jueves, 10 de octubre de 2019

1991- TERMINATOR 2: EL DIA DEL JUICIO FINAL - James Cameron (y 2)


(Viene de la entrada anterior)

Un año después de “Terminator 2”, los efectos de morphing habían sido adoptados por cientos de anuncios publicitarios, vídeos musicales y películas de ciencia ficción y fantasía. Cameron creó con esta película lo que iba a ser toda una nueva tecnología imprescindible para entender el cine de ciencia ficción y acción de los noventa y dos miles. Sólo en los dos años siguientes veríamos ciberespacios creados con la misma tecnología en el “El Cortador de Césped” (1992) y dinosaurios en “Parque Jurásico” (1993). Es más, aunque las películas de acción ya incluían persecuciones automovilísticas y peleas, Cameron aumentó el nivel de espectacularidad, tanto en lo que se refiere al aspecto visual como en su sentido épico. De aquí beberían muchos otros realizadores con mayor o menor talento que firmarían títulos como “Speed” (1994), “Armageddon” (1998), “La Momia” (1999), o “Pearl Harbor” (2001), por nombrar solo un puñado de los imitadores más banales.


Mientras que estos émulos reducían lo espectacular a rutinas sin sentido que se limitaban a apilar acción frenética y CGI, “Terminator 2”, después de todos los años transcurridos desde su estreno, sigue luciendo magnifico y es uno de los mejores representantes de ese tipo de cine. Por otra parte, no siempre el morphing es la mejor alternativa. En aquellos años, hubo muchas películas que se apresuraron a cambiar el maquillaje y efectos tradicionales por el ordenador. Ahí tenemos los hombres lobos de “Luna Maldita” (1996) o los vampiros de “Abierto Hasta el Amanecer” (1996) y que, sin embargo, no consiguieron sorprender e impactar tanto como lo habían hecho en su momento sus antecesores más tradicionales en “Aullidos” (1980) o “Un Hombre Lobo Americano en Londres” (1981). Y es que las formas orgánicas no se transforman con la fluidez que el morphing consigue en texturas metálicas o plásticas.

El principal cambio respecto a “Terminator” es que Arnold Schwarzenegger pasa a ser ahora
“el bueno”. Ello podría responder al deseo de satisfacer a un público que en la primera parte se había identificado más –o al menos lo había disfrutado- con el androide del futuro que con los personajes humanos. Después de todo, el actor había firmado originalmente en la primera película para interpretar al humano Kyle Reese. De todas formas, la idea original para “Terminator 2” fue la de que Schwarzenegger encarnara tanto al androide bueno como al asesino, aunque al final Cameron y Wisher decidieron una inversión completa respecto a la primera película. El actor se resistió inicialmente -¿qué diversión hay en un Terminator que no mata a nadie?- pero el director acabó convenciéndole de su visión.

Hay a quien no convence la humanización de la despiadada máquina asesina que había presentado la película original, argumentando que la actitud paternal que adopta hacia John es demasiado forzada. Sea como fuere, Cameron, que obviamente intenta recrear la relación
madre-hija entre Ripley y Newt en “Aliens”, escribe buenas escenas y diálogos con toques de humor para ilustrar el proceso de humanización del androide. Éste protege al muchacho al tiempo que aprende de él las peculiaridades de la especie humana. Bien es cierto que al final Cameron no puede evitar caer en ese cliché antropocéntrico de la ciencia ficción sobre cómo la mayor aspiración de un androide es aprender las emociones humanas. Así, el clímax incluye el autosacrificio voluntario del Terminator para evitar que su tecnología caiga en malas manos en el presente y propicie la creación de Skynet, mientras pronuncia con dignidad la frase: “Ahora sé por qué lloráis”.

Como en la primera película, Cameron disfruta colocando a Arnold Scwarzenegger en poses de macho: vestido siempre de cuero negro y gafas de sol oscuras, conduciendo una Harley Davidson y rodándolo en cámara lenta mientras hace girar sus armas. Ahora bien, esa pose de tipo duro se queda algo desleída ya desde el principio, cuando el T-800 se acerca a un motorista y sólo le coge el par de gafas en vez de matarlo antes de montarse en la moto y alejarse acompañado del tema “Bad to the Bone” de George Thorogood. Además de poco coherente con el personaje, resulta un momento algo forzado.

