(Viene de la entrada anterior)
Es posible que para quien no esté particularmente interesado en los debates políticos y las extrapolaciones sociales, esta novela se haga árida en varios de sus pasajes porque hay muchos discursos y reflexiones al respecto. De todas maneras y aunque se tengan reservas respecto a la viabilidad de un sistema político-social como el que describe Heinlein, describe con tanta convicción los entresijos del gobierno lunar, las intrigas entre las naciones de la Tierra, el conflicto primero diplomático y luego bélico entre metrópoli y colonia, que resulta fácil obviar las incongruencias, las grietas en el sistema plantea y ejercitar con éxito la suspensión de la incredulidad. El libro convence al lector de que las cosas, dado el tablero, las reglas y los peones en juego, bien podrían suceder de esa manera, con cada evento fluyendo lógica y verosímilmente del inmediatamente anterior y preparando a su vez el siguiente. Los libros de ciencia ficción política y militar tienden a tropezar cuando pasan del nivel táctico al estratégico o viceversa; no es el caso de “La Luna es una Cruel Amante”.
El cuarteto de protagonistas se cuenta entre lo mejor del libro, auténtico motor de la historia y

Manny es uno de esos arquetipos heinlenianos que podemos definir como “el hombre competente”, tan utilizado en muchas de sus novelas y cuentos: alguien práctico, con iniciativa, eficiente e individualista pero con sentido del deber hacia el grupo. No es, sin embargo, capaz hasta niveles sobrehumanos, o intelectual y arrogante como otros personajes de Heinlein. De hecho, es alguien bastante normal, que inicialmente no tiene intereses políticos más allá de robar a la Autoridad Lunar todo lo que pueda sin llamar la atención. Sin embargo, durante buena parte de la trama es convencido, manipulado y dirigido por terceras personas, especialmente Wyoh y el Profesor.
Dado que es él quien narra la historia, Heinlein nos da una perspectiva de su código de valores, de la forma en que ve el mundo propio y ajeno, lo que conoce y lo que ignora. Es, también, un portavoz de parte de la ideología del autor, expresada, eso sí, de una forma bastante curiosa. Aunque se pierde con la traducción, el original está escrito en un interesante estilo futurista. Muchas de las palabras que habla o piensa Manny son australianas más que americanas o inglesas, una elección justificada por la

También merece la pena destacar que Manny, tiene sólo un brazo. El otro es una prótesis que en según qué momentos y según para qué funciones, le sirve mejor que un miembro auténtico. Hay un momento memorable, cuando se dispone a ir a la Tierra y, mientras está drogado, le colocan un traje presurizado habiéndole quitado antes el brazo prostético, lo que le causa algún que otro problema durante el viaje. Es el tipo de estupidez bienintencionada que la gente hace tan frecuentemente y que, siendo un simple detalle –y estos abundan en la novela- aporta verosimilitud a la historia. Heinlein pasó mucho tiempo en hospitales y sin duda tuvo oportunidad de ver este tipo de cosas en un momento u otro.
El Profesor representa otro arquetipo común en las novelas de Heinlein: el hombre maduro y

Wyoh se ajusta también al prototipo femenino preferido de Heinlein: mujeres bellas y atractivas al tiempo que capaces y enérgicas (sólo mientras no interfieran con el macho alfa, claro). Es una política práctica y apasionada que al principio toma un papel activo en el proceso revolucionario y cuyo pasado está marcado por la tragedia, lo que le da una capa extra de profundidad. Por otra parte, su relación con Manny da pie a describir la peculiar naturaleza del matrimonio en la

