuevo golpe al enterarse de que ella acudió al Instituto Lacuna para hacer que le borrasen su memoria. Joel decide hacer lo propio y someterse al mismo procedimiento: eliminar todos los recuerdos relacionados con ella y así aliviar su sufrimiento. Los técnicos instalan el equipo en su apartamento y empiezan el borrado selectivo de su memoria mientras él duerme, pero aún puede oír su conversación y se entera de que uno de ellos, Patrick (Elijah Wood), revisó el historial de Clementine y ahora la corteja. Conforme los recuerdos empiezan a desaparecer, Joel decide que, después de todo, no quiere que Clementine desaparezca de su cabeza y se resiste al borrado. Dentro de su propia mente, se pone de acuerdo con su recuerdo de Clementine para esconderse en lo más profundo de su cerebro y así salvar al menos parte de su pasado en común.

De haber caído este argumento sobre el profundo y frustrado amor de un hombre por su
exnovia en manos de otro guionista y/o director, lo más probable es que se hubiera convertido en una sensiblería romántica. Kaufman, sin embargo, la transforma en un trampolín para narrar una originalísima historia de ciencia ficción gracias a sus ingeniosos y bien colocados giros ya desde el mismo comienzo, donde vemos una escena que se extiende unos quince minutos antes de aparecer los créditos y que narra el encuentro de Joel y Clementine en la playa. Conforme avanza la trama, este inicio resulta no ser tal y su auténtico sentido no se revela hasta el final. Las cosas se tornan aún más confusas cuando empiezan a repetirse momentos ya vistos en esa apertura pero con Patrick en lugar de Joel; y todavía más cuando más tarde vemos que uno de los recuerdos borrados de la mente de Joel es el de una historia sobre cómo él y Clementine se conocieron y que en nada se parece a lo que habíamos visto. La mayor parte de la película transcurre dentro de la mente de Joel a medida que va retrocediendo en su memoria y recuperando los recuerdos de su relación con Clementine. El final es extraordinario y conmovedor

Adoptando y adaptando los experimentos narrativos y metalingüísticos de la literatura posmoderna norteamericana, “¡Olvídate de Mí”! trata sobre la relación ente el amor y la memoria. Todo el mundo sabe, porque es una experiencia compartida por cualquier persona, que el amor y el dolor perviven en nuestra
memoria mucho más allá de la desaparición de la persona que despertó esas emociones. Emociones que pueden causar una gran desazón y que se niegan a desaparecer del todo en lo que queda de vida. Entonces, si los recuerdos pudiesen de verdad borrarse, ¿desaparecería con ellos el amor que sentimos hacia alguien? ¿Hasta qué punto éste es una emoción pura o el resultado de la acumulación de vivencias compartidas y recordadas? Tras haber olvidado por completo a otra persona, ¿volvería a surgir la chispa si volvemos a encontrarnos con ella? ¿Seríamos verdaderamente capaces de, presas del desamor, eliminar de nuestra memoria toda una parte de nuestra vida? ¿Acaso no sería el borrado selectivo de los recuerdos de un amante la ofensa definitiva, la máxima expresión de rechazo? Y tan importante como lo anterior y dado que la gente que amamos nos cambia, ¿en qué nueva persona nos convertiría la desaparición de esos recuerdos?

La historia está constantemente introduciendo giros inesperados y Kaufman no descuida los personajes secundarios que orbitan alrededor de la trama principal, como Patrick y sus patéticos intentos por seducir a Clementine; o la relación entre el técnico Stan (Mark Ruffalo) y Mary (Kirsten Dunst), que florece de repente en un sorprendente giro a mitad de película; por no mencionar la ironía que permea el final. Los guiones de Kaufman destacan también por su humor absurdo y disparatado, que resulta especialmente cómico en los frenéticos momentos en los que Joel y Clementine tratan de esconderse del borrado refugiándose en los recuerdos de infancia del primero o sus sentimientos de humillación y culpabilidad cuando su madre le encontró masturbándose.

