Es difícil escribir algo de Jack Vance que no se haya dicho ya. Fue uno de los escritores más prolíficos e imaginativos no sólo de la CF, sino quizá de la literatura de género del siglo XX. Sus aventuras de CF y Fantasía parecen engañosamente simples, pero bajo su superficie de exotismo, acción y humor, analizan toda la complejidad del ser y la sociedad humanos. “El Mundo Azul”, narración ampliada a partir de un cuento, “El Kragen”, publicado en julio de 1964 en “Fantastic Stories of Imagination”, aunque no el mejor sí es un buen ejemplo del tipo de CF que cultivaba Vance.
El protagonista, Sklar Hast, es el primer ayudante del
Maestro Embaucador del Flotador Tranque. Su tarea es la de emitir y recibir
mensajes codificados utilizando paneles de señales desde una torre, manteniendo
la comunicación con instalaciones similares de otros flotadores, que son
básicamente enormes nenúfares que nacen de una gran planta subterránea y que
conforman una especie de archipiélago en un mundo completamente acuático. Al
comienzo de la novela, la vida de Sklar es relativamente simple: cuando el
Maestro Embaucador, Zander Rohan, “un viejo riguroso y exigente que dominaba
más de siete mil configuraciones”, se halla ausente, supervisa el
funcionamiento de la torre y enseña a los aprendices.
Los antepasados de esta comunidad de humanos diseminados
por los Flotadores de Origen y divididos en castas según la ocupación que
desempeñan, escaparon de un planeta del que sus descendientes ya no guardan
recuerdo, huyendo de la opresión según la leyenda, aunque el nombre de las
castas (Alcahuetes, Negligentes, Malversadores, Villanos, Desfalcadores,
Pirómanos, etc…) deja claro que se trataba de criminales que de algún modo se
hicieron con el control de la nave prisión en la que viajaban hacia algún
planeta de exilio y la estrellaron en este mundo sin nombre, de clima suave y
cuya superficie es un interminable océano en el que sólo pueden vivir sobre esos
nenúfares gigantes, los Flotadores.
Tratándose de un planeta acuático, sin tierra firme en absoluto, no hay minerales en estado sólido. Así que todo en los Flotadores, desde las viviendas a las vestimentas pasando por las herramientas, está fabricado con materiales vegetales o animales. El conocimiento científico de sus antepasados es inútil (por ejemplo, no hay forma sencilla de generar electricidad, ni siquiera saben ya lo que es) y, once generaciones después, ha quedado olvidado o es incomprensible. Las plantas y las criaturas marinas se exprimen al máximo, pero, claro está, no disponen de materiales verdaderamente duros y perdurables.
Y es por ello que no pueden ni pensar en librarse por la
fuerza de la mayor criatura de esos mares. Por si la supervivencia en un
entorno tan parco en materiales no fuera ya suficientemente difícil, estos
humanos han de lidiar con los kragen, una especie de gusanos marinos de gran
tamaño que siempre rondan los nenúfares en busca de alimento. La solución que
encontraron generaciones atrás los habitantes de los Flotadores fue la de cebar
a uno solo de ellos, el Rey Kragen, para que así considerara el territorio como
propio y espantara a sus congéneres. Para justificar la ofrenda continua de una
comida tan preciada en aras de apaciguar a la bestia y asegurar la paz social,
se creó un culto religioso con sus propios sacerdotes, uno por cada Flotador,
conocidos como Intercesores y que, supuestamente, son capaces de comunicarse
con el Rey Kragen.
Pero Sklar Hast no está conforme con la situación. El
animal ha ido aumentando en tamaño y apetito con el paso de los años y cada vez
exige más y más alimento. Cuando un día destroza sus propios cultivos de
esponjas para devorarlas, la gota de su paciencia rebosa el vaso y Hast trata
de matarla. No lo consigue, pero su iniciativa levanta la ira del estamento de
poder de esa sociedad y, en particular, de los Intercesores.