En relación con el tema de género, se ha dicho que Heinlein trató de imaginar cómo sería la liberación de la mujer…y lo entendió todo mal. A menudo se alude a ese término sin entender sus implicaciones, a saber, que antes de la segunda ola del feminismo, las mujeres no eran verdaderamente libres. Si se piensa que todas las mujeres que Heinlein conoció, por muy capaces que fueran profesional e intelectualmente, vivían en un sistema que constreñía sus posibilidades, es meritorio y digno de elogio que quisiera imaginar un futuro en el que por fin fueran libres, pero al mismo tiempo no debe sorprendernos que no pudiera concebir la sociedad a la que daría lugar tal avance.
En la colonia lunar imaginada por Heinlein, la escasez de mujeres les ha aportado un estatus superior al que disfrutan en la Tierra y, aparentemente, lo que se presenta allí es una utopía feminista. Las mujeres pueden elegir tantos compañeros como deseen y tener sexo con quien quieran.
“-Me asusta pensar en ello. Es una menor. Podrían haberme acusado de violación.
—¡Oh! Ni hablar, amigo. Las mujeres de su edad están casadas o deberían estarlo. En Luna no

Así, cuando un turista se atreve a ponerle la mano encima a una joven en un club mientras ambos flirtean y ella se asusta, los hombres que deambulan por allí a punto están de acabar con él forastero antes de que Manny intervenga y se erija en juez. Es una situación que parece apuntar a que Heinlein creía que porque cualquiera que maltrate a una mujer sea castigado con la muerte, las mujeres y no los hombres ostentan el poder. En realidad, si por cualquier circunstancia los hombres decidieran que las cosas deben funcionar de otro modo, las mujeres nada podrían hacer al respecto.

Tampoco creo que la peculiar situación demográfica de la Luna acabara derivando en la enrevesada estructura familiar que nos plantea Heinlein. La falta de mujeres entre los deportados al satélite sería un problema que desaparecería conforme las parejas empezaran a tener niños, algo que, se nos dice, hacen con fruición. Y aunque no fuera así, la respuesta a la escasez de mujeres probablemente no daría lugar a la formación lógica y respetuosa de un sistema matriarcal en el que se protege a las mujeres. Si la historia nos enseña

Relacionado con el mismo tema, Heinlein describe en detalle la línea matrimonial de Manny, un sistema matriarcal enrevesado que facilita la poliandria pero que resulta un tanto chirriante por la diferencia de edad entre los miembros del mismo clan familiar. El personaje de Ludmilla, por ejemplo, a sus tiernos catorce años ya está casada con varios hombres bastante más mayores que ella.

Y por último en la alineación de protagonistas tenemos a Mike, el personaje cuya curva de aprendizaje es más pronunciada. El suyo es un divertido y entrañable retrato de un ordenador inteligente que se esfuerza por ser más humano. Aunque está antropomorfizado de una forma probablemente no realista (si una inteligencia artificial se hace autoconsciente, dudo mucho que se presente de una forma tan reconociblemente humana), sí es un personaje memorable al que es fácil coger cariño, una mezcla divertida de incompetencia social y genialidad técnica: inhumano en su capacidad de procesar datos y su omnisciencia; y muy humano en su ingenuidad juvenil, su enorme curiosidad, ganas de

Heinlein lo integra bien en la trama y lo hace funcionar como personaje activo en la misma, algo sorprendente si tenemos en cuenta el abismal salto tecnológico que existe entre los ordenadores de 1966 y los actuales. Esta diferencia es patente por cuanto la descripción de las funciones de Mike implican menos capacidad de procesamiento que un teléfono móvil moderno. Manny, como técnico al cargo de Mike, se dedica a hacer reparaciones básicamente mecánicas; encuentra –o finge encontrar- literalmente bichos en las entrañas de la máquina; escribe sus propios programas pero luego los imprime; los administrativos que trabajan con él escriben las cartas e informes con máquinas de escribir; todas las líneas telefónicas están centralizadas; no existen los formatos digitales... Mike es, por tanto, una mezcla de los viejos ordenadores que ya existían por entonces y las proyecciones –a la postre irreales- de lo que éstos podrían llegar a ser en el futuro. Hoy este aspecto se habría imaginado de forma muy diferente, pero a efectos narrativos en la novela funciona perfectamente: Mike se comporta como un niño autista que trata de extraer lógica de los actos de los humanos que le rodean.

