sábado, 25 de agosto de 2018

1995- JUEZ DREDD – Danny Cannon


El Juez Dredd es uno de los personajes más famosos de la ciencia ficción. Desde su debut en las páginas del nº 2 de la revista de comics británica “2000 AD” en 1977, se convirtió en la estrella de la publicación y reunió en torno a sí un nutrido grupo de seguidores. Fruto de su creciente popularidad fue que las grandes editoriales americanas lo requirieron ya en los noventa para protagonizar crossovers con Batman, Predator o los Aliens. Ese imparable ascenso a la fama internacional culminó con el estreno de una película de 70 millones de presupuesto, que es la que ahora paso a comentar.



En el siglo XXII la mayor parte de Norteamérica ha quedado reducida a un páramo postnuclear conocido como la Tierra Maldita. Las ciudades que han sobrevivido se han concentrado en grandes megalópolis, las Mega Ciudades. Para combatir unas tasas de crimen en continuo ascenso se ha creado una fuerza especial de policía, los Jueces, que actúan como agentes integrales de la ley: deteniendo, juzgando y ejecutando sin contemplaciones ni piedad. El más duro de esos jueces es Dredd (Sylvester Stallone), un producto del Proyecto Jano, fallido programa de ingeniería genética cuyo propósito era crear el Juez perfecto y cuyos sujetos de prueba acabaron sufriendo psicopatías de todo tipo. El corrupto jefe de los jueces, Griffin (Jurgen Prochnow), ayuda a escapar de prisión a Rico (Armand Assante), hermano-clon psicópata de Dredd. Tras su fuga, comete un asesinato con un arma de Dredd, por lo que éste acaba siendo imputado y sentenciado a exilio perpetuo en la Tierra Maldita.

Ya antes incluso del estreno del film surgió una fuerte polémica entre los seguidores del personaje debido a que el Juez aparecía en pantalla sin su casco. Era ese precisamente uno de sus rasgos distintivos: la incógnita de su rostro; muy raras veces en la larga trayectoria del personaje en la revista “2000 AD” se había quitado el característico yelmo propio de su cargo. Esta controversia, desde mi punto de vista, es algo estéril y la decisión del estudio bien puede ser entendida como una licencia artística. Al fin y al cabo, no tiene sentido contratar a una estrella como Sylvester Stallone y pagarle siete millones de dólares con el fin de
que atraiga al público a las salas de cine para luego ocultarle el rostro. En cualquier caso, los problemas de la película son bastante más graves que la fidelidad a un detalle del canon.

Ciertamente, la estética del comic está presente en la película: los trajes y las motos son bastante fieles a sus versiones impresas; hay menciones a la Tierra Maldita y la Guerra de los Bloques y personajes como Pa Angel y un ABC Warrior (perteneciente a otra serie de “2000 AD” e incluido erróneamente aquí; equivocación que les costó a los productores desembolsar un dinero no previsto en royalties). Los primeros quince minutos, con una escena de acción que bien podría haber sido
una historieta de ocho páginas del personaje, ya pone al espectador al tanto del tipo de futuro en el que va a transcurrir la historia y cómo funciona el sistema judicial. Los problemas surgen a partir de ese punto.

Aunque sólo hay tres guionistas acreditados (William Wisher –“Terminator 2”-; Steven E de Souza –“Comando”, “La Jungla de Cristal”-; y el productor de New Line Michael De Luca – “En la Boca del Miedo”) lo cierto es que el libreto acabó pasando por las manos de todos los guionistas de Hollywood especializados en cintas de acción. Y en ese largo peregrinar, aquello que hizo del Juez Dredd un personaje de culto, se diluyó. Después de su prometedor inicio, la
película obvia totalmente el carácter satírico y el gusto por el exceso salvaje y la extravagancia que caracterizaba el comic. El argumento que encontramos aquí sería sólo la línea más básica de una historieta de Dredd. Lo que verdaderamente hacía que sus comics sobresalieran sobre el resto eran sus estrafalarias ideas y conceptos, personajes tan extraños y llamativos como el Juez Muerte, la Juez Anderson, el Juez Calígula o Walter el Wobot y su enfoque burlón de la violencia, la justicia y ciertos rasgos y tendencias de la sociedad. En lugar de eso, lo que acabó en la pantalla fue una historia banal elaborada de acuerdo al canon hollywoodiense de acción y con un protagonista que es una pálida sombra de su contrapartida gráfica: Dredd siente el chispazo del amor por la Juez Hershey; recibe un compañero, Herman "Fergee" Ferguson (Rob Schneider), un antiguo hacker al que había encarcelado al principio de la película y que actúa de desahogo cómico; y descubre su propia vida emocional.

