A Josephine Juliet Grossman (1923-1997) nunca le gustó demasiado su nombre, así que ni corta ni perezosa decidió cambiárselo por el de Judith con ocasión de su primer matrimonio. Antes de acometer su segundo –con Frederik Pohl, en 1949- se adjudicó también el apellido Merril. Cuando en 1973 obtuvo la ciudadanía canadiense tras una larga trayectoria contestataria y opuesta a la política exterior norteamericana, lo hizo ya como Judith Merril. Fue en primer lugar y sobre todo una aficionada a la ciencia ficción que formó parte del grupo de los Futurianos (en los que militaban también Pohl, Cyril Kornbluth, Isaac Asimov, James Blish o Damon Knight) durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Aunque a lo largo de su vida su relación profesional con la CF tuvo que ver sobre todo con la edición (fue la primera mujer, por ejemplo, en lanzar antologías anuales recopilando los mejores cuentos), también escribió narraciones y novelas, aunque su obra nunca fue demasiado extensa.
Su primer cuento de CF apareció en el número de junio de 1948 de “Astounding Science

La historia comienza con Maggie, la protagonista, embarazada. Su marido, Hank, es un oficial en el ejército destinado en una misión. Tener un hijo en ese futuro –cercano, ya que se trata de 1953- no es una buena idea por una sola y terrible razón: la radioactividad. Se está librando desde hace tiempo una guerra, que parece ahora entrar en sus etapas finales y en la que se ha utilizado armamento nuclear. Los militares han sido los principales afectados y procrear hijos tras haber sido irradiado puede dar lugar a graves deformaciones en los bebés, algo de lo que se hacen eco

El relato se estructura como un intercambio de correspondencia entre Margaret y Hank. Después de dar a luz a Henrietta, Maggie está encantada y muy ilusionada con las maravillas de la maternidad, tanto que inmediatamente le envía una misiva a Hank diciendo que la niña es normal y está sana. Se queja de la enfermera, a la que acusa de estar obsesionada con las mutaciones, y de los médicos y enfermeras por tener un complejo divino.
En las siguientes cartas que escribe Margaret, cuenta que Henrietta es un prodigio porque con siete meses ya puede hablar. La madre está encantada del rápido progreso de su hija. El intercambio de misivas continúa hasta que un día Hank le informa por telegrama de que regresará a casa con un permiso. Al llegar, su esposa le recibe cariñosamente tras dieciocho meses sin verse. Y cuando conoce a su bebé…el relato adopta otro tono mucho más tenso. Hasta ese momento, el único

Merril plantea el marco general rápida y eficazmente en tan sólo un par de páginas y a partir de ahí desarrolla una narración totalmente lineal que desemboca, como tantos cuentos de entonces –sobre todo los de género terrorífico-, en un golpe de efecto. El problema es que el lector actual, bien bregado en historias de terror, va a adivinar enseguida qué tipo de final le espera al término del relato. El trasfondo expuesto al inicio e incluso el propio título (que se refiere a la frase hecha “una cara que solamente una madre podría amar”) ya dan pistas a lo que va a

Este relato se ha incluido a menudo en antologías de los mejores cuentos de CF de los años cuarenta y goza de bastante reputación entre los estudiosos. Sin embargo, no ha envejecido demasiado bien y su mérito no reside precisamente en su validez atemporal como narración. Difícilmente le causará al lector moderno el mismo impacto que entonces debió ejercer sobre los seguidores de “Astounding”. Si disfruta de tan buena consideración entre los críticos e historiadores del género es por su significado histórico. En lo que hasta ese momento era un género eminentemente masculino, adolescente y orientado hacia la épica aventurera, Merril

Recuerdo un cuento de ciencia ficción donde una mujer despierta en un futuro donde no existen los hombres y hay unas mujeres grorescamente gordas que dan a luz. La protagonista se encuentra atrapada en una de ellas y no sabe como escapar y volver a su tiempo para evitar la extinción de los hombres. ¿lo conoces?, no consigo recordar el nombre.
ResponderEliminarPues lo siento Lizz, así de primeras no recuerdo un argumento semejante. Sorry..
Eliminar¡Hola! Tanto tiempo sin leerte y como siempre tu blog es un verdadero cofre de tesoros que gozar y compartir. Te cuento que estoy leyendo la colección de cuentos "Fuera de los Confines Humanos" de la Merril y ye me terminé los tres primeros textos, incluyendo el que aquí analizas de forma genial. He buscado comentarios sobre el tercero, "La Dama era una Golfa", cuyo final me dejó extrañado y quisiera la opinión de un experto como tú. Un gusto y gracias por mantener viva esta gran página.
ResponderEliminarHola Elwin. Pues sí, ese relato es bastante curioso y no estoy seguro de que postura adoptar. Está claro que Merrill, a la que hoy llamaríamos sin duda feminista, quería potenciar la protagonista convirtiéndola en la figura más relevante de la nave. Hasta ahí ningún problema... Lo que pasa es que su manera de hacerlo pasa por acostarse con todos los otros miembros masculinos de la tripulación, si no recuerdo mal. Y claro... invirtamos los roles... imaginemos que es un hombre el que para reafirmar su autoridad se acuesta con todas las mujeres de abordo... Un saludo...
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