Encarnando al villano en esta ocasión tenemos a Robert Patrick, un actor desconocido hasta ese momento y cuyo único papel en una producción destacada había sido la de terrorista en “La
Jungla de Cristal 2” (1990). La caracterización y actuación de Patrick en “Terminator 2” es sobresaliente, con el pelo peinado hacia atrás, orejas saltonas, cara felina y algo andrógina y mirada intensa que irradia la sensación de ser una máquina fría, peligrosa e imparable. Verle correr tras la moto de John Connor como si estuviera impulsado por pistones mecánicos y más tarde darle una paliza al mucho más fornido T-800 son escenas memorables.

Menos verosímil que la transformación del T-800 de villano a héroe resulta la metamorfosis de
Sarah Connor de víctima inocente en la primera parte a guerrera experta en esta segunda, una especie de militante ejemplar de la Asociación Nacional del Rifle. Hay pocas secuelas en las que el personaje principal experimente una transformación tan radical. Es como si para James Cameron el feminismo equivaliera al derecho de las mujeres a adoptar los comportamientos y actitudes más supuestamente varoniles del sexo masculino. Tenemos aquí a una Linda Hamilton mucho más delgada, fibrosa y malencarada que la frágil muchacha de la primera parte. Ahora es una asesina entrenada por guerrilleros y terroristas en el uso de todo tipo de armas y que, bordeando la psicopatía, no va a dudar en liquidar a quien se interponga en su autoimpuesta misión. De hecho, la obsesión por proteger a su hijo va a ser precisamente lo que la distancia emocionalmente de él y la razón por la que no resulte un personaje simpático para el espectador. No siendo una actriz particularmente dotada y estando su papel condicionado por la insistencia de Cameron en convertirla en una mujer más dura aún que los Terminator, Hamilton consigue de vez en cuando recuperar la relativa dulzura de la Sarah Connor primigenia.

En una entrevista, James Cameron definió a “Terminator 2” como una película violenta sobre la paz. Esta afirmación roza lo pretencioso, como decir que alguien sólo puede estar un pozo embarazado. Ciertamente y habida cuenta de la exaltación de las armas y las explosiones
que aquí se presenta, “Terminator 2” contiene algunos mensajes un tanto contradictorios para tratarse de una película pacifista. Es más, se sirve de la tecnología más avanzada de la época para hacer un film que trata sobre la lucha contra las máquinas.

Por otra parte, el tema de prevenir el holocausto nuclear llega un poco tarde. Cuando Cameron hizo “Terminator” a mediados de los ochenta, la Guerra Fría había experimentado un rebrote gracias a las políticas de rearme atómico implementadas por Ronald Reagan. La preocupación por los conflictos nucleares es algo que ha aparecido en varios films de Cameron: “Abyss” tenía alienígenas que demostraban la estupidez de acumular armas atómicas; en “Mentiras Arriesgadas” había un robo de ese tipo de armamento y hasta la detonación de un artefacto en los Cayos de Florida. Aunque el director le presta al miedo
nuclear un papel más importante en “Terminator 2” –hay una impactante secuencia onírica en la que un patio infantil es achicharrado a cámara lenta por la llamarada atómica y una ciudad entera resulta arrasada- para cuando se estrenó la película tanto la Unión Soviética como la Guerra Fría eran ya cosas del pasado y el mensaje subyacente quedaba sin efecto.

Los protagonistas de todas las películas de Cameron están inmersos en conflictos ultraviolentos para salvar sus vidas de unas amenazas colosales, a menudo derivadas del mal uso o mal
funcionamiento de la tecnología. “Terminator 2” fue el primero de sus films en el que a mitad de la lucha se permite una pausa para cuestionarse la moralidad de la supervivencia a toda costa. Así, es una historia que, tanto social como psicológicamente, aborda el tema del uso de la fuerza extrema, de encontrar la moral dentro del torbellino de violencia en el que se ven envueltos los personajes. Así, tenemos a John Connor, más compasivo que su madre a pesar de su difícil adolescencia, enseñando al Terminator la diferencia entre matar e incapacitar a la amenaza; Sarah dando un paso atrás en su fanática obsesión y decidiendo no asesinar a un inocente para evitar el futuro que tanto teme; o el evocador final, donde se expone que incluso un futuro apocalíptico puede conjurarse: “Si una máquina, un Terminator, puede aprender el valor de la vida humana, quizá nosotros también podamos. El futuro no está fijado. No hay más destino que el que creamos para nosotros mismos”.

Si de vez en cuando “Terminator 2” es una película que parece impulsada tan sólo por la propia fuerza de su frenética acción y la espectacularidad de sus escenas y efectos, son estos dilemas éticos y el tema del destino frente al libre albedrío sobre una narrativa de viajes en el tiempo lo que le aportan una mayor solidez, no sólo comparada con su primera parte sino también respecto a otras películas del propio Cameron. Por ejemplo, nunca vimos a Ripley en “Aliens” o a Sarah Connor” en “Terminator” detenerse un momento para cuestionarse la forma en que se han visto obligadas a actuar.