Uno de los peores fallos de la película fue el de incorporar la actitud fascista hacia el cumplimiento de la ley pero sin el menor rastro de la parodia que anidaba en el espíritu de la serie original. Hay momentos de abusos policiales que resultan acordes con lo que podía verse en el comic –coches reventados por exceder las emisiones de contaminación permitidas; un sospechoso arrestado por esconderse de un tiroteo en lugar de hacer “lo correcto” (que habría consistido en saltar por la ventana de un rascacielos)... Más adelante, sin embargo, la película asume tan demencial sistema como algo deseable a través de las reflexiones de su creador, el Juez Supremo Fargo (Max Von Sydow), y presenta al Juez Dredd como el campeón heroico que acabará purgándolo de la corrupción. ¿Cómo es posible pensar que el espectador simpatice con un policía brutal al servicio incondicional de un régimen tan inhumano? El género de acción nunca se ha distinguido por su talante liberal hacia asuntos como los derechos civiles, pero en este caso, al eliminar la sátira de los justicieros al estilo “Harry el Sucio” que siempre ha transmitido el comic, la película se convierte en una de las más bochornosas defensas del fascismo policial.

En este sentido, la producción se vio lastrada por una continua indecisión acerca del tono a adoptar, indecisión en buena medida provocada por las discusiones entre Stallone y el director
Danny Cannon. El problema es que ambos tenían un peso e influencia en Hollywood completamente diferente. Por una parte, el británico Cannon sólo había dirigido entonces un solo largometraje, el thriller “Los Jóvenes Americanos” (1993). Por mucho que se le quisiera vender como el nuevo director inglés de moda y un veterano lector de “2000 AD”, lo cierto es que era un recién llegado, inexperto en grandes producciones como esta y sin ascendiente alguno sobre el estudio y, en este caso, incluso los actores. En cambio, Stallone era una estrella bien establecida que había escrito y/o dirigido varias de las películas en las que había participado como actor. Y, como era previsible, no tuvo problema a la hora de hacer valer su experiencia y su tirón popular. Él creía que “Juez Dredd” debía ser una película de acción con toques cómicos. Cannon, por su parte, quería algo más oscuro, violento y sucio. Los dos chocaron repetidas veces a cuenta de cómo enfocar distintas escenas y el resultado fue una cinta dominada por la indefinición y la regularidad.

Estos desacuerdos tuvieron, además de las creativas, otras consecuencias no deseadas para el
estudio. Hollywood Pictures (un subsello de Disney) quería una calificación PG-13. El director, en cambio, se inclinaba por una R, que se otorgaba a cintas con contenido más duro. Cuando “Juez Dredd” se presentó al organismo que determina los ratings, éste le dio el temido X (ahora conocido como NC-17) nada menos que cuatro veces consecutivas debido al nivel de violencia. Uno de los productores, Edward Pressman, consiguió convencer a los censores para que miraran con ojos más benevolentes un montaje más suave de la película. Finalmente, otorgaron una “R”, más favorable desde un punto de vista comercial pero aún así con efectos restrictivos sobre el público potencial.

A consecuencia de todo esto se produjo otro damnificado, el guionista Steven E.de Souza, quien
había escrito algunas de las películas de acción más destacadas de los ochenta y noventa (“La Jungla de Cristal”, “Comando”, “Límite: 48 horas”) y era uno de los profesionales más demandados de Hollywood. No había estudio que no quisiera contratarle…excepto Disney, que lo puso en su lista negra. Según el guionista, entregó al estudio una versión del guión que la habría situado en un rango de PG-13, con los momentos más violentos sugeridos en lugar de exhibidos. Cuando el director Danny Cannon llevó a la pantalla ese guión, el resultado fue considerablemente más sangriento de lo pretendido. El estudio culpó a de Souza y lo pasaron al epígrafe de “persona non grata”, jurando que nunca volvería a escribir un guión para ellos. Y, hasta la fecha, lo han cumplido.