En relación con esto y como resultado de la conveniente existencia de un ordenador inteligente, todo el proceso revolucionario se desarrolla de una forma tan suave y pacífica que se antoja implausible. Aunque los conspiradores encajan algunos tropiezos y fracasos, éstos son menores y nunca llega a producirse un desastre no previsto, como si la baraja estuviera marcada desde el principio a su favor. Y no sólo gracias a contar con un aliado como Mike. Porque la mayoría de los

El segundo problema de Mike es su “muerte”, tan conveniente como lo había sido su “vida”, cuando su ayuda ya no es necesaria para la revolución. Resulta muy útil para los rebeldes tener de su lado a este ordenador corrupto, omnisciente y omnipotente que amaña elecciones y controla el sistema telefónico. Pero Heinlein sin duda vio el problema de un ser artificial e inteligente en continua madurez por el peligro de convertirse en un dictador al que nadie podría derrotar por muy benevolente que fuese. Al fin y al cabo, Mike no tiene moral ni ideales y si participa en la revolución es porque le divierte utilizar sus capacidades y disfruta con la compañía de sus “amigos” humanos y la atención que le dispensan. Previsiblemente, Mike no

Más que ciencia ficción dura, Heinlein se interesaba por la “blanda”, prestando especial interés a la política, la sociedad o la economía más que a la descripción detallada y precisa de la tecnología y ciencia del futuro. Eso no quiere decir que descuidara ese aspecto sino que lo utilizaba como rico decorado de fondo sobre el que desarrollar sus tramas. Por supuesto, ya lo he dicho en lo referente a los ordenadores, sus extrapolaciones no siempre son certeras pero sí que nos da una perspectiva interesante del concepto de inteligencia artificial y cómo ésta puede convertirse en un problema si sus objetivos divergen de los de sus creadores. Heinlein también predice que los miembros prostéticos estarán tan avanzados que habrá quien los prefiera a los naturales.
Heinlein plantea muy bien las implicaciones y desafíos técnicos de utilizar catapultas

En cuanto a su estructura, la novela está dividida en tres bloques. En el primero, “Ese Cognum Puro”, se narra el preludio a la revolución, con la reunión de los cuatro conspiradores iniciales, el trazado de sus planes y el triunfo del alzamiento. En el segundo, “Una Chusma en Armas”, el gobierno de la colonia trata de organizarse; a Mike se le da una personalidad ficticia, “Adam Selene”, que, obviamente,

Es cierto que tras leer un centenar de páginas, el lector puede perder la paciencia y preguntarse por qué el libro es tan largo. El primer bloque, tras la rápida presentación de los personajes, es básicamente una colección de discursos ensalzando el libertarismo y el amor libre que ralentizan el ritmo aunque no llegan a ser tan pesados y gratuitos como en “Forastero en Tierra Extraña”. Hacia la mitad de la novela, el ritmo se acelera considerablemente; tanto, de hecho, que apenas queda tiempo para respirar con tanta información, detalles y acontecimientos.
“La Luna es una Cruel Amante” es una novela al tiempo densa en lo que cuenta y ligera en

Es una mezcla extraña que puede hacer reír por su ingenuidad, emocionarse por su épica, torcer el gesto por su filosofía sociopolítica o rechinar los dientes por su forma de ver las relaciones familiares según el episodio de que se trate, el lector y el momento de su vida en el que lo aborde. No estoy seguro de que pueda recomendarse incondicionalmente para todo el mundo pero sí de que es un libro relevante en la historia de la ciencia ficción y un buen ejemplo

Heinlein continuó escribiendo y publicando hasta bien entrados los años ochenta, pero ya no volvió a ofrecer ninguna novela que pudiera rivalizar en inventiva e importancia como las que produjo hasta mediados de los sesenta.
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