Aunque “¡Olvídate de Mï!” es una película menos autorreferencial que “Cómo Ser John
Malkovich” o “Adaptation”, Joel Barish sí es, como muchos otros de sus protagonistas, una faceta del propio Kaufman y la aversión que siente hacia sí mismo, alguien vulnerable e inseguro emocionalmente que espera eternamente a la mujer adecuada que le saque de su ensimismamiento y egocentrismo. Tímido e incapaz de expresar sus sentimientos, éstos le hacen sufrir extraordinariamente. La negatividad e incluso antipatía que Joel genera en el espectador se ajusta perfectamente al perfil de Jim Carrey, que aquí regresa a ese estilo interpretativo serio que tanto ha luchado por perfeccionar –con éxito variable- en contraste con el exagerado histrionismo de sus comedias más convencionales.

Por otra parte, el director consigue extraer buenas interpretaciones del resto del reparto. Kate Winslet destaca especialmente a la hora de interpretar la antítesis de Joel: la enérgica y efervescente Clementine, una joven extrovertida que cambia de color de cabello tan fácilmente como de ropa; Tom Wilkinson aporta su habitual dignidad al doctor Howard Mierzwiak y Elijah Wood consigue apartarse del hobbit Frodo que tanto lo había convertido en una celebridad como amenazaba con encasillarlo. Una de las sorpresas es encontrarnos aquí a Mark Ruffalo encarnando a un experto en computadoras que se aleja mucho de los papeles por los que ha llegado a ser luego más conocido. Igualmente reseñable es el trabajo de Kirsten Dunst en un papel secundario que interpreta con sutileza y eficacia.

Igualmente destacable es la destreza milimétrica con la que Michel Gondry rueda y compone una película a priori tan compleja. De hecho, “¡Olvídate de Mí!” fue la cinta que le ayudó a ascender desde su estatus de reputado realizador de vídeos musicales a cineasta con proyección generalista. Gondry opta por el surrealismo a la hora de representar el borrado de memoria de Joel –la lenta eliminación de detalles en los escaparates de las tiendas, vallas que se esfuman tablón a tablón mientras los protagonistas huyen, coches despojados de sus entrañas o que se estrellan despreocupadamente por la calle mientras Joel y
Clementine charlan, librerías en las que los títulos de los volúmenes en las estanterías se funden en gris, las caras de la gente difuminándose… Además del montaje, la puesta en escena y los efectos visuales (no digitales), Gondry se sirve de la textura de la fotografía, la iluminación y la nitidez del sonido para representar el deterioro de la memoria

“¡Olvídate de Mí!” es un perfecto ejemplo de cómo la colaboración entre guionistas y directores de gran osadía y creatividad puede dar como resultado películas al tiempo cautivadoras psicológicamente y complejas emocionalmente. Pero también es un film que supone en sus espectadores un cierto grado de inteligencia, mente abierta y capacidad de atención; ciertamente, el público de blockbusters en busca de entretenimiento ligero tendrá problemas a la hora de seguir al guionista y el director a los poco convencionales lugares a los que quieren llevarles, como la difuminación de las fronteras espaciales y temporales, la superposición de lo real y lo imaginado o la narración no lineal.



4 comentarios:

  1. Esta peli es desas que viene bien verlas aunque no sea un clásico por ser algo bastante singular.

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  2. Una de mis peliculas favoritas a la hora de describir el amor, junto con (500) Days of Summer y Breve Encuentro. Y una muy buena película de CF, por supuesto

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  3. Tiene un muy buen trabajo de edición, algo que no siempre sucede.

    Saludos,

    J.

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  4. De esas películas que hay que ver muchas veces para poder apreciarlas, en Latinoamérica le pusieron un mejor título en castellano "el eterno resplandor de una mente sin recuerdos"

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