“Ministerio del Espacio” es una miniserie de tres episodios editada por Image entre 2001 (cuando aparecieron los dos primeros números) y 2004 (el tercero, tras un retraso considerable); y que formaría parte de una suerte de trilogía no oficial del guionista inglés Warren Ellis sobre la conquista del espacio y en la que figurarían también “Ocean” (2005, en Wildstorm) y “Orbiter” (2003, en Vértigo).
En esta ocasión, Ellis nos presenta una ucronía cuyo punto
Dunbar o de desviación respecto a nuestra propia Historia es el siguiente: en
las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial”, los ingleses –dirigidos por el
maquiavélico y despiadado Comodoro John Dashwood, se apoderaron de algunos de
los principales científicos alemanes que trabajaban en las bombas
autopropulsadas V2 en la base de Peenemunde y luego bombardearon el lugar
asesinando a los restantes e incinerando cualquier prueba de su intervención
allí. De esta forma, ni los estadounidenses ni los rusos tuvieron la
oportunidad de alistar a ninguno de esos expertos ni, por tanto, dar inicio a
sus respectivos programas espaciales. El papel de líder en ese campo tecnológico
pasa a ser Inglaterra, que, a consecuencia de tal preeminencia científica,
conserva su poder geopolítico y no pierde el imperio colonial. El departamento
del gobierno británico encargado de llevar adelante la aventura espacial es el
Ministerio del Espacio del título, establecido por Dashwood con la aprobación
de Winston Churchill y financiado por unos fondos opacos de dudosa procedencia.
La historia, por una parte, nos va mostrando los avances
que se llevan a cabo rápidamente en el transcurso de sólo un par de décadas: el
lanzamiento de los primeros cohetes (1946), la ruptura de la barrera del sonido
(1946), la puesta en órbita de satélites (1948), la primera nave tripulada que
sale de la atmósfera y regresa a la Tierra (1950), la instalación de estaciones
espaciales (1953-56), el primer alunizaje (1957), el establecimiento de una
base en el satélite y la colonización de Marte (1969). Y, por otra, se subraya
el impacto que este profundo cambio en la Historia que conocemos tiene en ese
futuro alternativo. Impacto que, a juicio de Ellis, no es ni mucho menos
completamente positivo. Sí, el guionista inglés no pierde ocasión una vez más para
ridiculizar a los norteamericanos, pero tampoco deja en buen lugar a su propio
país. Y es que al no perder su imperio ni experimentar la dura posguerra, esa
Gran Bretaña superpotencia espacial se puede permitir mantener intacta su
arrogancia política, la explotación de sus colonias, la segregación racial y la
congelación de avances sociales.
El guion de Ellis es de corte clásico, avanza a buen ritmo
y no se pierde en innecesarios desvíos, alternando las escenas del presente
alternativo del año 2001 con flashbacks que van destacando los hitos del
Ministerio del Espacio. Como historia de CF, incluye muchos de los elementos
propios de las aventuras clásicas del género: heroísmo, tecnología futurista,
exploración de lo desconocido, nuevas fronteras, sentido de lo maravilloso…
Pero no puedo evitar la sensación de que “Ministerio del Espacio” es una obra
sin terminar, un comic que podría haber sido mucho más.
Entiendo que un desarrollo más extenso habría significado
multiplicar el esfuerzo necesario, sobre todo para el dibujante (por no hablar
del retraso de tres años en la salida del último número, cuyas causas nunca han
sido explicadas). Pero es indiscutible que la premisa tenía potencial para una
historia más sustanciosa en la que podrían haberse explorado muchos más temas.
Por ejemplo, Ellis decide centrarse exclusivamente en el programa espacial
británico, pero habría sido interesante explorar más en profundidad cómo éste
afecta a la política mundial, a la economía global o al desarrollo de
iniciativas similares en Rusia y Estados Unidos. O cómo los avances
tecnológicos derivados de la investigación espacial habrían tenido
consecuencias en la sociedad o la vida cotidiana más allá de ver naves
sobrevolando el Parlamento londinense o niños jugando con turbocópteros.
Como suele suceder con las ucronías, aquí también hay que hacer la vista gorda con algunos detalles nada menores. Aunque Gran Bretaña, tras la Segunda Guerra Mundial, hubiera dispuesto de la energía y el dinero necesarios, padecían abundantes problemas domésticos. En 1945, muchas ciudades aún estaban limpiando los escombros dejados por los bombardeos alemanes; y el racionamiento no desapareció completamente hasta 1954. Disponer de fondos clandestinos podría aliviar algo, pero no hacer desaparecer mágicamente los problemas. De hecho, Churchill, cuyo liderazgo había llevado al país a la victoria, no ganó las elecciones de 1945, lo que da una idea del descontento de la población respecto a la situación que vivían. Imaginemos su reacción al ver que millones de libras iban destinadas no a solucionar sus problemas sino a un programa espacial de beneficios dudosos.
Bien, no seamos tan puntillosos y aceptemos la premisa de
que Inglaterra triunfa en su empeño de sacar adelante un programa espacial
propio. El final del comic se deja claro que, a pesar de todos los avances
tecnológicos, el Imperio Británico sigue siendo una institución socialmente
atrasada. Por ejemplo, hay un par de viñetas en las que se muestra que las
estaciones espaciales están racialmente segregadas. El problema es que el
propio Ellis se contradice a sí mismo en otros momentos porque el líder de la
primera misión a Marte es un hombre negro y, en el 2001, uno de los miembros de
la comisión de investigación es un sij indio.