El conflicto social aumenta cuando reúne en torno a sí a un grupo de seguidores dispuestos a acabar con el kragen y, consecuentemente y aunque no piensen explícitamente en ello, liquidar los privilegios de una casta entera derruyendo la fe que defienden. La violencia no tarda en estallar y Hast decide exiliarse a otro archipiélago de Flotadores a varios días de navegación donde no sólo establece una nueva colonia sino que dedica amplios esfuerzos a averiguar cómo destruir al Rey Kragen investigando las enigmáticas informaciones que contienen las Analectas, los Libros Sagrados. Y todo ello antes de que sus adversarios, regidos ahora por una dictadura encabezada por el intercesor del Flotador Tranque, Barquan Blasel, reúna un ejército y marche contra ellos.
“Mundo Azul” es una trasposición a un mundo alienígena de
los mecanismos que conducen a la tiranía política y religiosa. Una situación de
necesidad da como resultado el surgimiento de un culto cuya fe y visión
ordenada del mundo proporciona tranquilidad espiritual a la comunidad. Pero ese
culto, con el paso del tiempo, no sólo da lugar a un estamento religioso
improductivo y parásito, sino que éste asfixia cualquier idea que,
justificadamente o no, amenace el estatus quo y, consecuentemente, sus privilegios.
Cuando surge un disidente carismático y hábil que cuestiona las creencias
establecidas y el modelo social, se le ataca, calumnia, desprestigia e incluso
exilia. Y en la marea resultante, emerge alguien que enarbola la más estricta
ortodoxia para liderar la lucha contra la oposición y que aprovecha la
situación de confusión y división para, primero, levantar una fuerza armada
leal sólo a él y, segundo, utilizarla para hacerse con el poder absoluto anulando
al resto de instituciones.
Y así, uno de los temas centrales de la novela es la forma en
que surgen y crecen las leyendas y la mitología para conformar las religiones,
que luego son apropiadas y manipuladas por una élite egoísta a costa de la
verdad y la justicia. La misión del héroe en este tipo de fábulas será la de
desafiar las mentiras del sistema, combatir la manipulación de la psicología
colectiva y luchar contra las perversiones a que ha dado lugar, ejemplificadas
en el Rey Kragen. Por tanto, la novela es básicamente un conflicto político cuyo
proceso Vance desarrolla de manera paulatina y muy clara.
No son pocos los que consideran a “Mundo Azul” un ejemplo
de novela abiertamente defensora del individualismo, el relativismo cultural y la
libertad social y, de hecho, estuvo seleccionada al Premio Prometeo para la “Mejor
Novela Libertaria de CF Clásica” en 1988, 1994, 1995 y 1996. Aunque hay algunos
pasajes que podrían apoyar este argumento, en general creo que es llevar las
cosas demasiado lejos. Sólo porque el protagonista sea un opositor a algunos de
los fundamentos de la sociedad en la que vive, no significa que sea un anarquista
libertario. Es más, si Hast se erige en líder, lo hace para limpiar al sistema
de lo que considera pernicioso, no para acabar con él. De hecho, queda
implícito que en buena medida el sistema de castas y organización general de
esa sociedad, el orden en definitiva, será conservado una vez se han liberado
del miedo y la servidumbre a los kragen.
Aunque la construcción del mundo es muy interesante, la
trama en sí no es particularmente original ni imaginativa. El arranque del
libro es prometedor pero, como a veces sucede con este autor, conforme va avanzando
el argumento, pierde tensión dramática, como si se aburriera una vez ha
expuesto la idea original y el funcionamiento de este mundo, perdiendo interés
y resolviendo apresuradamente la historia. Es más, el ritmo a veces es un poco
lento y se tiene cierta sensación de repetición. Después de todo, situar la
acción en un mundo en el que no hay más que un gran océano y un puñado de
nenúfares, limita mucho la variedad de entornos y situaciones que el autor
puede utilizar. El estilo es sintético y directo y Vance no pierde el tiempo en
las interminables divagaciones y desvíos que lastran tantas obras modernas,
pero al final ni hay sorpresas (más o menos, lo que uno puede adivinar que va a
suceder, efectivamente así ocurre) ni los personajes experimentan una auténtica
evolución.
De hecho, éste último es, a mi entender, el principal punto débil: los personajes son demasiado arquetípicos y carecen de matices. Sklar Hast comete equivocaciones, sí, pero a la postre se ajusta al molde de líder campeón de la Libertad que desempeña su papel exactamente como uno espera; y su némesis, Barquan Blasel, exactamente igual. El uno es decidido, valiente y con recursos, capaz de inspirar a sus seguidores no sólo con su discurso sino con su ejemplo. El otro es un villano ladino, traidor, ambicioso, desleal y egoísta. El resto del reparto, compuesto sobre todo de los seguidores de Hast, está aún más indefinido, lo que hace que desde el punto de vista emocional al lector le importe poco el destino fatal que sufre alguno de ellos.
