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domingo, 28 de octubre de 2018
2013- RIDDICK – David Twohy
Como ya comenté en las entradas anteriores dedicadas a la saga de Riddick, su creador y director, David Twohy es una de las esperanzas del cine de género mainstream norteamericano. Comenzó su carrera como guionista de películas como “Warlock, el Brujo” (1989), “Waterworld” (1995) o “Infiltrado” (2002) antes de debutar como realizador con un film sobre viajes temporales, “Huida a Través del Tiempo” (1992). Siguió una historia sobre invasiones alienígenas, “¡Han Llegado!” (1996), antes de conseguir un moderado éxito de crítica y público con “Pitch Black” (2000), del que ya hablé en su respectiva entrada. La película lanzó la carrera del entonces desconocido Vin Diesel, que de ahí pasó a la saga “A Todo Gas” (2001). Director y actor se reunieron de nuevo para la segunda aventura del personaje, “Las Crónicas de Riddick” (2004) saltando del terror y la supervivencia planetaria a la space opera oscura, un cambio que no satisfizo a muchos fans de la primera entrega. Tras años de conversaciones acerca de un tercer film, sobre el que repetidas veces se anunció ampliaría la mitología presentada en el segundo, Twohy y Diesel retoman en cambio el espíritu del primero para este sencillamente titulado “Riddick”.
Tras los acontecimientos narrados en la película anterior, Riddick fue ascendido al trono de Lord Mariscal de los Necróferos. Poco amigo de las decadentes costumbres de los líderes de esa horda, le exige a Vaako (Karl Urban) que le revele la localización de su planeta natal, Furya. Pero aquél le tiende una trampa y lo deja abandonado en un mundo desértico. Riddick, herido como está, debe arreglárselas para sobrevivir a un entorno hostil en el que abundan los depredadores. Para ello, recupera su lado más salvaje y se adapta, consiguiendo salir del desierto para llegar a unas llanuras algo más fértiles en las que encuentra un puesto abandonado de emergencia con una boya de señales. La activa y espera…
Poco tarda en llegar al planeta un grupo de cazarrecompensas liderado por Santana (Jordi Molla) con la intención de capturar, preferiblemente muerto, a Riddick (el refugio contaba con un escáner que envió la información de su identidad junto con la señal de emergencia). Al poco tiempo aterriza otro equipo, más profesional pero igualmente mercenario, al mando de Johns (Matt Nable). Encuentran un mensaje de Riddick diciéndoles que dejen una nave para él y se marchen en la otra o todos morirán. Ignorando lo que toman por una bravuconada, empiezan a cazarlo sólo para ver a varios de sus propios hombres eliminados uno a uno por el primitivo talento asesino de su presa. Aunque habían encerrado los nodos de energía de ambas naves en una caja de seguridad, Riddick los roba. Mediante la traición, consiguen capturarlo justo cuando una gran tormenta se aproxima al refugio, haciendo que miles de depredadores salgan de su letargo y los asedien. Riddick es el único que podrá garantizar que alguno de ellos sobreviva.
Desde el comienzo de la película resulta evidente que Twohy, que también en esta ocasión ejerce de guionista, se desvía de la dirección que había tomado en “Las Crónicas de Riddick” y abandona la idea de explorar el Otroverso (ya veremos luego por qué), optando en cambio regresar a las raíces de la primera película y su aventura de supervivencia en un planeta hostil. Los primeros veinte minutos de metraje le dan a Vin Diesel el protagonismo absoluto mientras trata de sobrevivir solo en un mundo lleno de peligros. La trama se concentra en cómo Riddick lucha contra los depredadores nativos con armamento improvisado, encuentra refugio y comida. Se trata de una sucesión de escenas de acción que rozan el cliché cuando no el ridículo, como aquélla de los primeros minutos en los que Riddick se recoloca la pierna rota; o la forma en que engaña a uno de los depredadores perrunos como si fuera una mascota. Asimismo, su adopción de un cachorrillo desafía el absurdo. Al menos, puede decirse que Riddick abandona ese postureo vanidoso del que muchos le habían acusado en la segunda película.
Ya en el segundo tercio entran en liza el resto de personajes y, con ellos, una nada despreciable dosis de socarronería y humor negro, como cuando los cazarrecompensas instalan todos sus artilugios tecnológicos de detección y captura para atrapar a Riddick y éste los evita al tiempo que va deshaciéndose de los mercenarios uno a uno; o cuando éstos debaten los pros y los contras de abrir el cerrojo explosivo del armario de los nodos, temiendo que Riddick lo haya manipulado. Otros momentos, sin embargo, exageran la combinación de humor y acción hasta lo ridículo en formas que no se habían visto antes en la saga, como en la escena en la que un encadenado Riddick utiliza sólo su pie libre y un machete para rebanarle la cabeza al adversario al que ha lanzado al otro extremo de la sala y luego empujando una caja para que aquélla caiga limpiamente en su interior. Dependerá de cada espectador que esto despierte su risa o su descontento por la quiebra de la línea realista.