No han sido pocos los que han comentado los paralelismos entre Robocop (personaje que se
pasa la mayor parte del metraje con el rostro oculto por un casco) hasta el punto de afirmar que la cinta de Paul Verhoeven estrenada ocho años antes era la película perfecta del Juez Dredd en todo excepto en el nombre, incluyendo un enfoque satírico y una gran ciudad con el crimen desbocado para cuya contención se toman medidas nuevas y radicales. Algo de verdad hay en esa comparación, si bien las motivaciones de Robocop y el Juez Dredd son muy diferentes.

De haber seguido los productores el molde de Robocop, podrían haber ofrecido tanto una historia más fiel al comic como un producto entretenido para los muchos espectadores que no estuvieran familiarizados con el mundo del Juez Dredd. Pero dado que Verhoeven lo había hecho tan bien, quisieron intentar algo diferente y ese algo resultó ser humanizar al despiadado policía. El resultado, claro, fue recortarle su característica esencial. Es cierto que con el paso de los años y las décadas, el personaje del
comic había ido evolucionando y adquiriendo complejidad, distanciándose algo de la caricatura fascista de sus inicios. Tras más de cuarenta años de aventuras semanales, es ahora un hombre que ha tenido que lidiar con dilemas morales, desobedecer a sus superiores o desafiar las leyes que antes defendía a hierro y sangre, aunque eso sí, sin mostrar un particular regocijo o disfrute por la muerte, dolor y destrucción asociadas a su trabajo. Con todo y con eso, el atractivo del Juez reside en que es esencialmente impenetrable, la representación definitiva del hombre inquebrantable. En cambio, De Souza, Wisher y Cannon lo utilizaron como peón del más sobado de los argumentos: el protagonista al que culpan de un crimen que no cometió, que se ve obligado a huir mientras limpia su nombre y que durante esa peripecia comprende que, después de todo, quizá no había tratado correctamente a sus conciudadanos.

Todas estas licencias pueden molestar a los fans del personaje. Pero ¿y qué pasa con aquéllos
que no lo conocen? Efectivamente, esa porción –mayoritaria- del público no se dará cuenta de la traición al espíritu del comic, pero tampoco van a encontrar nada mejor que una película de acción futurista con problemas de ritmo, no particularmente espectacular y demasiado previsible.

Otro elemento desaprovechado es el de ese mundo y sociedad enloquecidos que nos mostraba el comic. Películas míticas como “Blade Runner” (1982) o “Brazil” (1984) ofrecían un futuro tan memorable y bien construido como los personajes que lo habitaban. Por desgracia, en “Juez Dredd” Mega City Uno casi no se ve más allá de la secuencia de apertura y otra hacia el final con una persecución en motos voladoras. Fuera de esos momentos, lo que se nos ofrece
son interiores genéricos, mundanos y sosos. Lo mismo puede decirse de los páramos radioactivos de la Tierra Maldita: unos pocos segundos de desierto corriente, el interior de una lanzadera y una cueva. Prescindir de la importancia del marco es no entender una de las razones de la popularidad del comic del Juez. Éste, de hecho, nunca se centró tanto en el personaje como en su época y entorno.

Otro aspecto especialmente nefasto de la película es la interpretación de Stallone. Por entonces,
el actor estaba regresando al género de acción con películas como “Máximo Riesgo” (1993) o “Demolition Man” (1993) tras un mediocre periodo a comienzos de los noventa en el que trató de convencerse –a sí mismo, porque el público nunca se lo creyó- de que tenía una vena cómica en esa horrible película que fue “¡Alto! O mi Madre Dispara” (1992). Stallone encarna al Juez Dredd sacando pecho y presumiendo de una sosería malencarada. Queriendo parecer severo y eficaz no hace sino componer una mala caricatura de su propia imagen de machote. En el comic, el Juez Dredd aparecía siempre con ese gesto adusto y esas expresiones monosilábicas que tan bien supo acomodar Clint Eastwood en sus primeras interpretaciones. La forma en que Stallone lo encarna recuerda a partes iguales a Robocop y un autista con problemas de adaptación social. Y eso aun cuando el actor ya había demostrado ser perfectamente capaz de interpretar el tipo de personaje requerido para la ocasión: en 1986 escribió “Cobra”, protagonizado por un policía-justiciero arquetipo del cine de acción reaccionario norteamericano.