El compositor Brad Fiedel, responsable del característico tema central de la primera parte, regresa en esta segunda con una partitura electrónica aún más extensa que incluye también
“You Could Be Mine”, un tema nuevo de Guns N´Roses, por entonces una de las bandas de rock más importantes del mundo. En el videoclip de la canción aparecía Arnold Schwarzenegger caracterizado como Terminator y con órdenes de aniquilar a todos los miembros del grupo, aunque al final perdona a Axl Rose (una decisión de la que el resto de sus compañeros, progresivamente expulsados por Rose, probablemente ahora se arrepientan). Y ya he mencionado más arriba el “Bad to the Bone” (1982), que ya en 1991 era uno de los temas más utilizados en bandas sonoras de todo tipo, de películas a anuncios televisivos. James Cameron reconoce este punto al tiempo que afirma que no pudo resistirse a incluirlo en la escena del T-800 haciéndose con el atuendo de motero.

Como suele ser el caso en todas sus películas, Cameron lanzaría una edición especial en DVD
añadiendo escenas que no estaban en el metraje original. Por ejemplo, una en la que reaparecía Kyle Reese dentro de un sueño de Sarah mientras ésta permanecía encerrada en el psiquiátrico, animándola a que se fugara; un mayor desarrollo del ingeniero informático Myles Dyson (Joe Morton); una escena en la que el T-1000 tiene un fallo y se le quedan las marcas de una farola; otra en la que se muestra cómo en el futuro John Connor podría domesticar a un Terminator y activar su modo de aprendizaje; y otra en la que el John adolescente le enseña a sonreír.

Por otra parte, “Terminator 2”, tuvo un final diferente al inicialmente concebido. El plano que
concluye la película es el de una carretera por la noche que podría conducir a cualquier parte, pero Cameron rodó una coda ambientada en un año 2029 en el que Skynet nunca se apoderó del mundo, donde Sarah Connor envejeció para conocer a sus nietos y ver como su hijo se convertía en senador de los Estados Unidos. Sin embargo, este final fue eliminado y sustituido por el otro antes del estreno, ya que habría cerrado la puerta a cualquier posible continuación. Aun así, Cameron pensó que había contado una historia cerrada, que los Connor habían cambiado el futuro y que no quedaba más que decir. La industria de Hollywood y el público opinarían lo contrario pero la saga tendría que continuar sin él.

Con todo y con eso, Cameron no pudo resistir la tentación que le presentó Universal Studios en
forma de atracción para su parque temático de Florida. El director, Schwarzenegger, Hamilton, Patrick y Furlong volvieron a juntarse para rodar “T2 3-D: Battle Across Time”, una experiencia interactiva que junto a la participación de actores sobre un escenario incluía una película de doce minutos con el reparto original y en tres dimensiones en la que el T-800 y John Connor atacaban la base de Skynet en el futuro tras escapar una vez más del T-1000. Siendo como era una atracción impactante y original, como aportación al universo de Terminator no era particularmente interesante, aunque su énfasis en el espectáculo ya apuntaba la dirección que iba a seguir la carrera de Cameron en los años por venir.

“Terminator 2: El Día del Juicio Final” es una película más sólida, sofisticada e intensa que la primera entrega. Se apoya en lo narrado en ésta para adaptarlo a una nueva historia y expandirla en todos los sentidos: conceptuales, dramáticos, visuales y hasta de duración (el montaje para DVD llega casi a las dos horas y cuarenta minutos). No estoy seguro de que esto sea suficiente para considerarla superior a la película original, pero de lo que caben pocas dudas es de que no sólo se trata de un gran film de acción y uno de los mejores de aquel año sino también de una de las secuelas más conseguidas de la historia del cine, con personajes memorables bien caracterizados y que evolucionan, acción perfectamente coreografiada, humor y sentimiento.

Por sí mismo, por lo bien que ha sabido envejecer y por la influencia que tuvo en el devenir de la CF cinematográfica, “Terminator 2” es uno de los clásicos imprescindibles del género.


2 comentarios:

  1. Yo me quedo con la primera claramente, esta dos ya en su momento me dejó algo frío, y vista alguna vez más con el tiempo me sigue pareciendo igual.
    Un saludo

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  2. Yo disfruté mucho esta peli en el cine , me gustaron mucho loe efectos especiales , que en su tiempo eran ultra modernos. Perlo la primera tiene un encanto , comenzando por el villano original.

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