Por otra parte, Riddick experimenta una considerable mejora como personaje en el momento en que el guión añade otros integrantes al reparto… pero no lo suficiente como para igualar la primera entrega. Es en este punto donde Twohy trata de recuperar la esencia de “Pitch Black”: un grupo de individuos variopintos y mal avenidos atrapados en un planeta desértico habitado por monstruosos depredadores; las intrigas y tensiones que se dan entre ellos mientras tratan de atrapar a Riddick; cómo éste se burla de ellos y los supera; y el largo clímax que sigue a la inestable tregua que pactan con él con el fin de sobrevivir al ataque de las criaturas. La película incluso recrea –con menor efecto que en la primera entrega- las escenas en las que un grupo debe viajar en la oscuridad por territorio abierto y rodeados por monstruos. A pesar de la escasa sutiliza de Twohy a la hora de recrear los momentos que mejor funcionaron en “Pitch Black”, “Riddick” mantiene el nivel y la intensidad como thriller de acción.
Por su parte, la caracterización de Riddick ha experimentado una notable evolución desde “Pitch Black” hasta esta tercera entrega. Comenzó siendo un personaje peligroso, letal, descrito como un asesino en serie, si bien para el final de aquella historia se había hecho merecedor de cierta nobleza. En “Las Crónicas de Riddick”, se presentó ya como el arquetípico anti-héroe de viejo cuño (Conan, Serpiente Plissken, John Rambo…) cuyo pasado criminal se olvidaba convenientemente. En “Riddick”, se ha convertido ya en alguien cuyo impulso asesino nunca va más allá del de, por ejemplo, el Hombre sin Nombre de Clint Eastwood, alguien dispuesto a matar cuando se encuentra amenazado, alguien que puede incluso ser brutal pero que en el fondo tiene un código moral –hay un momento incluso en el que Riddick dice que tendría reparos en matar a un niño-.
Los antihéroes funcionan bien siempre que, como contraste, cuenten a su alrededor con un grupo de buenos secundarios con los que interactuar: idealistas, cobardes, presuntuosos… Como ya comenté en su momento, una de las bazas de “Pitch Black” era su reparto de personajes. “Las Crónicas de Riddick”, con mayor ambición épica, sustituía la caracterización por la construcción de mitologías. Pero “Riddick” no acaba de perfilar bien ni lo uno ni lo otro, siendo el protagonista el pagano de esa carencia. Los dos equipos de mercenarios resultan en general demasiado homogéneos, sin personalidades auténticamente diferenciadas, por lo que cuando empiezan a morir a manos de Riddick o los alienígenas, es difícil sentir nada por ellos: son simple carnaza preparada para sacrificar en aras del suspense. Sólo Johns cobra cierto interés hacia el final de la película, cuando ya es demasiado tarde para profundizar en él ni darle mayor juego.
Ambas secuelas, y esto sin duda es un factor, cuentan a Vin Diesel como productor y no puedo sino sospechar que el personaje ha sufrido modificaciones siguiendo sus directrices. A Diesel, incluso durante las entrevistas que le hacen los medios de comunicación, le gusta proyectar la imagen de macho circunspecto, duro y algo socarrón, una imagen que funcionó bien durante sus primeros films pero que, para cuando estrenó “xXx” (2002) y el patético “Un Canguro Superduro” (2005) ya resultaba dolorosamente claro que no había demasiado tras esa fachada artificial. Diesel descendió rápidamente de los puestos de salarios con siete cifras y desde 2005 sus únicos ingresos parecen consistir en continuar acumulando secuelas de las sagas de “A todo gas”, “xXx” y “Pitch Black”.
De hecho, Diesel accedió a realizar un cameo en “A Todo Gas: Tokyo Race” (2006) a cambio de que Universal le cediese los derechos de la franquicia de Riddick, lo cual le convirtió en productor de la misma y colocó a dicha saga fuera del paraguas de un gran estudio para pasar a ser una producción independiente, lo que a su vez hizo más difícil encontrar financiación y demoró bastantes años el estreno de “Riddick”. La independencia tuvo otros costes de carácter creativo; por ejemplo el contar con un presupuesto más limitado impedía retomar la exuberancia visual y el tono épico de space opera que había caracterizado “Las Crónicas de Riddick”, obligando a reducir la escala y ambición de la historia; también hubieron de utilizarse más efectos digitales y menos localizaciones naturales. Pero también, libres de restricciones del estudio, productor y director pudieron aumentar el nivel de violencia e ignorar la calificación PG-13 para saltar a una R (mayores de 18).