Stallone no fue el único error en el apartado actoral. Para interpretar al sidekick de Dredd, Stallone quería a Joe Pesci, que unos años antes había ganado un Oscar por “Uno de los Nuestros” (1990) y era un rostro muy popular gracias a “Solo en Casa” (1990). Pero la CF no era el fuerte de Pesci y pasó del proyecto. En su lugar, Stallone se lo ofreció a Rob Schneider, el cómico de “Saturday Night Live” con quien brevemente había compartido película en “Demolition Man”. Creía que era gracioso y que podía aportar algo de comicidad a la historia…y a diferencia de Pesci y por desgracia, Schneider aceptó. Tampoco hay aquí espacio para el lucimiento de Diane Lane, una actriz muy sólida habitualmente que había demostrado su capacidad en títulos como “Calles de Fuego” (1984), “Rumble Fish” (1983) o “Chaplin” (1992). Era también ya entonces considerada como una de las actrices más bellas de Hollywood, por lo que no resulta sorprendente que los productores le pidieran que se desnudara en “Juez Dredd”, a lo que ella se negó.

Uno no puede evitar el decepcionante sentimiento de que “Juez Dredd” no tiene nada original que mostrar o transmitir. “Blade Runner” ya había incorporado como fondo la megalópolis superpoblada y “Robocop” se adelantó en lo que se refiere al representante de la ley inhumanamente eficiente que dispensa una justicia violenta, así como a los flashes satíricos de la sociedad del futuro. Y aunque es verdad que todo ello ya había sido presentado en el comic del personaje antes del estreno de esos dos films, su película da la impresión de ser una mala copia-refrito de ellos. A pesar de la exuberante imaginación que irradiaban las viñetas del Juez Dredd, su adaptación cinematográfica optó por un camino trillado que nada tenía que aportar.

Los espectadores, conocieran o no al personaje a través de los comics, se dieron perfecta cuenta
de ello desde el mismo momento de su estreno, en junio de 1995, y la película terminó siendo un desastre financiero para Hollywood Pictures y una de las más pobres adaptaciones del comic a la pantalla. Siendo un film muy esperado y publicitado, hundirse en taquilla ya es malo, pero aún es peor hacerlo ante una competidora que, por lógica, no debería haber llegado tan lejos. Que “Apollo 13”, estrenada el mismo fin de semana, copara la recaudación, no es deshonroso, pero que te adelantara de largo “Mighty Morphin Power Rangers”, adaptación de un programa televisivo infantil con horribles efectos especiales y un reparto desconocido, era una vergüenza. Efectivamente, cuando llegaron las cifras, Stallone generó 12.2 millones en su estreno y los Power Rangers 13.1.

Inexplicablemente, los Razzies no se cebaron demasiado con ella y sólo nominaron a Stallone
como Peor Actor (fue un año con mucha competencia en esos galardones dado que se estrenaron “Waterworld” y “Showgirls”). Aún más misterioso es la nominación a Mejor Película en los Saturn Awards de aquel año, que premian lo mejor del cine fantacientífico. El director Danny Cannon, que siempre ha evitado pronunciarse demasiado sobre “Juez Dredd”, sólo volvió a dirigir otras dos películas –un thriller, “Phoenix” (1998) y el slasher “Sé Lo Que Hicisteis el Último Verano” (1998)- antes de pasar a la televisión como productor y director. En su momento afirmó que no volvería a trabajar con una gran estrella de Hollywood, claramente resentido por las interferencias de Stallone en su trabajo. En cuanto al actor, al que siempre ha perseguido el fantasma de este fracaso, afirmó que lo consideraba uno de los peores fallos de su carrera y una oportunidad perdida.

“Juez Dredd” fue víctima de una combinación de factores: decisiones creativas equivocadas, imposición de las directivas del estudio sobre el respeto al espíritu de la obra original, el choque entre un director inexperto y la arrogante estrella… y probablemente también un momento equivocado. Unos años después, el “Spiderman” de Sam Raimie, los “X-Men” de Bryan Singer o el Batman de Christopher Nolan abrirían el camino para las adaptaciones fieles y de corte un tanto oscuro de héroes del comic. Por eso, el segundo intento, “Dredd” (2012), resultó más interesante y respetuoso con el personaje.


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