También podrían argüirse inconsistencias con la trayectoria
histórica de esa nación. Sin derramar una gota de sangre en conflictos civiles,
los ingleses abolieron la esclavitud en su territorio nacional en 1800 y en sus
colonias en 1833. Después de lo cual, la Royal Navy asumió como misión
interceptar a los navíos esclavistas. Mientras estuvo gobernando la India,
Inglaterra trató de abolir prácticas aberrantes entre los propios indios y
muchos de los ideales de libertad americanos emanan de las obras de pensadores
ingleses. No estoy diciendo, ni mucho menos, que los británicos sean perfectos
(las brutalidades que cometieron en Tasmania, por ejemplo, son escalofriantes),
pero sí que no parece muy plausible que en ese año 2001 alternativo, pudieran
seguir vigentes leyes segregacionistas en ese país.
Algo parecido ocurre con el tema de la Guerra Fría. Aún sin los científicos alemanes, la Unión Soviética seguía teniendo a su genio Sergei Korolev. Y los americanos, sin contar con la ayuda de Von Braun, bien podrían haber estudiado –o espiado- y luego copiado la tecnología británica. Además, se menciona en el comic que los estadounidenses habían mantenido el secreto sobre sus armas nucleares, cuando en realidad los británicos participaron en el Proyecto Manhattan. Y, en definitiva, uno se pregunta cómo es posible que los británicos de ese futuro alternativo consigan progresos tan rápidos en su programa sin ayuda del hallazgo de alguna tecnología extraterrestre.
Pero todo lo anterior son ideas que surgen tras reflexionar
un poco más a fondo sobre la historia que propone Ellis. En una primera
lectura, sin embargo, se hace evidente otro problema, quizá más molesto: en
aras del ritmo y la exposición de los hechos relevantes de esa ucronía, el
guionista sacrifica por el camino el plano humano y emocional. No hay
personajes con carisma y aunque el hilo conductor de la historia sea sir John
Dashwood, fundador y responsable del Ministerio durante décadas, este sujeto
difícilmente conectará emocionalmente con el lector, limitándose a actuar como
catalizador, impulsor o testigo de la mayoría de esos eventos. Por otra parte,
su arco está completamente enfocado a su comparecencia ante una comisión ante
la que ha sido citado en 2001 para explicar el origen de los fondos con los que
financió originalmente el Ministerio; un “enigma” que el lector mínimamente
avispado y conocedor de ese periodo histórico desvelará sin dificultad mucho
antes de su resolución en forma de giro predecible y facilón en las últimas
páginas del comic.
Warren Ellis es un guionista del prestigio suficiente como
para poder permitirse trabajar con dibujantes de talento, como John Cassaday
(“Planetary”), JH Williams III (“Desolation Jones”), Darick Robertson
(“Transmetropolitan”), Salvador Larroca (“Newuniversal”), Bryan Hitch (“The
Authority”) o Juan José Ryp (“Wolfskin”). En esta ocasión, el arte corre a cargo
de Chris Weston, cuyo estilo muy británico bebe directamente del de sus
compatriotas Frank Hampson o Don Lawrence (de quien fue aprendiz). Proveniente
de la factoría de la revista “2000 AD”, la suya es una línea realista,
minuciosamente entintada y con un notable cuidado en todos los detalles, ya
sean los remaches o paneles de una nave, los cráteres de la Luna, la
arquitectura urbana o las condecoraciones de los uniformes. Destaca
especialmente su diseño de las naves y tecnología espacial, inspirada en varias
fuentes de los años cincuenta: el trabajo de Hampson para “Dan Dare”, la
estética y diseño de la Jet Age o la famosa serie de artículos “¡El Hombre
Conquistará Pronto el Espacio!” escritos por Wernher von Braun y acompañados de
evocadoras ilustraciones. La única pega de Weston es una cierta rigidez en el
dibujo de figuras, pero es algo menor que no estropea en absoluto el sólido
trabajo gráfico. Muy acertada también es la labor de Laura Martin, una de las
mejores profesionales de su ramo.
Aunque trata un tema, el de la carrera y exploración
espacial, que a Ellis le apasiona y que evidentemente domina, “Ministerio del
Espacio” no deja de ser una obra menor dentro de su trayectoria que no está a
la altura de su premisa de arranque. Está claro que no juega en la misma
división que sus títulos más inspirados, como “Transmetropolitan” o “Planetary”.
Pero su nombre, unido al meticuloso dibujo de Weston, le garantiza al
aficionado a la ciencia ficción, como mínimo, una lectura entretenida e
inteligente que, además, culmina en una última viñeta impactante, uno de esos
corrosivos golpes directos a las entrañas por los que se ha hecho famoso Ellis.
Y para aquellos que consideren los premios una pista de la posible calidad de
una obra, “Ministerio del Espacio” ganó el Premio Sidewise de 2001 (una especie
de Premios Hugo centrados exclusivamente en el subgénero de Historia
Alternativa), el único comic que lo ha conseguido.
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