Quizá el único personaje femenino de toda la historia (de
la que las mujeres, por otra parte, están prácticamente ausentes y ni siquiera
aparecen de fondo) e interés sentimental de Sklar Hast, Meril Rohan, podría
haber servido para dotar de más profundidad a éste. Al fin y al cabo, se la
retrata como una mujer independiente e inteligente que no está dispuesta a autolimitarse
con las tareas tradicionales de su casta y que aspira a compilar y descifrar
los libros sagrados de los antepasados. Por desgracia, Vance no sólo la termina
encasillando en el papel de maestra de escuela sino que prácticamente la hace
desaparecer de la trama transcurridos dos tercios de la misma. Su papel es
eminentemente pasivo, limitándose a juzgar los avances de su amado y lamentando
el coste que suponen en vidas, destrucción de tradiciones y alteración del orden
social.
Como suele ser frecuente en la literatura de Vance, la
historia es sobre todo un esqueleto sobre el que desarrollar el mundo que ha
imaginado para la ocasión: su ecosistema, el sistema social, las reglas que
rigen las relaciones humanas, las costumbres, así como la arquitectura, los
artefactos y la mecánica. Vitales en esta sociedad son las mencionadas torres
de comunicaciones, la única forma que tienen sus ciudadanos de mantenerse
informados de lo que ocurre en otros nenúfares dado que la ausencia de
minerales sólidos impide desarrollos tecnológicos que impliquen electricidad y
magnetismo. Vance, siempre cuidadoso con el lenguaje y la comunicación (“Los Lenguajes de Pao”, 1958, es uno de sus libros ejemplares en este aspecto),
apunta brevemente ejemplos del código de señales (una suerte de morse más
sofisticado) que se utiliza, explica cómo se organizan estas instalaciones y
deja clara su importancia dentro de la comunidad.
Los paralelismos con la Literatura y la Historia son
evidentes. La persecución y caza del Rey Kragen por parte de Sklar remite
inevitablemente a “Moby Dick”. El propio nombre de la bestia está tomado de los
mitos nórdicos. Y los fanáticos Intercesores agrupados en torno a Barquan
Blasel, defensores estrictos de la ortodoxia, recuerdan a los propagandistas
que siempre tiene cualquier Guerra Santa. Por otra parte, Vance juega a
insertar un libro dentro de otro y propone al lector que rellene los huecos
entre ambos. Así, a lo largo de la novela, hay continuas referencias y
extractos de las Analectas, escrituras sagradas que no son sino una síntesis
que generaciones de Notarios han ido refinando a partir de los diarios y crónicas
que escribieron los primeros colonos que llegaron al planeta y que mayormente
resultan ya ininteligibles para sus descendientes. Citas como: “A quien esté
dispuesto a dar, jamás le faltará alguien dispuesto a recibir”, nos remiten a
Confucio y sus breves pero sabias máximas.
“Mundo Azul” es una novela de aventuras que, sin hallarse entre lo más granado de la bibliografía de Jack Vance, sí contiene más virtudes que defectos, entendiendo siempre que estamos ante un entretenimiento ligero y sin ambiciones conceptuales o filosóficas. Es breve y accesible, muy imaginativa en su construcción de mundos, tiene una trama lineal y directa, diálogos ágiles con un toque de humor sarcástico y una fábula política y religiosa que, aunque no puede presumir de sutileza, sí demuestra el buen ojo que tenía Vance para comprender y reflejar las virtudes y vicios de nuestra especie así como nuestra aparente incapacidad para escapar de los ciclos de civilización y caos que marcan nuestra historia.
Tengo la edición de Plaza y Janés de finales de los 90s. Fue lo primero que leí de este autor. Resultó interesante y llamativa la forma en que termina el relato pero no la historia. Me dejó pensando en las diferencias entre una y otra. Cosa que continúo haciendo con cada nueva lectura.
ResponderEliminarSaludos,
J.