Fue la asunción de Diesel de las tareas de productor de las dos secuelas de “Pitch Black” lo que fue transformando a Riddick de asesino implacable a anti-héroe solitario e incomprendido para ajustarse a los deseos del actor. El personaje ha perdido de esta forma interés respecto a cuando fue presentado como un desconocido al que todo el mundo conocía y temía por sus crímenes. Otra consecuencia es que el guión se apoya mucho más en Diesel y de las tres películas esta es en la que las carencias del actor más sobresalen. No parece desencaminado imaginar que estamos ante otro de esos casos de egocentrismo del actor de turno, de la estrella que quiere aparecer en la película como un tipo honesto, alguien ejemplar en el fondo, como si temiera que los espectadores establecieran una relación directa entre sus personajes de ficción y su auténtica personalidad.
Ese deseo de Diesel de aparecer como el macho definitivo tiene consecuencias también sobre otros personajes, en concreto Dahl, la cazarrecompensas interpretada por Katee Sackhoff, una actriz que realizó un excelente trabajo interpretando a Starbuck en la serie televisiva “Battlestar Galactica” (2003-9). David Twohy modeló a la mercenaria a partir de Vasquez, la marine espacial que interpretaba Jenette Goldstein en “Aliens: El Regreso” (1986). En ambos casos se trataba mujeres duras en una tripulación masculina. Vasquez se convirtió en un icono gay/feminista y Twohy concibió a Dahl en esa misma línea si bien a diferencia de aquélla –cuya orientación sexual nunca se explicitó en la película de Cameron- en “Riddick” Dahl afirma claramente que nunca se acuesta con hombres. Pues bien, con esa base, no había necesidad de introducir ningún tipo de atracción física entre Riddick y Dahl. El primero alardea de que va a seducir a la segunda y, efectivamente, al final se deja claro que ella se rinde a sus encantos. Es como si el ego de Diesel no le permitiera concebir que cualquier mujer que comparta reparto con él no pueda caer en sus brazos. En consecuencia, el guión hubo de desviar forzadamente al personaje de Dahl de sus parámetros iniciales para hacerla sucumbir al carisma de Riddick y aparcar su lesbianismo (por no hablar de mostrar generosa y gratuitamente su escote en un par de planos o de dejarla completamente al margen de las principales secuencias de acción).
Por otro lado, la película añade una capa más al personaje de Riddick: la vulnerabilidad. Al comienzo de la aventura y por primera vez en la saga lo vemos auténticamente derrotado e inseguro de sí mismo. Se ha ablandado, no ha visto venir la traición y le han golpeado duro; e incluso cuando recupera fuerzas y reflejos y empieza a acabar con los cazarrecompensas, transmite cierta tristeza, una sensación de derrota, algo que hubiera sido interesante explorar más a fondo junto al hecho de que, al final, parece que Riddick recupera cierta fe en la nobleza del hombre gracias al comportamiento de Johns y Dahl. Hay aquí los mimbres de una buena historia aunque a medio cocinar. Tal y como quedó, la película es más una recopilación de los grandes éxitos de Riddick. El problema no reside sólo en pensar que Riddick puede sostener casi en solitario una película sin ayuda de otros personajes con buena caracterización sino que a base de sobreexponerlo, pierde parte de su misterio y carisma hasta llegar en algunas escenas a ser tan exageradamente letal y astuto que entra de lleno en el terreno de la autoparodia.
En resumen y en mi opinión, “Riddick” viene lastrada por uno de los grandes problemas de las secuelas: el reciclaje de ideas que funcionaron bien en entregas anteriores pero que, recalentadas y maquilladas, pierden buena parte de su frescura e impiden a la historia satisfacer su potencial. Sus dos horas de metraje probablemente sean excesivas (noventa minutos hubieran sido suficientes para esta historia), los secundarios no están particularmente bien delineados y el protagonista empieza a acusar cierto desgaste. Dicho todo lo cual tengo que admitir que me parece una película entretenida que puede gustar a los amantes de la ciencia ficción de acción. No es tan buena como “Pitch Black” ni tan original como “Las Crónicas de Riddick” pero ofrece secuencias bien resueltas de acción y un suspense bien llevado. Y qué demonios, le sigo teniendo un gran cariño a ese asesino de buen corazón que es Riddick.
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